Presentación del Libro Evidencias: Las otras dramaturgias (2021). Ediciones Oxímoron.
Patricia Artés, Lorena Saavedra y Maritza Farías.
GAM, 17 de marzo del 2021.
Escribir sobre las palabras de otras es escribirnos. Escribir no es solo el poder de la letra con que se organiza la ciudad moderna, sino el trazo artesanal de la composición con que se fija la historia. Escribir es ir letra tras letra construyendo un trazo en la paciencia de quien conoce y experimenta con la magia al poner uno tras otro los signos del alfabeto, las palabras, las imágenes, hasta generar narrativas y mundos posibles. La escritura es la labor que da cuerpo a nuestros cuerpos. Un sedimento de muchas capas que decanta en tensión y a contraverso, incómodo, anotado al margen y que se abre a la lectura de otras. La figura del escribano o del tipógrafo, generalmente masculinas, encuentran un destino quebrado en la letra que conjura de la bruja y en los versos que repite la beata.
Disputar esa escritura es lo que hace el libro Evidencias: las otras dramaturgias. Es el trabajo de nombrar y dejar leer a otras mujeres que componen nuestra genealogía y que habían sido omitidas mayoritariamente en un registro mucho más poblado de palabras masculinas, las que formaban la tradición de una dramaturgia chilena. Patricia Artés, Maritza Farías y Lorena Saavedra componen un trabajo conjunto que decanta en una escritura colectiva y en la selección de doce obras de autoría de mujeres, escritas entre 1919 y el 2000. Este libro es, en efecto, la evidencia, una huella probatoria que activa nuestro juicio, desarticulando las estrategias de un canon que repetíamos y en el que entendíamos la escritura de mujeres como una rara excepción. Entonces, concluimos después de leerlas, no es que no existiera una dramaturgia, un teatro, una voz, un movimiento teatral, artístico y cultural compuesto de mujeres, es que no habíamos escrito bajo la tutela de esos nombres nuestro propio nombre. Este libro abre la posibilidad de trazar nuevas genealogías que inscriben nuestra práctica y nuestra presencia en el camino que otras han andado antes.
Las doce obras de este volumen posicionan “el quehacer de las mujeres desde una perspectiva de género” -según indican sus autoras- estableciendo un recorrido por la historia del teatro en Chile mediado por las prácticas de la representación y la posibilidad de subjetividades que se disputan en ellas. Así, las piezas de Luiza Zanelli López, Rosa Idilia Cabrera, Gloria Moreno, Ana Ayala y Dinka Ilic responden a una tradición del teatro de compañía vinculado a la actividad social de sujetos de clases diversas con un especial énfasis en la organización obrera. Prueba de ello, indican las autoras, es la obra “Campamento” publicada con prólogo de Acevedo Hernández al ser ganadora de un concurso en Antofagasta. Esta teatralidad, previa al desarrollismo, otorgaba al teatro las características de entretención y formación simultáneamente, aunque no así de la educación formal. Seguidas a estas autoras de la primera mitad del siglo, la antología despliega trabajos de Gabriela Roepke, María Asunción Requena e Isidora Aguirre, las tres vinculadas a la escritura en el contexto de los teatros universitarios y, quizás por esta misma razón, algo más de visibilidad han tenido en las revisiones del teatro nacional. Adquiere énfasis en este periodo el ejercicio de selección de las obras que se disponen en Evidencias, agregando una nueva perspectiva al trabajo de estas mujeres, pues las antologadoras prefieren trabajos menos conocidos, que sitúan a los personajes femeninos en el centro de la acción, otorgando nuevas lecturas a, por ejemplo, “¿Quién tuvo la culpa de la muerte de la María González?” de Isidora Aguirre, mucho menos trabajada quizás por ser considerada parte de su corpus de teatro político. En un último grupo podrían situarse las obras de las creadoras que se han formado profesionalmente como actrices y que escriben conociendo el oficio del teatro desde dentro, estas son Inés Stranger, Lucía de la Maza y Ximena Carrera, cercanas a nosotras en temporalidad y quienes se mantienen activas en el campo cultural contemporáneo. Por temporalidad, el trabajo de Mónica Pérez podría sumarse a este grupo aunque se diferencia por venir de otra área profesional y acercarse a la dramaturgia gracias a los concursos de dramaturgia impulsados en esa década. En este último corpus, la escritura se organiza en paralelo a la primera década del regreso a la democracia y está enmarcada en los desajustes que el movimiento feminista, que se había fortalecido desde fines de los 80 en la lucha por derechos y el regreso a la democracia, sufría en la reorganización política tras las alianzas de la Concertación con la Iglesia Católica. Cuestión que repliega las discusiones en temas clave para las mujeres, relevando a un segundo plano o adoptando posiciones conservadoras ante dinámicas diversas de las relaciones amorosas, la sexualidad, el divorcio y el aborto, entre otros temas. Una escritura que toma postura desde este contexto y proyecta su actividad en la formación y la compañía, vinculándose constantemente con otras generaciones y trazando caminos para la escritura, felizmente hoy más expandida entre las mujeres.
Contar ahora con estas obras es una fortuna, pues las voces de las autoras, de los personajes, de sus contextos históricos, nos llegan directamente y nos dan la opción de releerlo y entonces pensar el presente en un constante ejercicio electivo de afinidades que se proyecta con libertad al futuro. Sumado a lo anterior, las autoras deciden incorporar una lista con 119 obras de 42 autoras encontradas a lo largo de esta investigación, lo que desmonta absolutamente la falta de actividad de mujeres dramaturgas y confirma la constante invisibilización de las mismas.
Este trabajo nos sitúa ante una apertura a voces en destiempo, nos instala en un pasado, lejano o reciente, dándonos la oportunidad para que se articulen nuevos montajes, lecturas y estudios críticos. Nos pone a quienes trabajamos sobre el teatro el desafío y la tarea de articularnos cada vez más conscientemente, de conservar evidencias de escrituras disidentes del presente, de citarnos, de leernos y de tomarnos la palabra negada. Me siento contenta de pensarme en esta red de colaboración colectiva compuesta de circuitos de colaboración. Esta experiencia la he aprendido también con ARDE [Archivos de Arte], en donde las que trabajamos lo hacemos con goce, aunque poniendo atención al dolor histórico, encontrando intersticios y alianzas para articular archivos, visibilizar procesos, exigir presencia, y así sumar.
Es importante también extender el reconocimiento de otras mujeres, investigadoras como Sara Rojo, María de la Luz Hurtado, Carola Oyarzún, Magaly Mugercias o Verónica Sentis, por nombrar a algunas, que han vinculado su trabajo a la investigación y la pedagogía del teatro y que, aunque no siempre desde una perspectiva feminista, son parte de una constelación importante que nos ha dado los simientes para aprender y puntos de vista con los cuales dialogar. Esas decisiones desestabilizan el dictamen de ser nombradas por otros y permite la agencia de nombrarse a sí mismas. En ese sentido, el trabajo de Artés Ibáñez, Saavedra González y Farías Cerpa opta por acciones que fisuran las lógicas masculinas de la escritura y la enunciación crítica: firman adjuntando sus segundos apellidos, dedican este trabajo a sus madres en un vínculo de herencia reclamada, deciden escribir en conjunto, en una voz común en lugar de fragmentar el prólogo crítico bajo un sistema jerárquico que es el que suele usarse en estos casos.
Por todo lo anterior, este trabajo y este libro, la vitalidad vertida en él, nos dibuja en el panorama de la palabra, nos posiciona entonces en una historia, en una cadena que se une al pasado en un ejercicio presente y futuro, dejando claro que no se empieza siempre de cero sino que se cruza, se descompone, se atraviesa desacuerdos y se trama nuevamente posibilitadas siempre, siempre, por las que vinieron antes y para las que vendrán después. Como las plantas, habitantes de las ilustraciones de Francisca Veas en el libro -que crecen en lo inesperado y se entregan al servicio de quién conoce sus bondades-, estas obras ya están dispuestas al conjuro.
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