Tiempo Robado Editoras, junto con la Coordinadora Feminista 8M se han articulado para narrar en primera persona y desde sus protagonistas el libro “La Huelga General Feminista ¡Va! Historias de un Proceso en Curso”, una polifonía de experiencias y procesos de lucha que se ha venido gestando en los últimos años, a partir de la organizaciones y resistencias feministas.
“Este es un libro llamamiento, un libro hoguera, un libro tejido por las memorias y las experiencias que resuenan a genealogías de lucha y futuros en revuelta. Un libro que es ante todo instrumento para la acción en el presente. Un libro que no es una ruta, pero sí una caja de herramientas para los trazados que seguimos abriendo a muchas manos en medio de una crisis pandémica global, de una extrema derecha que se rearma en todo el mundo y de levantamientos desde abajo que no han dejado de expandirse.”
Compartimos a continuación, un capítulo del libro titulado: “Brigada Laura Rodig: ¡El Artivismo Feminista Va!” que relata la experiencia organizativa, artística, conmemorativa, propagandística y de activismo para subvertir el espacio público y sus lógicas y estéticas patriarcales, para ampliar las posibilidades de disputa territorial desde los feminismos.
Nacimos en la calle, en pleno enero del 2019. Un llamado abierto nos convocaba a agitar y difundir la huelga del 8 de marzo, en la primera asamblea de las Brigadas de Arte y Propaganda de la CF8M. Así se comenzó a encauzar el ímpetu que sentíamos hace meses. Decenas de mujeres llegamos al Centro Social y Librería Proyección, listas y dispuestas para pensar, planear e idear un imaginario colectivo feminista. Ese mismo día, bajo el calor de Santiago, decidimos sacar mesas, sillas y pizarras a la vereda, lo que resultó ser un acto inaugural para tomarnos juntas el espacio público; un acto que, sin saberlo, lograría cimentar nuestras prácticas futuras.
Pintada y Pañuelazo, Santiago, Octubre 2019
La consigna era simple: propagar la huelga en las calles. Si bien nuestro objetivo era puntual y concreto, se revelaba —y rebelaba— en él una fuerza mayor: la agitación territorial suponía activar el espacio público a través del arte, apropiarnos de las calles para inscribir en ellas nuestro propio relato. Haciendo ruido para implicarnos directamente en el espacio social, una dispersión y expansión que buscaba llegar a cada esquina gritando, pintando, rayando: ¡La Huelga Feminsta Va! Aquella experiencia nos mostró que el espacio público es un lugar en disputa, donde se registran los intercambios entre discursos heterogéneos. La ciudad y todos aquellos territorios de la despertenencia podían ser recuperados, renombrados y reescritos, sólo bastaba un gesto meticulosamente coordinado.
En aquella improvisada primera asamblea ideamos un plan de acción para convocar a la Huelga General Feminista. El plan “camino a la huelga” comenzó semanas antes con un doble gesto de apropiación de las calles. Una de las acciones más recordadas fue el cambio de nombre de las estaciones del metro. La acción relámpago como la denominamos, se realizó el primer lunes de marzo o «súper lunes», reconocido por ser aquel que reestablece la «normalidad» alterada por las vacaciones de verano, el día de la congestión en las calles y las mochilas atestadas de útiles escolares: ese sería el momento perfecto para intervenir el metro de Santiago. La red de transporte amaneció teñida de la memoria de tantas mujeres que han sido fundamentales para la historia y memoria feminista de nuestros territorios. Desde temprano nos encontramos en el lugar de reunión para ir propagando rebeldía y memoria feminista. ¿Qué quién nos financiaba? Nadie, nosotras mismas. Al parecer, para muchos era inimaginable funcionar sin un colchón de billetes que sustentara esos sueños, pero a nosotras eso ni siquiera nos preocupaba. Cada partícula de nuestro ser estaba creando maneras de poder nombrar esas estaciones. Cada mujer mencionada debía tener relación con el territorio en donde se colocaría su nombre, y si no sabíamos la historia de aquella mujer, era el momento ideal para conocerla, para recordarla, para imaginarla como nuestra compañera en ese momento. Finalmente, no éramos sólo nosotras quienes nos encontrábamos en ese lugar, eran todas ellas, las que ya no están, las que ya no habitan sus cuerpos, pero que gritan en nuestra memoria con su legado.
Boceto de Mapa y Acciones de Reemplazo de Nombres en las Estaciones de Metro de Santiago, Marzo de 2019
Aquel deseo por querer recuperar las calles nos llevó a imaginar una ciudad feminista: ¿Y si todo el territorio se vuelve feminista? fue la consigna para la acción que llamamos pañuelazo abortista, la que consistió en vestir con pañuelos verdes los monumentos del eje central de la avenida Alameda y diferentes sectores de Santiago. El plan “camino a la huelga” finalizó esa misma mañana del 8 de marzo, en los albores de una ciudad que despertó cubierta por pañuelos verdes. A través de esto no sólo estampamos la demanda por el aborto libre, legal, seguro y gratuito, gesto implícito en el uso del pañuelo verde, sino que recuperamos una ciudad que, aparte de ajena por aquellos héroes monumentales poco correspondidos, se nos designa fragmentada en zonas de peligro. El pañuelazo abortista fue una acción simbólica que nos permitió imaginar y proyectar una ciudad en la que podemos caminar tranquilas y seguras, a cualquier hora del día y de la noche, sin que nadie se sienta con derecho sobre nuestras cuerpas.
Después de nuestra autocreación, no nos soltamos más. Terminada la huelga, entre abrazos y sollozos, decidimos seguir en las calles. La huelga era el comienzo de un artivismo que recién estaba explorando sus formas. Así, nos fuimos organizando como colectiva feminista, compartiendo saberes, afinando nuestras técnicas y pensando nuestros métodos: diseño y distribución de panfletos, afiches y lienzos; pañuelos morados pintados en el suelo de distintos territorios levantando consignas locales, que llamamos pañuelazos; serigrafía comunitaria o estampatones; jornadas de bordado; la confección del diario feminista La Primera; la creación de piezas audiovisuales denominadas Panfletas o cápsulas testimoniales como Sentirse revuelta. Más tarde, el 3 de enero del 2020, en homenaje a la artista y activista feminista-lesbiana, militante del Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), nos renombramos Brigada Laura Rodig.
Intervenciones Callejeras de la Brigada Laura Rodig, Santiago, Agosto 2019
Tras —y durante— la revuelta social que se inició en octubre de 2019 y que logró, entre muchas otras cosas, la recuperación del espacio público, sabíamos que la huelga del 8 de marzo del 2020 sería distinta, convulsionadamente distinta. Teníamos muchos planes y pocas manos. Nos juntamos en Plaza de la Dignidad a las ocho de la mañana, unas cortaban la calle, otras la barrían, otras sólo se paraban en la mitad de la rotonda con un extraño sentido de pertenencia. Medíamos con los pies y calculábamos las letras: H-I-S-T-Ó-R-I-C-A-S en respuesta a siglos de historia escrita por y para hombres, y un sistema socio-político-económico que no ha hecho más que reproducir la violencia de varias formas. A las diez comenzamos a pintar, sólo tres estaban encargadas de esa tarea, dos medían, dos coordinaban, dos asistían a las primeras tres, y el resto nos tomamos de las manos para formar un cordón humano que delimitaba el espacio en que se realizaba la intervención. Nuestras manos se comenzaron a entrelazar con manos de mujeres anónimas que llegaban a esa hora a la plaza para comenzar a marchar, pero no marchaban, nos ayudaban y nos contenían. Se empezó a correr la voz y de pronto ya no eran pocas las manos, éramos muchas. Millones que ese día salimos a las calles a decir “somos históricas” en una intervención que ya no nos pertenecía sólo a nosotras, nos pertenece a todas.
Y así seguimos haciendo historia, abriendo caminos, siendo imborrables, aunque nos tapen con asfalto y borren la evidencia de que SOMOS +, como lo indicaba nuestro trazado de HISTÓRICAS en Plaza Dignidad antes de que fuera intervenido por las autoridades. Y ahora –en “cuarentena” por razón de la emergencia sanitaria causada por el Covid-19– aunque estemos ausentes físicamente, el artivismo sigue latente con más fuerza que nunca, porque la creatividad se gesta desde nuestra rabia y desde las injusticias, y desborda por la sangre, por la boca, por nuestras manos. Así, pese a las condiciones en las que hoy nos encontramos, esta falta de carne, falta de cuerpos, y bajo un intento de normalización y sanitización del espacio público, seguimos ocupando las calles con símbolos feministas: las luces se hacen nuestras aliadas y proyectamos memoria en edificios, calles y balcones en los llamados proyectazos. La virtualidad propaga lo que los dedos vomitan y alzamos la voz desde temprano con nuestro periódico La Primera, en silencio bordamos por aquellas compañeras que ya no están y unimos nuestros hilos para avanzar juntas en esta lucha.
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