/ por María Yaksic
y Javiera Manzi
El imaginario de la frontera se juega en las lindes de toda geografía política, económica e histórica. La frontera dibuja sus propias prácticas, sujetos y subjetividades construidas en el margen, o desde el margen, pero en tanto parte constitutiva de las huellas que deja el tránsito del capital, y sus formas específicas de acumulación, por los centros y las periferias que atraviesa. A menudo son esas mismas fronteras sociales, culturales, raciales y de género, las que nos señalan o nos interpelan para exhibir que todo lenguaje o categorías de representación traen consigo un excedente, y que ese excedente es potencialmente removedor o subversivo.
A pocas semanas de las controversiales elecciones en los Estados Unidos, conversamos con Ana Niria Albo, socióloga cubana y especialista del Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos de Casa de las Américas (La Habana, Cuba), coordinadora del Proyecto Casa Tomada (encuentro quinquenal dedicado a los jóvenes de las Américas) y, además, encargada de la sección Órbita de La Ventana[1]. El diálogo recorre algunos nudos críticos desplegados por el Programa, especialmente la historia de dichas fronteras, sus sujetos y los activismos que de allí surgen. ¿Cómo pensar la presencia cubana, caribeña y latinoamericana en Estados Unidos? ¿Cómo se concibe desde Cuba la categoría de lo latino y sus cruces nacionales e interraciales? ¿De qué modo tales derroteros afectan las construcciones identitarias y su potencialidad política? ¿En qué medida la propuesta hemisférica de Casa de las Américas reorganiza las latitudes y sus alcances políticos? ¿De qué modo, en los años sesenta, la lucha contra el racismo y la segregación social conectó al Black Power y con los jóvenes puertorriqueños en los Estados Unidos? ¿Cómo las resistencias latinas enfrentan las próximas elecciones en los Estados Unidos?
Remapear el norte y el sur
Ana nos cuenta que el Programa de estudios sobre latinos en Estados Unidos, fundado en el 2009, surge en una coyuntura específica: la reconocida latinización de los Estados Unidos en la vuelta del 2008 al 2009, el aniversario número 50 de la Casa de las Américas y el replanteamiento de los alcances territoriales de la Casa −a partir de su nombre “las Américas” − que reafirma su vocación latinoamericanista y caribeñista hacia todo el hemisferio. Sin embargo, Ana señala que dicha inquietud no fue exclusiva de la primera década del siglo XXI. En 1976, el chicano Rolando Hinojosa obtiene el Premio Casa de las Américas con su cuento Klail City y sus alrededores, y las alarmas se encienden: “se lanzaba el concurso −en aquel momento era concurso, no premio− de literatura latinoamericana −ni siquiera se hablaba de literatura caribeña−, y lo ganaba un chicano en los Estados Unidos”, cuenta Ana. “A partir de ese momento, ya las puertas empezaron a abrirse para darnos cuenta de que había una realidad que también tenía puntos conexos con Latinoamérica y El Caribe pero que no se inscribía geográficamente en las fronteras tradicionales de la región”. A fines del 70, la revista Casa recopila a un grupo de jóvenes de izquierda radicados y jóvenes independentistas puertorriqueños que residen en Estados Unidos, articulando el cruce entre literatura y política. En 1978, obtiene el premio extraordinario de nuestra juventud de América Contra viento y marea del Grupo Areito, libro que recoge los testimonios de la migración no autorizada de niños tras la revolución –los llamados Peter Pan− y lo que ocurre cuando ellos retornan a la isla. El 81 se entrega un premio póstumo a Lourdes Casal, poeta, socióloga y líder este grupo. En el 97 se convoca directamente a un Premio de Literatura Hispana en los Estados Unidos que obtiene la cubana Sonia Rivera Valdés con el libro Las historias prohibidas de Marta Veneranda. Es así como, en sintonía con la visibilización de la comunidad latina en el norte, el 2009 constituye el momento propicio para inaugurar el Programa.
Los derroteros de la migración
María: Imagino que durante la fundación del Programa también se produce una revisión histórica de la experiencia masiva de migración de cubanos en los años noventa, ¿existen vínculos con dicho contexto?
Ana: Contrario a lo que pudiera parecer, el Programa desde sus inicios estuvo focalizado en cuatro comunidades, específicamente, las cuatro predominantes a nivel demográfico dentro de los Estados Unidos: la comunidad méxico-americana −como se dice− o chicana; la comunidad puertorriqueña (es decir, empezamos por las dos que históricamente han tenido mayor población); la comunidad dominicana −que dentro de las caribeñas ha sido la de mayor crecimiento acelerado− y la comunidad cubana. Sin embargo, el programa se ha cuidado mucho de no centrarse sólo en las comunidades de cubanos, porque existen otras instituciones dentro de Cuba que lo hacen. No la ignoramos, pero tratamos siempre de analizarla en interacción con el resto de las comunidades.
M: Cuando se aborda el fenómeno de las migraciones siempre existe una frontera que divide el lado de acá y el lado de allá. Y cuando se piensa dicha experiencia desde el lado de allá, usualmente, la primera tarea consiste en desplegar un complejo reacomodo de las fronteras nacionales para comprender cómo se reconfiguran las comunidades nacionales dentro de una comunidad mayor, la comunidad latina.
Has tocado un tema interesantísimo. Cuando el Programa surge, uno de los análisis que se hacía era cómo estudiar desde Cuba una realidad que no tenemos a mano. Y también nos preguntábamos qué podía diferenciar a este Programa de los tantos otros Programas y Centros de Investigación sobre chicanos y estudios latinos que existen en las universidades de Estados Unidos. Buscando esas respuestas, nos hemos dado cuenta de que el grano de arena que nosotros podemos aportar es tratar de visibilizar la interrelación entre país emisor y país receptor, que muchas veces desde esos programas se obvia, al analizarse sólo lo que está pasando en el último. Aun cuando el transnacionalismo sea la teoría más eficaz en los últimos años para explicar estos procesos, falta visibilizar lo que ocurre con esa familia que se queda, con esa comunidad que está al lado de acá, qué está pasando no sólo con las remesas monetarias y económicas, sino también con las remesas culturales que tanto influyen en las sociedades emisoras. Qué es lo que sucede con las comunidades locales del lado de acá del Rio Bravo, como nos gusta decir.
De hecho, un tema central para nosotros en los tres eventos internacionales que hemos realizado hasta ahora, ha sido el del retorno. Qué pasa con el retorno de esos migrantes y cómo esos temas eminentemente sociales se van cruzando con representaciones artísticas. Qué pasa con la literatura, las artes visuales o el cine, por ejemplo. Ese tipo de análisis son los que nos interesa privilegiar. Más allá de que evidentemente prima un análisis demográfico de tendencias migratorias, lo que más nos interesa es esa transdisciplinariedad que a veces falta en los programas de estudio y en los centros de estudio de las universidades norteamericanas.
M: Considerando, sobre todo, que el retorno y el exilio son temas recurrentes dentro de la narrativa caribeña…
Sobre todo, caribeña, aunque cada vez más de todos los latinos. Cada vez más el retorno es el ideal. No quiere decir que el 90%, ni siquiera un 80%, de los migrantes logren el retorno, pero siempre te hablan de eso, es una constante del deber ser del migrante. Pero claro, no se puede hablar en blanco y negro, no hay respuestas definitivas, ni definitorias en torno a los procesos migratorios y a su dimensión sociocultural que, además, ha sido muy poco estudiada. Esto, a pesar de que, por ejemplo, la gran Escuela de Chicago en los Estados Unidos, que fue fundadora de los estudios migratorios, ha atendido mucho esa dimensión sociocultural. Pero hay un momento, a finales de la década del 60, en que se empiezan a privilegiar otros temas más relacionados con los derechos de los migrantes −también porque el contexto lo exigía− y empiezan a existir menos investigaciones que desarrollen la dimensión cultural. No es una dimensión que se ciña únicamente a la representación artística, tiene que ver también con el idioma, las tradiciones, las costumbres, así como la tan mencionada y tan vilipendiada identidad. Tiene que ver, sobre todo, con privilegiar y visibilizar una dimensión simbólica que a veces parece mínima de la vida cotidiana y que, por lo general, los investigadores de los programas del centro desatienden.
Política de la “cuestión latina”
Javiera: Eso nos conduce al problema sobre cómo se impone una identidad de “lo latino” dentro de los Estados Unidos que opaca la heterogeneidad histórica, cultural y nacional de las distintas poblaciones migrantes. Me pregunto entonces por los modos en que se procesa, incluso en que se internaliza actualmente, esta construcción identitaria.
Que la identidad sea construida por el otro, no quiere decir que el chileno, el guatemalteco, el mexicano, el cubano, el puertorriqueño, el dominicano, cuando llegan a los Estados Unidos borran su identidad nacional e ingresan al saco de la falsa identidad panétnica. Hablar de comunidades latinas en plural es necesario porque cuando uno empieza a profundizar en este tema, se da cuenta de que esta identidad construida por el otro es asumida por los que aparentemente están en ese saco únicamente en relación con este otro. Pero, si ellos nada más huelen que ese otro es capaz de entender que no son un bloque homogéneo dejan a un lado la identidad latina e incluso defienden la identidad nacional. Algo que se observa incluso en tercera generación de migrantes.
Al Programa le interesa indagar en la diversidad que tienen estas comunidades. Nuestro próximo gran proyecto de investigación es pensar cómo la identidad latina también comporta la invisibilización no sólo las identidades nacionales, sino de esas otras identidades que están dentro de las comunidades. Estoy pensando en qué pasa con los afrolatinos: la gente negra dentro de esa comunidad latina, aquella que no es considerada por los Estados Unidos como latinos, porque para ellos todos los negros somos afronorteamericanos. Tales cruces nos interesan. También estoy pensando en los indígenas desplazados de los Estados Unidos, las grandes comunidades mayas en Los Ángeles, en fin. Esas personas, ¿dónde entran? El otro los ve como latinos, mientras que esos mayas ni siquiera se consideran guatemaltecos o mexicanos, se consideran mayas. Esto nos lleva a recordar que las fronteras nacionales en Latinoamérica también constituyeron procesos de invisibilización de esas identidades originarias.
Ahora hablamos de estas identidades particulares que tienen que ver con la nacionalidad, con la raza a nivel cultural o las “etnias”. Pero pensemos en las relaciones de género. Las comunidades chicanas han cumplido un papel importante dentro del desarrollo de las luchas feministas en los Estados Unidos; sin embargo, se conoce muy poco sobre ello. Existe una mujer como Gloria Anzaldúa, quien suele ser invisibilizada y que muy poca gente en el hemisferio sabe que parte de los logros que hemos tenido las mujeres y las personas que pertenecen a la comunidad LGTB, se lo deben a ella y, en especial, a que cuando escribió Borderlans/La Frontera: The New Mestiza no estaba hablando únicamente de la herida abierta que constituye la frontera México-Estados Unidos, estaba hablando también de las heridas que constituyen las fronteras entre homosexuales, heterosexuales, bisexuales, entre lesbianas, en fin. Tantas fronteras que se van desdibujando cuando decidimos hablar únicamente de latinos.
M: A propósito de eso, pensaba en cómo toda categoría identitaria despliega, al menos, dos posibilidades de articulación: desde arriba (desde el otro) y desde abajo (en este caso, desde los mismos migrantes). Pensaba, también, en cuando Stuart Hall historiza el peso político de la categoría de “negro” en los años setenta en Inglaterra y expone que dicha identidad traía consigo invisibilizaciones debido a que en gran medida el mecanismo de las identidades políticas apunta a unificar más que a dividir. Entonces, cómo podemos pensar los movimientos latinos en Estados Unidos desde esta perspectiva. ¿Qué invisibilizaciones estarían activas tras lo latino? ¿Cuál sería la deuda de esta categoría con otras identidades? Y luego, si es que observas que esta categoría se ha transformando o reemplazando con el tiempo.
Voy de atrás para adelante. Primero diría que no creo que haya nuevas categorías reemplazando a la categoría de latino. La categoría de latino sigue siendo, con todas las invisibilizaciones que trae, la menos conflictiva. Antes de latino se utilizaba la de hispanic. Cuando el estadounidense dice hispanic, lo hace en un sentido netamente peyorativo, es decir, está hablando de ese inmigrante ilegal, que no tiene cualificación para trabajar, que probablemente (estoy tratando de pensar desde lo que se ha descubierto como lo que comporta la categoría hispanic) llegue a robar el trabajo de los otros. De hecho, todos los movimientos anti inmigrantes en los Estados Unidos, entre ellos el mismo Donald Trump, no hablan de latinos, hablan de hispanic. Entonces, ¿qué es lo que ocurre con la categoría de latino?
La categoría latino surge en el gobierno de los Estados Unidos entre la década del 60 y del 70 en el contexto de los movimientos por los derechos civiles tanto de los negros como de los propios latinos. En especial, desde la comunidad chicana y también desde la comunidad puertorriqueña, muy importante en el Este de los Estados Unidos. Los Young Lords que eran jóvenes puertorriqueños, la mayoría de ellos negros, se vinculan con los Panteras Negras en tanto negros y, también, latinos. Allí es interesante ver cómo se cruzan esas invisibilizaciones de las que estamos hablando. Lo que pasa es que hoy ―y esto no es exclusivo de los latinos en los Estados Unidos, también ocurre con la comunidad afronorteamericana―, se habla de un proceso de empoderamiento de estas comunidades. Incluso se vanaglorian de haber tenido un presidente negro, lo que me parece realmente un paso interesante. Pero hay que ver, a nivel representacional, qué ocurre realmente con el presidente Obama, quien, a pesar de ser el primer presidente negro, es reconocido ampliamente por sus atributos blancos. Y con los latinos pasa exactamente lo mismo, considerando que el 90% de los que han llegado al poder pertenecen a clases sociales altísimas en las que ese cruce entre etnicidad y estructura social borra de a poco la impronta de clase que pudiera tener el ser latino en los Estados Unidos.
Luego, podemos pensar en Marco Rubio, un cubano de segunda generación que nunca va a poder ser identificado como un representante de la comunidad latina, en gran medida, porque es cubano. Eso también es toda otra historia: debido a la Ley de Ajuste Cubano y a los privilegios que han tenido al llegar, los migrantes cubanos en los Estados Unidos, no son considerados por el resto de los latinos como latinos. Esto, porque evidentemente las luchas de esas comunidades latinas no son las luchas de la comunidad cubana o de la mayoría de la comunidad o de buena parte de la comunidad cubana en los Estados Unidos. Vamos a pluralizar en ese sentido. Yo creo que no, que ahora mismo no hay una mejor categoría para denominar a esas comunidades. Por eso Cristina Beltrán en su libro El problema de la unidad: política latina y la creación de identidad[2] apunta a que la categoría latino es asumida por la comunidad chicana y puertorriqueña en los 60 y 70 en un momento preciso: cuando estaban luchando por una representatividad política, y no era políticamente adecuado hablar desde las particularidades de la comunidad, porque eso les restaba como movimiento. [Las comunidades nacionales] eran menos a la hora de atender un derecho, pero cuando decías latino, tenías un mayor cúmulo de gente al interior de esa protesta, de esa petición. No obstante, eso que en aquel momento fue una necesidad política, y hablaba de un activismo político y social se ha ido desvaneciendo, entre otras cosas porque la categoría de lo latino ha sido robada por la industria del entretenimiento. Ahora se habla de música latina, a veces para escuchar cosas que no tienen nada que ver con la cultura latinoamericana y caribeña. Pero ellos dicen que la música latina, el cine latino, es rebelde. Entonces esa categoría que antes comportaba un activismo de pronto trae otras semantizaciones en su interior. Incluso yo diría que trae consigo niveles de altísimo exotismo.
M: Todo movimiento político trae consigo narrativas, mitos o figuras que reaniman la pertenencia a una comunidad. Por ejemplo, la escena que se desarrolla en el Caribe anglófono en los años cincuenta, esa una generación de intelectuales que migró a Inglaterra convirtiéndose en un referente que alimenta toda una narrativa posterior sobre el exilio intelectual. ¿Cuáles serían las figuras o referentes del movimiento latino?
Bueno, ya la mencioné antes, pero Gloria Anzaldúa es un hito no sólo para la comunidad latina, sino también, más ampliamente, para los estudios poscoloniales y decoloniales, central en el pensamiento de articulación de esas relaciones entre país emisor – país receptor en, por ejemplo, la comunidad chicana. Estoy pensando incluso en personas que no han sido visibilizadas en esa construcción de pensamiento, pero que han sido motores fuertes desde otras áreas. Por ejemplo, Luis Valdés, que está considerado como el padre del teatro latino en los Estados Unidos a pesar de que sí hubo teatro latino antes de él. Y, entonces, ¿por qué es considerado Luis Valdés el padre del teatro latino en los Estados Unidos? Porque Luis Valdés es reconocido dentro del movimiento chicano. De hecho, el fundador del movimiento chicano le pide a Luis Valdés que redacte el Plan de Verano que es el manifiesto de lucha del movimiento chicano. Le pide, además, que cree un grupo de teatro que ayude a las comunidades de campesinos cuya única preocupación es que la “migra”[3] no los agarre y que puedan conseguir plata del trabajo que están realizando. Entonces, el movimiento chicano le pide que cree un grupo de teatro que no sólo entretenga a esos campesinos, sino que a través del teatro muestre cuáles son las principales reflexiones o líneas rectoras de ese movimiento chicano.
Otra figura importante es Julia de Burgos, un hito en la literatura, pero también un hito para el canto liberador de la mujer latina en los Estados Unidos. Si seguimos pensando dentro de la comunidad puertorriqueña, los poetas newyoricans son parte de una manifestación identitaria que no es puertorriqueña ni estadounidense: es bilingüe, spanglish y, por lo mismo, discriminada tanto por el estadounidense como por el puertorriqueño de la isla. Pienso también en alguien que acaba de morir, Juan Flores, un hito si queremos pensar en alguien que haya sido de los primeros en hablar de estas invisibilizaciones de las que estamos hablando ahorita. A su vez, Juan y Myriam Jiménez son creadores del movimiento afrolatino dentro de los Estados Unidos, los primeros en hablar de que dentro de las comunidades latinas existe una identidad que proviene del ser negro o negra. Si tuviera que pensar en las comunidades cubanas, bueno, Lourdes Casal, indiscutiblemente, sobre todo porque es la persona que acerca a esos cubanos con Cuba tras la idea del retorno. Ella además funda el Grupo Areito que, a nivel de pensamiento social y cultural, es de los más grandes.
Pero están también todos esos hitos que van ocurriendo día a día y que son, como me gusta decir, los héroes y las heroínas anónimos. Entonces estoy pensando en una Frances Aparicio, importantísima analista cultural, que está dentro de una de una universidad que es casi Ivy Leag, Northwestern, pero es asimismo una de las universidades más de izquierda dentro de los Estados Unido. Frances ha sido una de las promotoras de la fundación de una asociación de estudios latinos dentro de ese gran corpus que componen las universidades de los Estados Unidos.
Ocurre que si se comparan esos hitos caribeños con los hitos de la comunidad latina estos son más recientes, casi todos los nombres que estoy manejando vienen desde la década del sesenta para acá porque es el momento en que hay una mayor explosión. Hay muchos otros hitos, por ejemplo, los Young Lords lo son dentro de las comunidades de latinos en los Estados Unidos, por lo que representaron, por las alianzas que lograron construir. En este caso, pensar en hitos únicamente en torno a una figura no funciona mucho, porque en las comunidades latinoamericanas de los Estados Unidos hay mucha movilización a partir del eje comunitario.
Young Lords (Nueva York, 1969)
M: Precisamente, las figuras que se convierten en referentes políticos o culturales no surgen de modo aislado, suelen aparecer en relación a una comunidad que las posibilita. En Estados Unidos ocurrió, también, que los espacios universitarios fueron núcleos de politización. Por ejemplo, en la Universidad de San Diego, donde el movimiento chicano ha sido muy importante y también albergó a una figura central para la historia del Black Power, Angela Davis [Existe un libro de Luis Martín Cabrera, publicado recientemente que hilvana esas historias de activismo y tensiones políticas e identitarias al interior de dicho espacio académico[4]]. En la década del sesenta y setenta, surge allí un proceso interesante de articulación política que se desarrolla en el marco de la lucha por los derechos civiles. ¿Cómo ves la articulación que había entre los Panteras Negras y el movimiento de latinos?
Bueno, de hecho, los Young Lords estaban articulados con los Panteras Negras y con el Black Power. El proyecto de investigación que abriremos ahora el 2016 es un proyecto que levantará el tema de los afrolatinos y de los indígenas desplazados, así como la invisibilización de esa latinidad, porque, contrario a lo que todo el mundo cree, muy poca gente sabe que los Young Lords existieron, se invisibilizaron dentro de los Panteras Negras. Al punto de que hace un año o dos nosotros tuvimos aquí a una activista de origen italiano, Silvia Baraldini, que estuvo muy vinculada con los Panteras Negras y en el diálogo con ella, de repente habló de los Young Lords y la gente se quedó en el medio de la conferencia pensando en “de qué está hablando esta mujer”, ¿no? Muy poca gente sabe que existían y que, además, eran una célula muy fuerte dentro de los Panteras Negras. Es decir, lo que estaba dentro del movimiento no era visibilizado, y eso ahora, pensando rápido, nos podría llevar incluso a trazar (desde la teoría de Bourdieu) cómo se articulan a nivel de campo social estos procesos, hasta dónde, incluso dentro de esta alteridad, esta gente estaba discriminada y hasta dónde, en esa divulgación de intereses, ellos eran visibilizados dentro de ese corpus más grande que los tenía dentro.
Hay una fuerte tradición en esas alianzas. Pienso en Martí. Cuando Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano el último objetivo de ese manifiesto era la liberación de Puerto Rico; pero, si tú hoy sales a la calle y le preguntas a la gente aquí en Cuba cuáles eran los objetivos del Partido Revolucionario Cubano, nadie te va a hablar de que uno de los objetivos era independizar Puerto Rico. Estas alianzas no forman parte de los imaginarios representacionales de las personas, aunque están, nunca son visibilizadas. Ese es uno de los objetivos que nosotros nos vamos a proponer: indagar en la prensa de la época, en los propios manifiestos del Black Power y los Panteras Negras, hasta dónde los incluían y viceversa, cuánto de interrelación había de un lado a otro. Esta investigación tendrá dos grandes momentos, uno de análisis de documentos oficiales históricos y actuales para ver cómo esas identidades (o subidentidades) dentro de la latinidad se han ido manifestando o han sido invisibilizadas. Y un segundo momento comprenderá entrevistas con esas personas, con las mismas personas que constituyeron estos movimientos, con historiadores de esos movimientos, pero también con la gente que está participando hoy de movimientos alternativos. Por ahí van los tiros.
Cuba y la pregunta por la raza
J: Ahora bien, ¿Cómo ves que han sido recepcionadas las luchas contra el racismo en los Estados Unidos desde América Latina y en particular desde Cuba? Me parece interesante la cuestión sobre los lazos que llegaron a entramarse a partir de los años sesenta entre sectores movilizados de la población afroamericana y latina no sólo dentro de los Estados Unidos, sino también fuera de sus fronteras.
Yo no soy una especialista en los temas relacionados con la problemática racial en Cuba, pero he leído bastante del tema. Los activistas raciales en Cuba y los estudiosos del tema en Cuba, siempre han tenido muchas alianzas con los activistas raciales en los Estados Unidos y los estudiosos del tema en los Estados Unidos. Angela Davis vino a Cuba, porque Cuba fue uno de los países que más campaña hizo para su liberación. Estuvo aquí mismo en Casa de las Américas. Estoy casi segura de que ella además fue de las primeras en abrirle los ojos a la gente que estaba en la Casa de las Américas con el tema latino, estoy casi segura, porque además Angela lo conocía muy bien, estuvo muy relacionada con los Young Lords.
Sucede también que esa relación con los movimientos negros ha tenido matices conflictuales en Cuba, porque a partir de esa relación a veces se han enmascarado otras intenciones desde los Estados Unidos que ya exceden los temas relacionados con la problemática racial. Y eso ha hecho que, durante mucho tiempo, esta problemática estuviera silenciada en Cuba. También yo creo que responde a una coyuntura determinada del propio proceso social cubano. En algún momento se pensó que todos los males sociales estaban resueltos y eso era una utopía. Pero para un país que vivió en la catástrofe total hasta el 59, tener un proyecto donde se apelaba por el hombre nuevo y por este derrocamiento de todos los males sociales, es lógico que en algún momento se pensara que esos males sociales ya se habían acabado y así se dejó de hablar del tema racial. Evidentemente, cuando dejas de hablar de un problema social, lo que ocurre es que sigue comiéndote las entrañas y se destapa. El periodo especial fue ese momento en que todos los males estaban muy subterráneos y muy por debajo emergen, es el momento de caos en relación a esos temas. Entonces, la relación siempre ha sido muy de blanco y negro en ese sentido, muy extrema. Gente que tiene muy buenas alianzas con Cuba, que viene a Cuba, y aporta a la discusión sobre este tema, pero gente también que se esconde tras la problemática racial para desmoralizar el proyecto revolucionario. Entonces eso expone una relación muy conflictual.
J: En su autobiografía, Assata Shakur, militante de las Panteras Negras, cierra su relato con el momento en que es asilada en Cuba a fines de los años ochenta, luego de escapar de una cárcel de alta seguridad en los Estados Unidos. La forma en que describe la Cuba de aquellos años, está marcada por su entusiasmo ante el proyecto revolucionario en curso, así como por la sorpresa ante la falta de la segregación racial a la que estaba acostumbrada. De ahí que sus reflexiones en ese momento cargaban con un profundo agradecimiento hacia Cuba por recibirla, protegerla, pero también muy expectante ante la posibilidad de ser testigo de una sociedad donde esta problemética podría llegar a ser parte del pasado. Hoy cabría preguntarse qué lugar tiene el problema racial en Cuba a treinta años de esa impresión que Shakur se llevó a su llegada.
Cuando se analiza esta problemática en Cuba, en comparación a otros países que las han sufrido, indiscutiblemente nosotros hemos logrado muchísimo. El hecho de que no seamos una sociedad fragmentada, fue uno de nuestros primeros logros y para mí el más fuerte, en todos los sentidos. Porque incluso a nivel psicológico comportó determinados entendimientos que en su momento fueron difíciles de subjetivar. Antes del 59, en Cuba había parques donde los blancos caminaban por un lado y los negros por el otro, especialmente en la zona central del país, una zona que incluso hoy sigue siendo muy racista. En ese sentido, es cierto que actualmente, y por decreto, blancos y negros caminan por donde les da la gana. Es decir, no hay segmentación. La expresión fáctica del racismo pasa a otra dimensión, que para mí es la más difícil de borrar: la dimensión subjetiva, que muchas veces daña tanto como esa discriminación factual.
Entonces, evidentemente, cuando Assata llega a Cuba lo primero que se pregunta es ¿cómo es posible que esta gente no esté segregada racialmente? Actualmente, el racismo pasa por otras problemáticas que tienen que ver con las políticas universalistas que tuvo Cuba al triunfo de la revolución y de eso se ha hablado muchísimo porque no es posible subir el nivel de igual manera, es decir, si estamos desiguales y aplicas políticas universalistas, mantienes la brecha. Nos dimos cuenta de eso como proyecto, después de mucho tiempo. También porque yo creo que contextualmente lo que tocaba hacer fue lo que hicimos: políticas universales. Porque también, cuando uno hace los estudios y se pone demasiado particularista se olvida de que hay un contexto ahí, que no había otra manera, que lo que tocaba hacer fue lo que se hizo. Y, evidentemente, eso es lo que Assata recibe cuando llega. Los ochenta en Cuba fueron una época dorada en todos los sentidos: se acababa de salir de un momento gris en la historia de Cuba a nivel cultural, a nivel social. En los ochenta esa brecha no se veía desde afuera.
Ana, para cerrar, nos gustaría traerte al particular panorama político que se vive este año. En “las américas”, estamos en un momento donde al evidente retroceso de los proyectos progresistas de la región, y la salida del primer presidente negro de los Estados Unidos, se suma el retorno de una derecha que vuelve a tomar sitio en el norte y el sur. Nuevamente, las campañas electorales en Estados Unidos demuestran que el “problema latino” es un eje ineludible en los programas de cada candidatura, ¿cómo es que las resistencias latinas enfrentan este nuevo escenario? En tu opinión, ¿observas tendencias o posiciones comunes entre la población latina para enfrentar las próximas elecciones?
Algo escribí sobre esto a mi regreso de California [hace unos meses]. En aquel entonces reflexionaba sobre la idea de que fuera de la repetida idea de que Trump planea construir un muro en la frontera México Estados Unidos, ninguno de los dos contendientes mayoritarios muestra una agenda real que se dirija a la población latina. Esta, a su vez, está sumida en el intento por evitar que el republicano salga y menos, por la exigencia, de lo que en mi modesta opinión debería ser el centro de la batalla: una agenda que inicie verdaderas transformaciones estructurales y sistémicas en relación a la «minoría» étnica mayor del territorio del norte.
Estamos ante la falta de comprensión por parte de muchos anti Trump de que están haciendo política de negación por un candidato y no una política de defensa de intereses colectivos para las comunidades migrantes y sus hijos. “Apoyar a Hillary o Sanders es apoyar la no elección de Trump, pero la verdad es que estos tampoco tienen políticas muy claras con respecto a nosotros”-decía una estudiante indocumentada entrevistada por mí durante aquella visita.
Y justo ahí está uno de esos sectores vulnerables que se encuentra ahora mismo en lo que prefiero denominar limbo político: los jóvenes estudiantes universitarios. Muchos de ellos tenían una meta trazada: Bernie Sanders. Y esa meta fracasó. Muchos de ellos votarán por una coalición más que por la agenda de Hillary, y es eso o empujar un poquito para la llegada al poder del loco Trump.
Las protestas aumentan, ya no necesariamente en la calle. La toma de lo público adquiere otras versiones. A las marchas anti Trump, las piñatas que la gente no deja de comprar, la salida a la calle de gente que nunca ha participado políticamente de la contienda y que ahora lo hace, se suma un apuro por la alfabetización política en pequeñas comunidades de latinos y latinas. “Hay que votar”, parecen repetir desde las redes sociales.
Hablando con esos jóvenes inmediatamente entendí que a diferencia de los grupos de dreamers, universitarios en el estado de California, mayoritariamente indocumentados, que salieron a las calles durante mi estancia en protesta contra Trump, no lo hacían solo por las cuestiones relativas a lo que cada uno le tocaba si no que en la idea de seguir persiguiendo el sueño que acompaña su logo, está la búsqueda de un anhelo colectivo. Y he allí el secreto. Muchos de los que siguen a Trump, lo hacen por sus opciones individuales. Ven en el polémico hombre de negocios el espíritu de una sociedad donde manda el que tiene. La idea de una campaña sin donantes y ejercida con los fondos propios tiene a los votantes que le siguen embobecidos. No hacen oídos a otra cuestión y pueden llegar a justificar sus barbaridades.
Desde octubre del pasado año, publicaciones como The Hispanic Council adelantaban que la candidatura de Trump alejaba a los hispanos del Partido Republicano. Sin embargo, dialogando con jóvenes latinos me decían lo siguiente: “No creo que exista lo que llaman el voto latino. La cantidad de indocumentados en las zonas del oeste del país crece a pesar de las deportaciones. Ellos no votan. Lo que ha pasado ahora es que la gente está corriendo para hacer sus papeles e impedir que Trump gane, pero las estructuras son lentas y será difícil detenerlo”. Solo lo que ocurra el 8 de noviembre dirá la última palabra.
Protesta del movimiento Dreamers en Estados Unidos (2014)
[1] La Ventana. Portal informativo de Casa de las Américas, La Habana, Cuba. http://laventana.casa.cult.cu/
[2] Premio Casa de las Américas 2012, categoría ensayo sobre latinos en los Estados Unidos.
[3] Nombre con el que se conoce el servicio de inmigración de los Estados Unidos
[4] Insurgencias invisibles: resistencias y militancias en Estados Unidos de Luis Martín-Cabrera (Oveja Roja, 2014). Próximamente circulará la edición chilena de este libro a cargo de Proyección Editores.
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