Caras sobre caras, plumajes, camuflajes, brillos y charratelas son parte de las indumentarias que adornan y visten y distinguen desde los trajes a los diferentes bailes religiosos que cada julio peregrinan hasta La Tirana, a venerar a la Vírgen del Carmen. Uno de ellos es el fotógrafo nortino Hugo Pinto.
Semanas antes del 16 de julio -fecha institucionalizada para celebrar a “la chinita” como parte del proceso de chilenización de Tarapacá- la ciudad de Iquique va quedando vacía, aglomerando a quienes por creencia o por tradición llegan a este pequeño pueblo ubicado en plena Pampa del Tamarugal.
Este pueblo es el escenario donde el calor, el sudor y una tierra finita que se mete en todos los rincones y pliegues -conocida como chusca- se levantan y brotan en los saltos y pasos de los bailarines y bailarinas, quienes para muchos no sólo danzan sino que rezan con sus cuerpos, con movimientos que más que coreografías son plegarias de una fiesta tan pagana como religiosa.
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