“Frente al poder no te empoderas, frente al poder te rebelas”. Este es uno de los grafitis que condensan su posición como feminista y que están en las paredes inflamadas de la ciudad de La Paz y, también, en distintas partes del mundo. María Galindo es una agitadora fundamental del colectivo anarcofeminista Mujeres Creando, fundado en Bolivia en 1992. Este colectivo formado por mujeres trabajadoras, resume su conformación y funcionamiento en otro de sus icónicos grafitis “Indias, putas y lesbianas, juntas, revueltas y hermanadas”.
El trabajo de María Galindo es múltiple y no respeta fronteras: durante las mañanas realiza su programa en la Radio Deseo, que tiene su espacio de emisión en La Virgen de los Deseos, la casa donde accionan las Mujeres Creando. También realiza acciones urbanas, performances y participa activamente en los medios de comunicación, publica libros, hace entrevistas e investigaciones, organiza eventos para el financiamiento del movimiento feminista entre miles de otras actividades. Su propia presencia, sus interpelaciones y su estilo subversivo es ya una alteración del cotidiano de las mujeres del mundo paceño.
Para esta entrevista –en Santiago de Chile- nos recibe muy temprano y casi no tiene voz, pero esto no es impedimento para compartir, ardorosamente, sus posicionamientos y deseos con nosotrxs .Viene de una gira por Europa donde presentó su último libro Feminismo Bastardo (con Prólogo de Paul Preciado), surfeando las olas del coronavirus sin que la marea la alcanzara. Invitada por el IX Encuentro de la red de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS-Chile) de la Universidad de Santiago, realizó presentaciones de su libro en museos, campus universitarios, escuelas populares y espacios autogestionados en Santiago y Valparaíso durante cuatro días del caluroso y pandémico enero de 2022. Feminismo Bastardo apareció en una lista de los mejores libros del 2021 junto al premiado Huaco Retrato de Gabriela Wiener.
Sentada en una ruidosa terraza, junto a una bolsa matutera llena de libros que trae para la venta y tráfico de ideas, dice sentirse parte del movimiento chileno, que acá es donde pertenece. Mientras conversamos, llegan jóvenes a comprar algunos ejemplares, entre ellxs, una feminista que le compra diez libros para una biblioteca popular.
Su teoría es inspiración para la lucha popular en Chile y el mundo. Su libro parte diciendo que debería estar dedicado a Gloria Anzaldúa, una santa -dice ella- que le permitió el milagro de este libro. Sin embargo, prefiere por dedicarlo “a las bastardas anónimas que habitan grietas, que echan raíces en bisagras, que viven sin pertenecer y que prefieren la expulsión a la sumisión”.
Vives en un contexto en el que la plurinacionalidad es parte del sistema político. Con el inicio de la asamblea constitucional, que ha sido leída como un proceso detonado luego del estallido social, hay mucha esperanza y quizás una utopía con la idea de la plurinacionalidad como posibilidad política. Sin embargo, te hemos escuchado que hay muchas críticas a lo que significa un estado plurinacional. Nos gustaría que nos compartieras, desde tu experiencia, ¿cómo se vive desde un país que se define como plurinacional y que tiene un ministerio de la despatriarcalización?, ¿cómo se vive lo institucional en la vida práctica y real?
El tema de la plurinacionalidad es muy profundo. Tenemos, además a Ecuador y Perú que va hacia una plurinacionalidad. Bolivia la tiene hace más de catorce años, y yo quiero decir claramente que en Bolivia la plurinacionalidad se ha dado de manera retórica y perversa, porque han agarrado un concepto y lo han convertido en un adjetivo y no en sustantivo, hablando gramatical y políticamente. El estado-nación está fundado sobre un nacionalismo. Lo que se ha hecho en Bolivia es cuidar y proteger ese nacionalismo del estado-nación con todos sus chauvinistas, civistas, fascistas. Y sumarle de forma secundaria los nacionalismos étnicos, convertidos en una versión folclorizada e inferiorizada respecto del estado-nación. Entonces, la plurinacionalidad en Bolivia es, de alguna manera, falsa, porque ni el estado-nación ni en el imaginario social que maneja el estado, ni en el fetichismo estatal ha sido diluido. Y las naciones y pueblos que deberían integrar este estado plurinacional, han sido integrados bajo las mismas lógicas de inferiorización.
Voy a poner ejemplos concretos. La plurinacionalidad es fundamental como sustantivo si hablamos de pluralismo jurídico, de un sistema de justicia plural, si hablamos de un sistema de salud plural, si hablamos de un sistema de educación plural, no es solamente cuestión territorial. No es solamente decir “aquí existe territorio indígena”, que de todas maneras el estado boliviano no lo ha respetado por mucho que hay algunas leyes que se han constituido para eso. Pero no solo eso. Es tan tóxico, que el papel de la fuerzas armadas se ha recolocado como bastión de lo nacional, del estado-nación. Finalmente las fuerzas armadas, ustedes lo sabrán por las noticias de Bolivia, fueron ellos quienes derrocaron a Evo Morales.
Las fuerzas armadas se han recolocado un rol protagonista en lugar de ser diluidas. Recuerdo que en el primer desfile del estado plurinacional, fue uno donde los pueblos indígenas escoltaban a los militares a ambos costados, y estaban reducidos a una banderita y un traje folclórico. Entonces los graves problemas de racismo, de monolingüismo, de las jerarquías racistas que implican el estado-nación no se han resuelto. Y a mí que no me digan “oye, es que eso es un proceso”, “son solo catorce años frente a doscientos años”… pero es que no vamos ni en camino porque es una plurinacionalidad vacía. Ojalá que en Chile no pase eso porque la plurinacionalidad implica consecuencias, un paquete en conjunto, no es solo una nominación. Ese paquete en conjunto en Bolivia no se ha dado.
Y hoy día, en relación a las posibilidades que hay en Chile en torno a esto que podríamos denominar como nuevo ciclo político, ¿cómo crees que queda en pie la relación con Bolivia desde el lado oficial e institucional y desde el lado de las relaciones más humanas?
Estoy leyendo los procesos chilenos –y quiero dejar en claro y pidiendo disculpas que yo me siento parte de este proceso- como un proceso de cambio de mirada, es decir, una reubicación geográfica, política y afectiva de Chile en el sur. Porque Chile fue un país que no se consideró a sí mismo un país del sur. Bolivia le da asco, aunque parte de su mano de obra proletaria la saca de ahí. Este cambio de mirada es un proceso que todavía está incipiente y que hay que potenciar mucho. Por eso, por ejemplo, a mí las organizadoras del congreso me ofrecieron una conferencia vía Zoom, y yo les dije que no, que quería ir físicamente. Creo que tenemos que hacer un esfuerzo social que los estados son incapaces de hacer. Tenemos que hacer un esfuerzo social para que esa mirada se concrete.
Yo no sé cómo no se ha desplegado el activismo boliviano hacia la constituyente chilena, para borrar la constitución del estado-nación el artículo que prohíbe la negociación marítima. ¡Está en la constitución de Pinochet ese artículo!
Yo creo que el proceso chileno tiene tantas facultades, tantas aristas, que creo que va a irradiar hacia Argentina, hacia Perú, hacia Bolivia. Yo lo veo muy positivo, muy lindo, con mucha esperanza, pero no al gobierno sino al proceso.
En este proceso que vivimos, ¿cuál es el lugar que ves tú ha tenido el feminismo? Porque si bien es cierto hay una historia del feminismo muy larga -lleva más de un siglo- luego del 2018, de las tomas feministas, de LASTESIS, comenzó un proceso de masividad del feminismo que no se había visto. ¿Cuál es la potencia que ves en el feminismo para estos cambios y estas revoluciones que se han gestado, tanto en Chile como a nivel mundial?
Veo esto con mucha esperanza, pero hay que hacer un stop. Porque no es simplemente la euforia “¡bravo!, ¡que lindo es ser feminista!”, es decir, hay que hacer unos quiebres conceptuales para releer lo que está pasando. El primer quiebre es que el feminismo no es en singular sino que es plural. Hay que hablar de los feminismos porque no hay uno sino que muchos. El segundo es el generacional: estamos hablando de mujeres jóvenes, no sé si estamos hablando de sub 20 o sub 30, pero estamos más o menos en ese rango. Tercero, he generado un concepto que me sirve mucho para leer el feminismo en Bolivia, y creo que es un concepto que ha causado euforia donde he pisado, que es el famoso concepto del feminismo intuitivo; es decir, yo hablo de mujeres que no se consideran feministas pero que tienen un accionar feminista.
Aunque en Chile estemos en una postura donde sí se llaman feministas, pero, ¿de dónde proviene la genealogía de ese feminismo? Eso es muy importante. Entonces, así como hacemos un quiebre de un feminismo en plural, tenemos que hablar de múltiples genealogías simultáneas. El peso del eurocentrismo y el anglocentrismo de los feminismos, por ejemplo, aquí en Chile lo veía de manera que me daba bronca. Las feministas oficiales chilenas siempre me han subestimado, siempre me han tratado como poquita cosa, y se desmayan si viene Butler, se hacen filas para verlx. Yo también he leído todos los libros de Butler, y si viniera sentiría que es una amiga, pero esa necesidad urgente de feminismos oficiales, de adscribirse a que la corriente de pensamiento, que la máquina de pensamiento feminista es la academia del norte, sea al interior de la visión queer, sea al interior de otros feminismos, es muy fuerte.
Hemos tenido también el problema -y tenemos aún el problema- de una batería de categorías y de políticas muy ofensivas, con mucho dinero, desde el neoliberalismo por personajes como la Bachelet. ¡La Bachelet es la mierda de la mierda, de la mierda! La construcción de una mujer es la construcción de una síntesis de baterías, de categorías, de fusión una entre proyecto neoliberal y género, entre proyecto neoliberal y mujeres. Es un posibilismo sin despenalización del aborto, y hay que decírselo en la cara toda la vida. Porque las chilenas van a lograr la despenalización del aborto a pesar de la cabrona de ONU Mujeres, y hay que decírselo. Entonces, ¿qué pasa con esa batería?, esa batería igualitarista, esa batería de derechos, esa batería de empoderamiento, esa batería de una serie de categorías, está por todos lados. Pero está por todos lados no por fruto de un proceso, como por ejemplo, el que estoy haciendo yo u otra gente que vamos a pie poco menos, de sitio en sitio, estamos discutiendo con la gente, construyendo un visión de nosotras. No. Van con los millones de dólares de las ONG´s, con talleres que subestiman la inteligencia de las mujeres. Es porque es una batería tan estándar y tan tiránica y tan de arriba para abajo, que no la puedes cuestionar.
Por ejemplo, a mí me llaman de un centro minero en Bolivia, y me dicen: “compañera, queremos que usted venga”, y yo les digo: “¿por qué me quieren allí?”. “No, es que usted trabaja el tema del empoderamiento”, y ahí me dan ganas de abrir la ventana y lanzarme. No me lanzo, pero hay una confusión que construyen deliberadamente para disciplinar, domesticar y encorsetar a la fuerza de las mujeres dentro del discurso de derechos, y el discurso de igualdad de la mujeres, que es un discurso liberal es muy fuerte.
La despatriarcalización es un punto de partida en el sentido de que ya está aconteciendo. No es solamente un horizonte de sentido, sino es un punto de partida absolutamente invisible. Yo estoy convencida de que una porción muy importante de los feminicidios son un acto de castigo contra ese proceso de despatriarcalización. Yo estoy convencida que estamos asistiendo a una lectura rebelde de las mujeres jóvenes de las vidas de sus madres, que es, entonces, una ruptura con cánones muy profundos y muy personales. Por eso tú ves que las chicas no se están jugando solo ideas, también están jugando un ímpetu físico, corporal, existencial que no lo para nadie más que un feminicida.
La conquista del otro es una mierda. La conquista de los derechos políticos no es una conquista, es una lápida. La conquista de la fiesta, la conquista del placer, la conquista de lo propio -yo le llamo lo propio a absolutamente toda esa subjetividad- es aquello a lo que estas mujeres, esta generación, está apostando con mucha fuerza. Entonces ves a una generación muy festiva, muy atrevida, muy sexual, que absorbe las ideas y está en búsqueda, porque es un impulso por escribir, es un horizonte por plantear y yo me engancho muy bien con ellas. En Bolivia, por ejemplo, veo el papel de ese feminismo intuitivo no explicitado, que está transformando, que está despatriarcalizando la sociedad y que tiene un vínculo con los grandes temas de la sociedad, como puede ser la democracia o la lucha contra el racismo o distintos temas que van apareciendo, entonces sí hay una capacidad de movilización muy importante.
¿Podrías describir un poco más los conceptos de feminismo intuitivo y el de feminismo bastardo?
El concepto de feminismo intuitivo es, básicamente, un feminismo masivo y no minoritario. No es un feminismo de élites. No es un feminismo de intelectuales. No es un feminismo de categorías. Es un feminismo que está saliendo de abajo hacia arriba, no está viniendo de arriba hacia abajo. No es fruto de una instrucción, sea una instrucción de cualquier tipo, sino que es fruto de una lectura directa, rupturista, de la calle, de la vida, de las condiciones en las que estás. La fuente principal de este feminismo intuitivo son las voces de las anónimas, por eso es inapropiable.
El feminismo intuitivo no es de las Mujeres Creando, no es de no sé qué colectivo. El feminismo intuitivo es inapropiable. Eso es lo que perturba más al sistema, porque no tiene nombre. ¿Dónde las vas a apresar?, ¿dónde las vas a buscar?, ¿quién es su dirigente? En el feminismo intuitivo no hay nada de eso.
Por ejemplo, un fenómeno que desde Chile se puede leer claramente es la performance de LASTESIS. La perfomance de LASTESIS es respondida por un feminismo intuitivo mundial. No hay donde perderse: la mujeres dicen “eso me representa”. Punto. Nadie se atrevió a cambiar ni una coma. Eso en cuanto al feminismo intuitivo.
El feminismo bastardo lo planteo porque a mí me interesa el lugar de enunciación. Tenemos muchos problemas políticos y metodológicos con el lugar de enunciación. Primero, tenemos un problema cuando tú hablas en nombre del otro y de la otra. Cuando tú hablas en nombre de otro, le quitas su palabra.
Otro de los problemas del lugar de enunciación, es que es enquistado como un lugar identitario. Entonces, hablo como lesbiana, hablo como mujer, hablo como indígena. El feminismo bastardo, de alguna manera rompe, o pretende romper, esa enunciación y plantea un lugar que es intersticio, un espacio entre dos, cualquiera fuera. El feminismo bastardo es el lugar de lo no aceptado, de lo ilegítimo, de lo no perteneciente, de lo no reconocido. Desde el punto de vista étnico-cultural, el lugar bastardo es imprescindible para comprender y transformar la sociedad del sur del mundo, porque el lugar de lo bastardo es asumir la violencia como origen ancestral, es asumir la genealogía de violencia que te produce como ser humano. El lugar de lo bastardo es ese lugar de reconocimiento del padre violador y la madre violada, el abuelo violador y la abuela violada, es el fruto de ese proceso violento.
En ese sentido, es súper importante porque construye un lugar político que impugna el mestizaje como blanqueamiento, que impugna el proyecto de mestizaje para Chile, para Bolivia, para Argentina, para Perú. El bastardismo es el procesamiento -de alguna manera- sanador y terapéutico de ese odio, que es un odio propio, un odio de adentro. Yo entiendo el lugar de lo bastardo como lugar político, de nuestra putrefacción, de tratamiento de nuestros complejos físicos, psíquicos, emocionales, de tratamiento de nuestras taras, de tratamiento de nuestros traumas.
A propósito del tema de la difusión, porque al tiempo que el feminismo ha llenado las calles, también es necesario que pase a la escritura o a las prácticas artísticas y sabemos que esto genera rechazo y sospecha. Tu insistencia en publicar libros, en ser independiente, en difundir tu teoría a través de la escritura, ¿por qué mantenerla?, ¿por qué seguirla?, ¿por qué hacer el trabajo de la independencia de la escritura y en las prácticas artísticas?
La academia está produciendo un saber, pero el problema es cuando pretende monopolizar el sentido del saber, y ese monopolio hay que romper. Eso es lo primero. Lo segundo, nuestras academias están absolutamente eurocentradas, desde la bibliografía, desde los métodos, todo. Desde ahí adentro no se puede romper ese eurocentrismo. La arrogancia con la que la academia ha tratado a los colectivos y los movimientos es despreciable. Además, vienen a investigarte, tú eres el objeto de estudio.
Tu pregunta iba a otro lado pero esto había que decirlo. Yo escribo porque para mí es como respirar, para mí es una cuestión vital. Yo no puedo no escribir lo que pienso, lo que siento. Mi escritura es un vínculo muy importante para mí con la sociedad, no es un acto de retiro. Tú tienes aquí un Pedro Lemebel que se enunció a sí mismo muy pronto, porque te estamos hablando de los ochenta. Y no solamente Pedro, porque no fue una figura aislada. Yo creo que la gente se va a ir refusionando con su propio ser como un lugar, porque antes de reconocerte estás produciendo teoría. Los movimientos son una fuente de saber inagotable.
Esta gira en la que estás hoy día, ¿cómo se relaciona con este momento de contingencia, de pandemia?
La pandemia tiene tres estructuras que no son la misma: una estructura sanitaria, una estructura política y una estructura filosófica. Yo no soy negacionista, pero no estoy dispuesta a renunciar a una visión crítica de lo que está sucediendo en todos los términos políticos y filosóficos que nos podamos imaginar.
Yo escribí un primer texto de pandemia que se llama “Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir”, que bueno, me llovieron las críticas, pero se tradujo a no sé cuántos idiomas. Cuando vino la pandemia, en Bolivia todo se paralizó. Estábamos además en un gobierno fascista que lo utilizó para infundir miedo, porque una cosa es que tengas miedo y otra cosa es que te lo insuflen. El aislamiento, las medidas de bioseguridad, son todas contradictorias, son medidas al modelo capitalista colonial.
Por ejemplo, la distribución de las vacunas es una geopolítica colonial inobjetable, grotesca y no es algo que solo yo lo veo y nadie más lo ve. Yo creo, en términos muy de leer una bola de cristal, que tenemos que vivir con la pandemia. No sé cuándo se podría acabar la pandemia.
Con esa vuelta a la normalidad, que además nos hablan de la “nueva normalidad”, nos han vuelto a enchufar la palabra normalidad. ¡Cuánto hemos luchado contra la palabra normalidad! Hemos dado todas nuestras luchas contra la normalidad y ahora es lo más ansiado.
Para mí moverme es muy duro, venir a Chile y a cualquier sitio es muy duro porque hay que hacer más papeles, hay que gastar más dinero, hay que pasar una serie de túneles de miedo, de intimidación, pero yo estoy dispuesta porque yo quiero la vida que yo quiero. No quiero que me digan que estoy viva, encerrada en una caja, con permiso para ir al supermercado. Eso no es vivir. Y además, efectivamente, estamos en un momento que igual hay una apertura, entre apocalíptica, mutante, de cambio, de incertidumbre que tienes que vivirla, experimentarla, tienes que sentirla para entenderla. Entonces, yo estoy haciendo este experimento conmigo misma, a costa de nadie. Lo estoy haciendo conmigo misma porque lo necesito.
Hay otra pandemia que no se ha acabado, que es la pandemia del VIH y que además ha sido invisibilizada en este último tiempo. En los medios de comunicación, se dice una y otra vez que no hay memoria de una pandemia en 100 años y olvidan el VIH/Sida. Virus para el que todavía no hay ninguna vacuna. Néstor Perlongher, activista argentino, decía que toda pandemia siempre es utilizada para controlar el deseo. Previo al inicio de la pandemia estábamos en una insurgencia muy profunda que fue el estallido social. Estábamos en las calles, fue un momento muy impresionante ese que vivimos, donde la calle era la vida. Lo único que lo logró aplacar fue la pandemia. Antes de terminar ¿qué te gustaría decirnos sobre este tiempo que se nos viene?
A la gente en general les quiero decir que no se viene la nueva normalidad, ¡que se vayan a la mierda! La nueva normalidad es el viejo colonialismo, pero lo que se viene es la hiper convivencia con el virus. Además, han hecho un experimento con los mecanismos de manipulación social, los ha sofisticado mucho, los ha depurado mucho. Hay una mutación cibernética muy clara, muy evidente, en varios campos, especialmente en la llamada educación. Hay una supresión del cuerpo en muchas relaciones afectivas que me preocupa mucho, y no sé cómo interpretarla.
En Chile mucha gente se quejaba que la calle ya no está siendo lo que era. Yo creo que las comunidades, los pueblos, los colectivos, tienen derecho a ralentizar, a retomar energías, a estar en un estado de reposo. Y yo creo que ese estado de reposo que se siente en Chile es absolutamente entendible, pero creo que la gente está muy intranquila al mismo tiempo. Es un reposo, como hace el gato, “cuidado que pase algo aquí”.
Yo creo que Boric va a iniciar procesos de negociación muy cuestionables, y creo que el proceso constituyente está todavía impregnado en la lógica de derechos: “¿cuáles serán los derechos que nos van a dar y cuáles vamos a anotar?”, porque el disciplinamiento neoliberal es muy grande, y yo creo que ese puede ser un error jodido, puede hacer que la constitución sea muy retórica y que no afecte la matriz liberal del estado-nación. Estoy bastante preocupada pero muy interesada, porque nosotrxs como sociedad lo hemos pagado. En Bolivia el proceso ha tenido un devenir muy tóxico. Yo creo que podemos ser una base de aprendizaje importante para no equivocarse como nosotrxs. No como modelos, sino al revés. Porque la presión sobre Chile va a ser muy fuerte, va ser internacional, y va hacer de espaldas a la gente, no crean que eso va a salir en los periódicos.
Perfil del autor/a:
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Biólogo y escritor disidente sexual