La cantautora, poeta y productora Marcela Parra presenta Poetas de Chile, una inspiradora forma de unir música y poesía. El disco es una banda sonora basada en los versos de Verónica Zondeck, Leonel Lienlaf, Rosabetty Muñoz, Carlos Cociña y Carmen Berenguer.
Marcela Parra nació en Temuco donde tuvo sus primeros acercamientos juveniles con la música, en bandas de rock y punk. Con el tiempo, amplió su campo de acción hacia sonidos folk, pop y últimamente ambient/electrónicos. Además ha publicado libros de poesía en los que conjuga su amor por el lenguaje, las artes visuales, las melodías y las texturas.
La autora estudió Artes Visuales en Valparaíso y obtuvo un doctorado en Creatividad Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid. También se dedica a la poesía, la pintura y la música. En 2008 publicó su primer poemario titulado “Silabario Mancha”. Entre medio, o más bien casi al mismo tiempo, ha tenido un recorrido como cantautora. Debutó en 2015 con el disco Astronautas en la playa, más tarde publicó El sonido no coincide con la imagen (2019) y este año presentó Poetas de Chile (Banda sonora), banda sonora de la miniserie documental del mismo nombre, que sigue los pasos de los reconocidos poetas locales Leonel Lienlaf, Rosabetty Muñoz, Carlos Cociña, Carmen Berenguer y Verónica Zondeck.
Al escuchar Poetas de Chile, se aprecia que ha optado por el silencio y la contemplación en modo “collage sonoro”, como ella ha definido las piezas de esta banda sonora. Banda sonora, porque en estricto rigor los temas de este disco acompañan los capítulos de una serie de TV que muestra el quehacer de varios autores chilenos.
Para dar nombre al tema inaugural, “La madre de las aguas”, Marcela escoge un concepto desde los versos del poeta Leonel Lienlaf, extraído de su poema “El sueño de Mañkean”. Los versos son los siguientes:
Cerca de la madre de las aguas
me miró la piedra en flor
y en el choque incesante de las olas
me abrazó su espíritu.
Musicalmente “La madre de las aguas” son tres minutos de sintetizadores de inspiración vintage y capas electrónicas que buscan representar digitalmente la poesía del poeta oriundo de la comunidad de Alepue. Esta lógica y metodología se replica en el resto de los temas, con variaciones que incluyen algunas voces ocultas entre las secuencias y mayor presencia de beats, como es el caso de “Ojitos de gato”, basado en Rosabetty Muñoz, o la más rítmica “Desfallece en el muro”, dedicado a Carmen Berenguer.
La artista ha dicho que los ejercicios electrónicos de este trabajo están inspirados en músicas de la órbita electroacústica como la italiana Catalina Barbieri, una fiera intérprete del sintetizador que ha publicado material para sellos emblemáticos como Mego o Warp, además de la fundamental Suzanne Ciani, pionera de la electrónica, activa desde los años 80.
“Mi papá es radiotécnico, entonces cuando niña siempre estuve rodeada de cintas, cables, transistores, parlantes, bobinas, tubos, muchos tocadiscos, radios con patitas. La relación entre el sonido, la electricidad y el magnetismo me sorprendían mucho. Todo artificial, pero a la vez creado por las fuerzas de la naturaleza. Y a eso se sumó después lo digital”, dice Marcela sobre sus primeros intereses en el campo del sonido y la tecnología.
— Este último disco te acerca más a las secuencias y atmósferas que tus primeras canciones. ¿En qué momento comenzaste a dar ese giro hacia inquietudes electrónicas?
— Tuve un dúo con un amigo de Temuco a principios de los dosmiles, René Ballesteros, que ahora es cineasta. Él tenía una caja de ritmos Roland, algo que casi no existía en el sur en esa época y con él alcanzamos a hacer algunas cosas. Hay una canción por ahí en internet. Pero fue muchísimo más tarde, más de diez años después, cuando recién tuve un controlador midi M-Audio de dos octavas (todavía lo uso), con el cual me puse a explorar. Y me hizo mucho sentido, además, porque tenía varias composiciones en piano que estaban abandonadas y luego tomaron rumbos inesperados para mí al incorporar lógicas de producción digital. Esto apareció en el disco El sonido no coincide con la imagen y ahora, en Poetas de Chile (Banda Sonora), la creación ha tomado un giro más atmosférico, porque vi la oportunidad de explorar fuera del formato “canción” con mayor profundidad en el hecho de estar componiendo para audiovisual. Tenía que construir espacio, dejar que las imágenes y los diálogos de los documentales para los que está hecho el disco se tomaran el protagonismo, fueran la figuración, la melodía, el motivo.
— En esa construcción comenzaste a sumar elementos…
— Me interesa la secuencia, la repetición, el sampleo, que también he ido incorporando, porque estas operaciones son una consecuencia de la reproducción fonográfica del sonido, que surgió a finales del siglo XIX como un experimento científico, pero terminó siendo mucho más que eso. Con la reproducción del sonido se generó un fenómeno que trastocó profundamente nuestra percepción: al poder separar el sonido del paso del tiempo, fue posible guardarlo, congelarlo, retroceder, y por primera vez también, pudimos escuchar nuestra propia voz fuera de nuestro cuerpo. Entonces, por supuesto que este fenómeno tenía que repercutir en la música. Aparecer como una cuarta dimensión del sonido. Por otro lado, siempre me ha interesado mucho la electroacústica, un espacio en el que además, hay muchas mujeres pioneras.
— Los títulos de las canciones son extractos o citas de poemas de sus respectivos autores. Creo que son muy precisos y representativos. ¿Cómo fue el proceso de escoger esos nombres y decidir cómo tenía que sonar cada tema?
— Los títulos son efectivamente extractos de poemas. Hice una visualización de los documentales enfocada sólo en encontrar los nombres. Buscando versos que resonaran con la atmósfera de los temas, con la intención también de poder dar la categoría de “título” a un verso que va dentro de un poema que ya tiene su propio título. Convertir esos versos en poemas sonoros mediante una designación. Lo rural y lo urbano fue importante para decidir aspectos rítmicos y también sonidos. Cada documental de la serie “Poetas de Chile” está dedicado a un o una poeta en particular, mostrando sus procesos de escritura, pero también los lugares desde los que escriben. Entonces, está rondando la pregunta de cómo es que aparecen los territorios en la escritura; de qué manera se manifiestan los lugares que recorrimos en lo que creamos. Las locaciones de naturaleza, como bosques, ríos y lagos, dieron lugar a sintetizadores rítmicos, texturas más pastosas, o sedosas, todo bien texturado.
— Desde ahí surgen los ritmos que percibimos…
— Hay ritmos, pero enmarañados, como el ritmo del agua en la orilla de un lago, que suena como agua, pero también a piedras, a madera. En cambio, las escenas de ciudades, son más de ritmos reconocibles, más “musicales”, más citadinos, hay más instrumentos reconocibles; samples de piano, trompetas, tabla india. Los tonos de las voces también fueron tomados como referencias para elegir sonidos y octavas con las que trabajar.
Las cosas que no existen
Las cosas que no existen, están en el origen de las palabras.
A partir de la paráfrasis de este poema titulado “Proposición 31.1.1”, obra del autor nacido en Concepción Carlos Cociña, Marcela compone “Las cosas que no existen”, dispuesto justo en la mitad del disco. Aparecen tímidamente unos teclados y baterías, y pronto estamos frente a un formato de canción que recuerda a los momentos más melódicos de El sonido no coincide con la imagen, álbum anterior de la artista, donde algún tipo de música pop está al servicio de nuevas formas de silencio, junto a voces etéreas y reflexiones en torno al sonido.
— En tu disco anterior pasas muy naturalmente de momentos que pueden considerarse pop, a otros más abstractos o pausados. ¿Crees que hoy estás en un modo expresivo más experimental?
— Me gustaría tener un registro amplio, darle cabida a lo experimental y también a las melodías. Creo que siempre me ha interesado lo experimental, los intersticios, las rarezas, lo difícil de etiquetar o de “escuchar” desde un punto de vista de la cultura de masas. En poesía tampoco hago una poesía tan de “poemas”. Me interesa lo popular, pero también las convergencias, entre imagen, sonido y escritura: la notación experimental, la poesía sonora, la poesía visual, el libro-objeto, el quiebre de las fronteras entre arte y vida, ruido y armonía, etc. Pero quizás ahora me estoy dando licencia para mostrar esta faceta más experimental en la música. Por lo tanto, también le dedicaré más tiempo.
En Poetas de Chile, las voces de Marcela son reemplazadas por una incipiente profundización por lo digital, una búsqueda instrumental que busca nuevos materiales y métodos.
Según la artista, que en 2023 publicó el poemario visual “La pescadora de estrellas” y este año además participa en el álbum Todas voces con el colectivo Orquesta de Poetas, para poner en práctica la creatividad es necesario vincular elementos que parecen inconexos.
— Haz dicho que para aplicar la creatividad es necesario hacer asociaciones remotas, unir cosas en apariencia inconexas. ¿Tratas de aplicar ese principio en toda tu propuesta artística?
— Sí. Creo que eso en realidad sucede de manera a veces más consciente, a veces menos, pero es parte del acto de crear. Cuando elaboramos una idea, todos los estímulos que entran en contacto con la persona que crea; nuestras referencias, las tecnologías a las que tenemos acceso o no, los lugares en los que vivimos, lo que nos conmueve, todo pasa por nuestros cuerpos y sale transformado en algo distinto, que es diferente y único porque incorpora parte de nuestra identidad, de nuestra sensibilidad, nuestra historia. Somos el último ingrediente, y por eso también pienso que es importante incorporar mucho, muchas referencias, muchas vivencias, mucha exploración y reflexión, porque la creación está hecha de vida, y si no nos ejercitamos lo suficiente, estaremos restando posibilidades a la creatividad.
En todas estas muestras de talento e intentos creativos de la artista, que como hemos visto van desde la cantautoría de guitarras hasta la producción electrónica, hay sin dudas un hilo conductor, una forma de asir el lenguaje que nos convoca de manera implícita: la poesía. Esta no aparece solo en los rastros de los poetas aludidos en cada track, en sus aspectos biográficos o sus respectivos proyectos literarios, también hay una forma natural de acercar música y poesía, con el riesgo de acudir nuevamente al imaginario de la poesía chilena. Esto sin la necesidad de volver a recursos como musicalizar un poema o recitar versos sobre algún beat.
— En Chile la poesía parece algo sagrado, pero en lo cotidiano parece no importarle mucho a nadie y por motivos sistémicos pocos tienen tiempo para leerla. ¿Crees que conectar música y poesía es una forma de acercarla a otras audiencias o ampliar su comprensión?
— Absolutamente. La relación entre música y poesía ha estado presente desde siempre, realmente. Y cada vez es más diverso su abordaje. El registro es muy amplio, y puede ir desde formas de hacer música que impliquen una relación importante con la escritura de la lírica (como en el rap, el spoken word, el canto a lo humano y lo divino, las coplas, los trovadores, etc.), poemas escritos por poetas que luego son musicalizados, de los cuales en Chile tenemos una obra emblemática (“Alturas de Machu Picchu”), hasta experimentaciones sonoras que incluso pueden no llevar voces, o contener voces pero no palabras, como las experimentaciones que hizo Kurt Schwitters en la primera mitad del siglo XX, con sus poemas sonoros fonéticos, que se basaban en la articulación de la voz, donde el poema escrito pasaba a ser una notación musical. Tanto en lo más popular como en lo experimental hay mucho trayecto. Por lo tanto, hay dónde explorar para muchas sensibilidades. Nos falta generar puentes entre las audiencias y las obras, falta comunicar, conectar.
— En ese sentido, también participas en el Festival Poesía y Música…
— Ahora en 2024 se celebra la sexta edición del Festival PM (Festival de Poesía y Música) acá en Santiago. Es un festival internacional enfocado en el diálogo entre música y poesía, por lo que resulta una instancia única, que tenemos la oportunidad de vivir las personas que estamos en Santiago. Este año entré a la organización del festival, y les puedo comentar que, además de ser la sexta versión, se celebran los 10 años del festival con una fecha ampliada, conversatorios, lanzamiento de convocatoria, mediaciones, entre otras novedades. Pronto estará todo disponible en la web del festival y en IG.
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https://discospm.bandcamp.com/album/poetas-de-chile-banda-sonora
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