Humanimalidad en tensión. Ética y fantasía animal en Ferales de Donald Mc Leod

octubre 11, 2025
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Esta presentación se realizó en la Primavera del Libro, el sábado 4 octubre de 2025. Participaron Nataschia Navarro Macker, editore de Desastre Natural Ediciones; Donald McLeod, autor; y Cristian Pinchetti, ilustrador. La presentación estuvo a cargo de Soledad Véliz.

En 1974, el filósofo Thomas Nagel escribe, en una revista de filosofía, un artículo titulado “¿Cómo es ser un murciélago?”. En ese artículo, Nagel dice que no hay razones filogenéticas o científicas para negar que un murciélago tenga experiencias vividas. Es decir, ya que nosotros, los humanos —que somos animales—, tenemos algo que podríamos llamar consciencia (o, a mí me gusta más, una vivencia subjetiva), no hay evidencia lógica para decir que los murciélagos no podrían, al ser animales como nosotros, tener también una experiencia vivida. Nagel elige a un murciélago porque, si bien estos son relativamente cercanos a los humanos, poseen un rango de actividad y un sistema sensorial tan diferentes al de los primates, que podrían pensarse como una forma de vida realmente alien a nuestro sistema perceptual.

Por ejemplo, la microquiróptera percibe el mundo exterior a través de sonar o ecolocación, lo cual les permite hacer discriminaciones de distancia, tamaño, forma, movimiento y textura; una forma de percibir que no se parece a nada que nosotros, como primates, podamos experimentar o imaginar. Estas grandes diversidades en fisonomía, percepción y hasta sistemas neurológicos parecieran crear problemas para que seres como nosotros nos imaginemos la experiencia que pueden tener los murciélagos. Nagel concluye indicando que, si bien puedo imaginarme, como humano, cómo es ser un murciélago, es imposible imaginarnos la forma subjetiva, única, de vivir que tiene un murciélago.

Sin embargo, tenemos modelos animales para casi todo. Animales, como nosotros, a los que usamos para experimentar y a quienes nos comemos. Lo que sabemos sobre tolerancia al dolor y uso de analgésicos lo sabemos por experimentos en ratas; lo que sabemos sobre percepción visual, por otros primates como macacos. Somos lo suficientemente similares para que ellos mejoren nuestras vidas, pero no para otorgarles una vida interior rica y profunda.

La imposibilidad de experimentar el mundo como lo haría un murciélago no solo existiría entre humanos y murciélagos. Entre los propios humanos es imposible acceder al carácter subjetivo de la experiencia, por ejemplo, de otra persona. Sin embargo, esto no nos priva de reconocer que otras personas experimentan sus vidas de manera profunda y compleja. Entonces, si bien es imposible experimentar el mundo exactamente como lo haría otro ser vivo, deseamos poder vivir como otros seres vivos, y lo deseamos tanto que hemos creado mecanismos para hacerlo, como la escritura especulativa. A pesar de que la conclusión del artículo de Nagel es reconocer que hay conceptos, formas de pensar, sentir y habitar que están fuera de los sistemas que los humanos tenemos para comprender y representar, la escritura especulativa intenta rebelarse a esta conclusión porque trata de ocupar un medio humano, el lenguaje escrito, para darle forma a vivencias imposibles.

“Escarba, centollita, filtra los sabores del agua, separa la sal de los nutrientes, decide en qué dirección nadar. Las corrientes cálidas son peligrosas, recuerda siempre nadar hacia el frío. No hay manera de que nos perdamos del gran banquete: ellas saldrán de la costa y las criaturas las destrozarán, y sus pieles y huesos caerán desde arriba, deliciosas pieles, exquisitos huesos, serán todos para nosotras. Veremos el espectáculo de carnes que caen aún tibias, dejando una estela turbia; los peces se abalanzarán antes, pero el mar es vasto y muchas caerán intactas. Hay que ser rápidas porque el mar las borra demasiado pronto. Hay que luchar, pelear por un pedazo. No es fácil comer para mí, para nosotras; las centollas no somos como las jaibas, mucho menos como nuestras primas, las langostas. Nos confunden con esos cangrejos naranjas, pero lo que quiero decir es que es difícil comer restos aun cuando sea en la abundancia. Por eso preferimos irnos a otras costas para este momento; yo quise hacer lo mismo. Me duele el esqueleto, siento como si mi carne hinchada quisiera escapar de esta armadura. Fui el último en eclosionar entre miles de huevos expulsados por la hembra origen. Desde allí vi cómo mis hermanos desaparecían bocado a bocado, hasta que —en aquel entonces mis ocho patas, con más cerebro que yo— nos acorralaron entre una concha de ostra abandonada y flores de huiro. Me quedé allí y filtré agua día y noche. Llegó la colonia y tuve que buscar el festín prometido. Para ese entonces yo ya era grande y escuché que muchas de las mías huían del gran festín; yo no entendí por qué. ¿Por qué huir de tanta comida? Me lancé a grandes saltos hacia mi destino, atravesé una corriente cálida, me sentí como una de esas sombras grandes que andan allá arriba y, cuando llegué aquí, me di cuenta de que nunca más podría volver. El mar se mete profundo en ti y solo te suelta cuando te revienta desde dentro”.

Ferales habita en esta imposibilidad que la filosofía delimitó hace muchos años. Habita en aquello que la filosofía y la ciencia han llamado imposible de vivenciar. Y, en cierto modo, está bien. Ya es hora de que el humano reconozca que nuestras formas de pensar, sentir y habitar no son las únicas, ni las mejores, ni las más sofisticadas. O que no toda forma de conocer pasa por nuestro lenguaje o por nuestra cultura humana. Ya es hora, es cierto.

Ferales no trata de nuestros compañeros animales como ellos viven ahora en esta tierra, pero tampoco pretende hacerlo, porque su escritura nos ayuda a imaginar uno o muchos mundos en los cuales hay una interioridad y una cultura animal a la que podemos acceder. Es posible vivir como un joven lobo de mar rebelde y escéptico o experimentar las ansiedades parentales de un ñandú. Lo que Doni hace de manera cuidadosa y sensible es crear(nos) una nueva subjetividad animal, a la que no accederíamos de otro modo.

Creo que Ferales es una propuesta solidaria con lo animal porque no niega al humano y sus supuestos en la escritura, pero los tensiona y desafía. Es por eso que creo que Doni hace esta propuesta desde un lugar profundamente ético. Es un equilibrio delicado, que no cae ni en el antropomorfismo ni en la fábula. Doni se encarga de dotarnos de sentidos para comprender el mundo que habitan sus personajes: estos escuchan el aviso de las lengas, perciben el aroma penetrante de salivas que descienden por hocicos, costras de sal pegada en narices; los personajes pierden las fuerzas, agonizan en medio de tufo a putrefacción, beben agua y sienten el sabor amargo del hierro y el dulce de las raíces.

Hay belleza en las vidas ansiosas y frágiles que habitan las diferentes historias: la necesidad de abrigo, compañía, calor, alimento y refugio. El recuerdo constante que varios de los protagonistas hacen de sus primeros días de vida, el nudo cálido en el cual estaban cuidados y a gusto. Sus honestos deseos de vivir y de perseverar. Aún más, la narrativa de Doni, al enmarcarse dentro de la fantasía animal, le otorga a sus personajes una cultura. Los protagonistas son supersticiosos, creen en dioses y demonios, realizan rituales y se organizan en castas o clases sin, por eso, pararse en dos patas, usar ropa o hablar como humanos. Hay complejos sistemas mitológicos en estas historias, que afloran en la narrativa para explicarse desastres, orígenes y creencias. Las tierras están vivas y se molestan con sus habitantes. El océano desea y es engañoso. Los calafates son criaturas antiguas que nunca dejan que nadie las coma sin un propósito.

Una autora llamada Helen Hester habla acerca del concepto de xenosolidaridad. Lo xeno es lo extraño, lo foráneo, el visitante, aquello que es diferente. La solidaridad es una orientación hacia el otro, una que reconoce la diferencia. Un proceso horizontal, multidimensional y multidireccional que requiere mutualidad. Es una invitación a construir en conjunto. Creo que Ferales invita a pensar —y pensarnos— en la humanimalidad, término redundante pero que trata de hacer evidente que esa brecha entre animales humanos y no humanos puede ser objeto de imaginación. Ferales es, para mí, un ejemplo de escritura especulativa respetuosa, hábil, dolorosa y personal. Lo que hace Ferales es responder al argumento de Nagel: si no podemos saber cómo experimentan la vida otros seres en este planeta, tenemos la especulación para, honestamente, intentar imaginarnos cómo se vería el vínculo con otros seres.

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Soledad Véliz Córdova

Chile, 1982

Es psicólogue, ilustradore y escritore. Ha publicado cuentos de ciencia ficción en antologías nacionales como Años luz, mapa estelar de la ciencia ficción en Chile (2006), Alucinaciones.TXT (2007), en tres volúmenes de Poliedro y en la antología latinoamericana Lo sintético: narraciones sobre robots, seres posthumanos e inteligencias (2019), editada por Salvador Luis Raggio. También ha compartido relatos en los fanzines Fobos (2004) y TauZero (2007), y en las revistas argentinas Axxón (2011) y Próxima (2016). Su cuento «El vínculo» fue seleccionado en la antología Presentes de la revista La Gran Belleza (España, 2020). Publicó el libro de cuentos Teratofilia en Imbunche Ediciones (2023) y formó parte de Latinoamérica editada 2, Triada Ediciones (2024).

Es doctore en Educación, docente del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile e investigadorx del Centro de Desarrollo de Tecnologías de Inclusión de la Universidad Católica de Chile.

Donald Mc Leod Bravo

Punta Arenas, 1988

Es escritor, editor y gestor cultural. Fundó Imaginistas, editorial dedicada a la ficción especulativa escrita por mujeres y disidencias; dirige la revista IMAGI, colaborador de la revista Pudú marciano y coorganizador del Festival Ficticia (desde 2024). Integró el colectivo Weye (2016) y fue uno de los directores de la Asociación de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF) entre 2022 y 2024.

Es autor del libro de cuentos Ferales (Desastre Natural Ediciones, 2025) y de la plaquette Lo que cuentan las nubes (Trazos de Ave, 2023). Ha publicado relatos en diversas antologías latinoamericanas. Imparte talleres de escritura en Balmaceda Arte Joven y en el Centro Cultural La Especulativa, y es mediador en el Club de Lectura Astra. En 2025 obtuvo el tercer lugar del concurso Poliedro VIII con el cuento “La máquina de viento”.

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