/ por La Raza
Ékfrasis #6: Iconoclastas v/s econodulias
/ por Dia Ballein
No tengo intención de molestar a los cristianos y sus sagradas imágenes, aunque hoy son pocos los que las van a visitar a los templos. No puedo, sin embargo, pasar por alto el acto iconoclasta de ayer. No es simple vandalismo, como he leído en parte importante de las referencias al ingreso de capuchas a la Iglesia de la Gratitud Nacional, sino que es un acto simbólico, estemos o no de acuerdo con él. El romper una imagen que representa al poder es iconoclastia. Cuando rasgo la fotografía de lo que fue un buen recuerdo y ya no lo es, soy iconoclasta. Puedo recortar uno de los rostros de esa imagen, quemarlo y, sin brujería alguna, el acto desea la destrucción de lo que esa cara representa, o al menos de lo que representa en mi memoria y el poder que tiene sobre mí.
El sentido común niega cualquier capacidad reflexiva a los capuchas, pero no se olviden que esos a quienes ven como engendros ignorantes y violentos fueron a sus iglesias, sus escuelas, viven en sus familias. El impulso de destrucción que poseen no es individual, es el de un grupo rodeado de imágenes en las que no caben sus rostros, porque hoy la mayor parte de las imágenes no representan a una comunidad, sino que a la ley del poderoso. ¿No es al menos entendible que las deseen destruir?
Ese Cristo crucificado y ahora hecho añicos quizás recuerde en el futuro que esta sociedad capitalista e individualista no pudo conformar a los sujetos que deseaba, que muchos quisieron sin más la destrucción porque no había nada que pudiera ser de ellos. Ninguna imagen podría calmarlos, y sin duda, tenían poco que agradecer.
Pero no se preocupen tanto por la pobre imagen de Cristo, ni siquiera los cristianos podrían decir que ahí estaba Jesús sin ser un poco herejes. Que esté rota me parece a mí bellísimo, porque prefiero ver las cosas como Brecht:
“Me gustan incluso los fragmentos de esculturas
con los brazos cortados. Vivieron
también para mí. Cayeron porque fueron trasladadas;
si las derribaron, fue porque no estaban muy altas.”
«De todos los objetos» [Fragmento].
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Ékfrasis #7: De lo nacional y lo exótico
/ por María Yaksic
«Frecuentemente se oyen voces de alerta contra la asimilación de ideas extranjeras. Estas voces denuncian el peligro de que se difunda en el país una ideología inadecuada a la realidad nacional. Y no son una protesta de las supersticiones y de los prejuicios del difamado vulgo. En muchos casos, estas voces parten del estrato intelectual.
Podrían acusar una mera tendencia proteccionista, dirigida, a defender los productos de la inteligencia nacional de la concurrencia extranjera. Pero los adversarios de la ideología exótica sólo rechazan las importaciones contrarias al interés conservador. Las importaciones útiles a ese interés no les parecen nunca malas, cualquiera que sea su procedencia: Se trata, pues, de una simple actitud reaccionaria, disfrazada de nacionalismo.
¿Existe hoy una ciencia, una filosofía, una democracia, un arte, existen máquinas, instituciones, leyes, genuina y característicamente peruanos? ¿El idioma que hablamos y que escribimos, el idioma siquiera, es acaso un producto de la gente peruana?
Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica. La propagación de una idea no es culpa ni es mérito sus asertores; es culpa o es mérito de la historia. No es romántico pretender adaptar el Perú a una realidad nueva. Más romántico es querer negar esa realidad acusándola de concomitancias con la realidad extranjera»
José Carlos Mariátegui, 1924
Los Mirlos
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Ékfrasis #8: Oda al lanzazo frustrado
/ por Loreto Quiroz Rojas
Venía yo pensando en los linchamientos, el Estado, el derecho,
la violencia, Derrida
y la cacha e’ la espá
cuándo un loco me tira el bolso por atrá
y me dice bien claro “suelta la hueá”.
Durante un cuarto de segundo a Janis Joplin invoqué
al siguiente cuarto de segundo mi garganta preparé
y al tercer cuarto de segundo un grito a todo pulmón lancé
El último cuarto de ese mismo segundo
salió a la calle todo el mundo
la consigna era perseguir a los que ya enfilaban rumbo
Pero los “peligro para la sociedad”
en dirección a Av. Grecia corrían sin piedad
mientras, yo ya no pensaba en Derrida
sino que repetía “puta la hueá”.
Al minuto siguiente
me avisaron que habían detenido a los insurgentes
con mi bolso…como pan caliente
Mientras pasaba todo eso
empezaron a sonar los sonetos de Subverso
“No hay algo mas hipócrita que hablar de violencia
si esta no toca tu puerta, ni en la noche te despierta”
Entonces a ellos, entre paipazo y paipazo, se los llevó la policía
Y yo me quedé con mi bolso y mi hipocresía.
* [Foto] Fort Lauderdale, Niña mirando a una víctima de linchamiento.
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Ékfrasis #9: (Gou!) El que está conociendo el mundo
/ por Pablo Barbatto
Señor espectador, la imagen que está viendo ocurre precisamente ahí, ante sus propios ojos. Luego de haber seguido el enlace ofrecido, lo invito a que asuma su rol dentro de la escena. Usted será EL QUE ESTA CONOCIENDO EL MUNDO. Despréndase los ojos y ofrézcalos a este pequeño instante de realidad virtual. Especte. Escuche lo que usted mismo dice y apenas ve.
EL QUE ESTÁ CONOCIENDO EL MUNDO: Ustedes que están ahí, encarando la furia uterina del territorio. Ustedes a los que construyo como una idea que me perteneciera desde otra era y cuya mirada parece fundirse en la inmensidad oceánica, atiendan a este caminante inocente. Permítanme expresarles mi deseo. Déjenme acompañarlos en ese estar sin tiempo, donde veo como obtienen uno tras otro los regalos de la corriente que se estrella bajo sus pies, trofeos para el que puede estirar su mano lo suficiente como para sumergirse dentro del cuerpo del gigante y comer de sus entrañas. Mientras usted, hombre de pie, fustiga incansablemente la espalda que no aguanta las marcas, usted, la niña, lo acompaña sólo en apariencia, porque para su trabajo no se necesita compañía. Su trabajo es un encuentro entre uno y el monstruo más grande del mundo.
¿Me permiten cruzar a esa roca?
Veo que no son tocados por estas palabras, ni por la brisa filosa que al mismo tiempo los atraviesa y erosiona mi voz.
¿Qué hacen juntos ahí entonces?
LA NIÑA SENTADA SOBRE LA ROCA: Atiende a tus propias palabras, pequeño viajero, y date cuenta que tu lenguaje es ingenuo pero no por ello dejamos de oírlo. Estamos sobre esta roca desde hace decenas de siglos, y desde entonces hemos visto nacer y morir este territorio incansablemente. Hemos sido testigos de la transfiguración de esta geografía abandonada, habitada y colonizada. Y nuestros cuerpos con ella: Nuestras redes se han transformado en caña, nuestros brazos y piernas se han transformado en botes, nuestra piel ha sido curtida por el roce del viento y las quemaduras de sal. Tú, que quieres mirar el mundo sentado en este palco, debes saber que desde aquí solo se ven urnas de greda, que zarpan del mar a la tierra para subir los cerros, llevando cadáveres hinchados por el tiempo, niños con ojos pequeños, mujeres de manos gruesas, cuerpos cubiertos de arcilla deshaciéndose desde hace cinco siglos. ¿Acaso no oyes sus gritos desde el fondo?
Escúchalos por un momento.
Debes saber que la historia nos ha obligado a separarnos para poder estar aquí, por eso permanecemos juntos, esperando el último abrazo del mar… la mar… la mare. Ese abrazo llegará pronto, está tierra está entrando en el paroxismo y el alimento que recogemos hoy son los muertos de hace más de cuarenta años, carne de nuestros padres, madres e hijos. Si quieres, puedes probar el sabor de tu propia carne, porque es el momento de recuperar lo que nos ha sido robado por la historia. Somos cultura Bato y Llolleo, somos la sangre de Huechun y Millacura. Nuestro lenguaje ya no existe.
Ahora usted puede cruzar a esa roca y dejar que lo lleve el mar, la mar, la mare, que sus ojos lo lleven como un naufragio hacia adentro, o bien, guárdelos en sus cuencas para seguir conociendo el mundo.
* [Foto] 15 de mayo de 2016, 17:04 horas. / Playa Las Rocas, frente a Avenida del Mar 2, Santo Domingo.
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Ékfrasis #10: (Gou!) V de Volantín
/ por Parménides Soto
Buenas tardes, despejada y fría tarde ésta, de un pálido lapislázuli, casi transparente, con un temblor de palos quemados reflotando en el aire. Esta tarde, que se sabe el estribillo de canciones que dejan un murmullo de parafina una vez que terminan. Y la cabeza se abomba ligeramente, repitiendo la melodía.
-Pero dígame ¿dónde es que queda esto?
Mire, no se distraiga, siga la línea de la calle. Escuche, se va a encontrar con un atolladero de ramas encendidas por los gajos del último sol. Atienda, llegue a la señalética amarilla, detrás de ese rombo en el que un solitario niño simbólico juega con su igualmente abstracta pelota.
¿Los vio? Sintió la pavorosa dulzura del instante, miedo y más que miedo a penetrar la irrepetible secuencia del crepúsculo, la viva muerte de cada ocaso.
Afuera del cuadro, deberá imaginar aquel otro rombo, quieto en mitad del aire como una estrella roja cocida a mudos tirantes, o acaso el grito aéreo de una adelfa que ha florecido repentina en el centro de la tarde.
[Antes, seguramente, los niños jugaron sin asomo de crueldad a los soldados romanos, y los palos de fósforo sustituyeron la metálica inclemencia de los clavos, en la solemne crucifixión del volantín. Arrodillados frente a él, apuñalaron con precisión sus extremidades con tal de perforar la delgadísima carne de este animal mustio. Soñaron con la asunción de ese dios dubitativo y frágil que, para asegurar su reino, deberá esquivar ramas y cables]
Al centro de esa orilla está el hilo.
Considere que tampoco podrá verlo.
Los climas del ojo se debaten en tormentas eléctricas que en cuanto iluminan desaparecen. Tendrá que creerme si le digo que una vibración bizca recorre esa extasiada comunión que amarra niño con cielo a una tarde de invierno.
Sujeta entre los dedos, la tensa intuición del vuelo, la sorda descarga del papel volantín abotagado de viento e inmensidad, trasmite un ingrávido verso a la boca del estómago de esos niños. Aquí, como en el poema, una verticalidad abrasiva domina los huesos.
Ahí está la tirante, tal vez tenue, pero tangible certeza de un porvenir que asalta cada tarde, la acuartelada calma del firmamento.
Observe bien, tal vez, si tiene suerte, podrá encontrar el chanchito de tierra que permanece oculto bajo la inamovible piedra de toda infancia.
* [Foto] Viernes 15 julio. 2016 17:41:32 horas. / Cerro Moreno esquina Puerto Edén, La Florida.
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[Portada] José Gutiérrez Solana, Baile de máscaras
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Equipo Editorial LRC