“Se van fugando. Se van fugando. Mira, se van fugando tres gallos, tres gallos en un helicóptero”, es lo que dice la voz de un hombre en medio de los sonidos de las balas en uno de los registros que hay de la “Operación vuelo de justicia”, que este 30 de diciembre conmemora 24 años y mediante la cual, efectivamente, no son tres sino cuatro hombres quienes con un helicóptero y una canasta blindada escaparon de la Cárcel de Alta Seguridad: Ricardo Palma Salamanca, Pablo Muñoz Hoffmann, Mauricio Hernández y Patricio Ortiz Montenegro, todos integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
El periodista Tomás García Álvarez tenía solo un año y cinco meses cuando esto sucedió. Por esos años de seguro sus familiares vieron sorprendidos, o más bien, estupefactos, cómo estos hombres -involucrados en el asesinato político de Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards- volaban por las inmediaciones del recinto hacia la ansiada libertad, en un operativo de película que tiene como precuela una historia compleja, marcada por las violencias de la dictadura y sus consecuencias en la denominada transición -y por qué no decirlo-, la actualidad. Misma historia que García quiso investigar de manera rigurosa y obstinada en su proceso de formación en la U. de Chile, y que decidió centrar en uno de sus protagonistas; material que hoy ve la luz a través de la publicación del libro “El Negro Palma. Retorno desde el Punto de Fuga” (Ceibo, 2020).
Bajo un prisma humano y armado con la crónica periodística, Tomás García habla de este libro, de las contradicciones que rodean a las y los implicados, de la represión, de la democracia tutelada, de traiciones, de sus entrevistas con Palma Salamanca y su familia, de los capítulos de esta historia que faltan escribir y más.
El libro salió a fines de octubre. ¿Cuál ha sido la repercusión que crees que ha tenido hasta ahora este trabajo?
Al principio uno tiene susto de lo que va a pasar, de que puede haber alguna crítica que pueda ser hiriente, pero es parte del proceso siempre, y se agradece un comentario de buena fe o que persiga que uno mejore en ciertas cosas. En general la recepción ha sido bien positiva. Los comentarios que me han llegado han sido muy honestos y eso lo he agradecido. La mayoría de las personas que han escrito a través de las redes sociales o me han hecho llegar sus comentarios, han puntualizado de que es un trabajo de investigación bien profundo y reconocen la dimensión humana que le quise dar al relato, de cómo quería que el “Negro” Palma apareciera en esta investigación, y eso obviamente es una elección y siento que esa elección obviamente podía no ser notoria para quien leyera el libro y finalmente resultó que sí se daba.
Hay varios caminos a los que se puede optar cuando uno escribe. ¿Tú por qué te quisiste fijar en esa dimensión más humana del personaje?
Partí de la base de distintas preguntas que abren reflexiones, y en las reflexión no necesariamente te vas a encontrar con un resultado por decirte “esto es blanco porque es blanco”. En ese ejercicio me di cuenta que ciertas reflexiones que tenía leyendo al personaje -algunas cosas que él había escrito y también libros, entrevistas y reportajes que se habían publicado sobre él-, siempre primaban dos visiones: por un lado está esta visión del héroe y por otro lado la de este extremista, terrorista, asesino. Me conflictua un poco esa idea porque entiendo que en la dimensión humana las personas somos mucho más complejas que eso. Veía que no había ni un blanco ni un negro sino que distintas capas de grises y me interesaba encontrarme con ese “Negro”, él que tomaba decisiones, pero también el que tenía amplias contradicciones. Esa era la idea también: desmontar ese imaginario que existe sobre los héroes o los ídolos, que pareciera que nos son personas, que no sienten, que no perciben, que no tienen contradicciones como decía recién, y ese ejercicio, a través de la investigación, a través de las mismas entrevistas que tengo con él, me permiten desmontar al personaje y mostrarlo tal cual es, sin esa “larga cola de acero”, o esa armadura pesada que él carga por ser Ricardo Palma Salamanca.
Respecto a esta figura del héroe con la que nos hemos encontrado respecto a Palma Salamanca, ¿tu aproximación tiene que ver con esa primera entrada?
Tuve una formación. Desde chico tuve acercamientos a lo que fue la Unidad Popular, entonces desde ahí también fui encontrándome con ciertas personas o familias que vivieron esa experiencia política posteriormente de la dictadura y allí aparecía Rícardo, y no aparecía únicamente como un jóven que hubiera participado de la lucha contra la dictadura, sino como alguien que estuvo involucrado en acciones de gran envergadura. O sea, los asesinatos políticos que cometió en cierto momento histórico me llamaban la atención, porque viéndolo a simple vista y sin un análisis profundo -que es a lo que invita esta investigación-, esas acciones se enmarcaban como vendettas, como una venganza frente a lo que había sufrido y lo que habían sufrido sus pares. Y claro, la investigación trata de ir más allá, trata de desentrañar y profundizar si es que realmente era eso o había algo más profundo detrás.
Hay un acercamiento también por el reconocimiento que uno tiene por esa juventud que se levantó contra ese modelo cuando se estaba instalando, esa juventud que va contra marea. Por qué hay ciertos jóvenes que deciden, cuando está entrando la democracia y hay un proceso de transición, seguir armados, seguir con una política militar incluso cuando algunos podrían decir que no era tan necesario. Creo que esas contradicciones del momento político histórico también me llamaban la atención, son esas tensiones que uno no resuelve y te invitan a reflexionar por qué seguían estos jóvenes estando en esto, por qué habían otros jóvenes que habían renunciado completamente y pasaban a componer las filas de un gobierno, gobierno de la Democracia Cristiana que también había sido cómplice, entonces…
Y no en cualquier facción sino que en La Oficina, cuestión que es bastante radical también…
Exacto.
Una de las primeras reflexiones que propone el libro tiene que ver con las diferencias generacionales. ¿Qué nos une y qué nos separa a nosotrxs como generación del Negro Palma?
Siempre nos va a separar el contexto, porque evidentemente esa generación vivió la dictadura, vivió el horror; su juventud y adolescencia se gestó bajo el miedo, bajo el silencio, bajo la imposibilidad de desarrollarse con mayores libertades. El otro día pensaba, por qué nuestra generación tiene más posibilidades y quizás reflexionamos más, pero caí en cuenta que somos extremadamente neoliberales. Más allá de que tengamos una resistencia a eso, somos y formamos parte de un proceso donde se nos instaló un modelo a la fuerza, porque la dictadura y la transición es eso, y ese proceso de globalización y neoliberalización nos pega hasta el día de hoy. Nos podemos dar cuenta o no de eso, pero si hay algo que une a esa generación, yo creo que es ese sentimiento de rebeldía, de la necesidad de pararse frente a las injusticias y frente a la impunidad, que es lo que hace el Negro Palma, porque más allá de que uno piense eso como una vendetta política, en verdad es una búsqueda de justicia, en un escenario propicio para la justicia o no propicio para la justicia, donde primaba la impunidad. Creo que hay esas conexiones y uno lo ve en las nuevas generaciones. Pasa el 18 de octubre donde se levantan contra un modelo, pero también contra ciertas conductas de este modelo que quizás son más invisibles.
En el libro también se deja ver un pesimismo muy explícito del Negro Palma, bajo la idea del “todo sigue igual”. ¿Hoy crees que estamos en las mismas considerando el 18 de octubre y el “momento constituyente” que está ocurriendo?
Yo creo que soy un pesimista con esperanza, o no sé si llamarlo así, pero no sé si ser tan frío para decir que todo sigue igual, pero por más haya habido una movilización importante, y que las nuevas generaciones hayan corrido un cerco de lo posible, de empujar ciertos cambios que son necesarios y que se vienen exigiendo hace mucho tiempo, el modelo aún no se toca.
Me preocupa también ver cómo el proceso constituyente está abriendo la posibilidad para que esos mismos rostros que se criticaban en el proceso de movilización del 18 de octubre en adelante, pasen desapercibidos, tipo “acá no ha pasado nada, nosotros sabemos qué hacer, tenemos la práctica y la experiencia, déjennos a nosotros este momento político”, y yo creo que ahí es donde vamos a ver si efectivamente todo sigue igual, si la gente en la calle, si la organización y los territorios, tienen la capacidad de desmarcarse de todo eso. Creo que ahí está el gran esfuerzo y percibo al menos que la sociedad o cierto grupo cree más en un cambio que antes era imposible, y esa confianza, pienso, puede traer cambios importantes. Más allá de solo pensarlo, creo que accionar en pos de ello es lo que efectivamente va a hacer que no todo siga igual y eso es voluntad, una voluntad que tuvo esa generación en ese tiempo y que creo que las nuevas generaciones también están empujando.
Ya hablaste un poco de la justicia y quiero que ahondemos en esa noción. Luego del estallido se intensificaron y se sistematizaron algunas violencias en materia de DDHH. Vimos como no hubo justicia en la época de la dictadura y de la transición, y ahora no sé si vamos a tener justicia. Al respecto, ¿cómo ves tú la lectura y la práctica que tiene este personaje en torno a la dimensión de justicia, relacionando sin duda esto de los asesinatos políticos?
Es potente porque nos encontramos en ese escenario en donde ha pasado más de un año y hay pocas investigaciones en relación a las violaciones a los DDHH que se cometieron. Creo que la justicia se ha enfocado más en quienes cometieron ciertos “atentados” a la propiedad privada, a la propiedad pública y que están enmarcados en esta idea de la seguridad de interior del Estado, cosa que no comparto, y no comparto que hoy día hayan miles de presos y presas políticas tras las rejas sin un debido proceso, donde no hayan pruebas y donde hayan testigos encubiertos.
En materia de DDHH, claro, es difícil porque efectivamente lo que hizo la transición fue no perseguir a quienes habían cometido los delitos y solamente dar cuenta de lo que se había cometido. Hoy tenemos un gobierno que es totalmente opuesto a hacer al menos un reconocimiento público sobre esas violaciones a los DDHH; incluso tuvieron el descaro de salir a desmentir una serie de informes internacionales. Más allá que uno no valide o acredite a esas organizaciones, ciertamente había un estudio de por medio, entrevistas, testimonios de las personas que sufrieron esas vejaciones, esas torturas, esas detenciones arbitrarias y aún así este gobierno lo desconoce.
Más allá de tener claridad sobre lo que vaya a pasar, sí me salta esta inquietud de si también van a llegar jóvenes que tengan la capacidad de hacer lo que se hizo en ese entonces, entendiendo también que en ese contexto venían de una cuestión mucho más difícil que había sido la dictadura, y que dentro de ese periodo concentrado de 17 años se justificaba la rebelión y la autodefensa. Hoy, estando en democracia, eso es mucho más complejo. Entonces, sé que si el día de mañana alguien se atreviera a dispararle, por ejemplo, en la calle a Claudio Crespo [inculpado de disparar en los ojos a Gustavo Gatica] si es que sale de su prisión preventiva, sería mucho más criticado y perseguido que si hubiera sido en ese tiempo.
¿Estás de acuerdo con los asesinatos políticos?
Creo mucho en los contextos, y si tú me preguntas si creía en los asesinatos políticos que cometieron ciertas facciones del Frente Patriótico cuando no había justicia, sí creo en ellos. Creo que hay personas que nunca iban a ser perseguidas, y no porque la justicia no lo quisiera, sino porque hay un entramado político y redes tan profundas que los protegían. En ese sentido, yo no sé si la muerte es la mejor forma de justicia, pero sí hay una reivindicación, creo, a la vida de las personas que esas personas se llevaron en sus manos. Más que un acto de justicia, lo veo como un acto de reconocimiento a esas otras personas que dejaron de estar por actos siniestros como los que se vivieron en dictadura o como los que hoy también vemos. Pero claro, el aseinato político hoy es complejo, me cuesta pensarlo, no me lo imagino y sé que podría tener más contras que buenos resultados.
¿Hay vida después de pasar por esto y tener que salir e inventarte una nueva identidad?
Mantenerse en el mundo de los vivos sí, pero haciendo lo que hizo Palma, significa enterrar todo lo que tú eras hasta ese entonces. Entonces, claro, hay vida, pero una vida mucho más restringida, sin posibilidad de desarrollarte en distintos ámbitos que a ti te hubiera gustado. Hay que pensar que Palma estuvo cerca de 10 años escapando y ya el 2004-2005, cuando ya se da cuenta que los radares chilenos no tienen idea dónde está, él puede soltarse un poco. Vivir prófugo de la justicia, escaparse de la cárcel, ser un perseguido, un fugitivo, te mantiene en la vida por decisión personal, porque esa fue una decisión que sostuvo a la hora de escaparse de la cárcel, pero también carga con una prisión que es su propia historia, que no es poder desenvolverse como quisiera.
Otros frentistas lo lograron, por ejemplo Patricio Ortíz, fue asilado rápidamente en Suiza, y allá pudo desarrollarse, siguió estudiando filosofía, obviamente con su pasado a cuestas, pero es distinto en el contexto en que Palma Salamanca armó familia. Continuó con su pareja Silvia Brzovic siendo completamente otro, borrando su pasado y armando una nueva vida que no podía desbordarse como puede ser cualquier vivencia o cualquier experiencia, porque digamos, cualquier riesgo que él tomara o fuera visto en algún lugar o fuera reconocido, lo exponía absolutamente, entonces vivir con el miedo a que te atrapen también es parte de la propia prisión que carga aún cuando estaba en libertad.
Es un precio muy alto.
Sí, tiene un costo muy alto lo que hizo y él sabe las consecuencias. Lo arrastraron a una vida bien compleja, en donde tuvo que armar este personaje dentro del que, si bien él dice que su personalidad no cambiaba, sí era mucho más restrictivo y de partida no estaba con su gente. O sea, él cedió su libertad a costa de enterrar su pasado, su familia, sus amigos.
El asesinato político que él comete no es ni nada ni nada menos que con Jaime Guzmán, ¿cómo crees que determina aún más el destino de Palma Salamanca?
Palma Salamanca asesina a un artífice, al cabecilla de lo que estamos viviendo hoy, del modelo político que critica el 18 de octubre, de las tantas demandas que se han levantado el último año. Entonces yo creo que es quitarle la corona al modelo, de pasada matar a un príncipe. Así yo lo asocio, porque distinto hubiera sido si uno piensa en Pinochet. Él era públicamente quien comandaba todo el horror de la dictadura. Sin embargo, el sector de Jaime Guzmán lo diferencia con que era un civil desarmado, un senador de la república, con esta historia también muy republicana y conservadora que tiene nuestro país. Entonces, el cargo que ocupaba en ese momento lo dejó muy bien ubicado para ser reconocido como un mártir de un sector de la clase política, de un sector civil que converge y comulga con los valores y principios de la derecha chilena.
Ya se sabe que hay críticas sobre la acción misma, el mismo Palma Salamanca tomó distancia antes de cometerla, pero aún así la comete; entonces uno se pregunta, si Emilio no fue capaz de disparar en un primer momento -porque Emilio era el encargado de disparar- por qué Ricardo Palma lo hace de todas formas. Yo pienso que ahí había un convencimiento, un reconocimiento y una lectura de ese momento que daba cuenta que este personaje no podía seguir estando -y él me lo dice así- porque imagínate, podría ser presidente hoy. O sea, había un reconocimiento de esta figura pública y política que tenía la capacidad de seguir gobernando hasta el día de hoy, y si es que no era senador podría ser constituyente y volver a escribir su propia constitución. Entonces yo creo que asesinar a Jaime Guzmán tuvo la intención -y esto no me lo dijo Palma, quiero ser respetuoso, es una reflexión personal y es posterior al hecho- de ponerle un punto final a todo lo que había hecho la derecha chilena hasta ese momento. Es decir, alguien tiene que hacer justicia cuando no ha habido justicia en ninguna parte y este ser humano ha encarnado lo peor de la derecha, de todo un sector que fue capaz de perseguir, torturar y asesinar a sus compatriotas.
Yo creo que esa es la intención, y no me parece extraño que hoy día también muchos sectores reivindiquen ese asesinato político, enmarcado en un contexto en que, por más que ya no se estuviese en dictadura, sí había una continuidad manifiesta con el régimen; Pinochet seguía como comandante en jefe del Ejército y algunos años como senador vitalicio. Entonces por más que quisiéramos creer o por más que queramos creer que la transición a la democracia era completamente una transición prístina y pura hacia este régimen democrático, no lo era, había elementos certeros que seguían manteniendo la dictadura y el mayor eslabón era la constitución de Jaime Guzmán.
¿Cómo crees que esta investigación que expone este tipo de contradicciones puede contribuir a la memoria y al momento que vivimos hoy?
Creo que esta investigación nos permite reflexionar sobre esos momentos, haciendo este vínculo con el presente, pero también cuestionándonos cuál va a ser la condena que vamos a tener sobre esos hechos. ¿Va a haber realmente una condena hacia esas personas? Lo pienso y me dan ganas de que las nuevas generaciones lean este libro y digan “mira, lo que le pasó a mi hermano que lo mutilaron, no es tan distinto a lo que le pasó a esos cabros hace años atrás”, y yo sé que hay que guardar esas proporciones, ya lo dije recién sobre esos contextos que son determinados, pero hay prácticas que van mutando y hay prácticas que se mantienen y que buscan sus fórmulas y sus mecanismos para salir a relucir, y la represión y la violencia que desató la fuerza represiva en las calles del 18 de octubre en adelante, demostraron que hay un cierto sector que controla el país y que buscando defender sus intereses. Ese sector va a hacer lo que tenga al alcance de su mano para aniquilar a ese enemigo interno, o nuevo enemigo interno, que amenaza su feudo.
Creo que todos esos ejercicios de reflexión y de volver al pasado nos permiten ir entendiendo el presente, y entender que los tentáculos del modelo político, graficados en estas cabezas que hoy todavía ostentan puestos de poder, pueden llegar tan lejos para cuidar lo que ellos creen que les pertenece.
¿Hay nuevos capítulos posibles para continuar con la historia de Palma Salamanca?
Hay muchos capítulos posibles, pero no sé si voy a ser el encargado de contarlos. Al menos hay un ejercicio que para mí se ha finalizado con este libro, aunque siguen habiendo muchas preguntas, interrogantes y momentos de la vida de Palma y también de la vida de Silvia Brzovic que me intrigan y que me gustaría conocer para poder armar el puzzle completo.
Sé que la vida en México es una de esas grandes piezas que es desconocida porque ellos también fueron reacios a contar. Si bien dieron ciertos antecedentes aproximándose a sus sentimientos, a sus sensaciones, viviendo esa nueva vida, distinto son los hechos, que tendrían que salir de su propia boca, incluso de testigos que convivieron con ellos.
En ese sentido, claro que hay capítulos y pienso que es tiempo que ellos mismos los cuenten. Si ellos sienten la necesidad de hacerlo, pueden abrirse a contar qué pasó ahí y cuál fue el desarrollo de sus vidas, porque me imagino que debe haber gente interesada, incluso su propia gente cercana, amigos y familiares, que no saben del todo lo que pasó esos años. En ese sentido sería completar un poco la historia y también serviría para cerrar de una vez por todas el relato y dejar a estas personas tranquilas. Creo que buscar estas historias tiene que ver con el respeto y ciertos límites. Por más que uno tenga el afán y el interés periodístico, prima el respetar que frente a ti hay una persona, por más acciones que cargue en su cuerpo.
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