La vida de Espírito da Luz Soares –compositor musical de una escuela de samba de la zona norte de Río de Janeiro– cambia radicalmente el día en que, durante un ensayo, es simultáneamente “descubierto” por un músico de orquesta y un dizque agente musical. Ambos advierten, no sin asombro, la fluidez con que versos y melodías acuden a los labios del músico, así como el ingenio y sentimiento de las letras; la diferencia entre ellos es que mientras el primero muestra un genuino interés (nacido de la admiración), el segundo ve una oportunidad de beneficio económico.