¿Cuántos metros llegará a tener la sumatoria de telas bordadas con los nombres de las mujeres asesinadas por su género entre el 2010 y 2020 en Morelos, México? Eso es algo que aún no saben ni logran dimensionar desde el proyecto “Las Nombramos Bordando”, levantado recientemente en dicho territorio.
“Es muy importante conocer el contexto de Morelos”, advierte María De la Rosa, artista gráfica e impulsora de la iniciativa textil en alusión a los índices y experiencias de violencia de género en ese territorio, país donde ocurren en promedio 10 feminicidios al día. “El 2010 se levantó acá la Alerta de Violencia de Género Contra las Mujeres (AVGM), la cual se emite en los lugares donde se está viendo un alza en los feminicidios, y se entregan recomendaciones para las procuradurías, entre otras medidas”, señala en alusión a lo que el Gobierno de México describe como “un mecanismo de protección de los derechos humanos de las mujeres único en el mundo”.
Las AVGM están establecidas en México en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y “consiste en un conjunto de acciones gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia feminicida y/o la existencia de un agravio comparado que impida el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres, en un territorio determinado (municipio o entidad federativa)”, como señala su artículo 22.
“A la fecha”, sigue María, “llevamos 10 años con esta AVGM y sin embargo no hemos visto un gran cambio; ni siquiera nos sentimos tranquilas por lo que han habido varias manifestaciones acá y en todo el país, sobre todo por los diversos feminicidios”, comenta, recordando que uno de los más recientes en Morelos fue el de “una chica que fue descuartizada por su novio”: Alejandra, de 24 años; un nombre más que será parte del objeto textil, aún inconmensurable.
Una noche de desvelo
En el marco de las manifestaciones del 8M de este año, relata María, “surgieron varias propuestas para hacer en la ciudad, y yo me acerqué a dos colectivos: Vivas Nos Queremos y Calles Sin Acoso”; ambas organizaciones con sede en Morelos que hoy en su perfil de Facebook tienen un cuadro negro con la frase “Femicidios: emergencia nacional”.
“Ellas llevan mucho tiempo haciendo acciones como el ‘tweet callejero’, con el que se encargan de pegar con engrudo sobre las paredes pequeños tweets sobre los feminicidios que han ido ocurriendo: cómo fue, quién era, cuántos años tenía, fecha y todo”, cuenta María sobre los grupos a los que les propuso la idea de una particular manifestación/encuentro: “les propuse que hiciéramos un funeral en memoria de todas las víctimas de feminicidios. Yo ya había conseguido un ataúd, entonces quería trabajarlo con bordado. Me había imaginado que se vería muy contundente y simbólico que estuviera todo intervenido con bordado”.
Luego de un proceso de convocatoria y organización, decenas de mujeres fueron las que llegaron la noche del 7 de marzo hasta una casa ubicada en el centro de Morelos, la casa que había habitado Betsy Hollands, monja feminista de la teología de la liberación, quien durante los años ‘70 recibió a mujeres víctimas de la violencia.
“La idea era estar toda la noche bordando como en un funeral, hasta el amanecer, en una especie de acto simbólico, ritualístico, pues vivir toda una noche de desvelos no es fácil y más si estás enfocada en toda esta información sobre quién es la persona que asesinaron. Al final podría parecer una acción muy lúgubre, pero fue muy linda, hubo mucho acompañamiento. Hubo quienes no podían quedarse y nos llevaban café, galletas. Teníamos una mesa grande llena de comida que otras chicas nos iban a regalar y estábamos todas distribuidas bordando los feminicidios”, relata María sobre esa intensa noche de trabajo, conversaciones y memorias.
Al día siguiente, cajón al hombro, salieron a la calle. “Cargamos ataúd por el centro, y la idea era llevarlo simbólicamente frente al palacio de gobierno de Cuernavaca. Todas las colectivas de otras partes se habían ya convocado a una marcha, entonces ellas transitaron desde el norte hacia el centro, y nosotras hicimos un circuito muy pequeño, saliendo desde la casa, pasando por las calles muy transitadas. Al final llegamos a donde estaban el resto de las chicas de la marcha, y cuando llegamos a la Plaza de Armas éramos muchísimas mujeres, todas con sus pañuelos verdes, muy increíble. Allí se fue abriendo camino el ataúd entre la multitud y nos pusimos en el centro. En ese momento cada colectiva hizo su pronunciamiento: que la alerta de género no está funcionando, que la iluminación de las calles es deficiente, muchas peticiones que son totalmente necesarias”, recuerda María.
La memoria en la pandemia
En Morelos, cuenta María, “surgió también todo este movimiento de ‘Bordamos por la paz’ en el gobierno Felipe Calderón. Estas personas se reunían para bordar a las personas asesinadas en esta guerra contra el narcotráfico y ellos trabajaban en la plaza pública y tenían relevos: la gente llegaba y bordaba una pieza y alguien le continuaba bordando. Ahí había un sentido bien colectivo”; idea que Las Nombramos Bordando quiso replicar.
“Tenía la idea de que bordáramos en la plaza pública, pero lamentablemente nuestra ciudad tiene varias circunstancias de inseguridad y hubo varias balaceras cerca de la zona donde queríamos bordar. Por eso también tuvimos que cambiar la estrategia y hacer la manifestación del 8M más íntima, lo que hizo que cambiara la convocatoria. Al final me gustó que fuera íntimo”, agrega la artista. Pero no sólo eso: “todo esto de la pandemia y el aislamiento me parecía que era un momento propicio para proponerlo desde casa, utilizar las redes para mantenernos en contacto y estar moviendo las imágenes”.
En un principio “la idea era solamente abrir la convocatoria y reunir un número limitado de inscripciones (yo había reunido un registro de 76 feminicidios del 2020 al 2016 en Morelos, y me faltaban un montón más) pero para mí era más fácil manejar una primera cifra”. Fue así como María lanzó la convocatoria por redes sociales apoyada por los colectivos feministas. Con las personas que respondieron a este llamado, y ya entregada la información del nombre que debían bordar, fue que se reunieron en mayo: “hicimos una transmisión en vivo, se leyeron poemas y hubo chicas que se conectaron para dar sus testimonios de cómo se sentían en este proceso de bordar un feminicidio, espacio que fue una experiencia muy apapachadora, pues escuchar la poesía y los testimonios y bordar al mismo tiempo fue como sentir esa conexión a pesar de la distancia”.
Así, mientras dure la pandemia, las bordadoras envían sus reflexiones y pensamientos sobre los procesos de bordados y los avances de los mismos para compartirlos en las redes sociales. Y es que aún queda mucho por bordar.
Las dimensiones de la colcha y un mapa
Ahora, cuenta María, el proyecto busca reunir todos los bordados, hacer más convocatorias para cubrir hasta el 2010 y hacer una pieza textil colectiva como una colcha tipo patchwork. Respecto a cómo será ese resultado, María dice que “todavía no tengo idea de las dimensiones que va a tener estas colcha”.
Para el llamado del 8M y la convocatoria en el contexto de la pandemia, María distribuyó 76 nombres, los cuales corresponden sólo desde diciembre del 2016 al 2020. Esta información, explica, la ha ido recopilando del trabajo del Mapa de Feminicidios, levantado por María Salguero.
Según los datos recabados por esta activista feminista, el 2019 se asesinaron a 3.825 mujeres, un incremento de 6% respecto a 2018 y casi el doble de lo registrado hace tres años.
“Los feminicidios son usados por los Gobiernos como un arma política”, seña Salguero al diario El País: “dependiendo de la administración se borran de un plumazo varios feminicidios”.
Lo textil como expresión
María es artista gráfica y su trabajo ha estado enfocado en el grabado. Pero hace dos años, como parte de una investigación visual aplicada en una Maestría en producción artística, empezó a incorporarlo en su trabajo. “Me acerqué al textil principalmente porque yo trabajaba estampados para encuadernaciones y bolsas, y empecé a relacionar esta cosa: yo tengo el textil estampado, si le meto unas puntadas, ¿cómo se vería?”, recuerda evocando memorias de más atrás: “veía a mi mamá bordando y me gustaba participar de ese momento, las charlas, el cigarrito, las puntadas, y entre que empecé a explorar el bordado junto con el estampado textil, comencé a investigar también la historia del estampado y el bordado. Allí encontré un montón de líneas de investigación, sobre todo que ha pertenecido a acciones subversivas y de protesta, aunque no lo parezca”.
Fue ahí que, entre otros materiales, encontró el libro The subversive stitch, donde, relata “pude ver que en muchas partes de Europa y en Latinoamérica, el bordado era ocupado como arma de protestas”. En contraste a la visión del vínculo entre el bordado y lo ornamental y doméstico, “antes lo podían hacer monjes hombres y mujeres. Fue a partir de la época victoriana que se empieza a crear toda esta idea de lo femenino, de las costumbres de las mujeres del hogar, que el bordado se comienza a relegar a la casa y a separarse de las artes”.
Uno de los casos recogidos por el libro de Rozsika Parker es el de las sufragistas en Reino Unido. “Hubo una protesta muy importante que hicieron en 1917 en Londres, que se llama la protesta de los vidrios rotos, donde mujeres salieron a romper vidrios de tiendas. La policía las detiene y en protesta hicieron una colcha con su firma y sus nombres bordados, entonces esta cosa de nombrarse bordando en protesta en todo este contexto me voló la cabeza, y fue ahí donde pensé esta idea de Las Nombramos Bordando, pues esta idea de poner el nombre con cada puntada, me parece que tiene una carga muy fuerte”, cuenta María.
Esto porque el bordado, al final, “es como una actividad que requiere muchísima energía para muy poco. Puedes estar horas sentada y sólo bordas un pedazo, entonces eso es muy simbólico y fuerte: todo el empeño por bordar, tanto ellas de nombrarse desde la cárcel y de nosotras que estamos con esto de bordar desde nuestro encierro en casa, puntada por puntada, bordado uno feminicidio, es muy potente”.
Y desde esa tradición y lectura viene Las Nombramos Bordando. “Para mí es como honrar con respeto, con mucho cariño y dedicación, la memoria de todas estas mujeres”, reflexiona María, trayendo a este relato una reacción sobre una de las piezas publicadas en redes sociales: “una respuesta que me conmovió muchísimo fue un comentario en Facebook de uno de los bordados, de Maritza, que decía: ‘qué hermoso está el bordado, era mi hermana. Muchísimas gracias’. Entonces me di cuenta que este acto no solo se quedaba en el trabajo hecho por las chicas, sino que podía lograr alcanzar pues a las otras víctimas, que son la familia de estas mujeres”.
Y eso es lo que sigue también motivando las puntadas, aún inconmensurables: “que se pueda generar un vínculo y que tengamos una perspectiva mucho más general de lo que sucede en esta ciudad. Tenemos un objeto -en este caso, el textil- que es un testimonio de 10 años de feminicidio, es un objeto tangible que lo están elaborando muchas manos; y pues, te das cuenta del sentir de estas mujeres, esta doble sensación, como las dos caras de bordar un feminicidio: que por un lado es muy satisfactorio terminar una pieza que hiciste con mucho cariño, pero que por otro lado está dedicado a una persona que murió de una manera violenta”, explica María, quien concluye manifestando su interés en que este tipo de acto político de memoria “se pueda replicar, porque es fácil poder organizarnos, organizar datos y crear”; sobre todo porque la lista de feminicidios, no sólo en Morelos, sigue creciendo.
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