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Para comprender la figura del Camayoc, primero debemos entender el concepto de Camac. En la tradición andina, el Camac es la energía vital que anima la materia. Es el principio que da vida a los objetos y seres, permitiendo su existencia en el mundo. El Camayoc, en este sentido, es aquel que posee la capacidad de canalizar y transmitir esta energía vital a través del conocimiento y la práctica simbólica. Se trata de un mediador entre lo visible y lo invisible, un intermediario que otorga continuidad a la memoria y el significado de los signos.
Dentro de esta tradición, surge la Quillqa, una forma de escritura en el mundo andino. La Quillqa no es solo un sistema de inscripción gráfica, sino un medio de comunicación que trasciende el lenguaje lineal occidental. En este contexto, el Qelqa Camayoc emerge como un especialista en la creación de signos que contienen información codificada, accesible solo para aquellos con el conocimiento necesario para interpretarla. Estos inscriptores de la memoria, al igual que los antiguos narradores orales, no solo registraban la historia, sino que la revitalizaban en cada acto de lectura o decodificación.
El concepto de sampleo en la música tiene una relación análoga con esta práctica, pero es importante diferenciar su lógica de funcionamiento. Mientras el sampler captura y reutiliza fragmentos de sonido, reorganizándolos en nuevas composiciones, el Quillqa Camayoc no solo fragmentaba, sino que creaba inscripciones con una carga simbólica y ritual. Si lo observamos desde una perspectiva simbólica, podríamos decir que el acto de grabar y reproducir sonido es una forma de magia, un eco de la capacidad ancestral de inscribir y dar significado a los signos.
El Pumita Andino, en este sentido, se inserta en la tradición de la vanguardia andina, llevando el sampleo más allá de la música hacia el terreno de la literatura. La muerte del autor, planteada en las vanguardias europeas, resuena en su obra, aunque con una particularidad: no es solo una disolución del yo autoral, sino una transformación de la autoría en un proceso colectivo y algorítmico. Trabaja con contenidos preexistentes, reconfigurándolos mediante prompts dados a la inteligencia artificial. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿qué implica este proceso para la literatura en la era digital? ¿Qué sucede cuando el libro, entendido como objeto físico y mercantil, es desplazado por su transformación en PDF y, posteriormente, en una poesía hipervincular?
Mientras que la literatura ha mostrado resistencias a esta transición, la música ha sido más receptiva. La producción musical contemporánea depende en gran medida del sampleo: los productores manipulan fragmentos sonoros preexistentes para generar nuevas composiciones. Este mismo principio subyace en la obra del Pumita Andino, quien, a través del remix, genera un diálogo entre la poesia, la música y el manifiesto, dentro de una sensibilidad y filosofía de vida andina. Sin embargo, el sampleo en la literatura introduce una capa adicional de significado, al operar con fragmentos de texto que ya poseen una estructura discursiva compleja. En este contexto, el remix adquiere una personalidad propia, introduciendo un tercer elemento que emerge de la combinación de dos pistas originales.
Así, la pregunta sobre la autoría se torna crucial. ¿Quién es el autor de esta obra? Es la inteligencia artificial, guiada por un futurista andino, quien explora y explota la racionalidad con la que ha sido programada. Nos encontramos ante una literatura cyborg, una extensión del concepto Kraftwerkiano del «man-machine», pero sin la necesidad de un contexto industrializado. Sin embargo, vivimos en un «computer world» donde todo es registrado, patentado, mercantilizado. En este escenario, la materialización de una obra digital en un objeto físico conlleva implicaciones políticas y económicas ineludibles.

El libro, como objeto, introduce una paradoja: al mismo tiempo que se convierte en una mercancía, también se transforma en un testimonio tangible, resistente a la obsolescencia digital. En este punto, es relevante volver al concepto de Camayoc: aquel que da vida a los objetos. El Pumita Andino opera en un mundo digital inmaterial, donde la información se transmite a través ondas invisibles. Sin embargo, su obra se materializa en un libro, un objeto que persiste en el tiempo y en el espacio.
Un libro sólo adquiere vida cuando es leído. Esta idea, presente en la filosofía de Wittgenstein, también resuena en la tradición andina: los objetos pueden ser leídos, contienen información codificada. Los cronistas españoles relatan cómo los sacerdotes incas eran capaces de «leer» tablillas con diseños incomprensibles para los europeos. Estas tablillas eran Quillqas y al menos sus lectores, los Quillqa Camayoc, eran los guardianes de un lenguaje visual.
La obra del Pumita Andino se inserta en esta tradición. Así como un DJ remezcla samples musicales, él toma fragmentos de textos y los reconfigura mediante la inteligencia artificial, explorando una estética del hackerismo que denomina «Runa Hackers». No obstante, el término hacker en este contexto requiere una aclaración: no se trata únicamente de una subversión tecnológica, sino de una práctica de resignificación poética, donde el código y la oralidad digital operan como nuevos sistemas de conocimiento. Estos hackers buscan subvertir la realidad a través de la poesía, entendida como una herramienta de revolución psíquica.
El Pumita Andino es, en esencia, un Camayoc contemporáneo: un dador de vida a los símbolos, un mediador entre lo visible y lo invisible. A través de la tecnología, opera en el umbral entre el pasado y el futuro, explorando nuevas formas de inscripción y lectura del mundo.
