El libro corresponde a la casa Ediciones Delakostra, volumen publicado el 2023.
“Estoy solo frente a esta tierra”.
Con estas palabras inicia el poemario Testimonial, de Nicolás González. Un texto breve pero contundente, publicado a los cincuenta años del golpe, que en 62 páginas cosidas manualmente a una portada roja troquelada en el espacio de su título, compendia un desgarro que nunca deja de acontecer. La combinación entre frases-gritos y versos-desgarros que nos presenta Nicolás es una apertura a un dolor transgeneracional, que trastoca todo lo que hay.
Willy Thayer, en su artículo El don de la revuelta y el de la dictadura, señala que “si las ciencias sociales mayoritariamente leyeron el golpe como un paréntesis en la historia democrática del país, ese paréntesis habría que distribuirlo ahora, a contrapelo de la posición convencional «(…)», de modo invertido «)…(», descartando la voluntad explicativa del golpe como una excepción en la historia democrática de un territorio, disponiendo, más bien, como escena regular de inteligibilidad de la historia de ese territorio (…)”.[1] Vivimos, entonces, en un estado permanente de suspensión en este paréntesis que pareciera nunca encontrar su símbolo de cierre. Como si nuestro simbolismo fuese un “(… … … …” que nunca encuentra el paréntesis final, si es que acaso podría llegar a haber uno.
El poemario Testimonial nos arroja de lleno a la pregunta: ¿cuántos puntos suspensivos más habrá en este paréntesis? ¿Cuántos más puede soportar un cuerpo ahí, donde la excepcionalidad es lo cotidiano?
“después de mí
el diluvio
el horroroso país abandonado
en otro tiempo por sus muertos
llenos de vida
nosotros que vivimos en él
lo estamos enterrando”.
“Estar solx frente a la patria” equivale a, no solo sentirse, sino que estar en el despojo y la vulneración. En el suelo, o colgando bocabajo, en el encierro y el sofoco, en el destierro o la desaparición forzosa; o, siquiera, la posibilidad de que eso suceda (nuevamente). Y es que cuando se despliegan dispositivos de terror, queda la huella viva de que ese terror siempre es posibilidad. Siempre es riesgo y exposición. Estar solx frente a la patria, al mundo, a mi libertad… versos de Testimonial, son emplazamientos hacia una desnudez que es como la “Nuda vida”, siguiendo a Giorgio Agamben. Sin valor, sin relevancia, sin derechos humanos, sin comunidad, sin principios ni finales. Cuerpo biológico, que vive y que muere. La posibilidad latente de ser convertidxs en Nuda vida por el poder se ha inscrito en nuestra historia como principio imborrable.
Quienes dicen que no se puede sufrir lo que no se ha vivido, simplemente no saben lo que es vivir. Esa es la sensación que se gesta con Testimonial. Un texto amargo, tierno, solidario y solitario, en donde se hace presente la ausencia como forma de evocar un acontecimiento que es telúrico, cuyas réplicas remecen los cimientos hasta hoy (refiérase con hoy a cualquier momento en que se lea esta reseña).
En Calle de dirección única, Walter Benjamin hizo una etimología filosófica e historiográfica del concepto de experiencia, que en alemán se puede enunciar de dos maneras: Erfahrung y Erlebnis. El acontecimiento como Erlebnis es una memoria consciente, activa y efímera. Es el hecho histórico como tal. Es el discurso de la modernidad que exclama que hay que superar el pasado y vivir el presente, como si uno no se alimentase de otro; como si uno no contuviese al otro. El acontecimiento como Erfahrung, sin embargo, es la experiencia profunda que se despliega desde el acontecimiento como Erlebnis. Es la memoria compartida, transgeneracional, que se va acumulando y actualizando, el espacio de encuentro colectivo con una memoria que está cargada de afecciones, despliegues, afectos, duelos y festejos. Es la memoria que en una época de individualismo exaltado se está desgastando, ya que vivimos en un momento epocal plagado de incertidumbres, y que está cargado de ansiedad por acelerar y por mirar hacia el futuro, como si fuésemos clarividentes. No lo somos, somos médiums. Médiums porque apostamos por la pervivencia (Nachleben), por este ejercicio de comprender que el presente es una composición estética, cultural y psíquica de los fragmentos del pasado. Tanto del visible como del invisible. Lxs muertxs nos pesan porque su ausencia forma parte del hoy.
Hace poco, en un curso de cine chileno, una persona extranjera dijo, quejándose, que el cine local se caracteriza por siempre apuntar al tema de la dictadura, y que parece que estamos traumadxs. ¿Y cómo no estarlo? ¿Cómo no ser humanxs? ¿Cómo escapar del peso del shock transhistórico que se extiende como manto oscuro sobre el territorio de este estado-nación ficcional y en quienes habitamos en él?
Testimonial es un recordatorio furibundo y desaforado de una época que también es furibunda y desaforada. Es una llamarada en medio de las consignas por el olvido y la recesión de la memoria inconsciente. Es un ejercicio de traer a la consciencia aquello que psíquicamente nos ha sido heredado, y que nos sigue haciendo tambalear.
Somos un territorio psíquicamente enfermo -en el sentido de pathos, no de capacitismos. Nos hicieron enfermxs del pasado. Tenemos que sacarnos esa patología de adentro, que nos carcome el cerebro, las entrañas, la vida. Compartirla, quizás, nos haga, en algún momento, no estar más solxs ante este dolor, que no es solo nuestro. Entender que en la vida póstuma está la pervivencia.
Testimonial es eso, un intento desesperado por la pervivencia. Una apuesta vitalista desde el dolor transhistórico. Una impronta valiente y descarada. ¿Aceptas la invitación?
[1] Thayer, W. El don de la revuelta y de la dictadura. En Revista Anales, Nª 19, 2021.
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