[Presentación] Reedición libro “Este puente, mi espalda” coordinado por Gloria Anzaldúa y Cherrie Moraga

septiembre 18, 2025
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Durante el mes de septiembre, Cherrie Moraga y Celia Herrera Rodríguez estuvieron viajando por diferentes regiones de México para presentar parte de su trayectoria política y artística además de la reedición del libro “Este puente, mi espalda: escritos radicales de mujeres de color en estados unidos”, coordinado por Gloria Anzaldúa y Cherrie Moraga, editado por Ana Castillo y Cherrie Moraga y publicado en esta edición por U-Tópicas Ediciones y Libros UNAM, que fue presentado en el marco del 𝑪𝒐𝒏𝒗𝒆𝒓𝒔𝒂𝒕𝒐𝒓𝒊𝒐: 𝑴𝒊𝒓𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒉𝒂𝒄𝒊𝒂 𝒂𝒕𝒓á𝒔: 𝑷𝒂𝒓𝒂 𝒍𝒂𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒗𝒆𝒏𝒈𝒂𝒏 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒖é𝒔 𝒅𝒆 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒂𝒔 en la casa Snowapple, Residencia Artística Internacional.  

El conversatorio contó además con la participación de Regina Gómez Iturribarría, Mariana Ávarez Castillo y Valeria Angola. Este encuentro intergeneracional permitió también reflexionar sobre la influencia de este libro a más de 40 años de su publicación. 

Cherrie también tuvo la generosidad de dar cuenta del contexto en que se dio origen al libro, publicado originalmente en 1981 y su articulación con las diferentes luchas feministas que en ese momento se estaban sosteniendo en San Francisco, Estados Unidos, destacando el apoyo recibido por Audre Lorde y Toni Cade Bambara: “Quiero recordar que nadie de nosotros podía decir nada si no fuera por el ejemplo de estas mujeres negras afroamericanas durante ese tiempo. Siempre hablamos de ellas porque eran referentes para nosotras y fue un milagro que ellas, estas dos mujeres en particular, se interesaran en lo que estábamos haciendo”. 

Compartimos a continuación algunos extractos de la presentación del libro, junto con el prólogo de Cherrie Moraga.

Regina Gómez Iturribarría, fundadora de la plataforma digital Mujeres Incendiarias: 

“Yo hace muchos años que trabajo con teoría feminista latinoamericana y lo hago tanto en Mujeres Incendiarias como también en la Secretaría de Mujeres, y también dando clases en la Universidad Pública. Porque me parece muy importante, y siempre lo digo, compartir qué están haciendo y qué están pensando las mujeres de nuestra región. 

Luchas de mujeres, feminismos y sobre todo también cómo se le disputa un feminismo hegemónico no solamente aquí en Latinoamérica sino en el mundo, pues la palabra de lo que significa ser mujer o lo que significa incluso por lo que estamos luchando. Entonces, yo creo que este libro para mí fue muy importante cuando lo leí por primera vez en el año 2018 porque yo me considero que soy una persona bastante puente, porque siempre estoy intentando conectar cosas y personas. 

Es algo que literalmente hago todo el tiempo en Incendiarias y a veces sentía que cuando daba el curso de Luchas de Mujeres en América Latina o Teorías Feministas de los Sures como que me pasaba mucho que había compañeras que me decían oye, pero yo ¿con qué me identifico? ¿soy feminista negra o soy feminista comunitaria o soy feminista decolonial? Y es de nuevo como caer en estas categorizaciones, que obligan a asumir un cierto tipo de feminista para poder entrar en un movimiento. Y creo que algo que he aprendido mucho, justo con Valeria, con Nana y con Dan que también están aquí, con quienes he construido mucho desde la teoría encarnada, que literalmente es la praxis política que hacemos todos los días de cuestionarnos cosas, de repensar cosas, quizás cosas que en un momento pensaste.

Por ejemplo, a mí me resuena mucho el tema del separatismo porque al principio cuando yo estaba en la facultad de la UNAM en 2017 era como sí, separatismo, separatismo y hoy para nada me encuentro en ese lugar y creo que el separatismo no funciona. Entonces eso es algo que creo que fue muy bonito leerlo en ese momento, y vincularlo también con el nombre del conversatorio, “las que vienen después de nosotras”. 

Pienso en los últimos 50 años de todas las luchas de las mujeres en América Latina y en los sures del mundo, en el tercer mundo, que también es muy reivindicativo ese nombrarse como mujeres del tercer mundo pues qué implica para las que vienen después, con qué cosas pues la hemos cagado la verdad y qué nos hemos dado cuenta de ciertos errores que cometimos. Hace unos años todas estábamos de que sí, tendederos, tendederos, ¿no? Y ahora decimos madres, ¿qué hacemos después de eso? Ya cancelamos a la mitad de la población y de hecho nosotras también podríamos estar en esos tendederos. 

Entonces justo ahí es cuando vemos como hay feminismos que no responden a nuestras lógicas porque definitivamente nos han quedado muy lejanos. Y pasa mucho que cuando tú entras a leer teoría feminista, las primeras mujeres que lees siempre son mujeres blancas europeas o estadounidenses blancas, y muy pocas veces en América Latina leemos teoría feminista latinoamericana o de otros sures del mundo, feminismo islámico, feminismo chicano y cuando lo lees te dices como mierda hubiera empezado por aquí y hubiera sido muy distinta mi trayectoria en el movimiento. 

Entonces, pues creo que definitivamente “Este puente, mi espalda” marcó algo muy personal, pero sobre todo y resalto mucho de una parte del prólogo a esta edición que menciona hay algo muy característico como del sistema neoliberal y de los últimos 50 años de este régimen económico-político-social en el que vivimos, tristemente que es que se asume que la liberación viene desde una cuestión individual”.

Portada del libro – Fotografía de «Mujeres Incendiarias»

Mariana Ávarez Castillo

Quería platicar, así como lo hizo Regina, sobre mis pensamientos y lo que tengo ganas de compartir, pero renuncié a esa idea y lo escribí. Entonces, voy a leer un poquito de lo que quiero compartir y lo que quiero dialogar, y empiezo con una cita, ´¿Quién nos dio permiso para escribir? ¿Quién soy yo? Una pobre chicanita del campo como para atreverme a escribir´. Esto ya lo decía Gloria Anzladúa  en su imborrable texto ´Hablar en Lenguas´, y así mismo me siento hoy. ¿Quién soy yo para ocupar este espacio? ¿Para hablar por este micrófono? ¿Para compartir con Celia, Cherry, Valeria y Regina? ¿Tengo yo una novata, una venezolanita nueva en esta tierra, el permiso para venir a hablar entre chicanas? ¿No deberían hacerlo los y las deportadas, los y las activistas que defienden el territorio, las transnacionales, las madres buscadoras, las defensoras del maíz y de la soberanía alimentaria? Estoy segurísima de que sí. De que son sus voces y sus plumas las que deberíamos estar escuchando atenta y respetuosamente. Más que hablar, lo que siento es una enorme necesidad de aprender de esas experiencias y de esas cosmovisiones. Sin embargo, para venir, decidí confiar en aquello de lo que siempre dudo, de mi pulsión por escribir.” 

“( …)Nos hemos reunido en este conversatorio llamado ´Mirar hacia atrás para las que vengan después de nosotras´ que es también el epílogo, escrito por Cherrie, de esta edición de “Este puente, mi espalda”,  y por supuesto, que al mirar hacia atrás para pensar en las que vienen, no puedo evitar pensar en Aílton Krenak cuando dice que el futuro es ancestral porque ya estaba aquí y porque el paso del tiempo, lejos de ser lineal, es arriba y es abajo, es aquí y es allá, porque el tiempo es una invocación, es un juego de memoria y un chapuzón de porvenires. 

Entonces, mirar hacia atrás es al mismo tiempo y de otro modo mirar al futuro, porque el futuro nos alcanza todos los días mientras el pasado nos escolta. Ya lo decía Audre Lorde en ‘Las Herramientas del Amo´ que está también en ‘Este puente’, sobre interdependencias y las diferencias. Ahora, cita de Audrey Lorde: ´En el contexto de interdependencias y de las diferencias mutuas, no dominantes, reside la certeza que nos permitirá descender al caos del conocimiento y tener la posibilidad de volver de ahí con perspectivas sinceras acerca del futuro, así como con el poder concomitante para llevar a cabo los cambios que puedan hacer realidad ese futuro. La diferencia es el artículo poderoso y desenfrenado que forja nuestro poder personal´. 

Creo que hoy, más de 40 años después, estamos habitando un pueblo futuro que se propuso “Este puente, mi espalda”. Para mí, uno de los aportes más radicales de este libro es defender la creatividad como un acto político, porque la potencia creativa que existe en la capacidad de imaginar otro mundo, otra escritura, otra academia, es en sí mismo un gesto radical. Afirmar que la experiencia encarnada de las mujeres tercermundistas, aquellas no reconocidas por la industria editorial, las no traducidas a miles de idiomas ni publicadas en tapa dura por grandes editoriales, es lo suficientemente valiosa como para ser compartida. Esa certeza de que la experiencia misma es fundamental para nuestra vida y nuestras comunidades, abre un espacio de posibilidad, de dignidad, de respeto y de intercambio entre nosotras. 

Escribir no como demostración de virtuosismo y de genialidad, sino como un acto para rastrear nuestros miedos y nuestras rabias. Para reconocer aquello que no podemos permitir y de lo que debemos cuidarnos. Escribir para practicar el sosiego y para resistir a la desesperanza. Escribir para, como escribió Cherrie, honrar la voz y letra de nuestras ancestras. Finalmente, en “Este puente» se elabora sobre la colectividad, sobre la alianza entre mujeres distintas. Los testimonios del libro nos invitan a pensar en los desafíos de hacer juntas y en la incomodidad que naturalmente produce el desacuerdo. Lo importante, creo, es recordarnos que necesitamos sostenernos en el cuerpo, ser el cuerpo, ser comunidad”.

Fotografía Casa Snowapple

Valería Angola, integrante del colectivo Afrochingonas: 

“Cherry, yo al releer este texto en mi espalda, me sentí convocada, no sé por qué, a escribirte una carta (…) Gracias a ti, a las chicanas, a las negras, a las migrantes, a las trabajadoras, entendimos lo necesario que era oponerse al feminismo whitexican de las influencers, las liberales y las terfas. 

Hicimos manifiestos para confrontar el separatismo del feminismo, el odio de las terfas, el racismo de Estado, la cacería de migrantes, el perfilamiento racial y la militarización. Organizamos protestas enfrente de la Embajada de España el 12 de octubre para reivindicar esta fecha como una celebración de resistencia de los pueblos colonizados del tercer mundo. Denunciamos el racismo del sistema carcelario, llevamos toallas higiénicas a las prisiones de mujeres, diseñamos talleres para mujeres privadas de su libertad, también acompañamos casos de presos políticos. 

Veníamos advirtiendo desde 2018 que los grupos antiderechos no solo se oponían a reivindicaciones feministas como el aborto, sino también a los derechos de los migrantes. Este gobierno, aunque de izquierda, reconoció a los pueblos negros en la constitución, pero perfila racialmente a todo aquel que aparenta no ser mexicano por su tono de piel o cabello. México trata a las personas negras como migrantes, México trata de manera inhumana a los migrantes. En México, migrar no es un delito, pero México encarcela como en Estados Unidos a personas que vienen buscando nuevos horizontes de vida. México acusa de extranjeros a las personas negras mexicanas que se desplazan desde un Estado a otro. En las carreteras, los militares extorsionan e intimidan con armas y requisan ilegalmente a las personas. Yo soy migrante, como tú, Cherrie, como Gloria, como Nelly y muchas de las autoras de ‘Este puente’. 

Soy mexicana, pero también soy colombiana. La frontera me parte en dos. Mi corazón está en los cerros orientales de Bogotá con mi mamá, mis tías y mi música. Aunque México no sería lo que es sin la histórica migración de personas de muchas nacionalidades, algunas personas afromexicanas, pese a que compartimos el dolor del racismo, me rechazan. Me excluyen de sus espacios y no me tienen en cuenta porque soy colombiana. Hablo de esto porque en ´Este puente, mi espalda´ se reflexiona bastante de las tensiones que se viven dentro de los movimientos de mujeres, del racismo de las blancas, de la LGTB-fobia en las comunidades negras, de nuestra incapacidad para construir un movimiento cohesionado, pero también del deseo de conectar políticamente más allá de nuestras diferencias. 

El libro invita a habitar la incomodidad de reconocer cómo hemos incorporado el racismo, de cómo nos atraviesa el poder, cómo operan las violencias en lo más íntimo, nuestros cuerpos. Por eso necesito hablar de la xenofobia que he vivido en el movimiento afromexicano, de cómo he sido rechazada, funada y menospreciada por mujeres afro, activistas que comparten experiencias de opresión muy similares a las mías. 

Siempre seré extranjera en México a pesar de tener papeles. Siempre seré extranjera en México porque habito un ritmo cultural en el que no soy de aquí ni tampoco de allá. Ser una mujer afro en México es mi gran herida, pero este limbo también se siente como un puente. Soy puente Cherrie, porque al poner en contacto dos elementos que en apariencia son contradictorios, se abre un espacio nuevo para crear, para sanar y transformar. 

Cherrie, a veces soy presa en la desesperanza y el desencanto, a veces creo que no estaré viva para presenciar los cambios por los que luchamos todos los días. Me aterra ver el mundo consumido por el dinero de unos cuantos hombres blancos del norte global. Pienso en la muerte con frecuencia, creo que cualquiera de nosotras puede morir en cualquier momento. La muerte es una realidad tan cercana que nos hemos acostumbrado a ella, nos matan de hambre, nos recortan presupuestos y nos suben los impuestos. 

Los militares están en las calles, nos persiguen, sospechan de nuestros movimientos, sus miradas todo el tiempo están sobre nuestros cuerpos. Tengo miedo de morir y no haber visto los cambios por los que tú y yo luchamos. ¿Cómo seguir viviendo con este miedo? El miedo se supera, el miedo se transforma, se transita con las amigas. 

Al leerte pensé en el valor de la amistad. A mis 34 años me interesa mucho más conservar el inmenso amor de mis amigas que las mediocres migajas de cariño de un hombre. Resaltar esa parte, por favor. Tengo miedo de morir y no haber sentido el amor de un hombre, no ser la elegida, la esposa, la legítima. Porque mujeres como nosotras, las oscuras, las negras, no estamos en el proyecto de vida de los hombres que inconscientemente todavía buscan reproducirse con alguien que les mejore la raza. Como sus hijos saldrían oscuros si juntan sus genes con los nuestros, entonces mejor seremos sus amantes. 


Me niego a ese destino porque reclamo todo el amor del mundo. Quiero ser amada en público, a la luz de todas las miradas, porque merecemos amor. Por otro lado, pienso que eso de no haber sentido amor es puro cuento. Tengo el inconmensurable amor de mis amigas. Ellas me aman y yo las amo a ellas. Me aman contradictoria, vulnerable con mi oscuridad, mis sombras y mi lucidez. Estoy convencida después de leerte que no hay mayor fuerza política para las mujeres que la amistad. Ese es el amor entre nosotras. Mis amigas, mis camaradas, mis amigas, mis colegas, mis amigas, mis cómplices, mis amigas, los grandes amores de mi vida. Cuando pienso en mis amigas de inmediato imagino tu amistad con Gloria. Un amor político que invita a crear juntas, a quejarnos juntas del racismo, a llorar juntas y a lamernos las heridas juntas. A escribir juntas y a invitar a otras, a inventar mundos que aún no existen pero que nos urge habitar”.

De izquierda a derecha Barbara Smith, Audre Lorde, Cherrie Moraga y Hattie Gossett, integrantes del Kitchen Table Press / Fotografía de Joan Biren

Cherrie Moraga, ensayista y dramaturga chicana, compiladora del  libro “Este puente, mi espalda»:

“Este puente, mi espalda”, fue un milagro para nosotras, para Gloria y yo. Estabamos en la posición de tener esa esperanza, de poder ver este momento. Y sí, ella está presente, a su propia manera. Pero también creo que ella está en otro plano. No necesita estar aquí con nosotros así, tú sabes lo que estoy diciendo, porque ella era una persona de un espíritu bien profundo y tienen la capacidad de estar presente aquí, pero en el otro lado también, me refiero a la espiritualidad que nos permite estar conectadas con esta tierra, con la naturaleza y mantenermos firme. 

Mirando hacia atrás para las que vengan después de nosotras

Epílogo 2025 

Traducción, Ariadna Molinari Tato 

Adaptación de Erick Valenzuela a partir de la lectura en vivo 

Tras haber pasado tiempo con las páginas de la versión en español de “Este puente, mi espalda”, las palabras de escritoras mucho más jóvenes en 1981 se han vuelto a arraigar en mi corazón, quizas hoy de una forma mucho más profunda, quizás tenga que ver con el choque tan rápido del paso de los años,  casi 45 años. 1981 fue un mundo diferente y sé muy bien cuán valientes tuvieron que ser las escritoras de “Este puente” tuvieron que ser para levantar sus voces antes de su tiempo, no solo en las páginas de este libro, sino en todas las ocasiones antes y después de su publicación. Son y fueron guerreras en sus vidas y en su propio camino. Algunas más profundamente de lo que jamás llegaremos a saber. Ofrecemos entonces este libro a nuestras hermanas hispanohlablantes y latinoamericanas con la esperanza de que nuestra lucha pueda proporcionar algún significado y apoyo a su lucha. Fundamentalmente, sufrimos en las manos del mismo monstruo. Ya sea que vivamos en sus entrañas o sintamos su enorme poder amenazando nuestros propios países, no podemos permitirnos vernos separadas unas de las otras. 

En el libro “La Frontera”, Gloria Anzaldúa mencionaba la frontera de 3140 km que divide a los Estados Unidos de América Latina como una herida abierta. Cuando nos extendemos como puente entre las diferencias, la promesa de aliviar las heridas causadas por siglos de separación se realiza. 

La revisión de “Este puente, mi espalda” 40 años después de su publicación me ha hecho reflexionar mucho y no dejo de recordar la frase de Gloria: “Quién soy, una pobre chicanita de campo como para atreverme a escribir”, y pienso en lo cierto que es para ambas que tuviéramos esos cuestionamientos internos desde lo profundo, poniendo en duda nuestro derecho a escribir. 

Nota de prensa titulada «Anzaldúa y Moraga: Construyendo Puentes»

Gloria y yo desarrollamos el proyecto editorial de “Este puente” como escritoras, activistas, feministas, que organizaban lecturas y eventos culturales en la área de la Bahía de San Francisco, pero que teníamos muy pocas publicaciones a nuestro nombre. A finales de los años 70, las chicanas estaban apenas empezando a publicar algunas cosas en revistas y folletines de editoriales pequeñitas, y lo mismo decirse de las mujeres indígenas estadounidenses y de ascendencia asiática que escribían en Estados Unidos en esa época, salvo por algunas excepciones. Aún así, contamos con el apoyo a lo largo de todo el camino. Con frecuencia Gloria ha señalado que la historia de “Este puente” le debe mucho a la artista-escritora Merlin Stone, quien fue una de las principales defensoras del libro. En lo personal, quisiera reconocer también a otras: La poeta feminista y lesbiana Adrienne Rich le dio mucha visibilidad al proyecto. En 1979, con un nudo de timidez en la garganta, porque no era más que una simple estudiosa de su obra a la que no habíamos conocido, le envié a Adrienne un borrador de “La Güera” para anunciarle nuestros planes de publicación y pedirle su apoyo. Para mi sorpresa, me invitó a publicar el ensayo en el libro de ”Coming Out Stories”, Persephone Press, 1980, para el cual ella estaba escribiendo un prólogo. Adrienne también se convirtió en una promotora activa de la fundación The Kitchen Table Women of Color Press y la iniciativa de republicar “Este puente” tras la desaparición de la editorial Persephone en 1982. 

Sally Miller Gearhart la activista, feminista, lesbiana y autora de “The Wanderground”, otro título de Persephone de 1979, fue en realidad la primera en recomendarle a Persephone Press la publicación de “Este puente” en inglés, en ese momento el manuscrito se titulaba “Destrozar el Mito”. Sally era lesbiana, separatista y mi asesora en el posgrado en la Universidad Estatal de San Francisco, nos pasábamos todo el tiempo debatiendo de la política, pero con un amor profundo. Si la historia de la creación de este libro  es capaz de enseñarnos tanto como el libro mismo, lo hace al reconocer que sí, que la raza importa. El apoyo de estas mujeres blancas con capital cultural no mejoró ni empeoró nuestro proyecto. De hecho, Gloria y yo soliamos decir en broma que de haber sido nuestra única opción hubiéramos mimeografiado el libro para distribuirlo en las calles. Aún así, el acceso que tenían ellas, nos permitió acceder a una red de distribución y publicación feminista que permitió concretar la publicación de la antología de “Escritos Radicales de Mujeres de Color”. También es único y distintivo el impacto que la presencia de Audre Lorde y Toni Cade Bambara han tenido en el éxito del libro. Ambas son hermanas ejemplares y autoras emblemáticas de la gran oleada de escrituras de feministas negras de los años 70 y 80 que nos precedió. 


Quiero recordar que ninguna de nosotras podría decir nada si no fuera por el ejemplo de estas mujeres negras afroamericanas durante ese tiempo. Siempre hablamos de ellas porque eran referentes para nosotras y fue un milagro que ellas, estas dos mujeres en particular, se interesaran en lo que estábamos haciendo porque no iban a ganar nada de nosotras porque no éramos nadie. Entonces, son un ejemplo de personas, cuando hablamos de interseccionalidad, no es nada. Lo importante es la relación persona a persona entre los que tienen poder y otros que no tienen y cómo podemos intercambiar. Por eso yo quiero llorar cuando recuerdo. Como hermanas del ñame se erigieron en solidaridad de nuestro lado, hermanas del arroz, hermanas del maíz, hermanas del patacón. Y eso fue lo que de verdad importó. Nos ayudó a que “Este puente”, una antología coeditada por dos autoras chicanas desconocidas, figuraran en el mapo literario y político. En términos generales, fue un momento de mucha valentía dentro de la historia feminista”.

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