/ por Patricio Contreras
Me gustaría comenzar esta crítica destacando que Du Maurier es el primer libro de Carlos Cardani Parra escrito íntegramente en prosa. Aunque no es la primera incursión que hace en este tipo de escritura, ya que sus dos libros anteriores son poemarios donde lo narrativo cobra total protagonismo: en raso (Balmaceda Arte Joven, 2009) por la forma en que los poemas son enunciados y agrupados; y en Caldo de Cardán (Libros del Perro Negro, 2012) por la mezcla de textos escritos tanto en verso como en prosa. Por lo mismo, es posible entender que el autor siempre ha apostado por la hibridez más allá de la forma que adopte su escritura, y la decisión de derrapar por la narrativa en esta ocasión debe parecernos –por lo bajo– sospechosa.
Du Maurier es una obra escrita en clave autobiográfica. Este dato es revelado antes que se inicie el relato, en una dedicatoria donde se apunta: “A Giselle, por sacarme de ese hotel”. De esta manera, sabemos desde un principio que es el propio autor quien ejerce de narrador, contándonos su experiencia como recepcionista en un hotel homónimo al título del presente libro, el cual está dividido en los días que trabajó allí. Son 76 jornadas de trabajo que funcionan como 76 pequeñísimos capítulos, fragmentos de vida donde su labor solitaria transcurre sin pena ni gloria.“El primer turno solo fue tranquilo y con poco movimiento, tal como fueron el resto de los días” (11), nos cuenta, por ejemplo, en su segundo día de laburo.
Para el lector, esta temprana confesión podría resultar nefasta, ya que se estaría enfrentando a una historia plana, sin relieve, irremediablemente aburrida. Creo que Du Maurier, dependiendo del juicio de cada lector, debe abordarse como la confirmación o la refutación de este prejuicio de lectura. Por la forma en que el libro se presenta, es saludable que así sea. Allí residiría su triunfo o su fracaso.
Además de describir su situación, el narrador reflexiona en torno al hotel como metáfora de la literatura. Una zona que el estilo de Cardani habita con comodidad. Sobre esto mismo, señala: “El hotel es una historia fragmentada. Los personajes entran sin previo aviso o se van sin dejar señal de ruta. Entonces no es necesario hacer una trama. Hilvanar cada diálogo o escena con la siguiente es inútil. Apenas podría numerar los que han entrado aquí en el libro de registro de pasajeros” (14).
Justamente, creo que la escritura de Cardani funciona como libro de registro. Así está planteado raso, donde el autor toma apuntes sobre su experiencia en el servicio militar; también Caldo de Cardán, diario donde se describen lugares y situaciones en notas realizadas al paso durante tres años viviendo en Bolivia; y lo mismo Du Maurier, donde se emula ese libro de registro con el cual trabaja. Libretas de apuntes, diarios de viaje, libros de registro. Así funciona la literatura para el autor.
Otro punto importante de este libro es la comprensión del trabajo de recepcionista como excusa perfecta para leer a destajo. El mismo autor apunta varios fragmentos en este sentido: pasajes dedicados a Bolaño, Reinaldo Arenas o Daphne Du Maurier. En particular, la referencia a esta última me parece interesante, ya que en principio el narrador confiesa: “No sé por qué este hotel se llama Du Maurier. El nombre a mí no me suena a nada […] He comentado el nombre del lugar y sólo a un viejo amigo le ha sonado a algo, más bien a alguien: Daphne Du Maurier” (107). Y más adelante, en la jornada de trabajo número 57, cita un fragmento de Los pájaros, la novela más famosa de esta autora, logrando un curioso intertexto con su propia voz narrativa: “La ciudad era pequeña y primitiva y sus habitantes hoscos y desabridos. Había una especie de posada –llamar hotel a aquello sería excesivo–, donde decidí pasar la noche. Fui recibido con indiferencia, aunque no con descortesía” (116).
En mi opinión, este tipo de recursos son los que realmente dan vida a Du Maurier. En ellos se sugiere la verdadera intención del autor en la literatura. Piglia decía, tomando en consideración la obra de Roberto Arlt, que en el mundo del trabajo no hay ficción posible. Que los hombres que viven de su sueldo no pueden contar nada, salvo el dinero que ganan. Carlos Cardani Parra huye de esa sentencia escribiendo entre las horas más agobiantes del laburo. Creando pequeñas vías de escape en ese callejón sin salida que es el trabajo asalariado. Logra que la literatura hable en esa zona muda. Para mí, ese es su pequeño triunfo. De eso trata este libro de registro.
Du Maurier
Carlos Cardani Parra
Editorial Cuneta, 2016
Narrativa, 144 págs
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