Siendo honesta, es raro que lea antologías. Para mí, la idea de recopilar y publicar historias de diferentes escritores en un mismo manuscrito es bastante arriesgada. La editorial corre el peligro de que el lector deje el libro a la mitad por no conectar con todas las miradas literarias o que no entienda la crítica o la temática general de la antología. Admito que ese suele ser mi problema con estas colecciones; a largo plazo, solo releo los cuentos que más me hicieron sentido y no el libro completo.
Sin embargo, con Mosaico (Trazos de aves, 2024) ocurre algo muy interesante. Sí, cada cuento tiene su inicio y su final, pero la realidad latinoamericana que se esconde entre líneas solo es posible interpretarla tras leer las 145 páginas del libro, que cuenta con las autorías de Vera Zepeda, Sofía Troncoso, Paula Rivera Donoso, Camila Miranda Urra, Donald Mcleod, Alicia Mares, Leticia Herrera Cubillo, Eduardo Graells-Garrido, Daniel Centeno, Celeste Busso y Daniela A. Sánchez.
En sus once relatos, el lector se verá inmerso en un abanico de identidades socioculturales reflejadas en voces marginales que, sin necesidad de ser muy descriptivos ni caer en obviedades, abordan temas como el abandono, la discriminación, el duelo, la clase social, traumas y un sinfín de inseguridades.
Hay dos factores que, en mi opinión, son los elementos más atrayentes de Mosaico. En primer lugar está su amplio espectro de personajes, tanto por su variedad de especies y rangos etarios, como por su rica diversidad física, psicológica, sexual, territorial, incluso en cuanto a géneros literarios. Sin duda es un plus para la antología, porque ayuda a que en ningún momento se vuelva monótona o predecible y, además, como lectora que adora la ciencia ficción, fue una grata sorpresa toparme con uno que otro cuento utópico o futurista, pero en esta ocasión, tan arraigado al sentir y vivir latinoamericano.
En segundo lugar, me gustó que los protagonistas, en sus respectivos relatos,
tuvieran en común la presencia de un “otro” que cumple la función de despertar sus temores y fragilidades frente a las adversidades. Ese “otro” se manifiesta de muchas formas: un embargador, un abusador, una criatura misteriosa, el matón de la escuela, un lugar en concreto, un fantasma, un bebé y así muchos más que aportan un toque de intriga y curiosidad.
Bajo estas lógicas, mis cuentos favoritos fueron La otra galla de Leticia Herrera Cubillo y Elegida de Camila Miranda Urra, porque creo que es necesario visibilizar temas como la demencia senil y la violencia obstétrica, que todavía son considerados tabúes y que encierran un montón de estereotipos que contribuyen al aislamiento y denigración.
A su vez, cualquier lector podría encontrar en Huacha de Vera Zepeda, Cuerpo Vivo de Sofía Troncoso, o en cualquier otro cuento de esta bien cuidada colección, incontables realidades que nos enseñan a guardar en secreto, como si fueran los fragmentos rotos de un continente conocido por su subdesarrollo y que muy pocas veces suelen abordarse en la literatura.
Mosaico, a grandes rasgos, es una lectura recomendada para quienes quieran romper el molde e introducirse en temáticas ya no tan desconocidas, pero sí ignoradas por muchos y que deberían ser de interés público para construir una comunidad integral y respetuosa a puertas de un futuro donde la tecnología y las nuevas generaciones avanzan más rápido que nuestros intentos por dejar atrás los prejuicios.
Mientras tanto, puedo asegurar que, en una próxima relectura, leeré el libro completo.
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