Presentamos un extracto del prólogo de la 3ra edición ampliada del libro – “Introducción al Poder Popular: El Sueño de Una Cosa” – de Miguel Mazzeo. Este texto, escrito en Enero del 2020, analiza los recientes acontecimientos de la Revuelta Popular, desde el prisma del poder popular, que ardió en la primavera de octubre, en el ocaso de una una década y tal vez, sea también el cierre de una época:
Una mirada teórica a la noción de poder popular podrá ser de mucha utilidad para analizar la presente coyuntura. La potencia de esta autoactividad organizativa, sus límites, herencias, la sistematización de experiencias de avances y retrocesos pasados, etc., puede ser contrastada –en cierto nivel– con el texto de Mazzeo, sobre todo en la problemática relación, autónoma o no, entre el movimiento popular, el partido y el Estado, y las chances que tiene un proyecto utópico impulsado por los sectores populares en el marco de la crisis de las izquierdas y los progresismos a nivel latinoamericano. Para contribuir a responder a esas interrogantes, quisiéramos proponer una última modalidad de apertura del texto de Mazzeo, delineando cinco modos de problematizar la coyuntura, sobre todo en su dimensión constituyente, que no podrán ser concluyentes debido a que la situación política que atravesamos sigue su curso (¡y bienvenido que así sea!).
a. El papel de las asambleas como germen de poder popular. A pocos días del comienzo de las protestas de octubre de 2019, y acompañando la ocupación de calles y plazas públicas, brotaron espontánea y autoconvocadamente centenares sino miles de asambleas populares. Estas asambleas tuvieron, en primera instancia, la disposición de contener afectivamente a una población que no sólo estaba exultante, sino también preocupada, temerosa, con una ansiedad promisoria pero también de mucha incertidumbre, pues la amenaza que significaban los militares evocaba recuerdos de dictadura y de terrorismo estatal. Contención afectiva que también se vivió como circulación de experiencias de precariedad compartidas: no era necesario diagnosticar mucho los motivos que habían llevado a la revuelta, estaban ahí, y por ello importaba más comunicarlo, decirlo, como pequeño pero significativo espacio de reparación. Y sólo a partir de lo anterior, las asambleas aparecieron como espacios de sostén de la lucha y movilización, para planificar la revuelta en sus más cotidianas expresiones y responder a las grandes convocatorias desde la acción local. Por último, se constituyen como momentos de deliberación: fue y ha sido común la pregunta por el qué hacer, hacia dónde dirigir los esfuerzos y voluntades que desembocan en la protesta, etc.
Se llegó a decir en muchas ocasiones que, en sentido estricto y desde la más elemental filosofía política, “el proceso constituyente ya había comenzado” desde los debates populares. De hecho, nos atrevemos a decir que si no hubiesen sido los espacios colectivos y de base quienes instalaran la demanda por una asamblea constituyente mientras millones estaban en la calle, difícilmente el personal político del capital y el sistema de partidos vigente lo hubiesen hecho. Este papel no se ha desvanecido aún: Este año1 ha reactivado la pregunta por el tipo de protagonismo que debiesen tomar las asambleas como órganos de poder. Además, en el marco del itinerario constitucional que se ha planteado al país desde el 15 de noviembre de 2019 con la firma del “Acuerdo por la Paz Social y la nueva Constitución”2, las asambleas tienen el desafío de impulsar más allá de aquel cronograma la potencia de la protesta, pasando de los “cambios constitucionales” que propone la política elitaria, al poder constituyente de una clase trabajadora de múltiples fisonomías, plurinacional, feminista, ecologista y democrática. El horizonte de una asamblea constituyente encarna esa posibilidad, mantiene abierto el escenario y el sentido de impugnación general que ha alimentado la movilización popular.
b. El Estado, los partidos, el poder capitalista. Como en los otros momentos históricos revisados, a toda fuerza constitutiva de la clase trabajadora, le corresponden respuestas de los sectores dominantes. Siempre esta es correlativa a aquella. En situaciones de crisis, el Estado suele ser permeado incorporando en su aparato reivindicaciones populares, sin perder por ello su carácter contradictorio, como se ha visto en otros momentos en que las disputas y tensiones sociales se transfieren también al Estado, al sistema de partidos políticos y se “distribuyen” entre sus instituciones. La coyuntura actual adquiere alguno de estos rasgos, incorporando, aunque subordinadamente, a algunas organizaciones políticas como garantes de los acuerdos al interior del Estado y del bloque en el poder. La táctica en juego: montar escenarios que permitan contener la protesta y al mismo tiempo generar espacios de exclusión política para la clase trabajadora y sus agrupaciones para que deje de ser parte de la “comunidad política”, condenándola como “violentista”, “maximalista” y cualquier otro epíteto en esa dirección. El objetivo de esta táctica: ceder terrenos, abrir ciertos elementos que pueden estar en disputa, por lo tanto, correr también riesgos, pero con la pretensión de mantener intactos los núcleos más elementales de poder capitalista.
Así, se configura también la clásica polaridad antagonista de un poder popular que organiza y mueve la clase trabajadora, y al mismo tiempo las instituciones de los capitalistas montan defensas, asedios y retaguardias para sostener sus privilegios, sobre todo su control sobre los cuerpos, la propiedad privada y la organización del trabajo que les beneficia. Polaridad que no se realiza sólo a través de instituciones propias, como las asambleas populares o la Confederación de la Producción y el Comercio, sino que también a través de las instituciones del Estado, en donde la vía plebiscitaria del 25 de octubre3 será tal vez una de las más elementales confrontaciones.
c. ¿El itinerario constitucional es popular? Ya hemos dicho que sin movilización popular ninguno de los contenidos que se están discutiendo ni las modificaciones que distintos sectores de la sociedad se están abriendo a realizar, hubieran sido siquiera posibles. De hecho, la agenda del gobierno de Sebastián Piñera y los gremios empresariales, consistía en políticas aún más regresivas y de ajuste en contra de las y los trabajadores. Al mismo tiempo, las cláusulas restrictivas, autoritarias y antidemocráticas del itinerario constitucional impuesto desde el 15 de noviembre, hacen muy difícil considerar que es la soberanía popular la que se expresará en el proceso, más bien esta parece estar excluida o contenida.
Con todo, desde el 25 de octubre4 del 2020, habrá una oportunidad de manifestar una posición que puede ser histórica respecto a sus resultados: cambiar la Constitución de 1980 o mantener la que ya se tiene. Aprobar el cambio o rechazarlo. Independiente de los límites, por estrechos que sean, estos marcos decisionales pueden representar un espacio para disputar, hacerse parte y desbordar con el único elemento que es garante de mantener la impugnación y la voluntad de transformación abierta: la movilización sostenida por las organizaciones populares.
No está dicho que el itinerario constitucional se lleve a cabo tal y como está diseñado: puede abrirse en un sentido democratizador o cerrarse en base a los bloqueos que la derecha y los sectores más conservadores y reaccionarios del capital puedan impulsar. La pregunta clásica sobre dónde está el poder, no puede reducirse mirando sólo los mecanismos, sino que debe apostar a captar las fuerzas de las clases sociales que los están empujando. El poder de la multifacética clase trabajadora no está en el itinerario constitucional, pero puede mediatizarse por él, e ir más allá de él manteniendo un horizonte societal contra la precarización de la vida.
d. Los embriones de nuevas elaboraciones estratégicas. Uno de los puntos más novedosos de la coyuntura, es que la autonomía política que han expresado los sectores más dinámicos del movimiento de octubre les ha dotado de reflexiones políticas de carácter estratégico, en la acepción más histórica de la palabra: orientaciones teóricas, proyectuales y modos de organizar la acción y la fuerza para construir un nuevo tipo de sociedad, más allá del capitalismo. Han servido como sedimento las densas y a veces en apariencia infructuosas discusiones de años pasados que, sin embargo, toman nuevos sentidos y, sobre todo, ya no son sólo las personas expertas en teoría quienes encabezan estas reflexiones.
Afortunadamente, hoy también se da mayor cabida a formas de pensamiento menos académicas, códigos y circulación de ideas mucho más cotidianas, menos rígidas, que permiten que sectores antes menos proclives a aportar a las “ideas estratégicas” puedan hacerlo. No ha sido extraño escuchar a sectores populares hablar abiertamente sobre la dominación patriarcal, sobre cómo desmontar el neoliberalismo, cómo reescribir los cimientos del Estado y quienes tienen que impulsarlo. Por supuesto, también a este debate, verdadero rearme del pensamiento estratégico, concurren las claves más tradicionales y figuras que codifican nuevas formas teóricas, como el ecosocialismo, el feminismo, visiones anticoloniales, perspectivas clasistas plurinacionales, etc., que alimentan aún más el magma desde el cual emergen otras orientaciones estratégicas.
Por último, agregar que hay una creciente sospecha ante los sistemas cerrados de pensamiento, autorreferentes y autoexplicativos: las apuestas teóricas más ambiciosas admiten de buena gana espacios irresueltos y en suspenso de su propia teoría, cediendo ese terreno a la elocuencia de la realidad de la lucha social. Son promisorias estas nuevas condiciones para las estrategias y la perspectiva de poder, pese a las urgencias y necesidad de mayores avances.
e. La flexibilidad táctica como aprendizaje político. En la complejidad de la situación política actual conviven diversos planteamientos tácticos, derivados a su vez de diferentes caracterizaciones sobre lo que se considera está ocurriendo en este proceso. Nunca será posible unificar todos aquellos que están orientados en un sentido emancipador, sin embargo, sí es posible y hasta deseable la combinación de diferentes enunciados tácticos al interior del movimiento popular.
Desde nuestro punto de vista, esta variabilidad, flexibilidad y permanente ampliación de las proposiciones tácticas, han logrado ser cambiantes de acuerdo con los nuevos escenarios, toda vez que el objetivo de esta adaptación ha sido mantener la movilización-impugnación social activa. Es así de importante porque ha sido la dinámica que ha obligado al conjunto del escenario político a reaccionar, a buscar codificar la situación, poner un nombre que permita asirla, ceder, reorientar, etc. Es así, por ejemplo, como ha sido perfectamente posible el enlace de una táctica de construcción y fortalecimiento de espacios de base, deliberantes, movilizadores y amplios, con la posibilidad de participar, pese a los reparos que transparentemente estas asambleas también hacen públicos, en el plebiscito del 25 de octubre5. Tomar posición no ha significado legitimar, sino disputar, abrir nuevas aristas y, sobre todo, desanclar del interior de las elites los marcos del itinerario constitucional y apostar a ir más allá, aunque sin voluntarismos.
Es esperable que dentro de los próximos meses la situación siga variando y eso lleve a tener que reelaborar los enunciados tácticos que hasta ahora han virado. De momento, queda la impresión de que esta variabilidad y flexibilidad táctica se han ido incorporando al acervo de las organizaciones populares, contra cierta inercia e inmovilidad, que en décadas anteriores muchas veces obstaculizó sintonizar con el estado de ánimo de las masas. Esta flexibilidad táctica puede garantizar además la vitalidad de las organizaciones populares y su incidencia real en la situación política, restando el riesgo permanente de una política testimonial y tendiente a la marginalidad.
Para finalizar, lo que le da sentido(s) al texto, la historicidad de la teoría, es una realidad cuyas pugnas tensan las hebras de la teoría. Las trayectorias, sedimentaciones y actualidades de los viejos y nuevos debates sobre el poder popular. Estimamos que, en esta coyuntura que atraviesa Chile, América y sus múltiples fisonomías conflictivas, el modo más productivo de prologar este texto de Mazzeo es aproximar la escritura, la palabra dicha, a la actualidad y radicalidad del momento histórico que vivimos. Sugerimos un modo de volver a abrir este libro, críticamente, dialógicamente, pero con el reconocimiento del peso de una tradición, procesos históricos que no se agotan sólo en sus circunstancias, la algidez del permanente rearme de la capacidad de respuesta de la clase trabajadora. Vayan estas palabras entonces a reavivar un debate tan antiguo como las mejores tradiciones emancipadoras en el mundo.
Santiago, enero de 2020
* Karina Nohales y Javier Zuñiga son Militantes de “Organización Contratiempos”
1- Edición propia para dar coherencia espacio temporal a la publicación. En su versión original se refiere a Marzo de 2020.
2- En este acuerdo firmado en el Parlamento, se define un itinerario para un cambio constitucional que consideraba un plebiscito de entrada para el 26 de abril de 2020 (consulta sobre el acuerdo o no del cambio de constitución y el órgano a cargo de su redacción, en caso de ganar la primera opción, que fue postergado para octubre de 2020). n. de las e.
3- Edición propia para dar coherencia espacio temporal a la publicación. En su versión original se refiere al 26 de abril de 2020.
4- Ídem
5- Ídem
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