Con la revuelta que comenzó en octubre del 2019, tuvimos la oportunidad de volver a llamarnos Pueblo, con toda la carga histórica de sus significados pero a la vez con toda la vigencia y el desafío de narrar su presente.
Es dentro de ese marco que Tiempo Robado Editoras, en un búsqueda permanente por aportar al debate y lucha por transformar el actual sistema necropolítico, reedita por tercera vez y con nuevos capítulos – Introducción al Poder Popular “El Sueño de una Cosa” – una versión ampliada de “Reflexiones sobre Poder Popular”, publicado por la Editorial El Colectivo en Argentina y que, ya circulaba hace más de 13 años en espacios recuperados, autogestionados, cooperativas y un extenso arco de experiencias que se abrieron camino tras la gran crisis neoliberal expresada el año 2001.
A esta altura y con la velocidad mayúscula que adquiere nuestro tiempo, este libro se ha vuelto un clásico de la última década y Miguel Mazzeo, además de compañero, militante y académico, se pone el traje de sistematizador de las inquietudes y urgencias por narrar el proceso de autoorganización popular que se venía dando en Argentina con mayor fuerza (algunas desde antes) desde el año 2001 en adelante. El libro además aporta miradas retrospectivas sobre las experiencias latinoamericanas de las guerrillas populares, las luchas campesinas, la teología de la liberación, la autogestión popular con un especial acento en el proceso chileno. Todo esto acompañado de una intensa revisión de autores y militantes de los últimos dos siglos como insumos para interpretar el presente.
Sin duda la Revuelta, abrió los fuegos de lo popular en toda su extensión, tener en retrospectiva las reflexiones que acompañan esta obra son un material ineludible para sortear el ardid parlamentario, las definiciones éticas ante la coyuntura, los oportunismos y los artilugios constitucionales. Para dar rienda suelta a la oportunidad de lo inenarrable junto con el sueño de lo posible fundidos en la fuerza movilizadora del Poder Popular. Compartimos a continuación la presentación del autor:
Confieso que intento escribir sin inhibiciones de ningún tipo, desprendido de cualquier tara política o académica y de todo cómputo de beneficio. Asumo todos los riesgos en pos de dar con alguna descripción esclarecedora, con alguna palabra que no nazca decrépita, con algún destello frente a tanta representación desquiciada de la realidad. Supongo que en esta disposición se fundamenta el carácter desbocado −”torrencial”, me sugiere un compañero piadoso− de estos textos, sus aciertos y vislumbres, si es que los tiene y, también, sus obvias limitaciones y rusticidades.
Seguramente muchos podrán decir que el autor no conoce lo suficiente de tal tema, que “entiende mal” tal otro; que no comprende o no quiere comprender a tal o cual autor clásico,moderno o posmoderno; podrán dudar de sus credenciales y consagrarse a la pesquisa de los precipicios de significación. Yo prefiero un lugar más original y arriesgado que el de los que se erigen en administradores de algún supuesto saber político, un paraje emplazado en las antípodas del esquematismo que sabe todo de antemano y que cree en las vías regias para concretar los sueños más sublimes, un emplazamiento remiso a la concepción de la cultura como utopía burguesa.
Podría argumentar que la contundencia comunista está siempre sometida a prueba pero, a pesar de ser rigurosamente cierta, la sentencia me resuena un tanto bizarra. Alguien dijo alguna vez que entender mal, sobre todo en el campo de la izquierda, es una forma de conocimiento. Cabe una aclaración: el conocimiento como fruto del mal entendimiento suele ser la consecuencia del acto de leer y decodificar desde la experiencia, desde las vertientes mismas del acontecer, priorizando las verdades semánticas sobre las sintácticas. Igualmente lo es del hábito de sumergir conceptos engendrados en ambientes forasteros en el torrente de nuestras luchas, nuestros sueños y nuestras cosmovisiones periféricas. También, finalmente, de la manía de forzar peregrinaciones que nos resultan políticamente productivas: imponerle a Walter Benjamin y a Antonio Gramsci un itinerario por los suburbios del Gran Buenos Aires, o a Ernst Bloch y a Rosa Luxemburgo uno por las ciudades y los pueblos del interior. Un itinerario que los pone a dialogar con luchadores, organizaciones y movimientos populares, y con las remotas tradiciones de rebeldía, de Argentina y Nuestra América, que no dejan de intervenir en este, nuestro tiempo. Continuamente nos acompañan José Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara, Pier Paolo Pasolini (pionero a la hora de celebrar al Marx capaz de entrever “El sueño de una cosa”), Frantz Fanon, John William Cooke, entre otros y otras.
En el peor de los casos, resta la esperanza de terminar como el chino Yen-Fu, aquel mal traductor de pensamientos ajenos que, a pesar de las traslaciones inexactas, realizó un aporte y contribuyó con un proceso colectivo de transformación. Creo, de todos modos, que un pensamiento emancipador requiere de operaciones más tajantes que la traducción. La fagocitación, por ejemplo. Debemos digerir (y excretar) pensamientos crudos.
Sé muy bien desde qué contornos escribo. Concretamente, desde un espacio de militancia social y política que procura una construcción original de lo orgánico. Sé de su modestia pero también de sus potencialidades. Y de su imperiosa necesidad. No me desempeño en la nada y diviso por la ventana el desfile de una generación sin causa común, renga y traumatizada. Por ahora es una procesión del fracaso. Por ahora. Esto no significa que subordine la literatura a la propaganda. Nadie, salvo que medie un ejercicio colosal de megalomanía y alienación, está en condiciones de diseñar un afiche que diga: “El futuro es por acá”.
Seguramente los lectores más inquisitivos podrán identificar los campos de visión más angostados. Espero que los ensanchen y contribuyan al encuentro fundamental de los subalternos y oprimidos caminando hacia su liberación. No quiero construir una trayectoria intelectual sino un diálogo militante. No procuro desplegar un proyecto literario, sólo intento respuestas para un conjunto de necesidades sociales y políticas.
Por otra parte creo que existen incompatibilidades innegables para un militante popular que escribe, investiga, ejerce la docencia; en fin, que desarrolla una labor intelectual y pedagógica. El aval que otorga la beca y el subsidio, la escritura que busca dilatar un currículum, suelen exigir una actitud reverente a alguna corporación que formaliza y diseca y conllevan la rendición incondicional a los autores fetichizados y al pensamiento operativo. Este militante popular no puede singularizarse imitando, no puede renunciar a los arraigos fuertes tal como indica el arquetipo del “empleado del mes”. Está obligado a rechazar cualquier status “profesional”, a no desperdigarse en escaques paralizantes y a apostar a la fusión y al mestizaje de arte, filosofía, política y vida.
Por no querer prosperar gracias a un simulacro (“hacer como que”), como forma de repeler toda condición derivada de una “especialización”, y por asumir una vocación marginal (nada hay aquí de ascetismo o heroísmo, simplemente se trata de una cuestión vinculada a la elección de una perspectiva), este trabajo, como todos los anteriores (y los posteriores), fue realizado sin ningún tipo de apoyo material-institucional. En compensación, los apoyos políticos y afectivos, tanto en Argentina como en Venezuela, adquirieron una significación extra.
Como corresponde al protogénero del boceto, la materia de la praxis no podía estar ausente. Esta escritura, que en parte es infiel reescritura de otras, propias y ajenas, jamás se hubiera realizado sin las experiencias compartidas con mis compañeros del Frente
Popular Darío Santillán (fpds). Me refiero concretamente a las experiencias del período que se extiende desde el año 2004 al año 2012, desde la fundación del fpds hasta su ruptura.
Con H. Guillermo Cieza y Sergio Nicanoff hace más de veinte años que venimos discutiendo las ideas centrales de este libro, experimentando en torno a sus formas de concreción y buscando arcanos en los barrios y presagios favorables en los ojos de las compañeras y los compañeros. Ellos son absolutamente corresponsables de cualquier incisión osada o percepción creativa que pudieran llegar a contener las páginas que prosiguen.
La impronta de la obra y el pensamiento de Rubén Dri pueden rastrearse no sólo en el capítulo referido a la teología de la liberación. Algunas de las variaciones en torno a ejes relacionados con el sujeto y el poder son tributarias de sus contribuciones.
En la primera edición reconocía mis deudas con el saber y la imaginación de Daniel Campione, Francisco “Pancho” D’ Agostino, Graciela Daleo, Ariel Filadoro, Roberto Fornari (in memoriam), Mariano Pacheco, Jorge Pérez, Esteban Rodríguez, Sebastián
Rodríguez, Pablo Solana, Fernando Stratta, Mabel Thwaites Rey y Hugo Vera Miranda. Asimismo destacaba la valiosa contribución teórica y política de los compañeros y las compañeras de la Agrupación Cimientos.
En los casi siete años transcurridos entre la primera y la segunda edición corregida y aumentada, mi deuda para con alguno de ellos y ellas no hizo más que incrementarse mientras que otros compañeros y otras compañeras se fueron agregando a esta lista: Hernán Ouviña, Aldo Casas, Giordana García Sojo, entre otros y otras.
En esta tercera edición, que propone nuevas correcciones y ampliaciones, y que pretende ser la definitiva, quiero aprovechar para nombrar a compañeros y compañeras que, con inusual calidez, acunaron y difundieron este libro: Cindy Corrales Valencia, Francisco “Pancho” Farina, Nicolás Armando Herrera Farfán, Reinaldo Iturriza, Edgars Martínez Navarrete, Florencia Puente, Mario Ramos y Marco Teruggi.
La persistencia de este libro se explica en buena medida por el compromiso político-editorial y el despliegue de afectividad de Gloria Elgueta, Claudia Marchant y todas las compañeras que hacen Tiempo Robado (Chile).
Elena V. Marcaida, gran amiga, fallecida en 2012, supo alimentar de mil modos mi peculiar pertinacia en los propósitos políticos-literarios.
Hoy como ayer, Marcela, Facundo y Agustina toleran la simultaneidad a la que los condeno y trabajan en los intersticios con paciencia y ternura.
Hoy como ayer, Darío Santillán y Manuel Suárez, al decir del gran historiador francés Jules Michelet, me transmiten signos y sonidos a través de los muros, el pavimento cómplice y el aire que no olvida.
Lanús Oeste,
febrero de 2007 / octubre de 2013 / diciembre de 2019
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