De los genocidios más registrados, y a la vez más negados de la historia. Así se refieren a la tragedia en Gaza, que se desarrolla frente a los ojos de todo el mundo (transmitida en pantallas, literalmente, a 20 centímetros de nuestra cara). Los supervivientes del genocidio, el pueblo gazatí, entienden este fenómeno y echan mano a la posibilidad de registrar ellos mismos con sus teléfonos y a través de sus redes, para luchar también contra esta paradoja. Para denunciar la barbarie, suplicar por compasión y gestionar solidaridad.
En una entrevista para The Guardian publicada el 6 de febrero de este año, el fotorreportero gazatí Motaz Azaiza aseveró lo que muchos hemos podido constatar desde octubre del año pasado: “Las redes sociales han permitido a las personas ver cómo se desarrolla un genocidio en tiempo real”. Es una dinámica que ha podido compensar la barbarie cometida contra los periodistas que cubren el conflicto, considerado el más mortífero para la prensa en la historia reciente. A la fecha van más de 170 comunicadores asesinados. Hind Khoudary, reportera palestina para Al Jazeera, asevera que los periodistas son blanco intencionado de ataques, y que incluso la gente teme estar cerca de ellos. Tanto Azaiza como Khoudary (además de otros dos reporteros palestinos) están nominados para recibir el premio Nobel de la paz, por la labor realizada a pesar del peligro. La última declaró hace unos días en sus redes “¿qué premio Nobel, cuando mi pueblo está siendo sacrificado?”.
Así las cosas, las redes sociales hacen el trabajo que el ejército israelí quiere, deliberada y criminalmente, silenciar. El esfuerzo que hacen los palestinos por documentar su resistencia, sin fuentes de energía, sin agua ni alimentos, con sus medios de subsistencia secuestrados, es mayúsculo. Más que el que podemos imaginar. Lo que les queda es dejar un grito desesperado que atestigüe el horror, y señale las responsabilidades al mundo.
Imagen obtenida de la cuenta de X (ex twitter) de Hind Khoudary.
Dentro de las ficciones que tejen actualmente las redes sociales, el algoritmo que se construye en torno al tópico #Gaza construye una especie de comunidad, o al menos un espacio, que ni García Canclini se hubiese imaginado. Tal vez hubo un germen de esto en los videos que hicieron algunos supervivientes del asedio a la ciudad de Alepo (Siria, 2016), quienes en esa oportunidad también ocuparon el canal para clamar por atención y solidaridad internacional. Personalmente, no constaté el reflote y evolución de ese fenómeno en otros conflictos, hasta ahora que ocurren dos fenómenos: ver un genocidio en tiempo real, y que este sea documentado por sus propias víctimas. Y que además estas hablen en códigos juveniles (incluso infantiles), ficcionando una cercanía que nos interpela mejor que cualquier material visual o narrativo. En este caso, los vlogs (video+blog).
Hace poco más de dos meses, Zain Al Khalidi fue asesinado durante un ataque del ejército israelí a un campo de refugiados en Rafah. Zain era un joven de unos 18 años, deportista. Editaba videos mostrando su rutina diaria (daily routine, en lenguaje influencer) y los exhibía en Tiktok e Instagram; acarreando bidones de agua, limpiando su tienda, jugando con gatitos y haciendo dominadas. En su perfil, además de definirse como jugador de básquetbol, tenía un link para recibir donaciones de dinero. Como hacen todos los gazatíes en sus redes, que dependen de la ayuda internacional tanto para sobrevivir como para poder salir de la Franja cuando desbloqueen la frontera.
El 6 de junio subió su última publicación, sonriente, abriendo un diálogo con sus seguidores: “If the war ends, which country will you visit us?” (Si la guerra termina, desde qué país nos visitarás?). El 11 de junio, su hermano Mohamed (también influencer) publicó un reel mostrando que Zain había sido asesinado. Imágenes directas del joven muerto intentando ser resucitado, y del mismo Mohamed desgarrado del dolor. En el texto cuenta que, sin previo aviso, el ejército israelí disparó intensas ráfagas contra las tiendas donde viven los refugiados, y que una de esas balas impactó a Zain en el pecho. No pudieron ayudarlo, en medio de los disparos. “We were in a place they said was safe, but in reality there is no safe place in Gaza. This is our life. My brother was killed next to me” (Estábamos en un lugar que ellos dijeron que era seguro, pero en realidad no hay un lugar seguro en Gaza. Esta es nuestra vida. Mi hermano fue asesinado al lado mío). Recuerdo cuando lo vi por primera vez, alcancé a ver un comentario de un usuario diciendo “yo solía ver sus videos de rutinas diarias. Me siento destrozado”, refiriéndose a Zain.
Como es chocante la barbarie, Instagram se esfuerza por censurar las imágenes para “protegernos”. No faltó quien criticara a Mohamed por grabar la muerte de su hermano. Pero ante ese resguardo de la “morbosidad”, en Gaza los supervivientes prenden sus cámaras y las apuntan a los rostros de sus mártires. Fuerzan la mirada de esa humanidad que, impotente, prefiere esquivar el horror intoxicándose de banalidad. Ésa es la verdad que gritan: la relación que el mundo les fuerza a tener con la muerte y el horror, todos los días. Desde junio, Mohamed se esfuerza en sonreír y mostrar cómo vive de forma digna en un campamento, sin olvidar el dolor de la pérdida de Zain. No responde las provocaciones y cuestionamientos.
No se trata sólo de mostrar el horror. También de recaudar ayuda solidaria a través de plataformas tipo crowdfunding (colectas online). Renad, una niña de 10 años que cocina con los insumos que tiene disponibles, con la ayuda de su hermana mayor (que gestiona su cuenta, renadfromgaza) también recauda dinero. Ha declarado, con total transparencia, que el dinero que necesitaba para salir al extranjero junto a su familia ya lo reunió, y que además armó otra campaña con HCI Canada (Human Concern International). Pero que mientras no abran la frontera, no pueden salir. Además de recetas de cocina gazatí adaptadas al racionamiento, Renad cuenta lo mucho que extraña su vida anterior, las peripecias que debe afrontar cuando se enferma y debe encontrar atención médica, e incluso cuando una bomba cayó sobre el edificio de al lado. Como cualquier joven influencer, Renad hace la clásica dinámica del unboxing, sólo que sus paquetes son de ayuda humanitaria, con explosiones de fondo. Con el paso de las semanas, sus seguidores hemos visto cómo la niña se las ingenia para generar contenido haciendo variaciones con conservas enlatadas y cocinando con leña. Siempre con una sonrisa, y con el ruido infatigable de los drones mosqueando sobre su cabeza. Todo el tiempo, suena el zumbido de los drones.
Todo-el-tiempo.
Me enteré de la inminente invasión a Deir al Balah por las publicaciones de Renad. Su mirada vaciada en la desesperanza, después de la orden de evacuar la ciudad, reclamaba “we are one step away from danger, when all of this will end!” (estamos a un paso del peligro, cuándo terminará todo esto!). Dos días después, subió un video prácticamente despidiéndose. Sin dejar su sonrisa, ahora para ocuparla con ironía, la niña de 10 años les explica a sus seguidores que el lugar donde ella ha estado viviendo va a ser invadido, y que si era el único lugar seguro que quedaba en Gaza, entonces a dónde van a ir. “It truly is a genocide. They want to kill us all so they can rest easily and sleep well” (Realmente es un genocidio. Ellos quieren matarnos a todos y así poder irse a descansar y dormir tranquilos).
Recuerdo que yo aprendí el significado de la palabra genocidio buscando en un diccionario, con muchos más años de los que hoy tiene Renad.
Lo mismo hicieron Omar y Mohammed en su perfil omarherzshow. El dúo se dedica a mostrar, con toda la alegría posible, sus correrías por la zona de guerra, registrando desde partidos de fútbol a distintas acciones para reunir todo el dinero posible. A ellos también la ocupación los empujó a Deir Al Balah, desde la capital. En su último reel, usando mapas, explicaron la gravedad del asunto: en esa ciudad se concentran los gazatíes que fueron expulsados primero del norte y luego del sur después de los ataques en Rafah… y cómo, básicamente, han sido acorralados a Deir Al Balah. La ofensiva se ha estado desarrollando de este a oeste, presionando a la población allende al mar; en la práctica, un millón y medio de personas en 30 kms cuadrados. Hasta el 7 de agosto, Omar y Mohammed hacían videos mostrando sus actividades cotidianas (“sharing our daily routine in war zone”, describen en su bio). Habían publicado 77 reels, hasta que anunciaron el ataque que venía. No han vuelto a publicar videos; sólo historias lamentando la pérdida y honrando la memoria de su amigo Medo.
Imagen 1.- Mohammed y Omar (de Izq. a Dcha.); 2.- «Historia» de Instagram después de los ataques a Deir Al Balah; 3.- Cadena de oración por la salud del influencer y amigo, Medo.
Mohammed Halimy, alias Medo, fue un creador de contenido con cierto reconocimiento. Tenía 19 años cuando lo alcanzó un ataque aéreo israelí que impactó un auto de civiles, el pasado 25 de agosto. Estuvo en coma varias horas, y murió al día siguiente. Los más de 200 mil seguidores de sus cuentas de Instagram y Tiktok aún están en shock. Desde mayo de este año, subía videos mostrando cómo era vivir en una tienda en un campo de refugiados, con un estilo desenfadado y resiliente respecto a la dureza de las circunstancias. Plantaba un jardín, como forma de resistencia material y simbólica del pueblo palestino. Cinco días antes de morir, anunció con dolor la muerte de su primo de 11 años, también asesinado en el contexto de un ataque aéreo.
En una entrevista con medios occidentales, Medo manifestó el valor que tenía para él mostrarle al mundo lo que los gazatíes estaban viviendo. Ahí contó que pasaba horas buscando señal en los puntos más altos que encontraba, con los brazos doloridos por el esfuerzo, con tal de conseguir subir sus vlogs. En ellos contaba su día a día consiguiendo agua potable, cultivando hortalizas y recrear en algo su mente viendo la puesta de sol en la playa. Por cada video que subía, además de trasnochar hasta las 4 am, debía pagar hasta tres dólares (que en Gaza es muchísimo). Sus seguidores y “colegas” influencers levantaron la campaña “Praying for Medo” mientras estuvo en coma; luego de anunciada su muerte, subieron la sura que abre el Corán y homenajes en su memoria.
Las imágenes de cadáveres mutilados y edificios en ruinas pueden rápidamente normalizarse, y generar insensibilidad. Muy pronto. Así ocurrió más o menos con el fenómeno que vimos después de la masacre de Rafah (con la imagen viralizada de All eyes on Rafah); si bien después vinieron otras tan o más brutales, no parecieron generar el mismo impacto, ni por asomo. Esto se explica también por la censura que existe en las redes respecto a imágenes violentas. Lo que comienza como una advertencia, termina siendo invisibilizado por el algoritmo. La realidad de Gaza es demasiado fuerte como para mirarla de frente. Y así, la diluyen de nuestra vista.
En ese sentido, el trabajo de los vloggers es fundamental. Su contenido, en especial aquel cuyo estilo más coloquial y (aparentemente) ligero lo hace más atractivo para los consumidores de redes sociales, actúa como una ventana activa a la realidad palestina. Y no sólo eso; restablece la empatía que la violencia rápidamente dinamita, ficcionando un cariño y hasta un vínculo personal con el influencer. Simplifica las etapas que implica el proceso de ponernos en el lugar de otro, ayudado también por la inmediatez. En mi caso, cuando veo historias de la pequeña Renad comentando el miedo que le provoca un bombardeo, subidas hace 20 minutos, estando yo arropada en mi habitación silenciosa, se me oprime el pecho.
Desde mi corazón quiero que Renad, Omar y los dos Mohammed no sufran un minuto más. Pienso en ellos ahora, anhelando que estén bien. Si me enterara de sus muertes, las lloraría como mías. Luego Instagram me sugiere bajar los niveles de cortisol, porque me pueden hacer engordar. Y yo elijo, todos los días, quedarme en esta orilla. Intentando equilibrar, no volverme loca, reconocer que mi poder para cambiar en algo todo esto es tan insignificante y limitado como escribir este texto. Pero aquí estamos: porque si una voz nos ha alcanzado, no podemos desoírla.
Y jamás olvidar.
Links de donaciones y cuentas de influencers gazatíes citados
Si quieres ayudar…
En el cuerpo del texto se encuentran los links de las cuentas de Instagram de reporteros e influencers citados. En este apartado están, además, los enlaces a las campañas solidarias para donar dinero. Estos son sólo unos pocos ejemplos de los civiles que recaudan dinero a través de ayuda internacional. Estas plataformas les permiten obtener dinero en la medida que lo vayan necesitando; si cumplen el objetivo fijado originalmente, pueden seguir recibiendo dinero. Existen muchos más, y el rango de dinero que uno puede donar es muy amplio.
Mohamed Al Khalidi
Instagram: m7md_vo
Cuenta en GoFundme aquí.
Renad Attalah
Instagram: renadfromgaza
Gofundme: Campaña para Renad y su familia
LaunchGood: Campaña para Apoyar al pueblo de Gaza (apoyada por Renad). Esta campaña aún no alcanza su objetivo.
Omar y Mohammed.
Instagram: omarherzshow
Cuenta en GoFundMe aquí. Esta campaña aún no alcanza su objetivo.
En la cuenta personal de Mohammed, en una de sus historias, señaló que quien quiera donar a través de PayPal le escriba un DM y él enviará el link para hacerlo.
Hind Khoudary
Instagram: hindkhoudary
X (ex Twitter): hind_gaza
Donaciones: UN World Food Programme
Otras cuentas en Gofundme:
Gofundme es una plataforma tipo crowdfunding, que es utilizada para levantar campañas de recaudación de dinero. Aparentemente es muy utilizada por los gazatíes en sus redes, y la empresa promete chequear que las campañas sean verídicas. Una de estas es Lama (aquí el link de campaña), pero hay muchísimas.
En este link se encuentran las campañas asociadas a “Gaza” en el buscador: https://www.gofundme.com/s?q=gaza
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