Prólogo de María Galindo a Gloria Anzaldúa:  “Gloria es para México, para los feminismos del sur y para cualquier feminismo en el mundo, una autora imprescindible”

agosto 09, 2025
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En el marco de la Feria Internacional del libro de La Paz, en Bolivia. La escritora, activista, performer e integrante del Movimiento Mujeres Creando, María Galindo, presentó el libro “Material de Lectura, ensayo: Gloria Anzaldúa” editado por la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM que compila una serie de ensayos de la escritora, teórica feminista chicana, activista queer y poeta. 

María Galindo comentó que la UNAM le encargó realizar un prólogo sin embargo, se dio cuenta que lo que debía hacer era un rito de invocación y goce junto con Gloria Anzaldúa, “yo con este encargo decido invocar a Gloria y decido obedecer la voluntad de ella y en ese momento empiezo a alucinar con su voluntad y empiezo a sentir a Gloria y el resultado de esta invocación es bastante grave porque resultaque Gloria no está muerta pero tampoco está viva y que para poder morir me necesita entonces decido proveer a Gloria de eso que en los Andes llamamos despacho despachar quiere decir dejarla ir Gloria por muchos motivos políticos políticos no se había ido sino que se había quedado atrapada en un lugar donde ella no quería estar”. 

Acto seguido saca una botella de vino y nos invita a beber, mientras ella prende una vela y comienza el rito de de invocación erótica, una lectura encarnada que invita al placer y rompe con las convenciones del erotismo hetero-cis y los prólogos académicos. Dejamos a continuación todo el deseo de María y Gloria: 

Invocación de María Galindo a Gloria Anzaldúa
Invocación de María Galindo a Gloria Anzaldúa

– Gloria ¿estás ahí? 

– Sí María aquí estoy no me voy todavía.

– ¿Por qué me has escondido tus libros? He perdido mucho tiempo buscándolos para escribir este texto para ti. Los tenía todos en un mismo sitio y, aunque no los revisaba, los miraba de lejos. Y, por si acaso, no los revisaba porque muchos de tus versos los sé de memoria y se me vienen a la cabeza cada tanto. A veces me sirven de argumentos y muchas veces de consuelo me acompañan, me empujan y hasta me hacen cosquillas – y aquí cito a Gloria Anzaldúa– 

“Soy una enredadera 

que baja de la luna. 

No tengo jardinero”

Recito, mientras trato de imaginarte bajando aquí, donde estoy yo. 

Pero bueno, ¿quiero saber por qué los ocultaste?, ¿acaso no quieres que escriba este texto sobre tu pensamiento? ¿Prefieres que sea otr@?

–Yo no quiero que escribas mis textos, esos textos ya están derramados desde mi vientre a las páginas, todo está dicho allí, mis palabras no necesitan explicación alguna. Yo escribo como hablo, escribo como siento, escribo desde mi cuerpo y desde mi piel, por eso no necesito ni explicaciones, ni interpretaciones. No me halaga que Teresa de Lauretis diga que doy inicio a la           

tercera ola del feminismo. Ni tú, ni yo, ni mis cómplices somos tercera ola de nada. Nacimos solas, no somos su consecuencia, ni pertenecemos a su exquisito linaje académico. Acabé en la universidad, pero pude acabar en la maquila, pude acabar muerta; morí muchas veces antes de pisar un aula y muchas más antes de pisarla como profesora. 

–Y entonces, ¿qué quieres que haga? –le pregunto yo a Gloria Anzaldúa– ¿rechazo esta invitación?– juro que estaba dispuesta a rechazarla–. 

Quiero que escribas, pero quiero que escribas sobre mí y relates este encuentro. Que sepan las chicas de la Glorieta de las Mujeres que Luchan,– que es una fuente como la del Prado que hay en México, donde las mujeres rabiosas han roto la estatua que había–, que estoy aquí, que sepan las Mujeres Creando, que estoy aquí; que sepan las rebeldes, que estoy aquí, que no me fui. Quiero que liberes mi archivo sepultado entre las paredes de una universidad muerta. Allí solo llegan doctorantes con la creatividad y los sueños secos, cargando una escalera para trepar, usando mi nombre, sobreinterpretando mi pensamiento, –los archivos de Gloria Zaldúa están secuestrados de la Universidad de Texas, tengo entendido. Comprados ahí, secuestrados es una manera política de decir–. 

“Quiero que digas que se me puede leer sin haber pisado una universidad”. 

“Que se sepa que me pueden leer de ocultas en el baño o en el camino del retorno a la vía miseria. No quiero quedar presa entre académicas en la universidad gringa”. 

En ese momento me dio la espalda y pude ver un gran puente,– así se llama uno de los textos colectivos de Gloria Anzaldúa, “Este puente en mi espalda”–. Me saqué los zapatos y empecé a atravesarlo con la suavidad que pisa una gata por el centro, que era la columna misma de Gloria, sintiendo en mis plantas, una a una, sus vértebras punzantes. En el camino me encontré con las miradas de Audre Lorde, de Cherríe Moraga, de Berta Cáceres, de Marielle Franco, de Lohana Berkins. Durante el trayecto sentí un perfume intenso y embriagador. Podríamos decir que se trataba de la fragancia misma que tiene la lucha. No tengo palabras para describirla. Es dulce y amarga, es fuerte y sutil, es refrescante y embriagante a la vez, y además es adictiva y produce alucinaciones. 

Llegando al otro lado del puente, Gloria me tomó de la mano,– Lo que yo quiero es hacer el amor contigo– me dijo. 

Me había conducido a una carretera árida, con moteles a ambos lados y grandes parqueos; en neones resaltaban sus nombres: Love Time, Last Time, Real Time, Stop Time. Atiné a decirle– busquemos una habitación allí–, y le señalé el Stop Time. Yo quería detener el tiempo con Gloria y volverlo eterno. 

–Estoy buscando otro que está por acá. Se llama “Rapid Inn”, en spanglish. Se rió a carcajadas, y claro, me dejé llevar. Solo sentir su mano sujetándome me sobrecogía entera. Estaba volando, colgada del ala de un hermoso y desconocido pájaro. 

Lo que había entre nosotras no era una atracción física, era un magnetismo cósmico irrefrenable. Entramos al cuarto, se sentó en la cama y me arrodillé entre sus piernas, la miré desde abajo, agarró mi cara con sus dos manos, manos gruesas que criaron músculo agarrando el azadón, es más, me siento un azadón entre sus manos. Me besó con furia, con ternura, metiéndome sus tres lenguas en la boca y convirtiendo mi boca en una bocamina abierta a su penetración. Por primera vez en mi vida, sentí el deseo de ser devorada, sus lenguas penetraban en mi boca hasta la garganta; mi paladar estaba ocupado con su picante lengua tex-mex; los dientes acariciados por su spanglish, afilando mis ganas de morder. La lengua náhuatl entró hasta frotar mis cuerdas vocales, sentí como las humedecía y gemía de placer como nunca antes. Desde debajo de la cama, un coro de vasijas de cerámica respondía con voz aguda a mis gemidos diciendo: “estoy loca, pero elijo esta locura”– con versos de Gloria–.

Es un encuentro erótico entre dos universos, dos cuerpos, dos lenguajes, dos luchas, dos monstruosidades, dos fuerzas chamánicas, la suya y la mía. 

Nos revolcamos en la cama en ese beso largo. Ella queda tendida y yo de rodillas entre sus piernas, me inclino para chuparle la entrepierna. Su vulva está rodeada de espinas que voy sacando una a una. Son como las espinas de un cacto, de la Mujer Cacto del desierto–que es el nombre de un poema de Gloria–. Tengo miedo de lastimarla, saco las espinas con cuidado una a una y siento que la desarmo, su piel tirita. Cuando termino de sacar la última espina, su vulva florece, se abre una flor de cacto entre sus piernas, una flor con un estambre/pene, con clítoris en la raíz y pétalos de terciopelo. 

Una flor hermafrodita. 

Me abandono chupando la flor pétalo por pétalo, relamiendo el estambre erecto y su base clítorica hinchada, mientras Gloria gime de placer. No estoy con un hombre, tampoco con una mujer. Ese ser mítico, mitad, mitad del que escribes eres tú. (Este es el párrafo subrayado que fue censurado por la edición oficial). 

Mientras sigo chupando, ya cadenciosa y rítmicamente, su entrepierna, siento un hilo espeso que resbala por mi cuerpo y es que en su vientre hay una herida, como si alguien con una navaja hubiera escrito, abriéndole la piel, la palabra “raza”; de esos tajos brota sangre. 

Empiezo a lamer esa herida para parar la hemorragia, su sangre es igualita a la sangre de grado que brota de los árboles y cura; yo, que la estaba curando, paso a ser curada por su sangre de grado. Mientras voy lamiendo la herida, se me abre el entendimiento profundo de sus rabias que son las mías. 

–Raza no es el color de la piel, sino el color de las luchas; raza no es el color de la piel, sino el multicolor de los sueños– me susurra al oído. Las vasijas de barro hacen eco nuevamente contestando: “la mestiza ha pasado de ser la cabra del sacrificio a convertirse en la sacerdotisa que oficia la encrucijada”. 

La sangre de grado me adormece y me tiendo extasiada mientras contemplo su metamorfosis. Gloria se va convirtiendo en una serpiente que me envuelve entera, tal cual me envuelven sus textos cuando los leo. Se despiertan todas mis sensibilidades con ese cuerpo serpenteante. Con la cola me penetra la vagina que es una caverna, que es un pasadizo a otro mundo, un mundo no estéril, no árido, no desértico; un mundo selvático, pleno, húmedo y fecundo. Ahí adentro deposita su semilla, ahí muy adentro me deja también sus ojos. 

Estoy bañada en líquido orgásmico. La cama en la que estamos cruje; estamos tendidas sobre hojas de coca que se quiebran con nuestros movimientos. Con mi líquido orgásmico le limpio las plantas de sus pies, hinchados de tanto camino, de tanta siembra, de tanto campo envenenado que la mataron. Mientras ella vuelve a mutar; le sujeto la mano para que sienta mi presencia porque se ha quedado sin ojos, los dejó dentro mío para que yo pudiera mirar su mundo. 

La cama de coca la traga, se hunde despacio y la dejo ir. 

Recito sus versos, esta vez al unísono con las vasijas de cerámica: 

“Somos la roca porosa en el metate de piedra, 

agachadas en el suelo. 

Somos la mano del metate, el maíz y agua, 

la masa harina. Somos el amasijo. 

Somos lo molido en el metate. 

Somos el comal bien caliente, 

la tortilla reciente, la boca hambrienta, 

Somos la piedra áspera. 

Somos el movimiento de moler, 

la porción mezclada, somos el molcajete. 

Somos la mano, el comino, ajo, pimienta. 

Somos el chile colorado, 

el brote verde que resquebraja la piedra. 

Nosotras perduraremos”.


Portada del libro: «Gloria Anzaldúa» Edición no Oficial, Mujeres Creando.

*Acto de invocación erótica ocurrido la noche del viernes 1 de agosto en La Paz, Bolivia.

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