¿Qué rol cumplen las tecnologías en nuestra percepción del cuerpo, el amor o el sexo?
Pareciera ser que las formas en las que la tríada cuerpo-afectividad-sexualidad es construida y significada, tienen que ver con la propia personalidad y el universo simbólico de cada quien. Sin embargo, resulta importante advertir que este proceso obedece a construcciones culturales determinadas por momentos históricos, espacios y, por cierto, tecnologías específicas. En efecto, y como verán en mi libro Siento mariposas en el celular (Ediciones Oxímoron, 2020), el despliegue de lo digital y la influencia de sus aparatos es clave en la producción de subjetividad. Así, podríamos decir, detectamos una transformación basal de este ámbito en el contexto contemporáneo, produciéndose una influencia directa de la tecnología en la economía afectiva y sexual.
La instalación en el imaginario colectivo de una serie de paradigmas muy profundos que determinan nuestros vínculos sexoafectivos se produce a través de una serie de saberes, dispositivos (discursos e instituciones de legitimación y normalización), aparatos (tecnologías), imágenes y sus mediaciones. Así, ideas como la heteronorma, la fidelidad, la pareja (el par) como estructura basal de una relación, la trascendencia y el dolor en los sentimientos de los amantes, la sexualidad plena como culminación del romance, el libre flujo del deseo, el riesgo como condición básica al encontrarse con la otredad, etc. son internalizadas y normalizadas a través de formas complejas y extendidas en el tiempo.
En esta línea, las tecnologías de consumo y mediación del capital han sido históricamente relevantes, siguiendo a Guattari (2006), el “orden capitalístico” es proyectado en la realidad social y psíquica, incidiendo “en los esquemas de conducta, de acción, de gestualidad, de pensamiento, de sentido, de sentimiento, de afecto, etc.” (p.57). A su vez, el ambiente maquínico, industrial y técnico que caracteriza al sistema incidirá en una gestión sexoafectiva “esencialmente fabricada, modelada, recibida, consumida…” (p.39).
En Chile, herederos de la tradición occidental moderna, por una parte, y de la cultura norteamericana, por otra, debemos advertir la potencia de dichos influjos. En lo que respecta a Europa, reconocemos la importación del modelo romántico desde el siglo XIX a través de una serie de derivas y mediaciones específicas 1, lo cual implica la adopción de formas particulares de experimentar la sexualidad y los afectos como las mencionadas anteriormente. Luego, un segundo factor de relevancia es la relación de ello con el capitalismo, sus productos y medios, aspectos que verificamos como influencia desde el contexto estadounidense (Illouz, 2009) hacia nuestros territorios. Así, reconocemos la interrelación de una serie de tecnologías que intervienen las citas y nuestra concepción de las relaciones: desde el auto a la TV, la generación de imaginarios y costumbres asociadas al romance y la sexualidad a través de películas y la industria del entretenimiento/ocio (pensemos nada más en la influencia de Disney o el porno), la publicidad y medios masivos (principalmente audiovisuales) que difunden espacios y objetos y experiencias asociadas a la industria del lujo o el turismo, etc.
Hoy en día, en el seno de un proceso acelerado de apropiación y desarrollo tecnológico, los momentos de conexión a la red (online) y los espacios en los que (aún) transitamos, vivimos, compartimos en ausencia de aparatos (offline), evidentemente inciden en nuestros modos de comportarnos, ser y sentir. En este contexto, las aplicaciones móviles de citas (dating apps) promueven modificaciones evidentes en las formas de conocer gente, concretar encuentros sexuales y, eventualmente, desarrollar relaciones de pareja(s).
Ahora: ¿cuáles serían estos cambios más significativos?
Actualmente, y en el contexto de lo que llamaremos un capitalismo sexual y afectivo, las dating apps son relevantes en la configuración de imaginarios y códigos eróticos particulares: mediante aplicaciones como Tinder, Grindr, Happn, Badoo, etc. proyectamos formas de mediatización de nosotros mismos (performatividades digitales) altamente variadas con el fin de seducir a otros. A su vez, mediante dispositivos cada vez más personalizados, estas representaciones irrumpen desde el cuerpo a nuestra intimidad, promoviendo inéditas formas de modular nuestros afectos y deseos. Sin ir más lejos, la propia consideración del cuerpo como superficie “externa” y la intimidad como ámbito “interno/oculto” debe hoy re-pensarse en un contexto en el que las redes sociales justamente promueven una espectacularización e hiper-visualización de nuestra sexualidad y afectividad (ámbitos tradicionalmente asociados a lo íntimo) a través de performatividades específicas.
Sin embargo, ¿qué tipo de performatividades digitales emergen en las dating apps en Chile? ¿Qué elementos las caracterizan? ¿Podríamos decir que ellas están dejando datos relevantes para mapear nuestros vínculos sexoafectivos?
Para responder algunas de las interrogantes hasta este punto planteadas, y verificar algunas de las particularidades de las relaciones 3.0 en el contexto nacional, he propuesto un abordaje múltiple, experiencial y sensible a través de una investigación crítica transdisciplinar. Esta última surge desde un grupo de trabajo en el que confluimos investigadoras de las artes (visuales y escénicas), la psicología/sexología y sociología. Como equipo, entonces, desarrollamos un enfoque que consideró el entrelazamiento de metodologías y sistemas de recolección de datos de corte tradicional (revisión bibliográfica, mesas de trabajo, entrevistas con especialistas y usuarios, focus group), técnicas emergentes de etnografía digital (encuesta abierta online, convocatorias libres a través de redes sociales y conformación de archivo digital de imágenes y testimonios) y la generación de una serie de diálogos y encuentros que nos permitieron acercarnos al mundo de las citas y el sexo digital.
Siento mariposas en el celular. Cuerpo, afecto y sexualidad en dating apps
Valeria Radrigán
132 pp.
Ediciones Oxímoron, 2020.
Perfil del autor/a:
Notas:
- En Chile, el movimiento no solo llega desfasado en términos temporales, sino que la incorporación del amor romántico como ideario sobre las relaciones de pareja se produciría, según Albornoz (comunicación personal, junio de 2019), hacia la segunda mitad del siglo XIX a través de una serie de notables (intelectuales de élite) que viajan a Europa y se contactan con una suerte de “moda sentimental”. Por otra parte, la masificación del ideario romántico en nuestro país, tanto en términos emocionales como prácticos (costumbres) se potencia a su vez a través de estéticas -principalmente- literarias promulgadas por las mencionadas élites y es difundido, en lo sucesivo, por periódicos y a través de técnicas publicitarias y de consumo (revistas, tarjetas, etc.) a un espectro más amplio de la población. Estas dinámicas comunicativas son relevantes no solo en términos de su consideración histórica en el siglo XIX, sino de forma extendible incluso a la actualidad, siendo reconocibles en los medios de masas.