Los pueblos autoconvocados de la Raza Cómica toman la decisión de romper cualquier tipo de relación con regímenes genocidas, con sus cómplices y mercenarios que se enmascaran bajo togas ensangrentadas. Conforme a esto quisiéramos anunciar el cierre de nuestras relaciones diplomáticas con todas las potencias que arrasan Gaza y ensayan el exterminio del pueblo palestino -aunque no contemos con embajadas para dicho efecto-.
Tampoco tenemos consulados, ni contamos con altos funcionarios. Y nadie nos ha preguntado nuestra opinión. Pero la damos, porque aquí los bombardeos de imágenes se precipitan densos en la psiquis, y entreverado en el torrente, las señas de un pueblo arrasado. La infancia lastimada y perseguida de la guerra sin tregua contra civiles. Pero sobre todo porque sabemos distinguir entre un conflicto bélico y un asedio a un territorio desarmado y sin derecho a la autodeterminación. Conocemos el terrorismo de Estado, cuando no existe sosiego ni siquiera en un lugar cuya denominación irónica es la del «refugio». Nuestros hospitales serán un triste remedo, pero nos bastan para saber que no son objetivos militares. Y nos horroriza.
Nos tienen sentados viendo un genocidio en directo, y justificándolo con toda la industria cultural que nos dieron a cucharadas por décadas, pensando tal vez que olvidaríamos así que el despojo tiene una vocación de exterminio. No se dieron cuenta que nos bastaba sólo cambiar de canal para ver que dormimos sobre un volcán de violencia tectónica.
Reconocemos el racismo en cuánto lo vemos. Nacimos del colonialismo; le conocemos lo terrible de las entrañas. Así hayan reemplazado la palabra «racismo» por la de «supremacismo», sabemos qué hay detrás de un mapa que cambia sus colores en detrimento de otros que desaparecen.
Sabemos que sugerir evacuar es amenazar con desplazamiento. Entendemos que las razones de Estado proyectan genocidios como estrategias militares. Que la pérdida de vidas civiles lamentadas por las organizaciones son de hecho las que no importan. Que las responsabilidades de un ejército profesional no son equiparables a las de un grupo terrorista. Porque sabemos distinguir entre ambulancias y tanques.
Nos tienen sin cuidado las fake news para calcular que en esa ecuación en que la vida de un civil vale por cinco del otro bando, hay deshumanización.
Llamamos al boicot de las narrativas que imponen la indulgencia frente al genocidio – y a cualquier tipo de retórica que edulcore la cruda estampa de su ejecución-. A exigir la pronta liberación del territorio palestino. Llamamos por último a condenar todo tipo de propaganda a favor de la sostenida masacre sionista.
De seguro el quiebre de nuestras relaciones diplomáticas les importe un carajo a los regímenes aludidos; es de sobra sabido que las razas cómicas no tienen más que una oportunidad sobre la tierra. No tenemos más capital que la sabiduría popular que se revuelca sanguinolenta en el pozo de nuestra propia amnesia. Si se nos permitiera unas últimas palabras antes del portazo, podríamos tal vez decir que en la tierra donde nació el colonialismo, quien siembra viento cosecha tempestades. Y lo que la lección rabiosa repite: la historia no los absolverá.
fuente portada, ig: @kellylatimoreicons
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La raza