Los cálculos más entusiastas alcanzaban la impactante cifra de 400.000 personas en la Alameda de Santiago. Nadie recordaba una marcha tan masiva en los últimos años, sobre todo después de que la dictadura borrara de un paraguazo la memoria callejera de las luchas sociales de todo el siglo anterior. Históricamente, se asume que Santiago no volvió a ver “un millón de personas” en la Alameda después de las concentraciones en apoyo al gobierno de la Unidad Popular. Era 1973, y seguramente Salvador Allende no se hubiese imaginado que las Alamedas serían abiertas por La Mujer libre. Aun a pesar de la Intendencia, pues la marcha creció y superó todo, incluyéndose a sí misma. Luego de décadas de oscura amnesia, esto parecía algo inédito. O el comienzo de algo.
Era una mar de cuerpas. Cuerpas enojadas, desafiantes, demandantes y rebeldes. Cuerpas manifestadas como territorios de lucha, transformadas en instrumentos de denuncia; cientas de miles inundando la calle, pero no sólo de Santiago. El centralismo, en esta oportunidad, no pudo hacer lo suyo.
Si a las mujeres les quitaron, durante siglos, los espacios públicos, el feminismo amenaza hoy con ocuparlos todos y rebasarlos, pues si la calle le quedara chica, se metería a cada rincón a través de puertas, ventanas y pantallas. Y este 8 de marzo, el feminismo cumplió: no hubo nadie que quedara ajeno a esa energía. Las “cosas de mujeres” ahora son materia histórica, y ya nadie puede decir que no le avisaron.
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Participan de esta galería de fotos el diseñador y fotógrafo, Francisco Flores; el Frente Fotográfico; Alisson Otarola de la Cooperativa Trashumante y Carlos Wagner del Periódico Solidaridad.
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Equipo Editorial LRC