‘Duermevela’ de Ágatha Portolés: poemas entre el sueño y el llanto
Escritora, artista visual, orfebre y maga, esas son las ocupaciones con las que se presenta en la solapa de su libro Ágatha Portolés (1994, Santiago de Chile), autora de ‘Duermevela’ (2025, Libros del Pez Espiral). Un poemario/coffee book de portada negra, con letras y flores en plata, y una placa de acero inoxidable que refleja el rostro del lector, y donde Portolés explora la vida y sueños de una artista multidisciplinaria millennial chilena en plena crisis emocional.

– Quiero partir preguntándote por el título de tu obra, ‘Duermevela’, que según Google hace referencia a ‘un sueño ligero o poco profundo, a menudo interrumpido y fatigoso’. Nombre que además llevaba la obra visual que presentaste en una exposición de Sagrada Mercancía (2025).
– El libro tiene ese nombre porque fue escrito principalmente en la noche, y siempre tenía esta sensación de irrealidad, como de estar en un sueño, que es un tema en mi poesía. El libro se conecta con la obra porque en ella tenía impresos dos poemas en tinta, que luego incluí en el libro. También hay un pequeño ensayo que trata de la luz, y que es de cierta manera un prefacio de lo que es el libro. Había pensado en la obra visual como un manifiesto previo para que luego se convirtiera en un libro real, como un acto mágico de lo que luego crearía.
– ¿Podrías contarme cómo fue el proceso de escritura?
– El libro lo escribí en cuatro años, entre que iba a talleres y escribía en mi casa. Además de trabajar en la noche, tomaba harto vino y me quedaba escribiendo. Estaba pasando por una crisis, lloraba mucho. Fue debido a eso que empecé a escribir poesía de hecho, antes no lo hacía. Me tiré sin timón ni rumbo a ese arte. Estaba en un estado alterado pero siempre estudiando mucho. Mezclaba historias de lo que me pasaba y lo que estaba sintiendo.
– Es interesante eso de que te tiraste con todo a la poesía, porque cuando estoy en un estado alterado no pienso en hacer algo tan técnico como la poesía, sino que algo más libre, como el género epistolar o la prosa.
– La crisis que dio como resultado el libro fue justamente debido a que había perdido muchos amigos que eran poetas. Los cuales conocí gracias a que mi mamá, que es escritora, me llevaba todos los viernes con ella a la sociedad de escritores cuando era chica. Por eso sentí que lo mejor para poder comunicarme con ellos en la otra dimensión era escribir en el mismo idioma que ellos hablaban en la tierra, que era la poesía.
– ¿Has tenido alguna educación formal en la escritura?
– No, nunca. Solamente he tomado talleres. Todavía no tengo ganas de ir a la universidad, siento que aún me falta encontrar mi verdadero yo antes de permitir que alguien venga a decirme qué es lo que tengo que hacer. Siempre he sido rebelde. Las cosas que hago son aquellas que me van apareciendo en el camino y que tomo por instinto.

– Suena medio mágico eso, algo que igual se conecta con tu biografía en la solapa en que incluyes maga como ocupación. ¿Podrías contarme un poco sobre ello y cómo se conecta con la obra?
– Va de la mano con lo anterior, de no casarme 100% con una práctica, sino que prefiero la autoformación intuitiva. Yo no sé si soy maga pero sí trabajo con diferentes medios que se moldean, esculpen, pulen, que es al final una especie de alquimia o magia. Mi abuelo era minero en Lota y siento que saqué de él lo de trabajar la piedra, romper, someter las cosas a ciertos procesos hasta hacerlas suaves, transformarlas.
– De hecho, cuando estaba leyendo el texto ‘Manifiesto’ (pág. 22) sentí que estaba leyendo una suerte de hechizo, por la repetición de palabras y órdenes (Agatha – nadie; Agatha – ni la noche te reconoce; Agatha – sangre de ratas; Agatha – tu familia aquellas ratas las desprecies su sangre corre tu misma sangre). Algo que me recordó al famoso ‘hechizo’ de Lana del Rey en su canción ‘The Blackest Day’ (I’m playing head games with you, Got you where I want you, I got you, I got you), para luego encontrarme con que el siguiente capítulo se llama ‘Hechizos Medievales’. ¿Tienen tus poemas alguna estructura parecida a la que se supone tienen los hechizos?
– Interesante lo de Lana del Rey, amo a Lana, pero creo que no he escuchado esa canción.
– Te la mando por dm después.
– Bacán. Realmente sí, mis escritos tienen harto que ver con la hechicería y la magia en general. Porque la poesía para mí tiene eso de que pareciera ser un hechizo. Muchos de mis poemas están escritos como órdenes, profecías, que seguramente si uno las recita con mucha intención se podrían cumplir [se ríe]. Cada uno lo descubrirá al leer el libro.
– De hecho, si me voy en la conspiranoica, en el texto se habla harto de sangre y ratas, que son elementos muy asociados a la brujería. ¿Cuál es el significado detrás de ellos?
– La sangre es súper importante dentro de mis textos porque es mi conexión con mi madre, y cómo la sangre puede volverse oscura muchas veces. En el caso de las ratas, también está vinculado a la familia, como un símbolo del trauma, como un elemento gótico también. Las ratas tienen que ver con el inconsciente, con el trauma familiar que se traspasa.
– De hecho en el misticismo las ratas no son de muy buen augurio.
– Para nada, de hecho son una pésima señal. Por eso mismo necesitaba ponerlo en el texto, para así transmutar mis emociones y traumas a través de la palabra. A veces uno se hace cargo de los traumas familiares, y eso te puede detener en muchos aspectos de la vida.
– La terapia de constelación familiar hace maravillas con eso.
– Claro [se ríe].
– Otros tópicos que se repiten son el sacrificio y la inocencia, que suelen ser asociados con el cristianismo, pero en el caso de Duermevela son utilizados más como elementos metafóricos -a lo ‘Lux’ (2025) de Rosalía- más que una romantización de la religión.
– Los cuatros elementos mencionados hacen referencia a las sombras y las luces del ser humano, y cómo mientras más profundo y oscuro se llegue dentro del inconsciente más fuerte es la luz que da como resultado. Eso igual se conecta con mi propia vida, ya que pasé casi toda mi infancia en un internado, desde los 6 años hasta los 15, cuando me escapé. En ese periodo tenía una creencia media católica, muy ligada a la bondad y al sacrificio, pero que invisibiliza las partes oscuras de dar mucho y posponerse por otros. Mientras crecía siempre recé mucho, o sea, me obligaban a rezar mucho, antes de acostarme, al despertar, al comer, etc. Todas esas cosas no me pertenecen naturalmente, no son lo que soy, pero me lo enseñaron por tanto tiempo que ya es parte de mi realidad, por lo que lo único que me quedaba era re interpretarlo en mis escritos.
– Sin embargo, en el libro no se mencionan cosas tan específicamente biográficas, ¿eso fue deliberado o fue algo que te nació nomás?
– Es que el libro va más allá de esas cosas terrenales, trata sobre mi historia pero la parte más esencial. Yo buscaba con este libro llegar muy profundamente, más allá de ciertos contextos de mi vida, llegar tan adentro que me transformara por fuera.
– ¿ Eso es algo que te gustaría que también sintieran los lectores?
– Precisamente. Me gustaría que se vieran gracias a él, que se detuvieran en el brillo y reflejo del espejo de su portada. Me gustaría llegar al fondo de la arquitectura de las personas, tocar sus bases, sus fibras, sus psiquis más profundas. Pero más allá de eso, el libro es entretenido, tiene frases ricas, es fuerte a veces y tiene hasta análisis de pinturas, así que me gustaría que me dijeran si les removió leerlo tanto como a mí escribirlo.



