[Entrevista] «Para recuperar el alma nacional se tiene que saber la verdad»

julio 26, 2025
-

Este 26 de julio se cumplen 100 años del nacimiento de Ana González González, una referente fundamental dentro de la lucha en contra de la dictadura chilena y la violación de los derechos humanos. Tras la desaparición de su esposo Manuel Recabarren, sus hijos Luis Emilio Recabarren, Manuel y su nuera Nalvia Mena por parte de la  Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), se incorporó a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, espacio desde el cual de forma colectiva se desarrollaron las formas más audaces para develar la ignominia y la tiranía de dictadura civil-militar que se sostuvo en el país durante 17 años.  

En el centenario de su natalicio la  recordamos con una entrevista realizada en el año 2014 por la periodista Silvia Gutiérrez González. El archivo sonoro de esta conversación se  convirtió, 10 años después,  en la novela gráfica “Conversaciones con Ana González: Por la vida, el amor y la justicia”, en co-autoría con la dibujante Paz Ahumada Berríos. A continuación compartimos parte del trabajo gráfico y testimonial. 

De izquierda a derecha las autoras Silvia Gutiérrez González y Paz Ahumada Berríos.
De izquierda a derecha las autoras Silvia Gutiérrez González y Paz Ahumada Berríos

¿Qué recuerda de esa primera noche en que sus hijos no volvieron a casa?

Yo estaba ahí, en mi living, que era al principio un tronco de árbol. Estábamos sentados, mirando la tele y precisamente en la tele, me acuerdo bien, estaban dando una película que andaban persiguiendo a una mujer o un hombre, era una especie de laberinto, y la persona quería salir de ahí y no podía, mira, en ese mismo instante, estoy viendo eso cuando siento que lejos llora un niño, lejos, como siete casas más allá. Aquí vivía también el Vladi, la Nalvia y el Luis con su bebé, mi hijo Mañungo que se había disgustado con la señora y también estaba ese día aquí. De repente vuelvo a escuchar el llanto desde afuera y le digo al Vachi “ese niño anda perdido, párate a ver”. Se para ahí en la puerta y me dice – “Hay un niño aferrado a la reja”  —“Anda a verlo”. Y cuando me dice —“es el Puntito” – “Bah”, le dije yo “¿Y los papás?” –“Hay una señora detrás de él”.

Entonces ahí yo me paré y la señora nos explica que va saliendo y vió un auto que frena bruscamente, se baja un hombre corpulento y en los brazos, un niño. Lo deja en la cuneta y parte en dirección al sur.

Tenía como menos de 2 años y medio el niño, todavía no hablaba, pero conoció la casa y se aferró a la reja y de ahí la señora no lo pudo mover. Y ahí fue cuando salimos nosotros y nos cuenta eso, que de un auto y se había ido. – Y los papás? –No, si dejaron solo al niño.

¿Su esposo Manuel también estaba en casa esa noche?

Manuel, mi compañero, se había acostado temprano. Trabajaba de noche así que estaba cansado de sueño, nunca lo hacía y le digo yo al Vachi – “Voy a salir a mirar si anda alguien, alguna señal”. Doy vuelta la calle, para la (avenida) Sta. Rosa y ahí me digo “pero Ana, cómo vas sola a esto” y me devuelvo a despertar a Manuel. 

¿Dónde fueron a buscar primero?

Salimos los dos hasta Santa Rosa. Al frente hay un restorán y le digo a Manuel que atraviese hasta el restorán a ver si había alguien. Nadie. Nadie sabía nada. 

Y nos devolvimos para acá. ¿Qué hacíamos, qué hacíamos sin saber? 

Porque ese día la Nalvia iba a controlarse el segundo embarazo a la clínica, entonces cómo saber si la Nalvia había llegado con el hijo, pa’ empezar a desenredar lo que estábamos viviendo, pero no podíamos, venía el toque de queda, la única manera era tomar un taxi y plata no teníamos. Salí a pedir a mis vecinos más conocidos, puta que éramos pobres, mis vecinos tampoco tenían, así que nos vinimos para acá, así que no pudimos comunicarle ese mismo día a la mamá de Nalvia que vivía por allá por la Estación Central. En ese tiempo teléfono había en una sola casa, pero qué sacábamos con que hubiera teléfono aquí si la Ernestina tampoco tenía, así que eso era imposible. Y era el 29 de abril del 76. 

Boceto de  novela gráfica “Conversaciones con Ana González: Por la vida, el amor y la justicia”
Boceto de novela gráfica “Conversaciones con Ana González: Por la vida, el amor y la justicia”

¿Qué pasó al día siguiente?

Yo trabajaba en la concesionaria del Casino del Agua Potable, en el paradero 25 de Santa Rosa. Con Manuel, habíamos planeado preparar empanadas para los trabajadores como un gesto silencioso por el 1° de mayo. La mañana del 30, él salió temprano con los ingredientes y yo me demoré unos minutos más en alistar al niño, porque no podíamos dejarlo solo con el Vachi. Sentí un mal presentimiento cuando Manuel salió, pero partí tras él. Al llegar al Casino, vi a la gente reunida afuera en vez de estar en el comedor, y supe de inmediato: habían detenido a Manuel. Tuve que contener el llanto por el niño pequeño que llevaba en brazos.

Ese día no hubo desayuno ni homenaje. Hablé con el gerente y le pedí ayuda para hacer las diligencias. Él, con buena disposición, llamó a la Central del Agua Potable, donde le dijeron que estaban deteniendo a personas “sospechosas” por la reunión de la OEA, que seguramente había sido por eso. Le pedí que no insistiera, que no era seguro, y me dio dinero para continuar. Volví a casa, sin saber cómo decirle al hijo que su padre también había sido detenido. Luego tuve que ir a avisarle a Ernestina, transformándome en mensajera de noticias horribles y espeluznantes.

Al volver, mi hijo me dijo que alguien había metido una nota por debajo de la puerta: “Señora Ana, diríjase a la Vicaría de la Solidaridad”. Era todo muy rápido. Al día siguiente, con Ernestina, presentamos un recurso de amparo. Manuel pasó a engrosar la lista de detenidos desaparecidos, parte de una política de terror aplicada en secreto, como la estrategia nazi “Noche y Niebla”: detener personas sin dejar rastro, sin testigos, en el más absoluto silencio. Así fue. Aquí también.

¿Cómo inicia el proceso de búsqueda? ¿Se dirige a la Vicaría de la Solidaridad como le aconsejaron?

Sí, después de presentar el primer recurso de amparo junto a Ernestina, la mamá de la Nalvia, regresé a casa y golpearon la puerta. Era una vecina que vivía varias cuadras más arriba, militante del Partido Nacional. A pesar de nuestras diferencias, me abrazó con sinceridad y me relató que, la noche del 29, mientras asistía a un velorio en el paradero 20, escuchó a un hombre contar que, al pasar por Santa Rosa con su camioneta, vio un operativo policial en el paradero 16. Ahí presenció cómo una mujer con un bebé en brazos pedía auxilio, pero fue golpeada y obligada a subir al vehículo con el niño.

Así nos enteramos, son raros los casos en que hay testigos y presencian una detención de esa naturaleza. Al día siguiente, volvimos a la Vicaría de la Solidaridad para presentar un nuevo recurso de amparo, esta vez con los detalles entregados por la vecina del Partido Nacional.

¿Comenzaron a encontrarse con otras mujeres en la Vicaría de la Solidaridad?

Ya había llegado mucha gente, primero al Comité Pro Paz; los relegados, los que estaban en los campos de concentración, qué se yo , los exiliados, en fin, a  ampararse en la cosa jurídica y también psicológica. Bueno y llego ahí el 76 con la Ernestina y ya había un grupo que se había formado desde la creación del Comité Pro Paz y que después se cambian con camas y petacas a la Vicaría de la Solidaridad. 

Cuando llegamos ya había gente del año 76 también, pero era un grupo aparte, se formó otro grupo de familiares también que andábamos buscando a la gente que recién había sido detenida.

Pasa el tiempo, no sabemos nada de ellos y llegó un momento en que ya estaba el drama de los 119, que ya se sabía cómo habían sido detenidos y que estaban muertos, estaban desaparecidos y nosotros como ya sabíamos que no los íbamos a encontrar, nos unimos. También como un desafío de la provisión de las normas dictadas de la dictadura que no se podían formar organizaciones, entonces le pusimos Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. 

Yo hice el mismo recorrido que habían hecho tantas; de las comisarías, los hospitales, las maternidades, campos de concentración que había, por Tres y Cuatro Álamos, en fin, por todo lo que había en la ruta de infamia que habían hecho nuestras otras compañeras.

Retrato de Ana González González junto a la imagen de Víctor Jara

¿Qué acciones de la AFDD recuerda de manera especial?

Comenzamos con acciones como los sitting en la calle, hasta que organizamos la huelga de hambre en la CEPAL, considerada por la Vicaría como “el secreto mejor guardado”. Fue una acción cuidadosamente planificada, en la que las participantes debíamos guardar completo silencio, incluso con nuestras propias familias. Se temía que una filtración, por cariño o confianza, pudiera poner en riesgo la acción, aunque muchas personas valientes merecían estar ahí.

Uno de los momentos más impactantes fue cuando nos encadenamos a las rejas de la CEPAL. Esa acción generó una fuerte molestia en la Junta Militar. En una ocasión, en una entrevista con un general —no recuerdo si fue Moren Brito o Cheyre— nos confesaron cuánto les dolió, usando la expresión “fue como echarle…” y no terminó la frase, pero se entendía que fue algo muy incómodo para ellos. Lo hicimos por amor a nuestros familiares y al país, con convicción y hasta con alegría, porque sentíamos que era justo. Para mí, pasar hambre no importaba, lo hacía con gusto.

La escena en la CEPAL fue insólita: ejecutivos del organismo, carabineros y compañeras como Sola Sierra entre medio, todos en tensión porque no podían actuar sin autorización del organismo internacional. Los carabineros intentaron cortar las cadenas, sin éxito, y todo era casi cómico. Nos daba risa ver a la Sola Sierra metida entre medio de esos camboyanos. La Cepal no quería ni por nada que hubiera violencia, entonces no podían los pacos llegar, entrar y cortar si estábamos en la calle y en terreno internacional. 

La Agrupación es principalmente de lucha callejera, donde ocupa el espacio público para poder visibilizar sus demandas

Claro, por eso es que la lucha la dábamos con alegría y todas queríamos participar, porque estábamos haciendo algo por los nuestros, llevábamos esa alegría interior, es decir que los malos chilenos se olvidaron de una cosa muy importante: el amor. Y eso fue el principio del fin, el amor. El amor del padre por ejemplo que se quemó a lo bonzo, en Concepción si no me equivoco, Sebastián Acevedo. Yo también le planteé cuando recién llegué, cuando recién llegué a la Vicaría y vi que todas las puertas estaban cerradas, le dije al asistente: “¿Y si yo me quemara a lo bonzo?” Estoy mirando a la asistente, estaba pálida. Me dice: “señora Ana, inútilmente lo haría, porque nadie habría dicho nada”. Con eso estábamos dispuestas a dar la vida, pero estábamos luchando contra el fascismo puro.

¿Qué nos podría decir de sus compañeras de la AFDD?

Había mujeres que sabían de política, mujeres que sabían de la lucha social, pero había muchas que no sabían nada de nada y había una compañera la cual yo respeto que no sabía ni escribir, y sin embargo tú la escuchabas y yo creo que ni el mejor político hablaba como ella. 

Había mujeres que se vinieron a enterar (de las militancias) cuando desaparecieron los de ellas y así aprendieron a conocer a sus hijos. Y levantaron la bandera de su hijo, la abrazaron, levantaron el alma. 

Yo siempre digo, los hijos parieron a esas madres.

Extracto novela gráfica “Conversaciones con Ana González: Por la vida, el amor y la justicia”

Usted siempre dice que aún no ha podido llorar. ¿No ha llorado porque no han encontrado a sus familiares?

Sí (…) El día en que los encontremos, vamos a tener dos situaciones ambivalentes: la alegría y el llanto. Ellos quisieron, ellos siempre borraban los crímenes, así como lo montaron contra el niño Anfruns, te lo vuelvo a repetir y el primer atisbo de las cosas que eran capaces de hacer, más allá de lo que estábamos viendo, fue cuando aparece Marta Ugarte en la playa de Los Molles, que el mar generosamente, ese día el mar no fue tranquilo, estaba furioso, pero tranquilamente hace posar el cuerpo de la Marta ahí. Era de día, llegaron muchos periodistas, en los diarios salió “muerte pasional” y fíjate que viendo el diario, las hermanas de la Marta, una dijo, “oye, se parece a la Marta”. Y era la Marta. 

O como el montaje de los 119, que habían sido muertos en Valparaíso y los daban por muertos en un lugar donde se habían trenzado unos con otros, en un lugar de Argentina donde no llega nadie, ni los esquimales llegan.  

Y la cosa de que ellos no han encontrado cadáveres, sólo la gente arañando en la tierra han encontrado, y han aparecido los compañeros, sus huesos. O como en Lonquén, que se guardó en el más estricto secreto donde era, porque a la hora que se divulga, ellos habían llegado antes a borrar el escenario del crimen, lo hicieron volar muchos años después, pero ya los muertos habían hablado, y que quedó clarito para todo el mundo que los detenidos desaparecidos no eran un invento, ni de la Vicaría de la Solidaridad y menos de los familiares. 

¿Qué siente que debería pasar en este país?

Queremos saber, que nos digan dónde están los desaparecidos. Para recuperar el alma nacional se tiene que saber la verdad.

Yo tengo datos de cómo fueron detenidos mis familiares, tengo que ir donde el Ministro. En eso me encuentro actualmente. Tengo que darme la fuerza para ir, puede ser que sea verdad, porque se dicen tantas cosas. A mi me decían por ejemplo que habían visto a la Nalvia en un cuartel en el norte, meciendo a una guagüita imaginaria. Eso te cagaba más. Otros que los habían visto en una isla, en fin. 

Y sacar el ejemplo de los Mapuche. Cuántos años han pasado y ellos siguen en la lucha, y nosotros somos descendientes de Mapuche. No estará Caupolicán, no estará Lautaro, pero la lucha continúa. La verdad no se tapa como querer tapar el sol con un dedo.

ARTÍCULOS RELACIONADOS