Natalia Maysundo: “El relato oral es importante para la memoria de un país”

agosto 11, 2025
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Con familia en Perú y Chile, la cineasta tacneña y directora del documental Las cautivas revisa en esta película cómo sus bisabuelos y cientos de habitantes peruanos de Arica y Tacna reivindicaron su nacionalidad durante la ocupación chilena tras la Guerra del Pacífico. La realización del filme le permitió reconstruir esta historia, a partir de testimonios de tacneños y ariqueños de hoy y, al mismo tiempo, comprender mejor su propia identidad.

País donde nació: Chile. Ciudad: Tacna. El carné de identidad de Dimas Meneses, nacido en el valle de Sama cuando apenas comenzaba el siglo XX, es testimonio de la época en que Tacna y Arica estaban ocupadas por el Estado chileno, como resultado de la Guerra del Pacífico.

Terminado el enfrentamiento bélico, las dos ciudades hermanas, una puerto de la otra, quedarían bajo administración chilena por diez años, para que luego sus habitantes decidieran en un plebiscito de qué país querían formar parte. El referéndum nunca se realizó y, en vez de diez años, pasaron 45. Entre 1884 y 1929, Tacna y Arica vivieron la “chilenización” o “el cautiverio”: estas ciudades eran, para el Perú, “las cautivas”, expresión que da el nombre al documental dirigido por la cineasta Natalia Maysundo, estrenado en 2022 en Perú y recientemente exhibido en distintas ciudades de Chile.

Natalia es la bisnieta de Dimas y de Isabel Arancibia, descendiente de la población africana del Valle de Azapa. Ambos eran peruanos y querían seguir siéndolo, pero vivían en una Arica donde se les prohibía honrar sus símbolos patrios y donde sus connacionales eran perseguidos y hostigados por grupos nacionalistas chilenos llamados Ligas Patrióticas. Por eso, decidieron huir a El Callao. Otros se quedaron. El Tratado de 1929 estableció que Chile mantendría Arica, mientras que el Perú recuperaría Tacna, ciudad en la que volvieron a instalarse Dimas e Isabel. Así, la familia de Natalia Maysundo, al igual que muchas otras, quedó separada en dos países

Nacida en Tacna, para Natalia Maysundo era habitual que su familia cruzara la frontera para visitarse con su familiares en Arica. “En Tacna y en Arica es lo usual que tengas familia allá, o primos, o amigos o tu pareja. Se van haciendo muchos lazos entre tacneños y ariqueños, entonces no era nada raro que fuéramos una familia binacional”, cuenta.

Indagar en la historia y la huida de sus bisabuelos fue una de las motivaciones para realizar el documental Las cautivas, coproducido por Mamayaku Audiovisual (Perú), Tupay Cine (Perú) y Mimbre Films (Chile), y que dentro de la no ficción incluye escenas teatrales de la obra de 1926 Tacna y Arica. El juez, de Dora Mayer. Maysundo decidió, además, trabajar con personal y actores de ambos países.

Me parecía importante que el equipo fuera binacional, justamente para seguir en esta línea de lo transfrontera, porque también cuando estábamos pensando en la obra de teatro, pensamos que era otra frontera que estábamos rompiendo, ¿no?, del documental y la ficción. Era la idea de unir a las dos ciudades, desde lo técnico y lo artístico”, explica. 

“Yo ya tenía varios amigos en Arica que eran camarógrafos, actores, artistas, productoras, entonces fuimos armando el equipo así, entre peruanos y chilenos. Y cuando empezamos a hacer el casting para la obra de teatro, también la idea fue formar un elenco de ambos países”, agrega.

La investigación de Natalia para desarrollar el documental está vertida también en el sitio web lascautivasdocumental.com, donde pronto se podrá ver el filme en Vimeo on demand.

No suelo introducir comentarios personales en las entrevistas. Sin embargo, en este caso tengo un motivo para hacerlo. Mi abuela, Edita Funes Carrizo, tenía un carné de identidad similar al de Dimas: nacida chilena, pero en Tacna. Hija de militar, llegó al mundo en 1926 mientras la familia acompañaba a su padre en su destinación en la ciudad peruana. Eso me impulsó a ver el documental y luego hacer esta entrevista: conocer un poco más de esa historia, de la que mi abuela —que me relató tantas de sus vivencias—, probablemente no alcanzó a tener recuerdos propios para contarme.

El relato de la historia propia

¿Qué es lo que te motivó a contar esta historia desde un punto de vista familiar y de las personas de a pie, y no desde los héroes o de los próceres que habitualmente vemos en los libros?

—Fueron varias motivaciones. Yo migro de Tacna a Lima, entonces me voy dando cuenta de que en Lima [la historia de quienes vivieron en Tacna y Arica ocupadas] era una historia que estaba poco considerada, y que lo que más se recordaba de la Guerra del Pacífico era el momento del conflicto, las batallas, los héroes nacionales. Lima está plagado de calles que rememoran a los héroes militares. Me encontré con una ciudad que vive de espaldas a las regiones y que vivía de espaldas a esta historia de Tacna y Arica. También había bastante nacionalismo, sobre todo de personas mayores que tenían esta idea del enemigo, que nos había quitado territorio, incluso comentarios como “vamos a recuperar Arica, vamos a recuperar Tarapacá”. Yo paso por este proceso de desarraigarme, de dejar mi casa, renunciar a muchas cosas y tomar una decisión de migrar. Y la historia de mis abuelos cobra más sentido en mi vida. Se va haciendo mucho más potente la idea de que ellos se fueron, que también tuvieron que renunciar a muchas cosas y, a diferencia de mí —que me fui a buscar mejores oportunidades de vida—, ellos se fueron porque estaban siendo perseguidos, porque no querían renunciar a su nacionalidad peruana. 

»Y después mis motivaciones fueron cambiando, también fue conservar el relato oral, que no está en los libros de historia. Durante la investigación consultamos varios libros y siempre buscaba los nombres de mis abuelos, pero nunca encontré un registro de ellos. Creo que no hay un registro de cuántas personas fueron desplazadas, pero fueron bastantes, no solo de Tacna sino también de Arica y de Tarapacá. 

»Hoy en Lima hay una urbanización que se llama Urbanización Tarapacá, que fue un terreno que les entregaron a las familias que quedaron de refugiados en el Callao. Ahora viven los descendientes de esas personas; pudimos conversar con ellos y también tenían esta memoria de sus bisabuelos. Contaban que llegaron en barco y muchos llegaban a Lima y al Callao y también eran mal vistos: los señalaban o de chilenos o de traidores o que venían acá a invadir. Era un momento muy complejo para todas esas personas, porque eran violentadas de muchas maneras, tanto en las ciudades que se habían perdido de Perú como también en las ciudades donde los refugiaban. Todas esas motivaciones hicieron que la película fuera creciendo. Por eso la peli tiene muchas capas, que exploran desde lo narrativo, desde lo cinematográfico, pero también desde lo emocional, lo personal y lo político».

Carné de identidad de Dimas Meneses, bisabuelo de Natalia.

—Tú mencionabas la oralidad como una forma de contar la historia, la historia más cotidiana. A menudo vemos la oralidad como un recurso que se usa para contar leyendas, relatos, anécdotas, y también en el mundo de los payadores, de las rimas. ¿Cómo ha sido ese proceso de descubrir la historia a través de la oralidad?

Yo crecí en una familia que tiene mucho la costumbre de contar cosas, y creo que por eso nace mi inquietud de contar historias. Ahora hago películas, pero cuando era más chica me gustaba escribir cuentos, me inventaba cosas, usaba la máquina de escribir de mi mamá y me ponía ahí a escribir cualquier cosa. Crecí en este marco donde mi familia contaba no solo la historia de mi bisabuelo, sino también anécdotas. Me contaban sobre mi abuela, porque yo no la conocía —ella falleció cuando yo todavía ni existía—, historias de mis tíos, de mi mamá cuando era chica. Pero el momento cuando ellos relataban la historia de Dimas y de Isabel siempre era algo diferente. Era un momento un poco más solemne, muchos se venían en llanto, lloraban porque creo que ellos, Dimas y Isabel, lo contaban también así, ¿no? Lo contaban llorando y creo que ese dolor se va heredando, se va traspasando.

»En Perú tenemos bastantes relatos orales, desde los mitos que tiene cada región y cada lugar hasta el idioma. El quechua, el aymara son idiomas orales; claro, en la modernidad ya se les ha asignado una escritura, pero siempre han sido orales. Incluso los quipus, que son unas tiras que tienen nudos, cuentan historias. Los textiles cuentan historias, los huacos (cerámicas) tienen sus historias también. Y hay bastantes tejidos y, si tú sigues los hilos, tienen varias formas: nosotros tal vez no lo entendemos, pero ellos cuentan cómo era la agricultura, cómo era la vida en ese momento. La película intenta dar esa luz de que el relato oral es importante no solo por la memoria personal, sino para la memoria de un país o, en este caso, de dos países. Yo quería irnos a ese relato que no está tan visible, que se va a traspasando de boca en boca».

—En la historia de tus bisabuelos, se cuenta que ellos mantienen su sentimiento de nacionalidad peruana, que no quieren renunciar a ella, son perseguidos y tienen que huir. Pero también se mencionan otros familiares que decidieron quedarse en Arica y seguir con las reglas que se les imponían ahí. ¿Cómo se hablaba en tu familia de esas dos historias distintas?

Yo siento que cada fragmento familiar que está del otro lado de la frontera tiene sus propias versiones. Mis tíos que viven en Arica no recordaban este pasaje de la historia de los bisabuelos. Ellos decían que [mis bisabuelos] se fueron de Arica por la recesión económica, porque era difícil. Alguna vez le pregunté a mi tío Jaime —que también aparece en una de las entrevistas [en el documental]— que por qué él creía que no le habían dado esa información, y dijo: “Bueno, tal vez es para no sentirnos mal o para que no nos confrontáramos familiarmente”. Pero él sentía que podía entenderlo igual, que podía comprender la situación que había pasado. En la película él lo menciona, que si en algún momento decían que podía haber un conflicto de nuevo entre Perú y Chile, significaría enfrentarse a su propia familia, a su propia sangre. Creo que cada parte lo ha vivido de una forma diferente.

»Y no era algo que en lo cotidiano nosotros habláramos, como “¿por qué tú eres chileno, por qué tú eres peruano?”. Era una normalidad. Como dicen ahora, fingíamos demencia. Pero yo sí tenía esa inquietud de ¿por qué es así? ¿Por qué tenemos tíos allá? ¿Por qué nuestra familia es de dos países? Y fue así que mi mamá me fue contando la historia, que antes Tacna era de Perú, después fue Chile, después volvió a Perú e igual Arica. Entonces yo iba entendiendo, atando cabos. 

»Creo que a partir de la película todos nos hemos unido más. Cada año el 28 de agosto, que es el día en que se celebra la reincorporación de Tacna al Perú, mis tíos hacen una reunión y muchos vienen, están mis primos, hacemos un almuerzo. Yo he ido varios años, algunas veces hemos sido un montón de gente, y ahora creo que honramos un poco más esta historia. Me agrada que la película haya removido cosas en mi familia y que ahora esté más presente esta memoria».

La nacionalidad y la herencia

Maysundo comenta lo frecuente que es el tránsito de personas entre Tacna y Arica. “Hay gente que va de Arica a Tacna al oftalmólogo, a los dentistas, a comer. Y los tacneños también vamos a Arica a pasear, a ver el morro, a la playa. Es como un descubrimiento, porque estás yéndote a otro país, cambia la moneda, la forma de hablar, la comida, en un trayecto muy corto. Es como una aventura”, dice.

—A veces, en abstracto, se podría pensar que no hay diferencia entre la persona que vive aquí y la que vive a 30 o 100 kilómetros, pero al otro lado de la frontera, como si la nacionalidad fuera una cosa arbitraria, porque uno no la elige, sino que la hereda o la recibe y la aprende, se la educa. Por otro lado, en tu película se ve el caso de tus bisabuelos y muchas otras personas que vivieron la persecución, el ataque a su identidad y cómo ellos, a pesar de todo eso, eligen su nacionalidad. Se ve que ese sentimiento patrio, de nación, tiene importancia. ¿Qué reflexión se puede hacer respecto de la idea de nacionalidad?

Creo que la nacionalidad sirve para darnos una identidad colectiva, de todo un país. Pero nuestros países son gigantes y tenemos distintas formas de vivir, de entender el territorio, expresiones culturales, tradiciones. Por ejemplo, en Perú tenemos muchísima diversidad cultural y es muy difícil enmarcar la peruanidad en todo eso. Se intenta que todas las expresiones culturales tengan el mismo peso, pero es muy difícil porque siempre queda alguien relegado o queda fuera de lo de lo oficial o de lo nacional. Para mí la nacionalidad termina quebrándose en el punto en que ves que tu identidad es mucho más diminuta, más pequeña, porque tiene que ver con tu entorno más cercano. Por ejemplo, mi entorno es Tacna, y en Tacna tenemos una forma de decir las cosas o de comer o la música que escuchamos, el clima también tiene que ver con eso. 

»En el momento en que estaba este conflicto entre Perú y Chile por Tacna y Arica, la nacionalidad era un tema bien complicado: estaba prohibido portar banderas peruanas [en las ciudades ocupadas], cantar el himno nacional, celebrar las fiestas patrias y había mucha persecución, mucha prohibición. Creo que eso también hizo que ese sentimiento nacional aflorara en los peruanos y en mis bisabuelos, porque ellos ya nacen en una Arica y en una Tacna ocupadas. Yo supongo que heredaron todo ese sentimiento de la peruanidad de sus padres. De seguro les dijeron “ustedes son peruanos, nunca dejen de ser peruanos, no renuncien a esa peruanidad”. También creo que, cuando las cosas vienen con una prohibición, a veces las personas se aferran un poco más a lo que te prohíben que hagas. 

»Yo creo que por eso hoy Tacna es percibida por el resto del país como la ciudad heroica, la ciudad donde la patria y la nacionalidad se viven más fuertemente. Como que somos muy, muy peruanos, somos los más peruanos de los peruanos. Hay ese mito en Tacna. Y cuando tú te vas a Arica, de hecho, vas a ver que la ciudad tiene un montón de banderas chilenas, la bandera gigante en el Morro de Arica, y en cambio aquí [en Santiago] yo no veo que haya tantas banderas. En cada ciudad se ha implantado ese amor por la patria, porque justo están en esa frontera y tienen que reafirmar ese nacionalismo de cada lado. Pero yo creo que las personas que viven ahí ahora, por ejemplo, los ariqueños, dicen que se sienten más ariqueños que chilenos. Su identidad está como por encima de la chilenidad. Y en Tacna de alguna forma también pasa lo mismo: son súper tacneños y la gente es muy orgullosa de pertenecer a Tacna.

»Creo que los nacionalismos van cayendo, van decantando también en eso. La nacionalidad siempre es una cultura hegemónica que intenta enmarcar a todas las demás, pero yo creo —no sé si tal vez soy un poco ingenua en pensar así— que más bien deberíamos de romper esa nacionalidad y ser como un cúmulo de nacionalidades más chicas. Porque además de que tiene que ver con lo cultural y con la identidad, en ese marco nacional también está el paternalismo y les quitan el derecho a las personas de decidir sobre sus territorios. En Perú pasa mucho que se despoja del territorio a las personas, porque debajo de su casa hay una mina de oro o de cobre o hay litio, y a las personas nunca les consultan. Se intenta, se dice, hay una ley de la consulta previa, si es que ellos quieren que se explote aquí, que se explore. Finalmente ese nacionalismo cae en eso: los gobernantes van a decidir sobre un territorio y les quitan esa libre determinación a los pueblos de decidir qué es lo que quieren hacer en su territorio. Yo creo que [la nacionalidad] sí tiene que ver con un amor a una patria, pero también con los intereses económicos y políticos».

Al centro, Isabel y Dimas junto a sus hijos, hijas, nietos y nietas.

Un elemento que también aparece en la película es que en esos territorios, Tacna y Arica, confluyen distintos pueblos y grupos. Además de chilenos y peruanos que estaban ahí, con el conflicto en curso, estaban los afrodescendientes y también las personas aymaras, desde mucho antes. ¿Cómo surge en la película la idea de incorporar a todos estos grupos, que también son importantes en la historia?

—Fue algo que llegó durante la investigación. Cuando fuimos a Arica, justo se estaba reconociendo en una ley a la comunidad afrodescendiente, afrochilena. Y nosotros llegamos a Azapa, porque descubrí que mi bisabuela y mi bisabuelo, Dimas e Isabel, tenían ascendencia afro. Creo que nosotros no nos hemos hecho conscientes de que tenemos esa ascendencia. Viendo fotos de mi tatarabuela, era totalmente afro. Su familia era de Azapa, del valle afro. Y mi bisabuelo era de Sama, que también es afro. Dicen que hay muchas familias que son de Sama y de Azapa, incluso hoy hay hermanos y hermanas que son negros, y unos están en Sama y otros están en Azapa.

»Me pareció importante tocarlo en la película, porque además de esta frontera territorial, se van construyendo otras fronteras, como la raza, la clase, el género. Me parecía importante que se entendiera que el color de piel también puede ser una frontera, que nos hace pensar que el que tiene otro color es diferente a mí, pero finalmente todos somos humanos. Por eso [en la película] Tacna y Arica son representadas por dos mujeres, una con rasgos más afrodescendientes y la otra con rasgos más indígenas, andinos.

»Para mí fue muy bacán redescubrir quién soy a partir de esa ascendencia afro y claro, yo tal vez físicamente no me veo tan, tan afro, pero crecí en esa cultura. Todo el tiempo en mi casa era escuchar festejo (género musical afroperuano); mis tíos, mi mamá ponían las décimas de Nicomedes Santa Cruz —que tiene una décima para Tacna también—, y personas más modernas, como Eva Ayllón. Siempre era mucho el tambor, el festejo y cada vez que escucho un tambor o música afro, venga de donde venga, algo en mí se enciende. Cuando me di cuenta de que mis abuelos venían de este linaje, dije: “Okay, ahora todo tiene mucho más sentido en mi vida”. Me parecía importante honrar esa raíz y que se cuente la historia de las personas afro en Arica y por eso la película tiene un momento dirigido totalmente a eso. Que se cuente que también los peruanos eran perseguidos porque eran negros. Ha sido un proceso, que hasta hoy seguimos viviendo, de reconocer que tenemos esa raíz y que tenemos que cuidarla y que tenemos que nombrarla». 

La pregunta sobre la identidad

Años antes de comenzar a trabajar en Las cautivas, la familia de Natalia inició el proceso para obtener la nacionalidad chilena. “Era algo que estaba sucediendo mucho en Tacna”, cuenta, ya que había tacneños con antepasados nacidos en Chile y uno de sus tíos se interesó.

Su abuela había nacido en torno a 1930 en una Arica ya chilena. Al buscar su partida de nacimiento para hacer el trámite, descubrieron que nunca se nacionalizó peruana. “Ella vivió de chica en Arica con su abuela. Isabel y Dimas se fueron a Tacna y ella se sentía mal de estar en Arica, porque quería estar con sus papás, y se fue a Tacna. Y nunca legalizó su nacionalidad peruana. Tenía papeles falsos”, explica Natalia. “Cuando descubrimos eso en la partida de nacimiento, fue como, bueno, tenemos la posibilidad”, dice.

“Yo tenía esta inquietud de querer irme de Tacna, porque quería hacer cine y en Tacna la actividad cinematográfica era nula. En algún momento incluso pensé en venirme a Santiago. Después la historia cambió y me fui a Lima, pero en algún momento tenía los dos caminos”, relata.

Así, decidió hacer también el trámite, pero el proceso gatilló una reflexión sobre su propia identidad que, de hecho, está incluida también en el documental. 

“El día en que fui a tomarme la foto para que me dieran el carné, cuando lo miré, sentí que no me representaba. Recordaba la voz de mi tío que decía ‘Isabel dice: nunca dejen de ser peruanos’”, rememora Natalia.

“Vi el carnet y dije: ‘Okay, es una forma de ir en contra de lo que mis bisabuelos quisieron en algún momento’. Por eso también creo que en la película quería que se entendiera, que se supiera que yo obtuve la nacionalidad y que había una ambigüedad y había una fragmentación de mi identidad”, explica.

El proceso, eso sí, llevó a una conclusión clara: “Pasé por muchas preguntas de quién soy: ¿una nacionalidad realmente me define? ¿Un papel que dice que soy algo realmente me convierte automáticamente en chilena? ¿Soy totalmente chilena ya? Y, bueno, la respuesta fue: no lo soy. Soy peruana, crecí en Perú, fui criada bajo esta cultura y por más que un papel diga que soy chilena, no lo soy. La película fue también una respuesta a eso”.

AUTOR/A/ES
POR 
Mariana Ardiles
Periodista y politóloga. Originaria de Copiapó y habitante de Santiago. Escribe décimas sobre las costumbres, la actualidad y la nostalgia en su proyecto Decimario (@decimario.cl). También escribe cuentos.
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