Pensamiento encarnado desde el gesto.  Reseña de Lo que la mano da, de Marcela Rivera Hutinel

octubre 03, 2025
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El libro fue publicado por Mundana Ediciones, 2022.

Marcela Rivera Hutinel nos ofrece en Lo que la mano da un ensayo breve, pero intensamente sugerente. En apenas sesenta páginas, la autora despliega una meditación filosófica sobre la mano, ese órgano cotidiano y banalizado, pero que, en su disposición a tocar, dar, modelar y sentir, abre el pensamiento a una región distinta: no la del concepto puro, sino la del gesto, la de la inmediatez del cuerpo que piensa.

El punto de partida es una cita de Paul Valéry: la invitación a mirar la propia mano sobre la mesa como si nunca la hubiéramos visto antes. Desde allí, Rivera compone un recorrido que va de Leonardo da Vinci a Chillida, de Jabès a Arendt, para pensar la mano no como instrumento ni como mero apéndice funcional, sino como figura liminal: umbral entre el cuerpo y la idea, entre el sujeto y el mundo, entre el hacer y el ser hecho. En esta reseña, propondré una lectura del texto que explora esa liminalidad en diálogo con el concepto de lo háptico en Deleuze y con la noción del vulnus como herida constitutiva en la filosofía contemporánea italiana.

La mano como umbral

Rivera no pretende hacer teoría de la anatomía ni filosofía del trabajo, sino algo más sutil y delicado: rastrear la presencia insistente de la mano como posibilidad de pensamiento. Lo que la mano da no se reduce al acto de entregar un objeto: es también la exposición del cuerpo, la extensión del yo hacia el otro, la forma en que el pensamiento se encarna. La autora habla de la mano como «zona liminal», y esta expresión condensa bien el núcleo del ensayo: la mano está entre lo visible y lo invisible, lo que se dice y lo que se hace, lo que se piensa y lo que se toca.

Esta liminalidad no es ambigüedad ni debilidad, sino fuerza transicional: la mano permite el pasaje, hace posible la transformación. Al sostener, modelar, escribir o tocar, la mano no solo media el mundo: lo crea, y en ese acto también se expone. En este punto, la mano deja de ser objeto anatómico y se convierte en figura ética y estética.

Pensamiento háptico

Esta zona liminal que Rivera describe tiene una resonancia directa con lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari han desarrollado como lo háptico. En Mil mesetas, los autores distinguen entre lo óptico —la mirada que distancia, que delimita— y lo háptico —una forma de tacto que no separa sujeto y objeto, sino que los funde en un plano de inmanencia sensible. Lo háptico no es lo meramente táctil: es el contacto sin distancia, la atención sin dominación.

La mano, en Lo que la mano da, se presenta como órgano háptico por excelencia. No se trata solo de que toca el mundo, sino de que es tocada por él, y en esa experiencia se abre una forma de pensamiento que no es representacional ni discursiva, sino vibrátil, táctil, resonante. Rivera no lo formula en esos términos, pero su escritura apunta constantemente a este territorio deleuziano donde el pensamiento no precede al cuerpo, sino que emerge de él, desde el gesto, desde la entrega.

En este sentido, el ensayo funciona como una invitación a pensar con las manos, o más aún, a dejar que las manos piensen, que el cuerpo hable su propio lenguaje sin necesidad de traducirse en conceptos. Es una apuesta por una filosofía que no domestica el mundo, sino que se deja afectar por él.

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Mano herida, cuerpo expuesto

Pero la mano que da también se arriesga. Tocar implica exponerse al otro, ser alcanzado, ser herido. Aquí se abre otra dimensión del texto que puede dialogar fecundamente con la noción del vulnus trabajada por filósofas como Adriana Cavarero o Donatella Di Cesare. En sus obras, el vulnus —la herida— no es una contingencia, sino una condición constitutiva del sujeto: somos seres vulnerables porque existimos en relación, porque podemos ser tocados, afectados, dañados.

En esta clave, la mano pensada por Rivera es también una figura del cuerpo vulnerable: lo que se expone, lo que se arriesga en cada gesto de dar. Dar no es solo un acto generoso: es una forma de despojo, de apertura al otro, de renuncia al control. La mano que da no solo entrega, se entrega.

Y es precisamente en ese gesto de entrega donde la autora encuentra una vía para pensar el pensamiento mismo: no como apropiación del mundo, sino como recepción activa, como disposición al acontecimiento, como relación.

Un ensayo que piensa tocando

Lo que la mano da es un libro delicado y potente. Su escritura es contenida, elegante, nunca pretenciosa, pero cargada de resonancias. Cada página parece intentar hacer con el lenguaje lo que la mano hace con el mundo: modelar, tocar, dejar huella. Rivera no teoriza desde la distancia; piensa desde la cercanía, desde la carne, desde el tacto. Su propuesta no es académica en el sentido convencional: es más bien una filosofía menor, en el sentido deleuziano, que encuentra potencia en lo pequeño, en lo lateral, en lo que suele pasar desapercibido.

El ensayo se puede leer de una vez, pero también se puede volver a él muchas veces, como a una piedra lisa en el bolsillo. Sus imágenes quedan resonando: la mano de Leonardo, el hueco de Chillida, la herida del pensamiento. El libro no se cierra en sí mismo: se abre, como una mano abierta, hacia otros textos, otros cuerpos, otras ideas.

Leer Lo que la mano da es permitir que el pensamiento pase por el cuerpo, por el gesto, por el dar. Es pensar en el con-tacto, pensar las manos, y aceptar que en esa entrega hay también una forma de vulnerabilidad, de riesgo, de exposición. Es ser consciente de la mano y de todo lo que vivimos a través de ella: incluso, dar vueltas a las páginas del libro, o escribir esta reseña. Rivera Hutinel logra aquí lo que pocos ensayos contemporáneos consiguen: convertir un objeto cotidiano en detonante filosófico, y abrir, desde allí, un campo de resonancias que atraviesan el arte, la ética y el lenguaje.

En tiempos de saturación visual y lógica instrumental, este texto recuerda que hay otras formas de saber, más lentas, más táctiles, más humanas. Pensar no es solamente mirar, definir o controlar: es también, y sobre todo, dar la mano, con todo lo que eso conlleva.

AUTOR/A/ES
POR 
Amapola Fuentes
Docente de filosofía, investigadora multidisciplinar en Plataforma Endosimbiótica, poeta y escritora de filosofía política en Colapso y Desvío, y de cuentos de ciencia ficción. Busca entrecruces entre filosofía, biología, política y ética desde una corporalidad discapacitada.
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