Haciéndonos cargo del poco cargo que nos hemos hecho de las artes visuales en esta revista, nos pondremos tujas y colorientos y diremos: no venimos a vender, venimos a regalar. Una integrante del equipo editorial de La Raza Cómica (quien escribe) estuvo en la muestra del artista visual Héctor León, y eso merece entrada en la revista. Me voy a tirar las partes, por dos razones: uno, no soy cercana a las artes visuales, y me siento muy conmovida; dos, porque vale la pena que gente la visite. Y habiendo fase 2, yo creo que vale la pena. Es interesantísima.
El lugar de los hechos es el Centro Experimental Perrera Arte, ubicado en el Parque Los Reyes. La ex perrera de Santiago, como la ubicarán muchos. El artista es Héctor León; oriundo de Puente Alto, joven (recién vacunado del covid, pa que calcule), discípulo del artista Francisco González Lineros. Con más de diez años de trayectoria y experiencia en las artes, en medio de una pandemia veleidosa, León presenta una muestra de dimensiones teatrales, así sea a través de Zoom o de forma presencial.
La muestra de Héctor León tiene la forma de una trilogía literaria y abarca diez años de su obra. El galpón, que incluye los recovecos de la estructura original de la ex perrera, permite una panorámica donde se pueden leer los tres procesos creativos del artista plástico narrados como distintos abordajes de lo siniestro de la experiencia vital.
Tenemos, por una parte, los lienzos gigantes de El gabinete del perro blanco, cuyos óleos nos remiten a pinturas de otra época. Estas piezas bien podrían ser las figuras de Caravaggio que ilustraban el Barroco en los libros escolares, si no fuera por la irrupción de escenas de consternados cuerpos desdoblados en telas corrompidas -intervenidas por el propio artista. Construyendo una especie de gran fábula en el muro principal, sus límites encuentran un nuevo derrotero a través de las obras que constituyen Vástagos, el segundo proceso creativo de León. Como desde un eje alimentador, los muros laterales y celdas de La Perrera vienen a contribuir al relato con óleos de una naturaleza distinta, y que refiere al genio disrruptivo del artista. Así va escribiendo su texto Héctor León, apostando desde nuevas fórmulas figurativas para representar la cuestión existencial que vertebra a la muestra.
La tercera parte, el autor la entrecruza desde la entrada sur hasta el muro norte, atravesando el espacio. Tanto visual como materialmente, hay un desgarro que dialoga con los de las telas del Gabinete: el pasaje de las esculturas. Parecen tener olor, temperatura, latencia. Incluso sabor, para quien se atreviera a lamerlas. Son figuras cárnicas, estremecedoras y morbosas. Es la exaltación al volumen del relato que nos quiere narrar León. O así al menos lo leyó quien lo transitó.
En conversaciones durante los preparativos de su inauguración, los relatos de Héctor León remitían a un fuerte sentido de resistencia; dignificar la obra con balazos y fuegos artificiales, sin someterse a los obstáculos desmotivantes que plantea la pandemia, la recesión, y la decadencia general que pesa sobre la escena artística nacional desde hace rato. Con ese mismo tesón instaló esta muestra de 49 piezas en el Centro Experimental Perrera Arte, con la ayuda y confianza del equipo. Y los resultados son desbordantes: La Perrera, que fuera otrora un crematorio de basura y cadáveres de perros callejeros –y también galpón de tocatas punkys–, hoy ofrece una inquietante atmósfera introspectiva, en medio de los claroscuros donde destellan esculturas que parecen oler y latir, e irrumpen lienzos que remiten lo radical de la experiencia humana.
Mi exhortación a visitar la muestra, en la medida que las medidas sanitarias lo permitan, no tiene que ver sólo con la calidad artística que esta promete. Es un lujo poder contactar con piezas de arte cuyo proceso completo (producción, montaje, curatoría e, incluso, guía) ha estado a cargo del artista. Quienes no tenemos una relación cercana con las artes visuales podemos percibirlo de inmediato, sobre todo en la experiencia que nos genera el recorrido por la trilogía con la que Héctor León empapa La Perrera, transformándola en un espacio estremecedor. La complicidad manifiesta entre Perrera Arte y el artista se traducen en una experiencia gratificante para el visitante, acompañada por el diseño sonoro de Galac.
Centro Experimental Perrera Arte
Vale agregar un apartado sobre el Centro. Es algo que se siente al entrar, y toparte con su historia. Antes incluso de ser lo que su nombre dicta, el edificio (construido en 1927) comenzó su existencia como el primer horno crematorio de basura en Santiago; cuando hace 94 años no había parque Los Reyes, sino una de esas periferias donde las ciudades vomitan sus desperdicios. Una maqueta levantada por la arquitecta Rocío Arancibia permite visualizar el recinto que, con sus enormes chimeneas, tenía la capacidad de incinerar hasta 200 toneladas diarias de desechos. Con las décadas, el objetivo de los hornos cambió a uno espantoso: los cadáveres de los perros callejeros de la ciudad, que eran sacrificados con cianuro si nadie los iba a recoger en un plazo de 2 o 3 días. Desde entonces fue conocida como La Perrera de Santiago.
En la página del Centro Experimental Perrera Arte, el encargado de contenidos Héctor Muñoz Rojas, cuenta: “La ex Perrera era como un símbolo del horror para los pobladores de Santiago que se agolpaban en las puertas de este recinto para reclamar sus mascotas y los vehículos que procedían a la captura de los animales en diversos sectores periféricos eran también causa frecuente de disputa con los vecinos, que defendían incluso por la fuerza a los perros de la cuadra o el barrio. Los habitantes más antiguos de los sectores cercanos a la usina todavía recuerdan el olor característico que llegaba a sus casas cada vez que, a determinada hora, se encendía el horno”.
Hasta los años 70’, la Perrera de Santiago funcionó de forma intermitente, para luego quedar en un estado de abandono que se prolongaría hasta el levantamiento del parque Los Reyes. Desde entonces se rescató su valor patrimonial y resignificó su uso, ahora con miras a la cultura y el arte. Desde 1997, el Centro Experimental Perrera Arte se erige como tal, con Antonio Becerro como fundador y director del espacio. Han sido 25 años de resistencia a la debacle de las políticas culturales del país, problemas de financiamiento, estallidos sociales y, ahora, una pandemia a escala global. Y sigue dando la pelea.
*Fotografías de Antonella Guevara
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