/ por Claudia Darrigrandi
Entre la casa y la ciudad. La representación de los espacios públicos y privados en novelas de narradoras latinoamericanas de la primera mitad del siglo XX es un riguroso y profundo estudio crítico de la académica chilena Natalia Cisterna. En este, dialogan fructíferamente la literatura latinoamericana y los procesos modernizadores de inicios de siglo XX por medio de un análisis en el que destaca una perspectiva de género (y feminista) que, en este caso, además, se relaciona con una reflexión sobre la experiencia urbana y las construcciones de identidades sexo-genéricas de las mujeres que circulan por ocho novelas y cuyas autoras también son mujeres. El trabajo se inscribe, como lo reconoce su autora al inicio del libro, en una genealogía de teóricas y críticas latinoamericanas, y de otras regiones culturales, como Adriana Valdés, Jean Franco, Marta Traba, Josefina Ludmer, Kemy Oyarzún, Lucía Guerra, María Inés Lagos, Raquel Olea, Soledad Fariña, Eliana Ortega, Alicia Salomone, Carolina Alzate, Graciela Queirolo, Gilda Luongo, Lorena Amaro y Ángela Pérez, Sylvia Molloy, Mary Louise Pratt (25-26). Asimismo, apoyada también en las ideas de M. Batjin, Grínor Rojo, Raymond Williams, Antonio Cornejo Polar, entre varios otros críticos y teóricos, Cisterna aborda un corpus de novelas que han tenido un reconocimiento desigual por parte del canon de la literatura latinoamericana: algunas ya han tenido cierto reconocimiento gracias al esfuerzo de muchas de las críticas mencionadas anteriormente, otras, en cambio, todavía no forman parte de los programas de estudios de la enseñanza secundaria o universitaria. No obstante, por medio de este trabajo, todas estas novelas han pasado a convertirse en escrituras fundamentales para, primero, comprender la compleja relación que existe entre producción cultural y la participación de las mujeres en el espacio público en tanto se estudia el trabajo de ocho escritoras; segundo, para reafirmar y profundizar la visibilización de las mujeres, en este caso desde la literatura, en el espacio urbano. Las mujeres siempre han estado en la ciudad, de una u otra forma, porque la casa también es parte de la ciudad y este es uno de los principales aportes de este libro.
El objetivo de este trabajo es dar cuenta “cómo ciertas autoras latinoamericanas representaron la experiencia del sujeto femenino en los espacios público y privado durante la primera mitad del siglo XX” (16) en un periodo de importantes transformaciones en el espacio urbano, tanto materiales como culturales, producto de procesos modernizadores diversos que significaron la lenta, pero firme y declarada, al mismo tiempo que desigual, incorporación de las mujeres al espacio público. Este nuevo lugar se experimentó, como lo señala claramente su autora a lo largo del libro, con contradicciones, negociaciones y ajustes. El minucioso análisis que hace Cisterna se inscribe dentro de los estudios literarios en diálogo con la historia, y es enfática en señalar que no hay un intento por ver en las novelas el reflejo de este proceso de modernización y de transformación de las sociedades urbanas latinoamericanas, sino para comprender “las propias lecturas con respecto al fenómeno de la mujer en una sociedad moderna que la obligaba a replantearse su presencia exclusiva al interior del hogar y la empujaba a salir a los espacios públicos” (16). La complejidad de este proceso es anunciada por Cisterna en la primera frase que abre su libro cuando cuenta la anécdota sobre los comentarios que recibió la novela Ifigenia de Teresa de la Parra por parte de un crítico, hombre, por ser una novela escrita “llena de feminidades” (13). Todas estas narradoras que escribieron sobre la inserción de las mujeres en el espacio público experimentaron las contradicciones y dificultades ellas mismas como escritoras. Ciertamente, las experiencias fueron disimiles dependiendo de sus contextos sociales inmediatos y de las décadas en que escribieron sus novelas. Como lo señala Cisterna, la experiencia del espacio público en las ciudades en las dos primeras décadas del siglo XX es totalmente diferente a la de la década de los cuarenta.
El corpus se divide en dos categorías principales. Un primer grupo son las novelas en las que la “oposición tradición / modernidad se articula a partir de binomios que contraponen un cronotopo urbano público con ambientes rurales o espacios colectivos aldeanos” (306) y corresponde a Ifigenia, diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba de María Teresa de la Parra (Venezuela, 1924), La última niebla de María Luisa Bombal (Chile, 1934), Las manos de mamá de Nellie Campobello (México, 1937) y La ciudad sitiada de Clarice Lispector (Brasil, 1949). Un segundo grupo está compuesto por La mampara de Marta Brunet (Chile, 1946), La ruta de su evasión de Yolanda Oreamuno (Costa Rica, 1949), La casa del ángel de Beatriz Guido (Argentina, 1954), Jirón de mundo de María Enriqueta (México, 1919), novelas cuyas protagonistas experimentan ciudades con “procesos modernos consolidados” (307).
El campo, la ciudad y la casa
Cada una de las novelas se presenta una nueva forma de conceptualizar la ciudad y la autora señala que en muchos casos la ciudad es un cronotopo acotado, es clara la diferencia entre la ciudad moderna y el mundo rural. Sin embargo, en otros, la ciudad también se extiende, pareciera no tener límites ni fronteras y su presencia permea la construcción de las protagonistas como también la constitución de los espacios privados. La ciudad habita los cuerpos de las protagonistas y personajes secundarios de distintas formas (en sueños, deseos, profesiones, heridas, etc.) y genera, también, diversos efectos en su actuar (las empodera, las hace víctimas, las profesionaliza). La ciudad está en la casa y fuera de ella.
Si trasladamos esta lectura en los términos que Cisterna los trabaja, es decir, a través del espacio público, que convencionalmente se ha entendido como el espacio propio masculino, asociado a la producción, y el privado, como el femenino y de la reproducción, esa articulación es cuestionada por el análisis de la autora. Cisterna señala: “en las novelas [se refiere a Jirón de mundo, Ifigenia y La última niebla] organizadas principalmente a partir de cronotopos privados, las actividades propias del ámbito público terminan necesariamente desplazadas al territorio personal”. Y siguiendo esta misma idea señala que las representaciones del espacio privado son una forma de ejercer “su derecho a constituirse como un individuo dueño de sí”, imbricando de este modo lo privado con lo político (231). Mientras se ejerce ese derecho, Cisterna señala que hay momentos de emancipación que se construyen a partir de la experiencia de lo íntimo, como un “espacio alterno”, onírico, en el que, finalmente no se pueden quedar, porque “Ni Teresa del río en Jirón de mundo, ni la protagonista de La última niebla, así como tampoco Ana en La casa del ángel y mucho menos Lucrécia Neves de La ciudad sitiada, construyen un espacio íntimo liberador que incida en su cotidianidad, que haga peligrar los roles sexuales tradicionales y que termine instalando una identidad de género nueva” (261). Y aquí destaca el ejemplo al que recurre Cisterna en la novela de Guido, en que el camino emancipatorio de la protagonista se ve truncado por la violación de la que es víctima por parte de un amigo del padre. De este modo, la ciudad entra en el mundo privado para quedarse y “entera se presenta como un espacio colonizado por la presencia” del agresor (254). En otras novelas (de la Parra, Brunet, Campobello y Oreamuno), en cambio, lo íntimo y doméstico se separan y sus protagonistas construyen su “cuarto propio” gracias que la modernidad se cuela en el espacio doméstico (304).
Desarticulación de la ideología patriarcal
La problematización de ciertos binomios que han organizado la esfera social y cultural latinoamericana en el marco de las estructuras patriarcales, es otro eje de este libro. En un contexto de tensión, por la necesidad de una mayor participación de las mujeres en el espacio público y el consiguiente abandono (parcial) del espacio doméstico, el estudio de Cisterna revela las distintas formas en que las escritoras expresaron y cuestionaron los binomios público/privado, masculino/femenino, público/doméstico, con sus respectivos mapas conceptuales. De este modo, se nos plantea cómo de la Parra, en un primer momento, instala valores modernos en contextos rurales y no así en la ciudad luz, París, hito de la modernidad masculina. Cisterna destaca en la novela Ifigenia una escena de escritura, de agencia cultural asociada a la experiencia de la ciudad −en tanto centro productor de cultura y saber− que se circunscribe en la naturaleza (103). La novela de Campobello es otro notable ejemplo: mientras la esfera pública del México revolucionario está marcada por la guerra, es la madre quien representa la modernidad con “sus manos abiertas, siempre dispuestas a ayudar, a proteger, a devolver la dignidad”, manos que “alegorizan las cualidades de una esfera pública democrática” (138). Es así también que la madre máquina −por la máquina de coser− asume labores no solo reproductivas sino que también productivas en tensión con otra máquina, masculina, que produce la guerra, infértil y destructiva.
Sujetos en transición, sujetos nómades: un repertorio de mujeres
En un contexto de constante cambio (porque los procesos modernizadores no acaban, pierden intensidad, mutan, se refuerzan) destaca en el libro de Cisterna un análisis que revela sujetos femeninos en transición y sujetos nómades (pienso en el libro de Rosi Braidotti Nomadic Subjects), integrantes de un proceso que se ha identificado como la inserción de las mujeres en el espacio público. Esto se articula de dos formas. La primera, a partir de la lectura de cada una de estas figuras femeninas. La segunda, considera todo el repertorio de mujeres estudiadas como un conjunto. En su singularidad, el ejemplo más claro exhibido por Cisterna es el de Teresa de Jirón de Mundo, cuya configuración se reparte en una doble discursividad en oposición: una melodramática que apela a un orden tradicional y otra compuesta por imágenes que permitirían la construcción de un sujeto femenino moderno. En el entramado de estos dos discursos, Teresa, quien trabaja como institutriz, “es una mujer asalariada que realiza actividades ‘propias de su género’, pero en una casa que no es su hogar, sino su lugar de trabajo y, por tanto, parte del espacio público” (166). O Lucrécia Neves de La ciudad sitiada que, según Cisterna, integra “parámetros femeninos convencionales” y aspectos de la “mujer moderna” (142).
Si se consideran todos los personajes femeninos analizados se obtiene un complejo repertorio de mujeres que exponen distintos momentos, y distintas experiencias, de su inserción en el espacio público: desde la que lo intenta y es dominada por la ideología patriarcal, la que logra una construcción de sujeto moderno emancipado −aunque sea solo por momentos−, hasta una Aurora insertada en el “carnaval urbano” desde donde domina el paisaje con una mirada panóptica. Adolescentes, niñas, madres, empleadas, trabajadoras, arribistas, víctimas, oligarcas, burguesas, todas contribuyen a entender la heterogeneidad de la construcción del sujeto femenino moderno en una ciudad en permanente transición.
Entre la casa y la ciudad aborda un vasto corpus de novelas mediante un análisis crítico que se despliega en múltiples niveles. La organización de los temas y problemáticas se efectúa con prolijidad e inteligencia. Quienes estén interesados/as en la escritura de mujeres en procesos modernizadores y en las relaciones entre ciudad y literatura, debiesen leer este libro.
Entre la casa y la ciudad. La representación de los espacios públicos y privados en novelas de narradoras latinoamericanas de la primera mitad del siglo XX
Natalia Cisternas
Editorial Cuarto Propio, 2016
Ensayo, 321 págs
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