Aventuras y viajes por mar(iátegui). Una lectura de Revolución y deseo. Las travesías vitales de Magda Portal y Blanca Luz Brum, de María Pía López -Parte 2-

agosto 27, 2025
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Colón es “el héroe histórico o pretérito de mi predilección. Pienso en él cada vez que me visita la idea de escribir una apología del aventurero. Porque hay que reivindicar al aventurero, al gran aventurero”[i]. Mariátegui escribió eso en un brevísimo texto publicado con un título que hoy no aceptaríamos: “En el día de la raza”. Interesa rescatar de ahí otra de las palabras que protagoniza Revolución y deseo: aventura. Porque el libro de López también es un libro de aventuras, de travesías vitales. La vitalidad como lo otro de la agonía, en el sentido en que se dice de alguien que está angustiado o acongojado, pero cerca de la agonía entendida como combate o lucha. Se pelea porque se desea la revolución. Quizá ahora podamos hacer un giro y decir que ya no estamos solo ante un libro sobre Mariátegui, sino sobre dos aventureras que se arrojan a la revolución. Y quien se arroja a algo, sabe que no hay garantías. Y sabe también lo que sabía Mariátegui: que así se vive peligrosamente.

Esa aventura, además de vital –¿podría no serlo?–, es travesía. Lo es por inquieta, por agitada, por traviesa. Y lo es también como sinónimo de viaje. ¿Qué fueron Portal y Brum? Dice López: viajera militante una; viajera aventurera la otra. Viajes, entonces. Pero no el clásico de América Latina a Europa y su posterior retorno, que sería el de Mariátegui, es decir, el de quién encuentra en el mal llamado “viejo continente” –¿viejo para quién?– el deber de una tarea americana. Tampoco el de Flora Tristán, de Francia a Perú, “para reclamar sus derechos hereditarios” (p. 59). Ni el de Maiakoski, de la Unión Soviética a América, que le permite “descubrir” un mundo exótico en La Habana; un mundo fascinante en México, de arte y poesía (“una de cada seis personas es, sin duda, poeta”, dice), de revolucionarios (apunta que como todos lo son la palabra pierde sentido), que se combina con una extrema pobreza provocada por el imperialismo estadounidense; y un mundo terrible a la vez que deslumbrante en los Estados Unidos de los rascacielos, la electricidad, los carteles luminosos, la tecnología, los trenes y los automóviles[ii]. Acá se trata de otro tipo de viaje: el que emprenden dos latinoamericanas por nuestro continente y que, sin necesidad de cruzar el océano, pueden encontrarse en México, como lo hizo Portal, con el Perú profundo: el de los indígenas. 

Pero no es este un libro de viaje, sino sobre los viajes. Que acá son destierros: “El exilio será destierro, pérdida de la tierra, arrojo al mar” (p. 51). Son viajes que se dan más por mar que por tierra. Porque lo que está en el fondo de todo, es el mar. No el fondo del mar, sino el mar como fondo, como posibilitador de ciertas lecturas que precisan del “deseo por lo abierto que aparece con el mar” (p. 11). Revolución y deseo comienza narrando la relación de López con un libro, o mejor, con la lectura de un libro. Se trata de Gran Sertón: Veredas, de João Guimarães Rosa. Dice que había intentado leerlo en tres ocasiones en distintas ciudades, pero que nunca había logrado pasar de las treinta páginas. Hasta que llegó el cuarto intento, con el mar como fondo. No lo dice, pero es el mar abierto del balneario uruguayo Punta del Diablo –tampoco dice que fue ahí donde escribió Revolución y deseo–. Se puede desplegar acá un interesante juego de significantes y metonimias. El primero: una edición estadounidense eligió traducir la novela de Rosa como The devil to pay in the backlands. El diablo y la Punta del Diablo. El segundo: el mar. En Portal aparece en los nombres, desde Mariátegui a Valdelomar –ese poeta peruano y viajero que tanto le gustaba y leía–, pasando por la poesía de María del Mar y el seudónimo de su marido, Serafín Delmar. En Brum lo hace en la geografía: había nacido en Pan de Azúcar, cerca del mar, pero eligió el de una isla del pacífico para vivir el último tercio de su vida. A su autobiografía la llamó Blanca Luz Brum…contra la corriente. Y estuvo casada con un poeta peruano llamado Juan Parra Del Riego –el riego no es el mar, pero alude, quizá, a sus aguas–. Todavía hay más: “Una fue inhumada en el Cementerio Viña del Mar; la otra, como había pedido, vuelta al mar en sus cenizas”[iii].

El mar inundándolo todo. Incluso una isla, la de Más a Tierra, donde Brum vivió en los años finales de su vida. Y en la que también había estado Sarmiento antes de su viaje a Europa y que era la que había inspirado a Daniel Defoe para escribir Robinson Crusoe, que a su vez había inspirado a Marx para inventar la noción de robinsonadas –la cual probablemente también le quepa a la propia Brum, que se pensó en la “soledad heroica” y prefirió “la singularidad del revolucionario frente al colectivo del partido”–. Brum ya había muerto cuando un tsunami arrasó con la isla y el mar se terminó llevando la que había sido su casa con su archivo y sus obras. Pero tiempo después, el mar fue devolviendo sus viejas pertenencias, entre ellas una foto de su madre. En ese mismo mar del Pacífico pensó Patricio Guzmán en El botón de nácar. Allí, Guzmán conectó la historia de Jimmy Button (un indígena que vestido con ropa de marinero viajó a Inglaterra a cambio de un botón, y que según el cineasta marcó el fin de los pueblos del sur de Chile) con los cuerpos de los presos de la cárcel de Dawson que habían sido lanzados al mar durante la dictadura de Pinochet. Y lo hizo a través del botón de nácar que se adhería al riel que utilizaban los militares chilenos para arrojar los cuerpos. Y ahora, con López, el Pacífico parece restituirnos las vidas de estas dos mujeres. Y de sus pensamientos oceánicos, embarcados. 

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El libro viaja por distintas geografías: el Uruguay de Brum, la Buenos Aires de los años veinte, el Perú de Mariátegui, de Gamaliel Churata y de José Sabogal, la Bolivia de Tristán Marof, y el México de José Vasconcelos, del estridentismo, del muralismo y al que López, en el capítulo VII, llama “la capital de la revolución americana”. Para Portal y Brum, México es “espacio de descubrimiento”. ¿Descubrimiento de qué? De los potentes cruces entre vanguardia, arte y política. Lo evidencian escribiendo en importantes revistas de su época (AmautaRepertorio AmericanoBoletín TitikakaClaridadIndoaméricaAtuei, etc.), pero también animando las propias: Brum editó Guerrillas y dirigió Aportación, y Portal FlechasBandera RojaTiempos y una revista que cambiaba de nombre con cada publicación: TrampolínHangarRascacielosTimonel. Portal se interesa por el “genial” muralismo mexicano y Brum, que a finales de los años veinte será pareja de Siqueiros, dirige el suplemento “El arte por la revolución” en el periódico Justicia. Algunos años después, y cuando Siqueiros ya había participado del fallido atentado contra Trotsky en Coyoacán, Breton, Rivera y Trotsky desarmaran la dicotomía entre arte y revolución cuando firmen, también en México, el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”. 

López cuenta las vidas de Portal y Brum con todas sus contradicciones. Y sus diferencias. Si Brum es en algunos pasajes mujer de Estado, Portal es soldado de la revolución; si en otros Portal es mujer de partido o movimiento, Brum es deseo del yo, el deseo de vivir poéticamente; si Brum se propone tomar el fusil para defender a Mariátegui, Portal opta por Víctor Raúl Haya de la Torre[iv]–; si Portal termina confabulando con las luchas feministas en los setenta y rompe con la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) por la escasa participación de las mujeres en el partido, Brum, aunque se conmueve por las luchas femeninas, termina apoyando a Pinochet. 

Revolución y deseo es un libro de muchos libros: sobre Mariátegui, sobre la escena latinoamericana de los años veinte y treinta, sobre los viajes, la militancia, el complot y el exilio, sobre cómo narrar el pasado alumbrado por un presente en ruinas, sobre el mar, sobre el deseo y, fundamentalmente, sobre la revolución. Pero no de una cualquiera, sino sobre la revolución del feminismo, o un feminismo que busca su revolución. Que la desea. En un tiempo decadente, tal vez en el sentido en el que lo pensó Mariátegui[v]. Pero con una diferencia: si Mariátegui tuvo que pensar con el telón de fondo de los dramas del fascismo, de su lado estaba una historia que se escribía en acontecimientos como la Revolución Mexicana, la Reforma Universitaria, la Revolución China o la Revolución Rusa, que permitían imaginar un mundo otro. El nuestro, en cambio, parece obturado de esa posibilidad. Es esta una época donde no hay perspectiva de futuro. Oscar Masotta escribió alguna vez que “lo real es algo tan lleno como un ganso después de haberse comido todas las bellotas”[vi]. Ahí, no hay falta. ¿Seremos capaces hoy de diagnosticar la definitiva decadencia de nuestro tiempo para que la palabra no dicha –que es sobre la que este libro insiste– aparezca y podamos simbolizar un futuro con iluminaciones más felices?


[i] Mariátegui, José Carlos: “En el día de la raza”, en La novela y la vida, Lima, Empresa editora Amauta, 1985, p. 162.

[ii] Maiakovski, Vladimir: Mi descubrimiento de América, Buenos Aires, Entropía, 2015.

[iii] Ibíd. p. 153.

[iv] En mayo de 1930, en el número 2 de la revista chilena Índice, Portal publicó “Trayectoria de José Carlos Mariátegui”. Allí relativiza el liderazgo de Mariátegui diciendo que es un “paralítico”, “siempre iluminado por la fiebre”, y que en los comienzos del oncenio de Leguía no se había exiliado sino que había sido “enviado a pasear por Europa”. A pesar de que la respuesta se hizo pública sesenta años después, cuando fue encontrada en el archivo familiar, Anna Chiappe, la compañera de Mariátegui, escribió que “la Portal”, además de ser “desaprensiva” y “tonta”, tiene “una neurosis revolucionaria que la hace hasta inconsecuente con la amistad y la bondad de un hombre que fue el único en darle una importancia que no merece (…) su actividad literaria ha sido tan insignificante y tan cursi no ha provocado la más mínima simpatía”. Ver Chiappe, Anna: “Algunas observaciones a Magda Portal (1930)”, en Anuario Mariateguiano, Vol. XI, Núm. 11, 1999, 12-13, Lima.

[v] Mariátegui, José Carlos: “Arte, revolución y decadencia”, en El artista y la época, Lima, Amauta editora, 1980, pp. 18-22.

[vi] Masotta, Oscar: Lecciones de introducción al Psicoanálisis, Buenos Aires, Gedisa, 2012.

AUTOR/A/ES
POR 
Diego Giller
Diego Giller es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y co-director de la Colección Pensadores y Pensadoras de América Latina de la UNGS.
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