Tous les baisers reçus
savais tu qu’ils duraient?,
qu’en se mordant la bouche
le gout en revenait?
Dominique A
Después del concierto, él me invitó a tomar té. A pesar de la lluvia y la distancia dijo “quiero caminar contigo”. No era su casa, era de unos amigos con quienes se hospedó recién llegó al país; por alguna razón no estarían.
La sala brilló rosa cuando encendió la lámpara estilo árabe. Subió un olor a madera e incienso.
Revisó las alacenas: hay de manzanilla, hierbabuena y este para adelgazar…
Mientras hervía el agua, preguntó cosas acerca del tarot que le regalé por su cumpleaños.
¿Cuál es la mejor carta en temas de amor? Ah, ya, y blandió como un premio el arcano VI.
Sirvió dos tazas humeantes que transfirieron calor a sus manos, con ellas cubrió las mías para compartírmelo. También nuestras miradas se arroparon bajo esa luz magenta, escenográfica. Ahí, recordé que se marcharía el mes siguiente.
¿Te quieres quedar?, me dijo. Llueve más fuerte.
Bromeamos por los trece escalones que bajamos hacia la habitación, algo sobre aviones y edificios donde se saltan del doce al catorce para no tentar a la suerte. L’arcane sans nom, murmuró en su idioma.
Nos recostamos, escuchando cómo el cielo se deshacía en una salvaje tormenta veraniega. Coloqué mi cabeza sobre su corazón. Oí sus latidos resonar hasta casi opacar el rumor de agua. Lo abracé. Él respondió besando mi cabello.
Buenas noches.
A ojos cerrados, pensé en todas las lecturas de tarot que estaban por venir, donde preguntaría si aún me amaba, sí nos reencontraríamos, acaso, en alguna ciudad lejana llena de balcones floridos. ¿Y si aparecía el arcano sin nombre?
Sobre la mesa de la cocina quedaron dos tazas a medio beber, sutil olor hierbabuena, y justo entre ellas el arcano VI resplandeciendo; un presagio, quizá una promesa, con su árbol llameante y su sol dorado, tan abrasador, que la muerte no tendría más remedio que marchitarse.
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