El cantante y productor musical de la escena experimental chilena Alex Soprano aborda el comienzo de su relación con la música y el tránsito que extiende entre teatro y sonoridad.
Alex Soprano es artista multidisciplinar. Estudió teatro en la Universidad Católica, realizó una maestría en psicología social y se dedica a la música de manera profesional desde el 2020. Su sonido se basa en el break music, situándose en lugares intermedios entre la música urbana, el pop y la música experimental, estilos que aparecen muy nítidamente en su primera mixtape #señorabebé (2024).
Sus canciones pueden sonar como algo que comienza con Rod Stewart y luego se transforma hasta Destiny’s child. Pero sus verdaderas influencias musicales son Kate Bush, Arca y por supuesto, Grimes, artista que ha impactado en su música lo suficiente como para hacer una canción con su Inteligencia Artificial: Stars don’t die.
A Alex siempre le motivó la parte musical de las obras. Como cuenta, sus “piezas eran súper coreográficas; siempre dirigía mucho desde ahí y organizaba los cuerpos en la escena a partir de la sonoridad”; siempre con el anhelo de producir la música. A esto se suma el desarrollo artístico de su familia. “Las mujeres de mi familia se dedicaron a la danza y a la pedagogía de la danza, siempre muy corporales, pero, tengo una tía abuela que es folclorista y que fue directora de Cuncumen”.
Este vínculo hace que Alex conociera desde su infancia a referentes como Rolando Alarcón y Margot Loyola. Esta tía “tiene varias cosas firmadas por Víctor Jara. Ella estuvo en el exilio de Suecia y fundó un grupo que se llamaba Los niños de Víctor Jara”, mediante la cual creó una metodología para enseñar música a través del ritmo del cuerpo. “Cuando era chico, fui a ese taller con mi primo y él se fue por un vórtex y ahora es compositor. Yo me fui por el teatro… fue un error, pero un error bueno”.
El error: cantar, bailar, actuar y hacer música
El teatro siempre ha tenido una relación fuerte con el cuerpo. De hecho, se podría decir que el cuerpo es el instrumento del teatro por excelencia. Alex no es la excepción. En su experiencia teatral, también ha conectado muchísimo con la danza contemporánea y el movimiento. Sin ir más lejos, participó durante años con la destacada compañía nacional José Vidal y Compañía, uno de los grupos de danza que ha tenido más presencia internacional en los últimos 20 años.
¿Cuándo te diste cuenta de que podías hacer música?
Empecé a cachar que tengo buen oído fue en la compañía de José Vidal. Y eso es porque él trabaja mucho con sonoridades complejas. Ahí me dije “si puedo entenderlo en el cuerpo, entonces lo puedo crear”. Las primeras canciones las hacía bailando y una amiga me las traducía a música. La primera canción la hicimos así, en su casa. No soy muy teórico, hasta mi tesis de magíster la bailé.
Tu magíster fue en psicología social. ¿Por qué?
Después de que salí de la u, seguí mucho tiempo vinculado porque hice ayudantías. Seguí a muchos profes, siempre del lado de movimiento, porque pensé que era el camino en el que iba a terminar; siendo profe, siendo académico, haciendo ponencias. Uno de los requisitos para eso era el magíster y una de las ayudantías que hacía era en la Escuela de Estética de la PUC, con una profe que hace un ramo que se llama “El cuerpo en la Historia del Arte”. Ahí empecé a entender todo lo que hacía, pero en la teoría. Ahí me di cuenta de que era un complemento bacán para lo que hago.
La psicología social es teatro
El profesorado del magíster le prestó poca atención cuando intentó postular. “¿Qué tiene que ver la psicología con el teatro?”, le dijeron. “¡Tiene todo que ver!”, pensaba Alex: la psicología social es teatro. Escribió un texto con base científica para aplicar y logró terminar el magíster, pero después de eso nunca volvió a escribir para la academia.
¿Crees que de alguna manera ese paso por psicología social ha influido en tu performance o en tu creación musical hoy?
Sí, totalmente, porque siempre pienso las performances desde lo identitario y desde la relación con el público. Siempre me pregunto por los formatos y eso también es súper sociológico.
¿Cómo definirías tu performance en vivo? ¿Cuál es la impronta que te importa que tengan?
Yo creo que nombraría las palabras improvisación, sitio específico e interactividad. No soy muy técnico, pero pienso un montón las estructuras. Ahí hay otra dimensión, que es en la que estoy ahora: las texturas. Es súper fluido, híbrido, fresco.
¿Cuál es la singularidad de mezclar artes escénicas y música?
Creo que los formatos empiezan a hibridarse, entonces me he visto planificando cosas donde no debería planificar o improvisando algunas cosas. Siento que es todo un arma de doble filo, no podría definirlo como positivo o negativo. Para mí es muy cómodo porque siento que tengo muchas herramientas escénicas para enfrentar la música. Ha sido bonito ver que todo se parece, solo que tiene distinto nombramiento o lenguaje alrededor. Finalmente, lo escénico. Sea la música, la danza o el teatro, trabaja con otros oficios. La danza es música, el teatro es visual, etc.
Cuerpos, máquinas y espacios públicos
La mixtura de estos lenguajes fue lo que permitió que Alex Soprano fuera el único artista chileno seleccionado para participar de la residencia Cuerpos, Máquinas y Espacios Públicos de Centro NAVE, un programa que explora la intersección entre las artes y la tecnología a través de una colaboración global entre artistas de Suiza, Chile e India con finaciamiento del instituto suizo para la cultura, Pro Helvetia.
Una iniciativa que rompe con una sensación del artista. “Hay pocos medios oficiales en Chile y por lo mismo no hay tanta cabida para experimentar, porque pareciera ser que lo que más se vende es el techno house y el reggaetón propiamente tal, más que otros géneros pop y experimentales”, señala.
Durante el período de investigación en NAVE, Alex se dedicó a explorar un dj set performativo en un formato donde hacia la mezcla de sonidos, la música y cantos hablados que interactuan con la audiencia. Un proyecto que denominó MØTHERSHIP y que propone un imaginario en torno a lo extraterrestre y se distancia de un solo género musical o formato escénico, para moverse justamente en esos espacios y sonidos que a Alex le hacen sentido: un trayecto experimental entre lo teatral, hacia la música y viceversa.
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