El hombre que habla de balas debe prepararse

septiembre 29, 2025
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“Condenar la violencia, venga de donde venga”, es una frase que aparece en boca de todo personaje político ante un hecho que involucre la violencia en el enfrentamiento de ideas. El día miércoles 10 de septiembre, Charlie Kirk, activista conservador estadounidense, fue asesinado en mitad de una convocatoria en un patio abierto de la Universidad del Valle de Utah (UVU). Como buen país sudamericano que vigila con esmero lo que acontece bajo el cielo estadounidense, la reacción de nuestro país no se hizo esperar. El candidato presidencial del Partido Republicano de Chile, José Antonio Kast, lamentó el hecho en un post subido a las 17:39 del mismo día miércoles en la plataforma X. “Las ideas se enfrentan con ideas, no con balas. El violento atentado contra el estadounidense Charlie Kirk no es solo una agresión contra una persona, sino contra la libertad de todos”, reza en la publicación, concluyendo con el famoso mantra citado al inicio de esta columna: “Tenemos que rechazar la violencia en política, venga de donde venga”. Curiosa elección de palabras.

Charlie James Kirk, nacido el 14 de octubre de 1993 y fundador del think tank Turning Point USA (TPUSA), era reconocido por sus debates desbalanceados en campus universitarios. En ellos, respaldado por sus prosélitos, humillaba a sus opositores por medio de falacias y la imposición de su poder mediático proveniente de años de amasamiento ideológico de las joviales mentes estadounidenses. Negacionista del cambio climático, antivacunas, opositor del aborto -incluso en casos de violación-, divulgador de teorías conspirativas en las que acusa a los gobiernos de reducir la población blanca para ser reemplazada por afroamericanos y extranjeros, y la posición que resuena con su deceso: su apoyo al libre porte de armas.

Kirk apoyaba fehacientemente el libre porte de armas, viéndolo como un derecho divino que la Segunda Enmienda había conferido al pueblo americano. En un evento de TPUSA de 2023, el activista sentenciaba: “vale la pena pagar, por desgracia, algunas muertes por armas de fuego cada año para que podamos tener la Segunda Enmienda y proteger nuestros demás derechos divinos. Es un acuerdo prudente. Es racional”. Por supuesto, resulta inevitable ver la trágica ironía resultante entre estas declaraciones y la muerte de quien las dijo. Igual que otros políticos antes que él, Kirk ignora, en una voltereta mental de niveles olímpicos, eventos como la masacre de Columbine, la del Virginia Tech, el del Heath High School y los numerosos casos de tiroteos escolares en la década de los 2010 ‘s hasta hoy. Ejemplos en los que se demuestra, sin necesidad de un desgastante ejercicio de lógica, que comerciar armas de fuego libremente solo puede engendrar olas de violencia impulsadas por la absurda despreocupación de patriotas practicantes de la casa y los comerciantes de armas.

Gente como Kirk se niega a ver sus ideas como algo dañino y, al ser interpelados por ellas, se esconden tras sus seguidores y se victimizan, endulzando sus dichos como inofensivas opiniones. Aquí vuelve José Antonio Kast, hombre que sigue los mismos hábitos que Kirk al siempre jugar la carta de la discusión pacífica, a suavizar el diálogo de ideas sin reconocer su impacto ni el cómo estas pueden moldear el tejido social. Condena la violencia como si disparar un arma fuera la única forma en la que se puede vulnerar a una persona. Kast tiene una larga relación con los aparatos de la dictadura militar que se ha esforzado en ocultar. Durante las campañas por el Plebiscito Nacional de 1988, apoyó públicamente al bando del Sí, apareciendo incluso en las franjas televisivas, brindando su apoyo a los magnates de la dictadura y a su líder supremo: Augusto Pinochet. No ha tenido problemas en poner en tela de duda cualquier caso que tenga que ver con la violación a derechos humanos, llegando a cuestionar las sentencias de algunos de los perpetradores, como lo fue en el caso de Miguel Krasnoff, exmilitar condenado a 1046 años de prisión por su participación en la actividad de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).

Para Kast, solo Cuba, Venezuela y, si se queda sin opciones, el FPMR existen como exponentes de la violencia política, dándole la espalda a los cientos de cadáveres podridos y ausentes que coleccionó la dictadura en esos 17 años de abuso nacional que él busca, en cada oportunidad, mostrar como un paraíso idílico. La única diferencia que tiene con el fallecido Charlie Kirk es que todavía nadie se anima a ponerle una bala entre los ojos. El republicano chileno también busca promover una campaña de armamento de la población entre sus planes de presidencia. Ignora las mismas advertencias que el activista y, es muy probable, que tampoco esté listo para ver cómo sus ideas se enfrentan a los disparos. Ha mentido en los debates, negado pruebas en su contra y huido del escrutinio público ante la revelación de su ejército de bots que saboteaban el tan sagrado proceso democrático del que se declara defensor. Podemos reconocer que Charlie Kirk murió por sus ideales cuestionables. ¿Acaso Kast podrá morir por los suyos? 

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