La autora mexicana, próxima a visitar Chile como parte de la nueva edición de la Feria Internacional del Libro de Valparaíso (FILVA), llega al país con dos títulos publicados: «Serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora» y “O reguero de hormigas”, ambos de Ediciones Libros del Cardo. Sobre la historia de las mujeres, la poesía, el trabajo escritural conversa en esta entrevista.
La historia de Eloísa, su abuela. La historia de Eloísa, una vecina. La historia de Eloísa, una mujer cualquiera, como tu mamá, tu tía, tú misma. Pero no una mujer cualquiera. Por más que puedan ser muchas, estas Eloísas viven en el margen de sentido de lo que la economía y la sociedad ha llamado clase media.
C-L-A-S-E / M-E-D-I-A. Dos palabras que conceptualizan una ficción política atravesada por lo que se supone es una forma de vivir, una condición socioeconómica, pero también, como explica la escritora mexicana Yolanda Segura, “una herramienta de control”. Y como aborda en este poemario: un mandato de género.
Un trabajo de rescate generacional, un llamado a la ancestralidad, quizás una primera, segunda, tercera capa de pintura a la cual acudir para explicarnos el presente, que en el caso de Yolanda Segura, invitada a la FILVA 2022, corresponde al sustento de la posibilidad de que ella hoy, pueda dedicarse a la escritura.
Una propuesta a la que se suma un segundo título, O reguero de hormigas, que también desde la poesía, aborda la relación natural y social con la sangre.
La obra «Serie de circunstancias posibles en torno a una mujer mexicana de clase trabajadora» logra colectivizar una historia particular o representar una historia colectiva en una individual. ¿Cómo dialogan ambos planos en este relato poético, en esta temporalidad que vive la personaje, Eloísa?
Creo que uno de los problemas a la hora de interpretar la historia tiene que ver, precisamente, con la separación que establecemos entre lo colectivo y lo individual. En este caso, para mí era importante desligar a mi personaje (que tiene su origen la figura de mi propia abuela) de la historia personal y generar una especie de personaje «tipo» en el que pudiera reconocer a otras mujeres de su generación, sobre todo para poder identificar las violencias estructurales y las dificultades a las que ellas estuvieron sometidas.
En esta trayectoria de Eloísa, en este periplo histórico, ¿dónde queda, qué rol le cae a la subjetividad?
La subjetividad, en efecto, antes que una persona concreta o un yo, me daba la oportunidad de focalizar procesos sociales e históricos desde un lugar para enunciarlos, sin necesariamente entrar en las particularidades que implicaría la creación de un personaje. Quiero pensar que esa subjetividad funciona más como un modelo que como una persona.
¿Qué claves toma el libro para abordar la ancestralidad? ¿Desde dónde se posiciona para esta faena?
Ha sido muy importante reconocer que la posibilidad de que yo me dedique a la escritura está sustentada también por el trabajo silencioso y muchas veces no reconocido de las mujeres de mi familia, por lo que parte de reconectar con esos vínculos, también se trató de llevar a sus historias algunas herramientas críticas desde el presente, como los feminismos y las miradas más recientes a ciertos momentos y actores sociales. Esto lo sentí como una manera de retribuir, aunque sea simbólicamente, sus esfuerzos. ¿Qué habría hecho Eloísa con su vida si hubiera tenido las posibilidades de análisis que podemos tener ahora, por ejemplo? Esa fue una de las preguntas más importantes a la hora de escribir este libro.
¿Cuál es la importancia de involucrarse en contar/desmontar el relato sobre la clase media?
Principalmente, al carecer de una definición única, el concepto de clase media se convierte en una herramienta de control porque a partir de ahí se articulan muchos discursos políticos pero, al indagar un poco, es notoria su función como un significante vacío o que representa muy poco en términos de lo que pueden implicar las políticas orientadas a este sector específico. Además de ello, en un contexto neoliberal de desigualdades tan atroces como las que vivimos, ese relato sostiene la ficción que permite borrar o desdeñar tales diferencias.
¿Cómo influye, cuán presente está el relato de la clase media en el México de hoy?, ¿está vigente?, ¿cuáles son las particularidades de este en tu país? Por ejemplo, acá está atravesado por la idea de la «meritocracia» y del acceso mediante el crédito.
Creo que en México funciona de manera muy parecida, aunque el crédito puede que no sea uno de los rasgos principales, pero sí sirve para sostener ese discurso tan dañino y peligroso de que «los pobres son pobres porque quieren».
Por el otro lado, creo que dificulta mucho las posibilidades de organización colectiva/comunitaria y, sobre todo, atomiza a la población porque muchas personas tienen miedo a dejar de «ser de clase media» si hay algún movimiento político importante, sin considerar que nunca el statu quo ha trabajado en realidad a favor de las mayorías.
¿Qué particularidades tiene la clase media desde una perspectiva de género?
Creo que la particularidad estriba en el trabajo de cuidados no remunerado, es decir, en la clase media -o mejor dicho, la clase trabajadora- las mujeres que salieron del ámbito doméstico para tener trabajos fuera de casa, tuvieron que seguir haciéndose cargo de las tareas del hogar: esa duplicación de la jornada laboral implica en términos concretos muy poco tiempo libre y, en términos un poco más complejos de pensar, una mayor exposición acrítica a los discursos del deber-ser femenino. Si no tienes tiempo de tomarte un café con tus amigas, muy probablemente tampoco vas a tener tiempo de pensar si la vida que tienes es la que quieres. Eso es lo que creo que le sucedió a Eloísa.
¿Cuán presente están narrados/visibilizados los cuerpos trabajadores en la literatura Mexicana?
Creo que afortunadamente están presentes cada vez más. Puedo pensar en los textos de Cristina Rivera Garza, de Dolores Dorantes, de la propia Sara Uribe, de Iveth Luna…
Es importante reconocer que los factores de clase, de dinero, de acceso a servicios públicos y formativos, determinan tanto la naturaleza de nuestros personajes como la naturaleza de la literatura en su conjunto, y en ese sentido las revisiones que podamos hacer al respecto también nos irán dando oportunidad de encontrar nuevas formas de entender y transformar nuestras realidades.
¿Cómo dialoga este poemario con O Reguero de Hormigas, publicado también por Los Libros del Cardo? También, ¿cómo se inscribe, en qué momento de tu carrera se ubican estos libros?
Entre O reguero de hormigas y Serie de circunstancias hay un libro más: per/so/na, que sí creo que serviría como un intermedio para ver el trazo de la búsqueda. En O reguero tenía la intención de pensar sobre la sangre -tanto la violenta (aquella que sale del cuerpo de formas no «naturales», digamos) y aquella que sale de forma esperada, concretamente la menstruación- combinada también con las formas en que el color rojo se convierte en un símbolo y adquiere diversos significados según el contexto. Ahí también, creo, había ya una preocupación por lo que queda en medio del discurso público y el discurso privado: la sangre menstrual ha correspondido históricamente a ese lugar privado, mientras el rojo y sus significados se relacionan más con lo social.
La sangre está presente biológicamente, socialmente, culturalmente, incluso geopolíticamente. ¿Cuál es la particularidad que le otorga abordarlo desde la poesía?
En el discurso poético hay posibilidad de dejar las significaciones abiertas, de no cerrar definitivamente un concepto, y a partir del montaje de la poesía es también posible insinuar vínculos que quizá en otro tipo de lenguajes serían complicados. Además, gracias a los espacios en blanco y los juegos en la página, me gusta pensar que también hay espacio para que quienes leen inserten sus propias observaciones y preocupaciones, algo que no siempre se siente en el ensayo, que habría sido quizá la ruta esperada para abordar estos temas.
Los procesos escriturales están marcados por la biografía, el contexto y otras y otros autores. Sobre esto último, ¿con qué otras autoras dialoga tu obra?
Leo muchas autoras mexicanas, sobre todo de poesía, algunas que mencioné en una pregunta anterior, pero también me fascina leer teoría feminista y teoría política: Judith Butler, María Galindo, Silvia Federici…
Respecto a autoras latinoamericanas, han sido particularmente importantes Carmen Berenguer, Nona Fernández, Camila Sosa Villada, Susana Thénon, Gabriela Cabezón Cámara. En general, me emocionan las escrituras capaces de ver con ojos nuevos lo ya conocido o de proponernos nuevas formas de estar con lxs otrxs.
Describías tu forma de escribir como «caótica» en otra entrevista. ¿Qué quiere decir?
En cuanto al proceso, que no siempre sé a dónde va a llevar, que casi siempre inicia con anotaciones inconexas respecto a las cuales tengo la intuición de que pueden hacer sentido si se ponen juntas, pero eso casi nunca lo sé desde un primer momento. Últimamente me ayudo de mapas conceptuales antes de pasar al proceso de ordenar y editar, aunque los propios mapas parecen desconectados. Respecto a la forma, creo que el resultado del proceso es una escritura con cabos sueltos, con grandes huecos y con elementos que no terminan de cerrarse. Eso es intencional y es lo que puedo calificar de caótico. No he sentido nunca interés especial en que el texto resultante sea un texto total, perfecto: al contrario, me importa que sean visibles las costuras y el artificio.
¿Cómo eliges los tópicos que abordas en tus obras? ¿Qué determina que una idea finalmente quede plasmada en un libro?
Cuando algo empieza a rondar obsesivamente en las conversaciones, sobre todo con mis amigas, pero también con mi familia y con algunas colegas escritoras, muchas veces siento que ahí hay material para indagar.
Respecto a cómo eso se conserva en el libro, creo que ahí responde también a un cuidado con el ritmo y con las latencias que me interesa dejar insinuadas. A veces, las ideas iniciales son un poco más explícitas y el proceso de escritura tiene que ver también con recortar y no decir de más, para dejar espacio a las preguntas de otras personas en torno a esos temas. Más que respuestas, lo que quisiera provocar siempre son más preguntas, o certezas incómodas y provisionales.
¿Cómo la disidencia sexual y el activismo se vierte y /o involucra en tu trabajo literario?
Creo que se cuela en la medida en que unx no puede desprenderse de quien es, de su cuerpo, para escribir. No es que lo ponga conscientemente, sino que no creo que haya manera de desligar esa manera y esos discursos que unx tiene para entender el mundo en el proceso de escritura que es, a final de cuentas, siempre un diálogo con lxs otrxs y con el contexto.
¿Cómo influye tu rol de profesora en tu obra?
Di clases durante catorce años y apenas este año me fue posible dejar un poco de lado esa labor que, aunque amo profundamente, también puede ser muy demandante y, sobre todo, precarizada. Sin embargo, la posibilidad de mantener conversaciones estimulantes con lxs estudiantes, sin duda es útil para hacer las conexiones inesperadas que después aparecen en los libros. Eso todavía está presente en estos dos trabajos, ya se verá si se transforma en los próximos.
¿Cuán próxima estás al campo literario chileno, más allá de la feria y de la editorial que te ha publicado?
Intento mantenerme al corriente pero a veces es difícil por el tema de la circulación de los libros y las dificultades para conseguir muchos de ellos desde México. Aparte de las autoras que mencionaba antes, pensaría que autores como Pedro Lemebel, por ejemplo, Diamela Eltit o Alejandro Zambra, que son referentes importantísimos para la literatura latinoamericana.
En las escrituras chilenas encuentro espacios para la experimentación y las voces disidentes que me hacen saber de una tradición rica, compleja y que está todo el tiempo reinventándose. A este viaje voy con la maleta casi vacía con la intención de regresarla llena de libros.
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