/ por Regina Solis
desde Guatemala
“Tantos siglos contra un solo minuto
Tanto cuchillo para cortar una flor
Tanta bala para acribillar una bandera
Tanto fuego para quemar un libro
Tanto zapato para aplastar un rocío
Tanto ruido para acallar una voz
Tantos cazadores para cazar un solo venado
Tanto cobarde contra un solo valiente
Tanto soldado para fusilar a un niño»
Luis de Lion
Tardé en escribir este texto, mi pluma estaba en protesta. El último mes en Guatemala ha tenido días grises, se fue el sol, las nubes están cargadas, no hay treguas, pero sí esperanzas.
Ser madre debiese ser una decisión reflexionada y deseada. A la fuerza ni la comida es buena, dicen popularmente. ¿Por qué no podría aplicarse también a un embarazo? ¿Por qué se prohíbe el aborto? ¿Cuál es el temor social detrás de este acto de autodeterminación de las mujeres? Nuestro cuerpo precede toda acción, es nuestra herramienta de lucha, de acción. Este es un sitio de contenciones culturales que, desviado, amenaza el orden social que facilita la explotación y el despojo como herramientas de enriquecimiento y mantención de privilegios. Ahora, los cuerpos de nosotras, las mujeres, son controlados aún más de cerca porque sin mujeres no hay reproducción y, por tanto, producción.
La maternidad es poco cuestionada en contextos cotidianos; constituye un supuesto necesario para la consolidación de la “naturaleza femenina” asumida socialmente. De allí en adelante, lo natural pasa a ser absoluto, inapelable. Asociar el ser mujer con el ser madre −definiendo la maternidad como el aspecto fundacional de la identidad de las mujeres− sigue siendo una constante social que arraiga la idiosincrasia femenina a las características biológicas como rasgo común identitario. ¡Cuánta porquería nos meten en la cabeza como para querer meternos algo más en nuestros úteros!
Primero vino el barco y la opción negada
El 22 de febrero pasado llegó a Guatemala el barco de las compañeras de la ONG holandesa Women on Waves, con el fin de poder proveer abortos seguros y gratuitos a quienes lo solicitaran. Esta organización holandesa se creó en 1999 con la misión de prevenir embarazos no deseados y abortos insalubres a lo largo del mundo. Bajo la dirección de su fundadora, la médica Rebecca Gomperts, viajan en un barco por diferentes países dando información, entrenamiento, talleres, anticonceptivos y abortos seguros y legales en lugares donde esta opción es penalizada.
¿Por qué esta organización visitó Guatemala? Porque en mi país el aborto es permitido únicamente si la vida de la mujer está en riesgo y se requiere el diagnóstico favorable de por lo menos dos médicos, según el Código Penal, para poder acceder legalmente al procedimiento. Por eso, muchas mujeres acuden a clínicas clandestinas a practicarse abortos que, en condiciones adecuadas, tienen únicamente un 1% de riesgo. En Guatemala se producen 65.000 interrupciones al año,[1] y según datos del Ministerio de Salud Pública es la tercera causa de mortalidad materna en el país. ¿Se imaginan morir por haber querido negarte a ser madre?
Women on Waves conoce esas restricciones legales, por lo que operan ubicándose con el barco en aguas internacionales. El plan era viajar a la orilla del puerto únicamente a recoger a las mujeres que se contactaran con ellas y poder luego, en el medio del mar, darles acompañamiento[2] y verificar que tuvieran menos de 12 semanas de gestación para proveerles de Misoprostol y que pudiesen practicarse un aborto.
Más de 300 mujeres se contactaron con ellas en las primeras 48 horas, mujeres dispuestas a cuestionar el mandato de ser madres bajo cualquier condición. Algunas compañeras pintaron mantas y las colocaron en pasarelas para que más personas se enteraran del servicio que la ONG estaría prestando gratuitamente (algo que el Estado de Guatemala no hace ni permite).
Imagen que circuló en redes sociales
Se realizaron algunas coordinaciones entre diferentes colectivas para poder difundir masivamente la información. Las redes sociales fueron nuestras aliadas; pero con la socialización, vino la represión moral. Grupos religiosos se acercaron al puerto e interrumpieron la conferencia de prensa de Women on Waves, regalando insultos. En Facebook y Twitter se nos amenazó de estar promoviendo acciones penadas por la ley. Me dijeron puta, que necesitaba terapia, que ojalá me hubieran abortado, que era una asesina. Se había desatado el clásico debate entre lxs pro−parto (porque NO son pro vida) y quienes defendemos el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos. En el bus escuché a algunas señoras discutir sobre el tema sentenciando el aborto como un acto inmoral y egoísta. Durante el almuerzo, en mi trabajo, lxs compañerxs debatían abiertamente el tema ligándolo a opciones como la adopción y reprochando el poco acceso a educación integral en sexualidad. No recuerdo la última vez que se discutió sobre al aborto tan ampliamente, pero en esa ocasión, todas las personas hablaban sobre el tema, y ese es un paso necesario.
Referencia de la autora: Artículos de Prensa Libre, periódico guatemalteco fundado en los años cincuenta, de tendencia conservadora y el segundo con mayor tiraje en el país
Referencia de la autora: Artículo de Soy 502, periódico digital fundado en 2013 y orientado a público joven urbano. La publicación se desprende del periódico Nuestro Diario, cuyo tiraje es el mayor del país
El alboroto en los medios de comunicación y las redes sociales fue tal, que el 23 de febrero el ejército de Guatemala publicó un comunicado informando que “no permitiría que la ONG efectuara esas actividades”. Fue el colmo del cinismo, ¿el ejército pronunciándose “a favor de la vida”? ¿Ese ejército que años antes masacró a cientos de miles de personas en Guatemala, ese ejército genocida, ahora “defiende la vida”?[3]
En los días siguientes, grandes contingentes de soldados se movilizaron a la costa para evitar que la ONG tuviera contacto con las mujeres que esperaban atención y acompañamiento. No dejaron que las personas salieran del barco. Como consecuencia, varios de los pobladores del lugar que estaban alojando a personas que buscaban ser atendidas retiraron su apoyo. El Congreso de la República, con únicamente 20 mujeres entre las 158 diputaciones existentes, estuvo a sólo un voto de firmar y aprobar un punto resolutivo rechazando la llegada del barco a Guatemala. ¡Cuánto miedo causa la autodeterminación de las mujeres!
Con todo este movimiento, los grupos conservadores en alianza con funcionarios públicos comenzaron a buscar y finalmente encontrar fallas legales en las autorizaciones que el barco tenía. La Procuraduría de Derechos Humanos en el país indicó que la organización contaba únicamente con un permiso de turismo por parte del Puerto Quetzal, información que fue utilizada para atacar y negar el accionar de Women on Waves. Unos días después, la campaña tuvo que retirarse del país. Retirarse de Guatemala, en donde no existe educación integral en sexualidad como eje del Currículum Nacional Base, retirarse de un país en donde mueren más de 600 mujeres anualmente por practicarse abortos clandestinos, largarse del territorio en donde la vida de las mujeres que no quieren ser madres está sentenciada.
Luego, quemaron la rebelión de las niñas
No bastó con expulsar un barco que ofrecía opciones, ni con reprender moralmente la autodeterminación. El 8 de marzo tuvimos que vivir otra cara de la violencia estructural hacia las mujeres.
Anoche hablaba con una amiga y me decía “los peores miedos de la gente son: ser violadx, estar en la cárcel o morir quemadx”. En Guatemala, 41 niñas y adolescentes fueron incineradas en un “hogar” del que deseaban escapar luego de ser violentadas sistemáticamente (golpes, insultos, violaciones, mala alimentación). Fueron violadas, recluidas y quemadas por ser niñas, por ser mujeres, por ser de escasos recursos y por cuestionar sus condiciones de vida.
Desde el 2013 se registraron denuncias de violaciones a menores por parte de los monitores encargados de dicho hogar estatal. Las menores de edad que entraban al centro como refugio de los golpes, la prostitución, la violencia intrafamiliar, encontraron en él la muerte. Leía la historia de una niña de 14 años que convivía con un tipo de 66 y que fue llevada al hogar.[4] Luego de un tiempo, fue asesinada por compañeras con una bufanda. En este hogar convivían niñas y niños que habían sido rescatados de sus casas, adolescentes que tuvieron algún problema con la ley, o bien, jóvenes a quienes sus padres y madres no podían cuidar todo el día y fueron enviadas al centro por parte del Estado.[5] Todas y todos en un mismo espacio sin distinción alguna, bajo un mismo trato.
El 8 de marzo pasado, en plena conmemoración del Día Internacional de la Mujer, como quien lanza un mensaje de rebeldía y reivindicación, decenas de jóvenes que estaban internadas en el Hogar (in)Seguro Virgen de la Asunción se organizaron para escapar de los maltratos que sufrían dentro de este centro de “apoyo” a la niñez y juventud. ¿Por qué deseaban escapar de un lugar que debía garantizar su protección? Se dice que mientras intentaban huir del hogar, las persiguieron por el barranco que quedaba al lado y las arrastraron de vuelta para después encerrar a más de cuarenta niñas en un salón pequeño. Si no eran reclusas, ¿por qué privarlas de su libertad?
Fotografía: Ameno Córdova
Encerradas en ese espacio, las niñas gritaban, denunciaban los malos tratos, las violaciones y los manoseos lascivos por parte de los monitores,[6] y así, sin mayores explicaciones por parte de las autoridades, el fuego comenzó a propagarse dentro del salón.
La versión oficial reza que “ellas mismas” quemaron colchonetas para que las dejaran salir, pero no fue así. Nadie salió, nadie abrió la puerta. Decenas de policías rodeaban el lugar, y nadie hizo nada. Un 8 de marzo fueron quemadas, intentando incinerar sus voces y la lucha histórica de nosotras, las mujeres. Cuarenta y una niñas murieron en un incendio que no sabemos cómo inició, pero sí sabemos que no les permitieron salvarse. Toda su vida se les negó la posibilidad de vivir dignamente en este país, no les permitieron salvarse.
Yo tengo veinticinco años y no imagino lo que es vivir siendo víctima de maltrato, estar arrinconada en un lugar en el que supuestamente deberían cuidar de mí y no tener más opción que soportar la comida engusanada, la reclusión, las violaciones, los golpes. ¿Cuántas noches de llanto se esconden en ese lugar? ¿Cuántos gritos? ¿Cuánto debe doler que te incineren el poco futuro al que tenés acceso? No imagino morir a los 12, a los 14, a los 16. No imagino morir.
Siento mi cuerpo pesado de tanta rabia que me causa saber que FUE EL ESTADO. Ese Estado que invierte únicamente seis quetzales al día en la salud, educación y recreación de cada niño y niña del país. FUE EL ESTADO femicida y misógino que masacra a aquellas mujeres que deciden más allá de las imposiciones culturales y económicas sobre sus cuerpos. FUE EL ESTADO el que busca eliminar a aquellas quienes pongan en evidencia que no quieren ser más parte de transacciones que perpetúen la vida a favor del capital, que a su vez tiene sus representaciones en los poderes que tienen cooptado el aparato estatal.
En este país−cementerio, los asesinatos de hombres y mujeres adultas ya no impactan tanto. La muerte es cotidiana y nos saluda sombríamente por la ventana todos los días. Por eso, para seguir imponiendo el miedo y el silencio, era necesario atacar a la identidad más vulnerable, la que todavía nos inspira ternura y esperanza, las niñas.
Fotografía: Ameno Córdova
Aún vamos tras la vida
Por siglos, las mujeres hemos tenido sexo. Por siglos hemos abortado. Por siglos, las adolescentes y niñas han sido rebeldes, han experimentado, se han enamorado, han peleado con sus padres y madres y han cometido errores. ¡Por siglos! Pero las consecuencias para las ricas no son las mismas que para las pobres. Las soluciones están privatizadas, el ginecólogo que practica un aborto, la terapia psicológica, el acceso a actividades recreativas, la posibilidad de vivir en un barrio seguro… todo implica costos. Por eso, la búsqueda del bienestar desde lo público y lo colectivo es un acto de rebeldía ante el estúpido consenso que promueve la vida digna como un privilegio de clase.
No termino de entender las jerarquías que orientan el valor desigual que le damos a las vidas. ¿Qué vidas importan y cuáles no? ¿Cuáles se lloran en manada y cuáles ni siquiera se pronuncian? ¿Por qué defender células y no vidas vivibles? No queremos partos impuestos que traerán al mundo niñas que luego serán asesinadas por la injusticia y el peso de la historia silenciada.
Después de tantos años, me cuesta creer que todavía tengamos que salir a las calles para gritar que ¡no nos roben la vida! Nadie quiere morir ejecutada, así como nadie quiere tener que abortar, pero esta parece ser una contradicción desde la miopía del moralismo conservador, cómplice del dolor crónico que tenemos en este país. Queremos decidir y nada más; posibilidades para habitar nuestros cuerpos con alegría y esperanza, con el estómago lleno, con las ideas inquietas y con el silencio o el grito en nuestros labios.
Acompañamos el llanto de todas las madres que perdieron a sus hijas en el incendio, y también el sollozo de quien a los 15 años fue obligada a parir un bebé que no deseaba. Contra todo pronóstico, seguiremos alzando organizadamente la bandera de la ternura y la dignidad, encontrándonos en el abrazo y en el rebelde horizonte de buscar un bienestar compartido.
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[1] https://www.guttmacher.org/journals/ipsrh/2006/09/induced-abortion-and-unintended-pregnancy-guatemala
[2] Women on Waves viaja con un médico especializado en abortos, un ginecólogo y una enfermera especializada.
[3] Es importante ver que Jimmy Morales, actual presidente del país (para nuestra desgracia), es cercano a grupos religiosos y su partido fue formado por militares retirados vinculados al genocidio y los crímenes de lesa humanidad perpetuados durante la guerra en Guatemala.
[4] https://www.plazapublica.com.gt/content/colapso-en-la-ciudad-de-los-ninos
[5] Unas hermanas se encontraban en el Hogar (in)Seguro, ya que su madre trabajaba todo el día lavando ropa para poder darles de comer. Fue denunciada por dejar a las niñas durante esas jornadas, y ellas fueron enviadas a este centro.
[6] http://elperiodico.com.gt/pais/2017/03/17/nota-11-20/
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