Gabriel Zanetti: “Un señor de 70 u 80 años o un cuarentón como yo, grita los goles igual que un niño”
El autor de “Colo-colo. Continuación de un mito” (Fondo de Cultura Económica), conversó con Matías Saa Leal sobre fútbol y literatura. “¿Qué opino de la gente que dice: ´el fútbol no es literatura, el fútbol es una tontería’”? Opino que es una postura válida, pero desde mi punto de vista es bien simplona. De hecho, decir ‘X cosa no es literatura’, sin realmente poder darle una oportunidad a esa materia es algo bien cómodo”, señala.
Un lunes, justo un día después de la dolorosa derrota de Colo-Colo por 3 a 0 frente a Universidad de Chile en la Supercopa, tuve la oportunidad de conversar con Gabriel Zanetti, escritor, editor y apasionado hincha del club. Con seis libros publicados y un séptimo en camino, Gabriel ha dedicado toda su vida profesional a la literatura: escritura, talleres y edición universitaria. Sin embargo, el fútbol ocupa un lugar central en su vida, pero de una manera distinta: como vía de relajo, entretenimiento y conexión social. No sólo sigue los partidos, sino que también colecciona historias, camisetas y grabados relacionados con el deporte, participando activamente del folclor futbolístico que considera especialmente vivo en Argentina, pero que él también cultiva en Chile.
La entrevista navegó entre la literatura y el fútbol, explorando cómo la pasión por un equipo puede entrelazarse con la vida personal, la memoria familiar y la creación literaria. Desde la crónica de fútbol como forma de literatura hasta la experiencia íntima de compartir la pasión por Colo-Colo con amigos y familiares, Gabriel nos muestra cómo el fútbol puede convertirse en un espejo de la historia y la sensibilidad de quienes lo viven, trascendiendo el mero resultado de los partidos.
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-¿Crees que la literatura de fútbol, la crónica de fútbol, es un género en sí mismo?
Buena pregunta. Yo creo que no, porque si decimos que la literatura de fútbol es un género en sí mismo, tendríamos que decir que, por ejemplo, la literatura romántica es un género en sí mismo, la literatura sobre escritores es una literatura en sí misma. Porque hay gente que la descarta de inmediato —yo entiendo a las personas que no les gusta el fútbol—, pero esa distancia que hay entre algunos lectores que dicen “fútbol no”, es extraña. Uno podría decir “voy a hacer una crónica sobre los jardines japoneses”, que es una cosa súper extraña, que el lector no conoce, o “voy a hacer una crónica sobre la vida de los camioneros en el norte”, que son cosas específicas, que tienen sus propias reglas del juego, sus propias costumbres, sus propias palabras, sus propios conceptos, sus propios tiempos. El fútbol no es más que otra actividad humana. Entonces, el fútbol, claro, es algo muy popular, que mueve masas, mueve mucho dinero, ¿cierto? Y que es algo inmenso, pero es tan inmenso como cualquier otra cosa que se puede trabajar en literatura. O sea, si yo voy a un taller literario y me dicen: escribe sobre la guerra, podría ser es más o menos el mismo ejercicio que escribir sobre el fútbol. Entonces, me parece que es literatura.
-¿Qué opinas de quienes ven con desdén el fútbol? Principalmente situados en la academia…
Yo creo que lo van a ver con desdén hasta que aparezca un filósofo como Marshall McLuhan que en vez de reflexionar sobre televisión y comunicación… escriba sobre filosofía y fútbol. El tema es que hasta que la academia valide el fútbol, va a ser denostado. Porque cuántas veces escuchamos decir: “¿cómo se te ocurre hablar de televisión?”. Cuando en la televisión está la cultura, en su estado tal vez más puro. ¿Qué opino de la gente que dice: “el fútbol no es literatura, el fútbol es una tontería”? Opino que es una postura válida, pero desde mi punto de vista es bien simplona. De hecho, decir “X cosa no es literatura” sin realmente poder darle una oportunidad a esa materia es algo bien simplón, cómodo y sumarse al pensamiento de masas.
-En el libro aparece esto: “David Arellano, gracias por darme la posibilidad de ser niño toda la vida”. ¿El fanatismo por el club conserva la infancia de una persona?
Por supuesto. Yo me acuerdo cuando murió mi papá, la primera vez que fui al Monumental, que también está en el libro. El Monumental está en un hoyo, entonces, a diferencia del otro estadio, uno al entrar no sube: baja. Uno empieza a caminar y a ver el verde del rectángulo de la cancha. A medida que el verde emergía, yo empezaba a aguantarme las lágrimas, porque me recordaba a mi viejo.
Un señor de 70 u 80 años, un cuarentón como yo, grita los goles igual que un niño. Le pide a Dios que gane Colo-Colo igual que un niño. Se va contento como un niño. Se frustra como un niño. “No le hablen que perdió Colo-Colo”.
Esa posibilidad de ser niño todo el día es esto: tener la chapita del Colo, coleccionar cuadros, coleccionar camisetas. Es muy sano, muy saludable. Puedes ser niño 90 minutos y transmitir esta cosa con los hijos, tener amigos. Es algo muy sano, el fútbol. Los barrabravas, bueno, es tema aparte, pero creo que los plateístas -como llaman en argentinas a quienes se sientan en las tribunas-, la gente más madura, lo disfruta así.
-En el libro escribiste: “Mi papá era un hincha inusual, parecía más contento cuando perdía la U que cuando ganaba Colo-Colo”. ¿Cuál era la relación de tu papá con el fútbol y cómo te transmitió esa herencia por el equipo?
Mi papá odiaba la U, era una cuestión irracional. Conocí a mis amigos de la U y cada vez que entraban a la casa los agarraba pal’ hueveo, siempre. Les sacaba un partido de no sé qué año, estaba atento al campeonato, siempre en broma, nunca en serio. Hoy día, que la U nos ganó 3-0, mi papá estaría podrido. Además, él era de la generación que vio el robo inaudito a Colo-Colo en el 73, cuando los de Independiente meten al arco a Adolfo Nef. Esa es una parte del robo. Y en el Nacional, centro del Pollo Véliz, la echa adentro Caszely, totalmente habilitado, y anulan el gol. Dos veces nos robaron esa Copa Libertadores. Colo-Colo tendría dos Copas Libertadores.
Mi papá estaba acostumbrado a la situación de que los equipos del atlántico iban a ganar como sea. Era una persona bastante incrédula respecto a los resultados. Sin embargo, veía los partidos y todo, pero no era un hincha como yo. Yo creo que si juega el Paris Saint-Germain con Colo Colo, seguro que va a ganar Colo-Colo, aunque sean juveniles quienes juegan para el cacique. Mi papá se lo guardaba. Tenía más cautela. Andaba piola. Pero sí, estaba en los mínimos detalles: todos los autos eran blancos. No le gustaba que Salas hiciera goles por la selección. Siempre era pro Zamorano. Pero sí destacaba harto a Tito Fouillioux, de la Católica —según él, el inventor del “chanfle”—. Y de Leonel Sánchez decía que era extraordinario.
-¿Leonel Sánchez jugó en el Colo?
Sí, jugó en el Colo, pero es ídolo de la U.
-¿Y si no hubiese jugado en el Colo?
No, igual.
–En el libro escribes sobre tu papá: ‘sufría por el equipo como lo hacía con todo lo cercanos a él’. ¿Crees que esa sensibilidad hacia el Colo era, de alguna manera, una forma de ocultar otros dolores más íntimos? Es decir, que sufrir por el Colo le permitía encubrir sufrimientos que, como muchos hombres, le costaba expresar abiertamente…
Mira, hay una explicación genética en esto. Yo soy de tercera generación: mis bisabuelos eran italianos y mi papá era de segunda generación, y mi papá era un desaforado emocional. Si yo me caía en bicicleta, me pegaba… Me agarraba con tanto nerviosismo y preocupación que no sabía controlar la emoción de que me pudiera pasar algo. Entonces, no controlaba muy bien sus emociones. El viejo era así. Entonces, claro, nosotros deberíamos ser todos del Audax, pero mi abuelo no quiso que fuera así la historia, por suerte. Y todo lo cercano a mi papá se lo adjudicaba. Era celoso, era guapo, era orgulloso. Los suyos eran los suyos: no nos tocaba nadie y él estaba primero. Me he acordado mucho de él.
-En el libro escribiste: “Un escudo, el himno, la camiseta y el estadio son espejos de la historia familiar”. ¿Por qué crees que el fútbol logra ser un transmisor tan fuerte de la memoria familiar, de la pertenencia entre generaciones? Porque tu hija también es del Colo…
Sí, claro, somos todos colocolinos. El fútbol es como una película larga, eterna, que no se acaba nunca. Entonces, van pasando las generaciones y todos podemos ir a verla. Yo me voy a morir y mi hija va a tener hijos y va a ir con ellos, y va a ver la misma película que vi yo. La trama es que hubo un jugador, que se llamaba David Arellano, que era de Magallanes, y que no lo dejaban jugar porque jugaban los viejos. Se juntan en el restaurante Quintapenas a hablar del tema. Arellano dice a Quiñones: “vámonos, Quiñones, que jueguen los viejos”. Arman un equipo, eligen el color negro por la seriedad, el blanco por la pureza, y forman un club que se llama Colo-Colo. Ese club parte en primera división, creo que es el único club del mundo. Y es la película eterna que va a ver el colocolino.
El Monumental, por más que cambie, va a ser el Monumental. El gol imposible de Barticciotto va a ser el gol imposible de Barticciotto. El centenario horrible que vivimos va a ser el centenario horrible. Se traspasa de generación en generación porque es constatable: el tetracampeonato de la Católica es constatable, la Sudamericana de la U es constatable, los robos arbitrales son constatables y están en la historia. Y por eso los libros son importantes, y las imágenes y los archivos. Es posible transmitirlo de generación en generación porque está ahí, todos los domingos. Y por eso es importante que se cuide el fútbol.
-¿Qué prefieres?, ¿una Libertadores del Colo o que la U se vaya a la B?
Una Libertadores del Colo.
-¿Y tu papá qué preferiría?
Una Libertadores del Colo.
-¿También?
Sí. Ese es el problema: que no depende de mí, el éxito de mi vida. Yo necesito ver campeón de la Libertadores a Colo-Colo. Y temo que podría morirme en ese momento.
-Morir feliz.
Sí.
-¿Tú cómo ves los partidos?
Depende del partido. Ayer lo vi tranquilo porque era una copa podrida que no le importaba a nadie. Pero los Libertadores los veo apelando a los ancestros más grandes de Colo-Colo. Creo que Colo-Colo tiene cosas que son reales. Una, por ejemplo, que “de atrás pica el indio”. Otra, que puede jugar con juveniles en el estadio de Boca y perder 4-3. Es una cosa difícil, o empatar.
Otra: que Colo Colo, por más que tenga un esquema 4-3-3, 4-4-2 o 5-3-2, da lo mismo cómo juegue, igual en el Monumental siempre va a ser lo mismo: Colo- Colo tiene la pelota, ataca todo el partido y ahoga al equipo rival. El arquero de Colo-Colo tiene que saber que le van a llegar máximo 4 veces por tiempo, 8 veces por partido. Y tiene que tapar esas pelotas. Morón lo sabía, el Rambo lo sabía, Arbiza lo sabía, Claudio Bravo lo sabía.
-¿Disfrutas los partidos del Colo? Porque hay una frase que dice: “no sabía cómo ver el partido si tomando cerveza o algún calmante”.
¿Quién va a disfrutar un partido por el descenso? Nosotros como colocolinos no estamos acostumbrados a jugar para ir a la B. Y a cualquiera le puede pasar. Pero fue un año del terror. Estaba mal. Parra, que ha salido en La Tercera, lo nombró Simón Soto. Mi amigo estaba mal. No podía tragar. Ahí quedaron los completos. Y claro, no sabía qué hacer. Al final tomé cerveza, no me acuerdo. Ese partido lo vi haciendo brujería, no sé. Pero generalmente los disfruto. Los grito mucho. Y apelo personalmente a la Libertadores, a que somos coperos. Yo considero que Colo-Colo es un equipo copero, como dijo una vez Mostaza Merlo en un programa deportivo argentino, irritando a los otros panelistas, sobre todo a Diego Latorre, que vivió “El infierno de Macul” en 1991.
-La crónica cierra con esta imagen íntima que dice: “Veo a Flora, mi hija, se quedó dormida con la camiseta del Pajarito Valdés”. ¿Qué significa para ti que tu hija haya heredado esa pasión?
Flora es muy fanática. Ella habla de muy chica, año y medio, que agarraba un ukelele y se ponía a cantar como si lo llevara en la sangre. La Roma también es fanática pero la Flora es hasta loca. Bueno, una alegría tremenda. Tiene un poco de miedo por lo que pasó con Fortaleza, porque en el colegio le dijeron que no saliera con camiseta y cosas así. Le metieron miedo.
Hay gente que me conoce en el Monumental igual, voy hace veinte años al estadio, entonces le digo: hija, no tengas miedo, si yo sé cómo es la cuestión en nuestro estadio. Y es un orgullo total porque bueno, se nota que mis hijas me quieren algo. Roma también, tiene el escudo de Colo-Colo cosido en la mochila. Bueno, esa es la continuación del mito de la que intento hablar en el libro.




