xelsoi, autor: “Me interesa mucho la narrativa gay del fracaso”

agosto 21, 2025
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“Laudes”, señala xelsoi, “no es una novela sobre la movida gay chilena. La historia no va de un weón que carretea en Illuminati”. Esta segunda novela, publicada por IMAGINISTAS, agrega, “independientemente que  guste o no, encuentro bacán que sea incómoda y que sea extraña en términos de lo que es el panorama literario”.

Antes que licenciado en literatura o escritor, xelsoi es influencer. O así lo hace ver la solapa de su segundo libro Laudes (IMAGINISTAS, 2025), que antepone la presencia en redes sociales del autor por sobre sus otras ocupaciones. Una elección consciente del santiaguino quién asume que la mayor parte de las personas que compren su libro probablemente lo harán porque lo reconocen por TikTok antes que por su ‘pega de 8 a 5’. Una idea muy opuesta al personaje principal de su libro, Natanael, a quien su trabajo como empleado multifuncional de un local de comida rápida lo ha terminado por definir casi en su totalidad como un ‘fracasado’.

Como cuenta en esta entrevista respecto a este rol público de crítico literario en relación a su proceso de escritura, “Laudes es un texto sobre la autoimagen y creo que las inquietudes basales tienen que ver con esto: la existencia digital, o convertirte en una especie de fantasma de pixeles en el teléfono. Tomarte una foto, sobrejuzgarla, si tienes muchos seguidores saber que van a estar todos viéndote con mucha atención”.

Esta novela, agrega, “no habla de eso directamente pero comparte ese sentimiento”.

En su caso, “pese a ser un weón que existe mucho en redes sociales”, contrapone, “igual me cargan un poco. Particularmente soy muy crítico de la figura de la influencer, ya que es una categoría inseparable del proyecto neoliberal. De hecho, no es más que la encarnación de la publicidad, ya sea para el skincare o para la venta de libros. Pero por eso mismo me gusta apropiarme de la categoría de influencer, porque siento que la gente la mira a huevo, y quizás sea cierto lo que piensan”.

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– El libro lleva como título ‘Laudes’, palabra que nunca se menciona en la obra pero que según Google hace referencia a “una de las horas canónicas, específicamente la oración de la mañana, y que tiene como propósito alabar a Dios y dar gracias por el nuevo día”. ¿Cuál es el significado detrás del nombre y qué relación tiene con la obra?

El título parte de una conversación personal que tengo con la imaginería católica. Creo que hay figuras del catolicismo que se construyen en el texto, por ejemplo, Natanael es una referencia a San Bartolomé, que es este santo cuyo martirio es que lo desollaron vivo. También está la figura de la paloma que se repite constantemente, que evidentemente no es la paloma blanca de la paz que representa el Espíritu Santo, pero está ahí. Y una escena que es muy como una comunión o bautizo. En el caso del título, a mí me parece que ese es el sentido del texto, el nuevo día y la nueva vida que Natanael busca o quiere darle la bienvenida a lo largo del argumento.

– Me parece muy interesante que aún cuando uno conoce al personaje, sus rutinas y relaciones más cercanas, nunca se habla de su pasado ni de su familia. Eso es algo que se da harto en textos colas gringos porque tienen una relación más lejana con sus familias, pero en Latinoamérica suele ser lo contrario. Pareciera que hubiera siempre una conexión más fuerte que también es reflejada incluso en los textos LGBT+.

No estoy seguro si hoy en día hay tanta distancia cultural entre el sujeto que se produce en el Chile neoliberal y el sujeto que se produce en Estados Unidos, guardando las obvias proporciones, y parte de ese panorama creo que tiene que ver con la ciudad y el anonimato que se produce al existir en la metrópolis. Yo nunca digo que el texto ocurre en Santiago, puede ser cualquier ciudad latinoamericana, donde los sujetos que habitamos esos espacios lo hacemos a través de cierto anonimato, uno no sabe quién es la familia de su vecino, no necesariamente conoces la familia de tus roomies. Pero, además, me interesaba relatar la soledad de Natanael, ya que es uno de los motivos para comportarse de la forma en que él lo hace, y me daban ganas de que fuera un weón sólo en términos familiares también.

– Otra característica que ‘justifica’ esta soledad es la ‘fealdad’ de Natanael, algo que se hace notar constantemente a través del texto y que dentro de la literatura homosexual chilena es bastante extraño, puesto que en su mayoría nunca se describe a alguien como feo. Menos poco carismático, siempre es ‘feo pero con plata’, ‘feo pero con un gran corazón’.

A mí me interesa mucho la narrativa gay del fracaso y Natanael refleja a esos personajes que son un desecho o fracaso del sistema en el que estamos viviendo, un weón que realmente nos ajusta a las expectativas de ningún tipo, ni de apariencia, ni de personalidad, ni de relaciones sociales, ni siquiera términos como de su propio mundo interior.

En la Furia del Libro, Juan Pablo Sutherland se refirió a Laudes como post-gay en la medida de que sentía que todos sus pares, es decir, la generación de Fuget, Simonetti, Lemebel, o incluso Wacquez, tenían un proyecto literario de carácter más aspiracional, cool, o reivindicativo militante, pero él encontraba que Laudes no participaba realmente en esa conversación, sino que tomaba la idea de que esa conversación ya estaba hecha y hacía otra cosa. En ese sentido, independientemente de que la novela guste o no encuentro bacán que sea incómoda y que sea extraña en términos de lo que es el panorama literario.

– De hecho cuando uno analiza los textos de Simonetti o a Fuguet tienen harta reminiscencia a los poemas efébicos, protagonizados siempre por una persona o muy bella o muy intelectual, mientras que Natanael es deliberadamente desagradable y normal. Algo que me hace mucho recordar la frase, que no tengo idea de quién es originalmente: “la verdadera igualdad de género va a llegar cuando las personas LGBT+ podamos ser igual de mediocres que los hombres cis y aún así triunfemos”.

Jamás había escuchado esa frase [se ríe], pero me hace sentido.

-¿Sientes que la normalidad de Natanael hace que el relato se vuelva más universal, aún cuando se trate de un personaje abiertamente gay?

Si hay algo en que no creo en el 2025 es en las grandes narrativas, ni políticas ni culturales. Aspirar a la universalidad de un texto no era algo que me inspirara ni que me motivara, pero si ese terminó siendo el resultado… regio. A mí me interesaba la idea de que este trabajo tan brutal y explotador, como lo es el lavar la loza en un local de comida rápida, es de cierta forma un fracaso. Nosotros no sabemos mucho del pasado de Natanael, pero sí podemos saber de su presente y su presente es mal visto. Yo tampoco soy un weón que esté muy a favor del trabajo, me carga que ahora esté de moda esta idea de que alguien es ‘alérgico a agarrar la pala’, weón, ¿qué te hace pensar que tenemos que trabajar 8 horas?, no sé qué tan digno es hacer a un weón rico más rico aún. En ese sentido, me nutrió mucho la lectura de ‘La dependienta’ (2016) de Sayaka Murata, donde la protagonista trabaja en una tienda de conveniencia, que es el equivalente a un minimarket acá en Chile, y la loca es feliz trabajando ahí pero la gente la juzga y le dice, «weona, teni’ 30 años, teni’ que buscarte una pega más decente”, pero a ella le acomoda.

-No sé si la película ‘Materialists’, de Celine Song, donde una casamentera (interpretada por Dakota Johnson) debe elegir entre un hombre que es ‘pobre’ (interpretado por Chris Evans) y un millonario (interpretado por Pedro Pascal).

O sea que el Capitán América y Pedro Pascal son sus dos opciones… horrible [se ríe].

-Sí, no sé cómo puede dormir tranquila [se ríe]. La cosa es que hay un video viral en donde a Celine Song le preguntan qué opinaban de que según una persona la película era una propaganda pro ‘broke man’ [hombre pobre o en bancarrota]. Y ella responde que ese tipo de comentario le daba cero risa porque reflejaban justamente una suerte de fobia a la pobreza de la sociedad actual, que es justamente lo que la película crítica.

– Creo que igual es un problema súper heterosexual, porque siento que el mundo cola se moviliza a través de otras expectativas, donde no esperas que ningún hombre te vaya a mantener porque tú también eres hombre… salvo para un weón atroz con el que salí alguna vez y esperaba que lo mantuvieran [se ríe].

– Todos hemos estado ahí…

Pero me gusta lo que me estás comentando porque en una crítica de Laudes que subieron El Mostrador, el autor [Gonzalo Schwenke] tiraba el comentario de que el narrador se perdía la oportunidad de hacer una crítica a la sociedad neoliberal a través de la rebeldía, y que su expectativa era que Natanael rompiera con su destino. Pero, ¿sabes lo que pienso de esa crítica?, en especial si la escribe un weón de apellido alemán, es que a veces el destino de la clase es inescapable. A mí no me interesa escribir una narrativa meritocrática, de éxito personal, de intentar replicar el realismo socialista, ni una weá. Yo creo que eso ya fue, ya ganó el capital, la democracia se convirtió en una ficción. Si en Laudes el personaje principal no lo logra, es porque de repente la gente no lo logra, eso es una realidad, no todos podemos ser millonarios.

-O influencers… Pero quiero volver a esto de que aun cuando no se menciona a Santiago en el libro sí hay cosas que hacen referencia a la capital, que además tiene una movida gay importante, al menos en comparación a otras ciudades del país. ¿Por qué decidiste obviar este mundo gay particular y sus códigos dentro de la historia?

Me interesa la literatura deslocalizada, porque siento que hay algo atemporal que ocurre cuando uno no sitúa del todo una obra. Pienso que tal vez un weón de Lima lea esta novela y piense que ocurre en Lima, por todas las similitudes que tienen las ciudades del mundo neoliberal que están más o menos homogeneizadas. En todo caso, la localización de la novela está dada por una cuestión de lenguaje, de los diálogos de los personajes. Creo que es evidentemente una novela chilena, tampoco es que yo esté neutralizándolo todo, pero no es una novela sobre la movida gay chilena. La historia no va de un weón que carretea en Illuminati.

-Ese quiebre con plasmar la movida gay actual me recuerda a un incidente que tuviste hace poco en una entrevista para Clase Básica, donde comentabas ‘que no te interesaba competir con el resto de los escritores colas del presente por ser el nuevo Pedro Lemebel’.

Esa entrevista… cuando subieron la cuña de la entrevista encontré que me expliqué mal, pero siento que no me expliqué tan mal como para que la gente me sacara tanto de contexto [se ríe]. Creo que hay personas que entendieron que me valía pico Lemebel, cuando no es cierto, de hecho es de mis autores favoritos, pero creo que hay una gran distancia temporal entre la obra de Lemebel con el presente. En ese momento la gente creía en las grandes narrativas políticas y culturales, en las que yo no creo a estas alturas del partido. Siento que hartos escritores de mi generación, colas y heteros, intentan emular el lenguaje con el que trabajaba Lemebel, que era precioso pero a la vez muy característico, y también quieren ocupar esa posición cultural, la posición del héroe de la clase obrera. Vuelvo a lo que dijo Sutherland, que al final esta novela no se sitúa como heredera de ninguna tradición. Qué fome sería que dijeran que soy el próximo tal y tal. No po’, yo hago la weá que yo quiero. Pero filo, no estoy tan picado por el video, vi solo los primeros comentarios y luego ya lo dejé de pescar.

-Dijiste que los relatos universales están flopeando básicamente, ¿sientes que hay una vuelta al relato íntimo por sobre el colectivo/político?

Sí, completamente, pero también creo que en Chile pocas veces se ha hecho algo distinto a un relato íntimo. Creo que desde la ‘vuelta a la democracia’, las literaturas que aparecen son en su mayor parte literatura intimista, muy del yo. Volviendo a esta crítica de El Mostrador, el weón decía que texto se consumía por un narrador en tercera persona, una weá muy rara.

La crítica Patricia Espinosa tiene un concepto que llama la ‘novela selfie’, que es este momento de la literatura chilena donde las novelas persiguen los mismos propósitos de una selfie, que es dejar a sus personajes/autores siempre bien parados, como héroes de una clase, héroes de una categoría. Por lo menos puedo decir que Laudes no es una novela selfie.

-¿Tienes planes para escribir otro libro?

Estoy en conversaciones para hacer una gira por diferentes lugares con Laudes. Eso es algo que me gusta mucho, en especial porque la gente de región se motiva mucho cuando uno va desde Santiago, porque a diferencia de los weones santiaguinos que les valgo pico porque me ven todos los días en Grindr, no siempre los autores van a ciudades que no sean centrales. Este año de nuevo me dieron la beca de creación literaria, así que tengo que terminar una novela. ¿Cuándo la voy a sacar? No lo sé, pero eso tiene que ocurrir legalmente, pero de fechas no hablo ni me interesan [se ríe]. Es una novela sobre dos colas que son pareja y habitan una ciudad postapocalíptica. Harto sexo, harta violencia, bien intimista.

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