Este libro, compuesto de colaboraciones de distinta índole y textura, se enmarca en la conmemoración de los cincuenta años del Golpe civil-militar que puso fin al gobierno de la Unidad Popular y retomaba, con ello, el largo proceso de sometimiento al capital global en el territorio ocupado por el Estado chileno.
Al publicar este libro, el primero de Alma Negra Editorial, nos hacemos parte de la larga ruta rebelde que, por distintos medios, y ante el desafío de resguardar la memoria viva, busca impedir que lo desaparecido —tanto en las vidas como en las ideas—, se pierda para siempre.
Ninguna experiencia política puede considerarse clausurada cuando está en disputa el relato de quienes tomaron parte o se «afectaron» durante los mil días de revolución y de la contraofensiva de persecución y muerte. Esta publicación toma forma precisamente allí, en esos cuerpos que pertenecen a una generación que recibe por herencia la disputa por el relato de la derrota y que se enfrenta al consenso de la transición pactada y su democracia «cartucha».
Si lo ya-sido insiste aquí y ahora es porque las costuras que hilvanan nuestras condiciones materiales y anímicas de existencia reposan sobre la tortura, la desaparición y el terror. La memoria abre un pasaje por donde lxs muertxs logran afianzar nuestras posiciones: una incesante intrusión, una provocación, una escaramuza. Si bien no hay asimilación posible entre los proyectos de futuro truncados y las luchas en el presente, el paisaje no está exento de encuentros. La espectralidad de aquello que una y otra vez intentan hacer desaparecer —olvidar, superar, suturar— brota en su intromisión como movimiento pre-sentido de una memoria sentida y en acto.
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«Espectros de la dictadura alude a lxs desaparecidxs, a sus cuerpos aún no hallados, a sus rostros que salen a desfilar una y otra vez en las pancartas y en las memorias de sus deudxs y quienes lxs acompañamos. Pero también de todo un país. Alude, por tanto, a la memoria y a la imposibilidad del duelo, a esa insistencia histórica que no se encuentra tan sólo, o no principalmente, en el pasado, sino en el presente, entorpeciendo nuestro aquí y ahora, oscureciendo nuestro allí y entonces, y nuestras posibilidades de pensar el futuro.
Alude también a lxs aparecidxs (vistxs y oídxs) en las calles durante la insurrección de 2019 y a la reaparición durante esos días de los mismos medios, aparatos y dispositivos para aplacar toda sublevación: la represión, el terror, la tortura, la prisión y el asesinato. También alude, lamentablemente, a lxs que justamente en 2023 y en son del proyecto instalado con el golpe (incluso recrudeciéndolo) se encontraban redactando una Constitución a puerta cerrada, y que se hacen llamar expertos (expertos, espectros), y también en los rostros y discursos hibridados de la ultraderecha que conformaron, en su mayoría, el Consejo Constitucional que asumió la redacción de una nueva constitución.
Un espectro recorre Chile, y no es el del comunismo, sino el de Pinochet. El espectro de su golpe, el espectro que asedia, a medio siglo, las puertas de La Moneda y las de cada hogar que recuerda u olvida y repite: desde el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, desde septiembre del 2022 según lxs optimistas. Asedio, como quiera que fuese, refrendado el domingo 7 de mayo de 2023».
Palabras preliminares. Silvana Vetö y Nicolás González (Pág 9-10).
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«El horror, muy por el contrario, nos obliga a ver. Si es necesario, deambulará como un espectro entre nosotros, dentro de nosotros, incluso bajo nosotros (con los gritos de una revuelta latente e inagotable expandiéndose cada segundo entre vagones y multitudes eufóricas). He ahí la presencia ominosa de los fantasmas que provoca cada tanto un desajuste en nuestras vidas. Seguimos eso que nos provoca incomodidad, ese corazón palpitante, esa voz desobediente que nos murmura en la nuca, que merece la pena ser reconstruida, desenterrada, nombrada (porque también buscamos nombres ¿verdad?). No, no podemos olvidarnos del horror de la dictadura porque los restos siguen aquí.
Es persiguiendo aquella certeza que doy con un camino hacia los espectros, uno que solo puede trazar alguien que en esos años decidió desaparecer, convertirse en fantasma, ser una mancha en las fotografías de sus seres queridos, un espacio vacío que duró 12 años y aún hoy se traduce en eufemismos en las reuniones familiares».
Laguna. Angelo Alessio (Pág 17-18).
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«De ahí mi urgencia, aunque no exenta de dificultad, de reivindicar, hoy más que nunca, la memoria con cuerpo, del cuerpo y para el cuerpo. No obstante, no se trata de remover estas memorias a partir de un diálogo inter y transcorporal, experiencial, sensorial, sino más bien de traducir a la palabra aquello que se aloja en la materialidad del cuerpo, a pesar de que he defendido por años la intraducibilidad de mucho de lo que carga el cuerpo. Pero es la urgencia la que empuja hoy este paso de lo material al consenso de la palabra escrita, para recordar e invocar un pasado que nos habla aún muchísimo del presente y, peligrosamente, del futuro».
Invocar a los espectros. Sibila Sotomayor (Pág 34).
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«Es el comienzo de la pandemia. Piñera baja de su auto y camina hacia la representación monumental del General Baquedano (ese general que encarna como nadie el proyecto expansionista y colonial winka de finales del siglo XIX) sobre su caballo Diamante. El presidente se sienta al pie del monumento y hace que uno de sus escoltas lo fotografíe. Además de los pacos y los milicos apostados en la plaza, alguna persona hay allí, pues la fotografía a la que tenemos acceso y que se viralizó en redes sociales, no es la que saca el escolta (no es la fotografía que, podemos suponer, está en posesión del ex-presidente). No. Lo que tenemos es una fotografía de Piñera posando para una fotografía a la que no tenemos acceso. Es por esto que se trata de una foto de «mala calidad», algo pixelada de tanto zoom. En la foto, lo vemos allí solo, al parecer sonriente, bajo el monumento rayado, en cuyo costado podemos leer claramente «¡Fuera Piñera!».
¿Qué quería hacer, qué estaba haciendo este hombre, a la vez presidente de la república y poseedor de gran capital, con este gesto? Algo que es un hecho, bastante evidente, es que la ausencia de cuerpos resistentes es lo que permite su «visita» a esa zona y lo que la produce. Antes de este día, el presidente no ha podido, no se ha atrevido y probablemente ni siquiera ha pensado en ir a pararse allí. La plaza ha estado tomada por el pueblo, un pueblo al que no representa. Su «enemigo peligroso». Esta ausencia forzada es entonces lo que habilita la performance del autócrata, pero también es lo que la trunca».
Sin fantasmas no hay por-venir. César Barros A. (Pág 60-61).
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«Desde el inicio de la pandemia del COVID-19, en los medios de comunicación pública, los políticxs y periodistas insistieron en decir que no existía memoria de una pandemia en al menos 100 años, pero «olvidaron» al VIH/Sida. La pandemia del VIH/Sida está con nosotrxs desde la dictadura y aún no ha terminado, de hecho, el país ha registrado una de las alzas de contagio más importantes en la región según informan los estudios del Instituto Nacional de Salud.
Se ha vuelto a instalar un silenciamiento y un menosprecio sobre la historia y los modos en que los colectivos han logrado sobrevivir a esta pandemia desde la dictadura, pero dichos colectivos han dejado, a su vez, un archivo de esta supervivencia. El VIH/Sida fue una pandemia causada, al igual que la pandemia del Coronavirus, por un virus que contiene su información codificada en una molécula de ARN mensajero. Ambos virus «piratean» nuestras células y debilitan el sistema inmunitario, ayudándolo a establecer acoplamientos con algunos microrganismos del mundo. Esta es una pandemia que no ha terminado y que, como un fantasma o un espectro, siempre ronda nuestro presente y para la que, después de 40 años, todavía no existe una vacuna definitiva, efectiva, pública y gratuita».
Activismos de la infección. Jorge Díaz (Pág. 127).
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«Al parecer, los niveles de control de la respiración de los individuos se encuentran completamente atravesados por las lógicas atmosféricas que organizan las diatribas existenciales actuales. Sloterdijk cita a Shakespeare: «Me quitáis mi vida si me quitáis los medios por los que vivo». Esto supone, claramente, que los nuevos medios de terrorismo estatal en el escenario posmilitar, controlan, mediante la ejercitación repetitiva del modo de producción capitalista de la vida, los medios ambientes de respiración vital. La herencia dictatorial, en tanto, es una herencia neumática; un respirar cotidiano del miedo y el terror, donde la agitación no emerge desde la resistencia, sino de la extracción constante de la energía vital. La amenaza constante de la existencia ante la pérdida de los medios de subsistencia es la «ecología» (la lógica del espacio donde rebota el sonido y la respiración) instalada por la dictadura ¡de golpe! Habitar el neoliberalismo es habitar una determinada forma agitada de respirar; respiración agitada frente al terror estatal institucionalizado y sistematizado».
Atmoterrorimo en Chile: reflexiones fobosóficas sobre la arquitectura ambiental neoliberal. Diego Pérez Pezoa (Pág 181-182).
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«Espectros de la dictadura a medio siglo del Golpe»
Autorxs: Angelo Alessio, Sibila Sotomayor, César Barros A.,
Camila Stipo, Jorge Díaz, Jocelyn Maldonado, Diego Pérez Pezoa,
Zeto Bórquez, Pablo Jiménez
Editorxs: Silvana Vetö y Nicolás González R.
Año publicación: 2024
ISBN: 978-956-08006-0-2
Número de páginas: 272
Dimensiones: 12 x 20 cms.