/ por Fernando García
Hay un viejo mito, muy conveniente para la historia oficial, que dice que durante los ochenta no se vivió más que un triste y sombrío “apagón cultural”. Desde este otro lado, en cambio, tampoco son muchas las señales de vida que hemos encontrado: el experimentalismo teórico y material de la así llamada “Avanzada” ha brillado con luz propia, pero no deja de ser algo autista en sus vínculos y, al fin y al cabo, una experiencia acotada, con gran repercusión para el campo del arte, aunque con limitado alcance en el mundo social.
Este último tiempo hemos sido testigos de esmerados esfuerzos por mostrar otras historias, algunas ciertamente más productivas para nuestro presente, y otras simplemente rentables (como el intento de publicitar una “Escena Bohemia” de los ochenta, llena de alcohol, drogas, rock y mucho, mucho, óleo sin sentido, que pudimos ver hace unos años en la exposición “La Ruta Trasnochada”). Sin embargo, en términos expositivos, los resultados han sido fragmentarios, dedicados más a ciertos individuos con nombre propio (como el rescate del valioso trabajo de Rojas De Negri) que a la visibilización de redes de producción y colaboración político-culturales relacionadas con las luchas sociales y las formas de vida resistentes a la dictadura.
La exposición “Poner el cuerpo”, activación local de “Perder la forma humana” (Red de Conceptualismos del Sur), adaptada y situada en Chile por las curadoras Javiera Manzi y Paulina Varas, sin duda se posiciona en esta última línea. Es más, podríamos decir que la asume como lineamiento programático u horizonte estratégico. Ello bien se desprende de la línea curatorial, la cual gira en torno a tres cuestiones fundamentales: la relación entre arte, activismo y luchas sociales; la autoría como lugar de enunciación colectiva; y el concepto de “llamamiento” (al que volveré después). Eso en principio; luego, tal como se deduce de la lógica y la retórica militante, habría que ver cómo ello se resuelve en términos tácticos. Ahí es cuando entramos de lleno a la exposición, al recorrido que nos presenta y al dispositivo de exhibición que monta.
Ya de entrada, cuando doblamos hacia la izquierda por la escalera hacia el segundo piso del museo, nos topamos con un extenso pliego con diversos materiales fotocopiados que cae desde el muro hacia los escalones, cuyo nombre está consignado como “Huincha sin fin…”. Se trata de materiales gráficos recopilados por la artista Luz Donoso, pasquines, flyers, pancartas, retratos de detenidos desaparecidos, recortes de prensa, muchos de ellos encontrados en la calle, en los muros, u obtenidos de la prensa oficial. Puestos uno al lado del otro, sin un orden o hilo conductor explícito, juntos narran una historia tensionada por la oposición entre informaciones y contrainformaciones que se disputan la verdad de una época, una verdad que, como queda expuesta en esos puntos suspensivos, espera ser actualizada en el «cada vez» de un presente: un trabajo continuo, “sin fin…”, sin olvido.
Si me detengo de entrada en ello es porque me parece que esta huincha sintetiza de alguna manera el modelo narrativo de esta exposición, una narrativa elaborada más en la lógica del proceso y la constelación (en donde los vínculos posibles entre los hechos y las imágenes debe tanto ser documentada como ficcionada) que en una lógica lineal en donde las causas y los efectos están zanjados de antemano. En efecto, una vez en el hall del segundo piso nos encontramos en el muro con un enorme diagrama de relaciones entre distintas organizaciones y colectivos político-culturales de la época, muchas de las cuales, pese a ser un espectador más o menos avisado en el asunto, jamás había llegado siquiera a escuchar. Son muchas, sorprendentemente muchas, todas ellas ligadas a centrales como el Coordinador Nacional Cultural, la Unión Nacional por la Cultura (UNAC) y la Coordinadora de Gremios del Arte (CGA). En el mismo hall, abierto al público, también nos encontramos con documentos de archivo de estas organizaciones: actas, declaraciones programáticas, comunicados, llamados. Son una invitación abierta a revisar una historia aún no contada. En esa línea, la exposición contempla -además de un seminario que ya se realizó durante esta semana- con una residencia de investigación (https://www.facebook.com/events/1762344154001960), donde se llama a explorar en estos archivos con el fin de producir esas narraciones (no necesariamente textuales) que aún nos faltan.
Siguiendo con la exposición: uno de los aciertos del montaje es el hecho de que los materiales (documentos gráficos, fotográficos, textuales y audiovisuales, pero también obras y producciones colectivas) están distribuidos siguiendo un sentido más conceptual que historiográfico, más latinoamericanista que localista. Así, cada sala tiene como eje lo que llamaría un concepto-consigna que reúne coordenadas geográficas distintas: “Hazlo tú mismo”, “Hacer política con nada”, “Internacionalismos” y “Cuerpos Indisciplinados”, entrelazadas todas por registros que se centran tanto en el cuerpo (el accionismo y la performance), los discursos (políticos, poéticos, satíricos) y la producción gráfica.
De todas ellas, es tal vez la primera sala (si acaso tiene un orden numerado), “Hazlo tú mismo”, la que mejor retrata esos cruces. En ella destacan los colectivos como Ángeles Negros, la Colectiva Piano de Ramón Carnicer y Luger de Luxe, que centraban su trabajo en el humor negro, la parodia, la acción de arte y la “delincuencia visual”, todo ello acompañado por el ambiente de la escena punk de los ochenta y la gráfica under de los pasquines y comics, revelando en su conjunto una sensibilidad disidente a la de la izquierda tradicional, más anarca si se quiere (en el sentido nihilista, se entiende), más ruidosa, agresiva y directa, pero también más juguetona y popera; en palabras de los Ángeles Negros: “una sensibilidad mirista-punk en clave posmo pastiche”.
Hablaba antes de trabajo continuo, de proceso, de llamamiento. En efecto, me parece que una exposición importante como esta no debe evaluarse solo en cuanto a los materiales que contiene y la forma que los exhibe, sino también por el modo en que propone que nos relacionemos con ellos. Llamamiento: el término mismo, como bien indican las curadoras, evoca tanto a un sustantivo como a un verbo, a una interpelación que se actualiza en el «cada vez» de su enunciación. El hecho de conjugar, por una parte, la exhibición de materiales diversos ya procesados y ordenados, con, por otra parte, un archivo abierto aún sin trabajar y que espera ser procesado, habla justamente de esta doble condición. El llamado es entonces a que participemos y trabajemos en la construcción de estas historias disidentes, que no le pertenecen ni a las instituciones ni a la verdad de unos pocos.
Desde abajo, como sudacas: contarnos y relatarnos de nuevo, abrir así otro presente.
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Poner el cuerpo. arte y política en los años ochenta en América Latina
Exhibición: sábado 09 de abril – domingo 26 de junio, 2016 Lugar: Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) / República 475, Santiago
Curadoras: Paulina Varas y Javiera Manzi Artistas: Elías Adasme, Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ), Anjeles Negros, Maris Bustamante, Gloria Camiruaga, Coordinador Cultural, Coordinador de Gremios del Arte, Guillermo Deisler, Luz Donoso, Paz Errázuriz, Gambas al Ajillo, Gang, Pedro Lemebel, Kena Lorenzini, Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo, Mujeres por la Vida, Museo Bailable, Luis Navarro, Hernán Parada, Solidarte, Janet Toro, Taller NN, Taller Sol, Unión Nacional por la Cultura, Sergio Zeballos, y otros.
Perfil del autor/a:
La raza
Hola! Y en qué parte se está exhibiendo? Para ir a visitarla
Saludos
En el Museo de la Solidadaridad Salvador Allende (República 475, Santiago).
Agregamos la ficha al final del texto. Saludos!
Hola! Cual es el nombre de la última obra que pusiste? Gracias!