La editorial Provincianos nos presenta «Diario de ida», un poemario de Camila Roth que nos enseña la belleza de las palabras e inspira sensaciones que, aunque fugaces, el cuerpo y la memoria guardan para siempre. «Algo que llamó mi atención fue que los poemas no tenían título, y se me hizo una metáfora hermosa: lo que no tiene punto de partida, tampoco tiene final, por eso es un viaje solo de ida. Es de esos libros donde cada detalle es precioso, y en más de algún poema me encontré a mí misma como niña, como adolescente y como mujer», dice Antonia en esta reseña.
Hace años Chris Pueyo dijo que la clave para ser poeta era apreciar y atrapar instantes antes de que se escapen, porque la memoria es frágil y las ideas también.
Como lectora, diría que esa apreciación encaja a la perfección con «Diario de ida» (Provincianos, 2024), porque casi que da la impresión que Camila guardó todos sus instantes en una caja y los convirtió en versos.
El libro es una verdadera colección de momentos que muchas veces pasamos por alto y se pierden en la cotidianidad. Imagínate llegar viejo y sentarte a leer con un tecito tu propio «Diario de ida». Simplemente se me erizan los pelos.
Algo que llamó mi atención fue que los poemas no tenían título, y se me hizo una metáfora hermosa: lo que no tiene punto de partida, tampoco tiene final, por eso es un viaje solo de ida.
Es de esos libros donde cada detalle es precioso, y en más de algún poema me encontré a mí misma como niña, como adolescente y como mujer.
Si tuviera que escoger un extracto, sería este:
“Despréndete arena seca
Te metes en las sábanas
Tarde de mar”
O este:
«Aquí la tierra no huele a bosque
Aquí el agua se ablanda con sal”
Así, tal cual, breve y sin puntación. A muchos nos recordará vacaciones en la playa o en el campo, personas que perdimos y que extrañamos, los detalles que notábamos durante la infancia y que ahora son tan obvios. Incluso hay un poema que menciona a la luna, y para mí fue inevitable rememorar cuando la buscaba a través de la ventana del auto porque creía que me seguía.
Como tal, creo que es una lectura ideal para hacer en solitario o para tener una conversación muy interesante con alguien. Es más, creo que su lugar permanente será dentro de mi maleta de viaje para releerlo cerca del mar o en una cabaña en medio de la nada.
Solo me queda agradecer a la autora por compartir sus instantes. En cuanto a los lectores que se animen a leer el libro, los invito a que se tomen su tiempo, rememoren y hagan sus propias colecciones de lugares, olores y sensaciones que hayan marcado sus vidas. Quién sabe, quizás todos tenemos un poeta interior que dejamos escapar.