Las leyes del Estado las sigue imponiendo el Patriarcado y esto fue ratificado una vez más este lunes al ser rechazado proyecto de despenalización del aborto hasta 14 semanas de gestación en la Comisión de Mujeres de la cámara de diputadas y diputados. En dicha instancia, Viviana Díaz, médica lesbiana feminista acompañante de abortos en la «Red Con las Amiga y En La Casa», y que junto a Tamara Cortés forman el dúo de reggaetón lesbofeminista “Torta Golosa”, intervino ante la comisión en representación de la Red Con las Amigas y en La Casa, aportando una mirada crítica y necesaria sobre la autonomía y las garantías mínimas que debiese aportar un Estado que resguarde la vida y el cuidado de las mujeres.
Muy buenas tardes. Primero agradecer y saludar a la presidenta de la Comisión de Mujeres y Equidad de Género, diputada Maite Orsini y a todas las diputadas integrantes hoy presentes.
Soy Viviana Díaz Muñoz, hija de María, nieta de Ema, bisnieta de Ana Luisa, médica de Atención Primaria de Salud, lesbiana feminista acompañante de abortos en la Red Con las Amigas y En La Casa. Comparto este texto desde mi experiencia como médica de consultorio y activista feminista que acompaña a mujeres que deciden abortar.
Abortar es más seguro que parir.
Los embarazos no deseados ocurren. Las mujeres que deciden abortar existen.
Hay suficiente evidencia de que penalizar el aborto no impide que éstos se realicen, sólo obliga a las mujeres a hacerlo en la clandestinidad. Hay suficiente evidencia de que penalizar el aborto es una violación a los derechos humanos de las mujeres, pues al castigar el libre ejercicio de la autonomía sobre sus cuerpos, no Les concede plena ciudadanía ni las reconoce como sujetas de derechos, derechos fundamentales como los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a vivir una vida libre de violencia. Hay suficiente evidencia de que tratar las complicaciones médicas de los abortos practicados de manera insegura es mucho más costoso que implementar servicios de aborto seguro para las mujeres. Existe suficiente evidencia de que históricamente han existido múltiples maneras de realizar abortos y de que actualmente se puede abortar con medicamentos de manera segura y en casa, existiendo guías y protocolos para su realización puestas a disposición por organismos técnicos especializados como la OMS (organización mundial de la salud), CLACAI (consorcio latinoamericano contra el aborto inseguro) o FIGO (federación Internacional de Ginecología y Obstetricia). La tasa de la mortalidad materna en Chile es baja, alrededor de 18 por cada 100 mil nacidos vivos y el aborto no está entre las principales causas; sin embrago, es una causa de mortalidad EVITABLE. Aunque muriera una, o ninguna mujer por esta causa, sigue siendo impresentable que no se hagan los esfuerzos necesarios para evitarla. Los abortos, cuando se hacen en las condiciones adecuadas, tienen menos complicaciones que el parto. (La mortalidad del aborto seguro es baja: 0.2 a 2.0 muertes por cada 100,000 abortos, mientras que la del parto es 9 veces mayor: nueve muertes por cada 100,000 nacidos vivos). Sin embargo la desinformación que difunden los grupos antimujeres sigue hablando de la peligrosidad del aborto, sin hablar de los riesgos del parto, sobre todo si se trata de partos obligados en niñas de menos de 14 años. Hay suficiente evidencia de que despenalizar el aborto y realizar acciones para su legalización, es congruente con un gobierno democrático que respeta los derechos humanos, los tratados y las recomendaciones de organismos internacionales en materia de salud y de no violencia contra las mujeres, como la Convención Belem Do Para de 1994. Hay suficiente evidencia acumulada por décadas, sobre la necesidad de que los Estados despenalicen el aborto y garanticen el acceso a servicios seguros. Sin embargo, aún en algunos lugares, como en Chile, el aborto sigue siendo un delito.
La legislación que un país tenga respecto al aborto dice mucho de cuánto importan las mujeres en ese país. Y es que además de un tema de salud, se trata de dignidad. Se trata de qué significa, de cuánto vale para el Estado, para el congreso, para ustedes diputadas, la decisión de una mujer sobre su propia vida. Se trata de explicitar qué razones están detrás de querer penalizar con cárcel esta decisión. Seamos claras y honestas: no hay razones de salud, no hay razones epidemiológicas. Hay que querer muy poco a las mujeres para creer que merecen ir a la cárcel por decidir sobre sus cuerpos y sus vidas. Porque de eso se trata esta discusión, no de promover el aborto, sino de despenalizar una práctica que se hará de todos modos, en la clandestinidad, con todos los riesgos que esto conlleva. Porque las mujeres hemos abortado desde tiempos ancestrales. Porque una mujer que decide abortar lo hará aunque esté sola, aunque sea a escondidas, aunque esté en juego su libertad, aunque ponga en riesgo su vida.
La penalización del aborto es violencia contra las mujeres.
Pese a todo lo anterior, el aborto en Chile es un delito que se encuentra despenalizado sólo en tres muy limitados escenarios que no alcanzan a cubrir la inmensa realidad de las mujeres que cursan embarazos no deseados, deciden abortar y abortan de manera autónoma lejos del sistema de salud. El proyecto de ley acá propuesto que modifica el código penal permitiendo la despenalización del aborto hasta la semana 14 de gestación, va en la línea de disminuir los riesgos que los abortos ilegales conllevan, colabora con desmitificar la práctica del aborto y contribuye a desmontar el estigma sobre las mujeres. Por motivo de la actual penalización, que castiga con cárcel a las mujeres que deciden abortar, los abortos que se practican en Chile, exceptuando los alrededor de mil que se han hecho por la ley IVE, ocurren en la clandestinidad. Esta es la consecuencia más visible de la penalización pero tiene varias otras que describiré brevemente.
Promoción de la misoginia: Misoginia es la aversión u odio a las mujeres o falta de confianza en ellas. En un sistema patriarcal, construido por y para hombres, la penalización del aborto es evidentemente una muestra de esa desconfianza hacia las mujeres y nuestra capacidad de decidir. Además, se promueve discursos misóginos sobre el rol de las mujeres en la sociedad. Uno de estos discursos es el de la maternidad obligatoria, que perpetúa la imagen de madre como único destino para la mujer, madre ab-negada que se niega a sí misma, madre culposa que posterga su vida y sus sueños para dedicarse al hogar y la crianza, como si nuestras capacidades como mujeres se limitaran esta labor exclusivamente. La convención de Belém Do Pará dice: “Toda mujer tiene derecho a ser valorada y educada libre de patrones estereotipados de comportamiento y prácticas sociales basadas en conceptos de inferioridad o subordinación”. La penalización del aborto es violencia contra las mujeres.
Desinformación y criminalización social: La penalización, al hacer del aborto un delito, impide que se hable abierta y formalmente el tema desde las instituciones que debieran hacerlo, desincentiva a los y las profesionales a formarse en esta práctica y fomenta la generación de un mercado ilegal de venta de medicamentos para abortar que desinforma y lucra con la desesperación de las mujeres, entregando protocolos y dosis incorrectas. La penalización del aborto permite que los y las profesionales de la salud no tengan formación en esta práctica, además los pone como agentes denunciantes, dejando a las mujeres en total desprotección en caso de necesitar acompañamiento médico para sus procesos de aborto. (En una encuesta realizada por OLA, Observadoras de la Ley de Aborto en el 2018, a 814 profesionales de la salud con respecto a la implementación de la ley IVE, sólo el 30% de los y las profesionales que apoyaban la legalización conocían los protocolos de aborto con medicamentos vigentes según la OMS). La penalización del aborto es violencia contra las mujeres.
Desprotección en salud: La penalización del aborto tiene como consecuencia que las mujeres que estén cursando alguna complicación médica no acudan o acudan tardíamente a los servicios de salud, por miedo a ser denunciadas. Además, al no existir canales formales de entrega de información, las mujeres se ven obligadas a buscar en sitios inseguros que no siempre entregan información fiable, donde muchas veces además de ser mal informadas, son estafadas con medicamentos falsos o en mal estado, situación que no está regulada.
Comparto el caso de Javiera, 28 años, TENS de un hospital público. Decidió abortar. Se contactó con redes que entregan información segura. Inició su proceso en casa y tuvo signos de aborto retenido. Consultó con una profesional de la salud amigable, quien le indicó acudir a urgencias, no quiso ir. Durante tres días, estuvo en su casa sangrando, con dolor y fiebre negándose a buscar atención médica. Cuando finalmente se decidió a ir, estaba en riesgo vital. Perdió el útero y hoy está en espera de trasplante renal. Meses después decidió escribir contando su experiencia, relatando que no había ido a tiempo a urgencias por miedo. Miedo al hospital, miedo a que los médicos la criminalizaran, como harían varios de los que aquí han expuesto; miedo a ir a la cárcel, miedo a que en su trabajo se enteren y la despidan, miedo a no poder estar para sus hijos. Las mujeres no tenemos por qué tener miedo a buscar atención de salud cuando la requerimos. Debatirte entre el miedo a ser criminalizada y el miedo a morir es tortura. Que el personal de salud condicione la atención a que entregues una “confesión”, es tortura, que una matrona o un médico te interrogue mientras estás cursando una urgencia médica, es tortura, que se realicen procedimientos quirúrgicos sin anestesia a modo de escarmiento, es tortura. La penalización del aborto es violencia contra las mujeres.
Estigmas sobre las mujeres que abortan: Al estar penalizado, el aborto se realiza de manera clandestina y muchas mujeres lo viven en soledad, con culpa, como un secreto, pues el estigma que se ha levantado, principalmente por grupos conservadores, pone a la mujer que aborta como una mala mujer, una mala madre, una mujer desordenada y promiscua, una asesina. Debido a esto las mujeres tienen miedo de compartir su decisión con su entorno, lo que contribuye a levantar mitos respecto a qué mujeres abortan y a la seguridad del procedimiento. La penalización del aborto es violencia contra las mujeres.
Establece limitaciones para los profesionales garantes de derechos: El marco legal de la penalización establece sanciones a los y las profesionales de la salud poniéndoles en una contradicción entre lo que debería ser el correcto ejercicio de la medicina, que debe pensar siempre en el beneficio de la paciente, y una posible sanción y la supuesta obligatoriedad de denuncia. Además debido al estigma secundario a la penalización, los y las profesionales garantes de derechos son hostigado/as y señalado/as en sus lugares de trabajo, como si estar a favor de la vida, la salud y la decisión de las mujeres fuera algo de lo cual avergonzarse. En la práctica, la penalización impide que los y las profesionales garantes de derecho puedan ejercer libremente su profesión según sus convicciones éticas y el mandato de privilegiar siempre la vida y la salud de la mujer. La penalización del aborto es violencia contra la mujer.
Todo esto aplica para el caso deas mujeres y niñas empobrecidas, mujeres migrantes, mujeres indígenas, pues las mujeres de clase alta tienen los medios para resolver de manera segura fuera del país o con abortos quirúrgicos en clínicas privadas y al tener otro acceso a la información, se ven mucho menos afectadas por el estigma y las otras consecuencias. Si bien el proyecto de ley considera a todas las mujeres del territorio, nos parece importante, en uno de los países más desiguales del mundo, dejar claro sobre qué mujeres recaen las consecuencias de la penalización.
El Estado abandona, nosotras acompañamos.
En este contexto surgen, como respuesta organizada de mujeres, las estrategias de acompañamiento como la Red Con Las Amigas y En La Casa; propuesta levantada de manera autónoma por mujeres lesbianas, que desarrolla una política sanitaria de salud pública y medicina feminista, en un tema no abordado por las instituciones gubernamentales, por fuera de la institucionalidad y de los límites impuestos por la medicina hegemónica. La estrategia se enmarca en un continuo de organizaciones feministas que se han levantado para entregar información segura a las mujeres en Chile durante los últimos 10 años. Con Las Amigas y En La Casa somos una red feminista y autogestionada. Somos mujeres lesbianas que, ante un Estado que abandona, entregamos información y acompañamos a mujeres y niñas que deciden abortar en Chile, para que lo hagan de manera segura y no pongan en riesgo su salud. Desde este punto de vista, nuestra estrategia es una medida de salud pública. Lo hacemos desde una mirada lesbofeminista, no victimizante, que respete la autonomía y la dignidad de las mujeres y las niñas. Pero ¿de qué mujeres y niñas estamos hablando? La penalización del aborto ha permitido que se levante un relato erróneo y estereotipado sobre qué mujeres abortan. Mujeres despreocupadas, como si los anticonceptivos no fallaran, como si la responsabilidad de la anticoncepción solo le correspondiera a la mujer. Mujeres promiscuas, como si vivir libremente la sexualidad fuera motivo de castigo. Jóvenes adolescentes sin hijos, como si las mujeres adultas o que ya hayan gestado y parido no pudieran decidir abortar. Al ser considerado un delito, no es posible obtener información desde las instituciones sobre qué mujeres abortan ni cómo lo hacen. En ese contexto el trabajo de las organizaciones feministas que acompañan abortos se hace muy valioso pues desmonta los mitos sobre las mujeres que deciden abortar. Las mujeres que abortan somos TODAS. Abortar no es la última opción después de haber intentado la maternidad por todos los medios; abortar es, para muchas, la primera opción, apenas se enteran del embarazo. Las mujeres que abortan somos TODAS, de todas las edades, de todas las ocupaciones, en todos los lugares del país. En un reciente catastro realizado por la Red Con Las Amigas y en La Casa entre mujeres que abortaron, de un total aproximado de 27 mil, el 54% de las mujeres que abortaron tienen uno/a o más hijas/os, es decir, deciden sabiendo qué significa gestar, parir y criar. El 56% estaba usando algún anticonceptivo de manera correcta en el mes en que se embarazó, es decir, son mujeres que explícitamente no deseaban embarazarse y estaban tomando medidas para que ello no ocurriera. El 68,3% tiene pareja estable y el hombre involucrado en el embarazo apoya la decisión. El 65,2% se declara católica y el 8% evangélica, es decir, los discursos antimujeres y antiaborto de las iglesias no disuaden a las mujeres de abortar. El 8,2% son niñas menores de 18 años y el 3% son niñas menores de 14 años, es decir, la mayoría de las mujeres que abortan son mujeres adultas. El 11,4% son mujeres cursando embarazos de más de 12 semanas de gestación, es decir, la mayoría de las mujeres que aborta lo hace dentro de las primeras 12-14 semanas de gestación. (Esto es distinto en el caso de las adolescentes y especialmente en el caso de las niñas menores de 14 años). El 5,7% son mujeres cuyos embarazos constituyen alguna de las 3 causales descritas en la Ley IVE, pero que deciden resolver fuera del sistema de salud ya sea por las demoras innecesarias en los casos de la causal 1 y 2 o para evitar la revictimización en el caso de la causal 3. (En un catastro realizado entre agosto del 2020 y junio del 2021, de 83 mujeres y niñas en situación tercera causal, 7 lograron hacer aplicable la ley, 5 sufrieron el rechazo de sus solicitudes. Todo el resto resolvió de manera autónoma sin intentar usar el camino legal. Es decir, las mujeres desconfían del sistema de salud cuando se trata de aborto.
Con estos datos podríamos decir que las mujeres que abortan en Chile son principalmente mujeres adultas, creyentes en alguna religión, con hijos/as, con pareja estable, que están usando un anticonceptivo de manera regular. Podría ser una de ustedes diputadas, alguna de sus hermanas, hijas, amigas. Las mujeres que abortan somos todas. Y nuestras voces merecen estar aquí hoy.
Les pido que se pregunten de nuevo ¿las mujeres en Chile, tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra vida?, si decidimos, y esa decisión es no gestar, no parir ¿merecemos ir a la cárcel?
Es para estas mujeres que juraron legislar. Para darles existencia. Porque las mujeres que abortan y las que las acompañamos EXISTIMOS. Las mujeres merecemos acceso a la salud, pero sobre todo merecemos dignidad. La dignidad de acompañarnos, la dignidad de no ser obligadas a hacer lo que no queremos hacer, la dignidad de elegir y soñar la vida que queremos vivir, la dignidad que hace siglos se nos debe. La dignidad de imaginar juntas un mundo donde nunca más la culpa, nunca más el miedo, nunca más la ley, nunca más la iglesia, nunca más nadie por encima de nosotras, nunca más.
Sea cual sea el resultado de la votación, las mujeres seguiremos abortando y seguiremos luchando porque nuestras decisiones y nuestras existencias se reconozcan. La marea verde ya empezó y no se detendrá. Si estamos teniendo esta discusión aquí hoy, es porque las mujeres estamos haciendo historia. ¿De qué lado van a estar?
Estén a la altura de las mujeres enormes que levantan este país todos los días.
Sean el congreso que las mujeres y las niñas merecemos.
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