Ediciones Libros del Cardo continúa abriendo caminos para conocer a la Premio Nobel, esta vez con el título “Los seres buenos se hacen mejores con el dolor, los malos nos hacemos peores. Cartas de amor 1905-1956”, trabajo de investigación, compilación y selección a cargo de la editora y poeta Gladys González. El volumen -cuyo adelanto presentamos en el marco de la conmemoración de los 80 años de la entrega del primer Premio Nobel latinoamericano y en el natalicio de la autora- reúne textos dirigidos además a Doris Dana, Palma Guillén, Alfredo Videla Pineda y a Manuel Magallanes Moure.
CARTA A MANUEL MAGALLANES MOURE
26 de febrero de 1915
Acabo de leer su fecha 25-26. Ya fueron de aquí dos mías que Ud. ya ha leído. Por ellas sabe la causa de ese silencio que casi fue definitivo. ¿Razones para esa resolución extrema? me dirá Ud. Ninguna, Manuel; si desde algún tiempo yo he salido de la órbita donde se mueven los seres equilibrados. Pero ya el torbellino pasó, Ud. lo ha visto. Perdóneme tantas miserias y quiera justificarlas: ¡Me han hecho tanto mal en mi vida! Agregue a eso la convicción sencillamente horrible que tengo sobre mí: nadie me quiso nunca y me iré de la vida sin que alguien me quiera ni por un día. Estoy muy triste de saberlo enfermo, primero, por lo que Ud. padece; segundo, por todo lo que sobrevendría si Ud. se agravara. Cuando uno se enferma de grave mal nos consideran propiedad suya, como un objeto triste, los nuestros. Así lo tomarían a Ud. y yo no podría verlo jamás. ¿Comprende mi amargura? Es preciso que Ud. sane, porque quizás teniendo salud la vida nos ponga una fisonomía menos dura. A pesar de la ráfaga de locura que me pasó por la cabeza y por el corazón, yo le pido que confíe en mí. Mi verdad se la diré siempre. Le contaré todos mis tormentos, mis dudas, mis vergüenzas y mis ternuras.
Hoy ya no tengo mi paz de ayer. ¿Lo notó en la hoja que agregué a mi anterior? Pero yo soy robusta y puedo resistir mucho. Quiero que no discutamos “la manera de querernos”. Si el amor es lo que Ud. me asegura, todo vendrá, todo, según su deseo. Si estoy en un error muy grande separando la carne del alma, toda mi quimera luminosa será aplastada por la vida y querré como Ud. desea que quiera. Pero no me engañe, Manuel, no me dé una mano reservando la otra para retener quién sabe a qué fugitiva. Yo no estoy jugando a “querer poetas”; esto no me sirve de entretención, como un bordado o un verso; esto me está llenando la vida, colmándomela, rebasando al infinito.
Dígamelo todo. (En poco más le diré cómo me escribirá con confianza.) Y cuando me conozca y el edificio dorado se derrumbe, sea honrado, dígamelo también. Yo no le pediré sino eso: lealtad, nada más. Yo lo sufriré todo: el no verlo, el no oírlo, el no poder decirle mío porque mío no puede ser; todo, menos que juegue con este guiñapo de corazón que le he confiado con la buena fe de los niños. Sane, no haga desarreglos; no se desabrigue; no ande demasiado; levántese tarde; no se exalte, coma abundantemente. Espero con ansia su carta. ¡No sé de su corazón hace tanto tiempo! Como sus cartas me dicen poco de él, se me antoja extraño, lleno de otros sentires, consumido de otra fiebre, repleto de otras cosas. ¡Si yo pudiera creer un momento siquiera que al menos hoy es mío, bien mío! ¡Si en este momento de ternura inmensa te tuviera a mi lado! ¡En qué apretado nudo te estrecharía, Manuel! Hay un cielo, un sol y un no sé qué en el aire para rodear sólo seres felices. ¿Por qué no podemos serlo? ¿Lo seremos un día?
Tu L.

***
CARTA A PALMA GUILLÉN
17 de abril de 1943
Hijita, fue carta, pero hoy ha habido otra tuya. Quiero decirte que te equivocas en lo que toca qué clases de amistades hacen mal al niño. Él es muy viril, a él le sobra virilidad. Él es, de otro lado, una especie de Neruda. Cuando te he llamado, sabiendo los sacrificios de todo orden que eso importa para ti, económicos, morales, sentimentales, es porque, yo vivo la mayor inquietud por él. Y porque es el colmo que él vaya a echarme a perder este sosiego, hallado después de tantos años, de Brasil. Yo acabo de decir a mi jefe que no quiero irme de aquí, que hay algún chileno interesado en que yo vaya, mejor será no se vaya cualquiera de mis compatriotas que se sienten mal en este país, porque no lo entienden ni embonan con su sensibilidad. Esto te dice cuánto significa para mí de reposo y de dulzura vivir en esta tierra maravillosa, donde no hay dos metros de tierra que sea feo, que sea agrio, que entristezca o vuelva árida el alma. Pero un Nerudicita viviendo conmigo es la tragedia viva, tú comprendes. Tú puedes en él, tú comprenderás lo que se ha vuelto solamente cuando vivas a su lado. Escribiré al Presidente si veo claramente que el paisano a quien molesto por mi aliadofilia sigue trabajando y le diré que le pido únicamente el dejarme aquí en paz. Lo que el Presidente ni persona alguna excepto tú puede darme un descanso respecto de mi tragedia familiar. La del niño. Ya he hablado con un viejo profesor que trabaja en la Prefectura y le he pedido a título de colega, que me valga, procurando saber quiénes trabajan en el niño. En eso está. Esperemos.- Hijita, yo comprendo que es enorme el costo de avión. Y si no fuese caro el avión, tampoco querría que lo tomases, por Luz. Te he escrito una carta entera diciéndote que debes traerla. No me has acusado recibo de ella. Sí, no se debe dejar a los seres enfermos, no se les vuelve a ver. Además, vida, aquí no tendrán ustedes gasto alguno. No hay por qué, hijita tener dos casas, tres, pues mi hermana es otra casa. En estos tiempos la unificación del gasto es lo único que puede salvar. A mí me da una pena enorme no mandarte dinero -te lo he prometido de hace mucho- porque debo salir del saldo de mi deuda que sabes. Están copiando el material para una Antología infantil, parecida a TERNURA, saliendo de eso, entregaré eso horrible que llaman Obras completas, a Calpe a Losada. Si EL ANTICIPO de ambas casas es algo decoroso, yo saldría de la deuda en julio. Si es muy poco, no salgo antes de septiembre. Una vez acabado este compromiso, yo quedo con un gran despejo. Se me ocurre proponerte esto, aunque tal vez es muy tonto: Luz no querría venirse antes que tú? Tal vez no, por el viaje complejo que te acabo de aconsejar en mi anterior. Porque Luz algo podrá en el niño. Contéstame enseguida si hallas el dinero, pues en todo caso yo podría juntarte unos ciento cincuenta dólares en un mes. Me aflige, hijita, portarme tan mal. Para que no pienses con temor en la vida económica de aquí te digo que, aun rebajado mi sueldo –me quitaron setenta dólares- yo tengo 500 dólares en total, eso da para lo de mi hermana y para comer bien y vestirse.- Hijita, Connie se fue y estuvo sin subir no más de un mes. Luego ha vivido en Paqueta, parte de aquí. Duerme abajo, lejos del niño. Él está mejor, pero cae cuando menos se piensa en sus furores. Parece un poseso. Después se queda en una temperatura humana y hasta se ve. Por días.- Vidas, yo necesito también de ti. Mi corazón lo siento tan flaco, a veces hace noches, me tumbaba como para rompérseme. Haremos una combinación para pasar el fin de semana en el borde del mar. Anteayer vi un apartamento de tres cuartos en La Isla del Gobernador, que cuesta unos quince dólares al mes, que es muy poco. La Sierra es baja, pero todos necesitamos del mar, yo creo, por dos días en la quincena o en la semana. Mi sistema nervioso no es bueno, de trabajado, mi memoria pésima. El niño es delante de mí una especie de combatiente furioso. Es como si Neruda se pelease con el viejo Diego Portales… Por sus sub-ideas, él me tira a mí como un trapo. Ayer me ha dicho, patriarcal, primitiva, clan, y más y más. Ya me lo ha dicho todo. Podría callarse. No tiene nada que inventar. Recuerda que su respuesta fue la siguiente a esta frase mía: -Desgraciadamente para ti, yo existo y no harás lo que piensas. –Tu l`a dit: malheuresement tu existes. Para qué seguir, vida. Hasta luego.

***
CARTAS A DORIS DANA
14 de abril de 1949
Amor, te decía en mi carta de hoy 14 que llevo varias noches de mal dormir. Duermo de dos o tres de la mañana y hasta las siete. Pero quiero volver a hablarte hoy. (Te acabo de poner un telegrama. No quisieron recibir el pago de la respuesta estos palurdos.)
Yo no entiendo nada de lo ocurrido, mi amor. Solo sospecho que mi carta sobre los Artasánchez te ha hecho sufrir mucho. Y fue que eso o el avión te ha causado un daño del corazón.
Qué estúpido ha sido el que más te quiere, Doris mía. ¡Perdóname, vida mía, perdóname! ¡No lo haré más! Y tú guardarás el control de ti, ¡y haz fe en tu pobrecillo, que es un ser torpe, vehemente y envenenado por su complejo de inferioridad (el de la edad).
Duerme, mi amor, descansa. Yo procuraré ser menos brutal y necio. Yo te debo el lavarme de estos defectos. Yo te debo felicidad por cuanto he recibido de ti.
Pero yo te repito que el mayor daño entre todos es separarse demasiado pronto, antes de conocerse bien y de haber creado la confianza mutua, la certidumbre total.
Me parece muy mal el que se pierdan cartas. Eso es muy peligroso. Yo puse por mis manos tres al correo, una hoy y mañana irá esta.
Duerme, mi amor, Dios te cure de tu dolencia. Perdona el que te he herido, por no creerme amado, por pensarme postergado en tu corazón. (Sigo mañana).
Te beso, tuyo.
____
17 de abril de 1949
Vida mía, yo estoy haciendo la conferencia de hoy en este mismo cuadernito. He hecho una parada porque a cada momento tú me cortas la conferencia. A cada rato… tu rostro anda en el aire, llena esta casa tan grande, salta como un pájaro aquí y allá. Ay, vida mía, ¿cómo estás tú?, ¿qué te han dicho los médicos, ¿dónde estás, ¿qué haces, ¿qué piensas, qué expresión tienen tus ojos, tu boca? ¿Quiénes están contigo? ¿Dormiste bien? ¿Te acuerdas de tu pobrecito? Porque él se acuerda de ti a cada momento. Tú dices: “Guarda esto lindo que tenemos”. Sí mi amor, guárdalo tú también. No lo pierdas. Yo lo velo, yo lo cuido de esto. Es muy delicado el amor. Se rompe de nada o se gasta, se envejece, se afea, se vuelve costumbre helada. Cuídalo, mi amor, vela sobre él.
Lo primero es que mejores, que te trates, que tomes todas tus medicinas. Que comas bien, muy bien, sin ahorrar nada en eso, que comas todo lo que no te haga daño, que comas lo mejor, aunque te cueste caro.
Y que guardes tu alegría, que tengas alegría, a pesar de todo, aunque estemos separados, aunque estés enfermita. La alegría cuenta tanto como el alimento en el mal del hígado. Acuérdate que estaremos juntos muy pronto, acuérdate. Puedes bajar en ocho o diez días, quedar aquí una semana y volver a subir. (Cuando bajes, llévate algunos cheques de nuestra cuenta común. Lo olvidaste.)
No olvides que el hígado precisa de agua. Bebe bastante. Y recuerda la Boldina, tratamiento hoy universal del hígado.
Yo quiero verte, luz mía, claridad de mis ojos, único gozo mío, sostén de mi torpeza y mi invalidez, y mi sonambulismo. Tú eres mi único apoyo en este mundo y mi única razón de vivir, óyelo, óyelo. No me falles. Y cobra alegría. Sino mejoras, yo puedo pedir enseguida mis pasajes al ministerio. Recuerda esto.
No te digo más hoy. Te beso, te espero, te busco y te tengo.
Tu Gabriela
____

Perfil del autor/a: