Inshāllāh, a modo de introducción de “Matarlo Todo” de Lina Meruane
“Matarlo todo. Escritos en tiempos de genocidio”, es el título de la novedad editorial de Libros del Cardo. El volumen consta de diez textos sobre el genocidio en diversos géneros –ensayos y crónicas, un cuento y un poema– que revisan en profundidad y en contexto los acontecimientos posteriores al 7 de octubre del 2023, y van acompañados de las ilustraciones de Raúl Salazar Aguilera.
La presentación de Matarlo Todo. Escritos en tiempos de genocidio, se realizará este viernes 14 de noviembre en la Casa del escritor (SECH), ubicada en Almirante Simpson 7, Providencia, Metro Baquedano, a las 19:00 hrs. El encuentro contará con la participación de Ana Harcha, artista, dramaturga e investigadora escénica.

We die a lot…
Mohammed El-Kurd
Los están matando a todos.
Lo están matando todo, además.
Ante esta mortandad, escribo estas páginas llenas de indignada desesperación.
Hay páginas anteriores a estas, pero esas las fui componiendo sin tanta premura: fueron otros ensayos y memorias, otras crónicas, otros poemas que ya hablaban de la insidiosa aunque disimulada destrucción del pueblo palestino.
En este libro apunto lo que he visto, sentido, pensando, en el tiempo intensivo de la masacre en curso: este conjunto de ensayos y relatos pone en palabra todo aquello que Israel, su gobierno sionista, su ejército sionista, los seguidores y colaboradores del sionismo en tantos lugares, están haciendo contra el pueblo palestino y todo aquello que estamos viendo hacer: esto que ya no es solo un genocidio.
Esto ya era un genocidio: los palestinos han sufrido sistemáticos y sobre todo impunes crímenes contra su humanidad desde la catastrófica nakba de 1948. En el empeño colonial de hacer desaparecer a los palestinos de su tierra (no era, la palestina, una “tierra sin gente”) el sionismo organizó, aun antes de la fundación de su Estado, una serie de actos criminales que se realizarían de manera sincrónica y sucesiva, subvirtiendo la normativa internacional que prohibía el asesinato colectivo, la degradación de sus condiciones materiales de existencia (expulsión y desplazamientos forzados sin derecho a retorno, la demolición de sus casas y pueblos, la contaminación de sus campos y la tala de sus olivos centenarios), la precarización de su integridad física (control del agua y alimentación) y daño síquico (detenciones arbitrarias, extensos encarcelamientos sin causa ni juicio, tortura prolongada) así como la multiplicada vulneración de sus infancias. Esto que el sionismo realizó intentando ocultarlo a veces, otras veces justificándolo para no alarmar al mundo mientras normalizaba su violencia, se aceleró a fines del 2023, cuando el ataque de Hamás y la sucesiva toma de rehenes judíos permitió a Israel defender, ante una Europa ya acusada de antisemita, la necesidad de protegerse utilizando presuntas medidas de seguridad. Con el apoyo absoluto de las grandes potencias occidentales, Israel ya no necesitó encubrir la “desproporción” de su supuesta defensa y explicitó un deseo criminal que lleva el nombre de lesa humanidad, de limpieza étnica, de intensificado y extendido genocidio.
Es un matarlo todo, un ominicidio que consiste en aniquilar a la palestinidad de todas las maneras posibles: no es solo producir su completa extinción, para que nadie pueda reclamar la tierra arrebatada ni exigir reparaciones a posteriori por lo que no se está impidiendo hoy. No es solo evitar que queden testigos para contarlo como pareció mientras el ejército israelí volvía blanco primero y prioritario a las poetas, los cronistas, las fotógrafas, camarógrafos y periodistas palestinos. No es solo asesinar a los niños y niñas palestinas que, si sobrevivieran, constituirían la memoria viva de su comunidad, extendiendo daño del genocidio palestino hacia el futuro.
Matarlo todo consiste en hacer desaparecer la historia palestina y prohibir la contextualización que necesitamos para entender todas estas formas de asesinato.
Es matar su milenaria cultura destruyendo museos e iglesias, mezquitas, universidades, escuelas, edificios, casas, refugios, campamentos.
Es matar todos los hospitales y centros de salud destinados a salvar vidas.
Es matar esa tierra para volverla inhabitable.
Es matar ese aire haciéndolo irrespirable.
Es matar el agua saturándola de químicos permanentes, es matar lo que vivía en las orillas del mar a la que los palestinos tenían prohibido acercarse.
Es matar cada barco de la flotilla que surcan océanos intentando romper el cerco.
Es matar lo que queda de humano en su humanidad y en la nuestra: al censurar las manifestaciones, al amedrentar a pensadores, artistas, profesores, al destruir las acampadas y lemas estudiantiles, al expulsarlos del aula, al detener y deportar a los activistas, al criminalizar a los opositores, al hacernos sentir impotentes, están destruyendo los valores en los que crecimos, los valores que atesoramos.
Es matar la denuncia, matar el lenguaje que nos distingue de la barbarie.
Es matar nuestra deferencia para volvernos silenciosos cómplices.
Es matar la esperanza de que este horror pueda ser impedido.
Ante ese matar he escrito estas páginas: es un rendir mi conmocionado testimonio, es mi no rendirme ante esta escandalosa atrocidad. Es escribir contra toda esta muerte.
Santiago de Chile.




