Iniciaré esta presentación con una anécdota personal que vino a mi memoria luego de la lectura de este poemario: alguna vez intente leer o estudiar en una de esas bibliotecas que se encuentran dentro de los mall pero fue imposible debido a la desafortunada acústica del lugar que filtraba el ruido exterior como un zumbido persistente. Frente a la anécdota alguien decía “parecen Comala esos lugares”.
Vuelvo a esta anécdota y me pregunto: ¿cómo se presenta la voz en estos poemas? Y evoco entonces lo leído y reconozco voces cruzadas, superpuestas al zumbido permanente de estos lugares. Voces que se van articulando como un coro en diversos tonos que irrumpen en forma de letreros, contratos, normas, vendedores, cocineros, anhelos y decepciones. Todos engullidos por las fauces de estos galpones que respiran sosteniendo las vidas al mínimo en su interior.
A medida que se avanza en los textos, como quien avanzara por los pasillos, por las tiendas, por los recovecos de estos espacios descubrimos algunas contraposiciones sugerentes. Por ejemplo, el clásico adentro-afuera: el sol, el paso del tiempo, el aire fresco, la luz natural, los seres que van de paso, trabajadores que asumen el trabajo como momentáneo, los trayectos a casa frente a los que marcan el paso de sus días según llegadas y revisiones, horas de colación, escapadas a fumar, subir y bajar escaleras hasta el cierre. Otros ejemplos serían el abajo, subsuelo, bodegas, etc. frente al arriba, pisos superiores; vinculado a esto, lo sucio traducido en aquellos trabajos menos deseados, de menor paga frente a lo limpio de trabajar en las tiendas. Incluso la vida, las vidas mínimas se encuentran también con la muerte extrema expresada en esos saltos al vacío, como decisión personal o accidente que se anulan con una carpa sobre el cuerpo como un nuevo rito fúnebre al fragor del mercado.
A propósito de estas resonancias temáticas pensé en un texto de Beatriz Sarlo, de mediados o fines de los años noventa, donde analizaba la relación de los Shopping center, o centro comercial, con la ciudad y cómo en estos lugares, estos enormes galpones, todos los sentidos que se construyen en torno a la ciudad, tales como centro y periferia, lo privado y lo público, la seguridad e inseguridad, etc. se anulan por medio de la escenificación de un lugar atemporal, ahistórico, despolitizado, etc.
Beatriz Sarlo decía “que en ciudades que se fracturan y se desintegran, este refugio antiatómico es perfectamente adecuado al tono de una época. Donde las instituciones y la esfera pública ya no pueden construir hitos que se piensan eternos, se erige un monumento que está basado precisamente en la velocidad del flujo mercantil” y donde se presenta “el espejo de una crisis del espacio público donde es difícil construir sentidos”. El tono de Sarlo es algo pesimista en el sentido de no otorgar salida posible a la crisis del espacio público. Pero se trata de una lectura marcada por su tiempo y la aparición e instalación de estos nuevos espacios sociales.
Hoy pienso en lo potente de encontrarse con un poemario que (re)construye un imaginario a partir de este hito de la sociedad de consumo, de esta promesa de acceso mercantil y ostentación donde surgen las voces, aún vivas, aún avivadas, aún anhelantes que se toman este espacio desde su reverso como forma de combatir sistemas laborales siempre al límite de lo digno.
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