/ por Gustavo Ramírez
Daniela Machtig
Cristián Pacheco
Fines de abril. Pocas semanas del año son tan propicias para observar cómo los grandes centros comerciales se apropian de la cultura para revestir el consumismo a ultranza de sus recintos, esta vez con el prestigio de las citas literarias. Mientras estas rutilantes campañas de fomento lector desbordan las calles, el Estado parece relegar su rol a invertir en un definitivo manual de comprensión lectora para millenials y los colegios imitan con proverbial pobreza la pirotecnia del mall, organizando jornadas temáticas donde los alumnos se disfrazan de célebres personajes literarios. En cosa de horas será posible contemplar en el patio de los liceos la milagrosa multiplicación de quijotes y dulcineas. Ante ello, en el contexto del mercantilizado Día Internacional del Libro y su semana de rebajas, conversamos con Diego Mellado –uno de los impulsores de Editorial Eleuterio y Nadar Ediciones, proyectos que forman parte de la Cooperativa de Editores de La Furia– para mirar la cara del libro independiente y relevar la importancia del trabajo editorial que fomenta el pensamiento crítico.
— ¿Cómo ha sido integrar y ser parte del fenómeno de las editoriales independientes?
Formar parte de este movimiento de edición independiente ha sido muy importante, un evento inesperado, que de todas formas reconocemos como parte de una tradición. Es decir, tampoco sentimos que estamos haciendo nada nuevo. Estamos haciendo una actividad que es muy sencilla, que es publicar, editar, compartir y socializar conocimientos, y en ese sentido tratar de ser siempre lo más abierto posible a sumar experiencia y expandir al máximo los horizontes de este conocimiento, que para nosotros es también un conocimiento libre, autónomo, un conocimiento que apunta a la dignidad social, a la dignidad de nuestras vidas.
Nos hemos insertado en el movimiento de edición independiente a través de la Cooperativa de Editores de La Furia, donde participamos con nuestros proyectos Nadar Ediciones y Editorial Eleuterio, coordinándonos a un nivel mayor. Ello surge como una necesidad ante el Día del Libro y su contexto, donde se aprovecha de instalar la dicotomía entre considerar al libro como un bien de mercado (como sucede en estas liquidaciones) o un bien cultural, es decir: como algo que refleja esa sustancia humana tan importante que es la palabra, que compartida nos permite hacer comunidad, instalar temas; y además esto que consideramos fundamental, el pensamiento crítico, visiones no alternativas de sociedad pero sí antagónicas ante un modo de enseñanza, un modo de sociedad, un modo de cultura frente a la cual nos rebelamos a través de la palabra y de lo que nosotros consideramos una práctica no sólo independiente, sino también autónoma del Estado. Una práctica que mantiene una visión propia y no se encuentra cooptada por capitales con intereses particulares.
— En Editorial Eleuterio se proponen mostrar la diversidad de expresiones del pensamiento anarquista. ¿Qué tan diversa es la circulación de textos e ideas en la Cooperativa de Editores La Furia?
Creemos que la edición independiente, por lo menos en lo que respecta a Chile, está más bien enfocada a un público de lectores de narrativa o poesía. Hay un foco importante del movimiento literario emergente y también de los autores más consagrados que publican a través de la edición independiente. Entonces se dan asuntos como que por ejemplo dentro de los gremios de edición (la Cooperativa de La Furia o Editores de Chile) está el fuerte de premios nacionales. Hay un enfoque mayoritario hacia temas literarios. Los que consideramos la edición crítica, la visión en torno a temas políticos, y en el caso de Eleuterio con una visión en específico, somos minoría. Han surgido coordinaciones alternativas a estos gremios que tienen una filiación que podríamos considerar, más que política, económica. Por lo mismo, ahora nos articulamos con otras editoriales como Quimantú, Tiempo Robado Editoras, América en Movimiento (en Valparaíso), Proyección Editores y nosotros, Eleuterio. Establecimos una coordinación de editoriales políticas con las que estamos tratando de organizar nuevas líneas de distribución, instalándonos en bloque en ferias (como ocurrió hace poco en Valparaíso) y organizando conversatorios donde nos interesa discutir sobre la política del libro (como se hizo en La Furia del Libro el año pasado). También esperamos ir instalando otros temas que son urgentes. Desde editoriales como las nuestras se pueden organizar foros donde se discuta acerca del TTP, sobre problemas de derechos de autor, sobre la nueva era digital. Es decir, utilizar nuestras plataformas para problematizar el libro, porque lo que menos deberíamos estar haciendo es idealizarlo o darle una responsabilidad tan grande. Pero sí usar la excusa para discutir asuntos que van mucho más allá de la edición.
— ¿Cómo se levanta una editorial independiente? ¿Cómo es el proceso de contactarse con otros y construir en el actual escenario?
Hay ciertos fenómenos que han ido estudiándose incluso sociológicamente. Hay investigadores que han hecho trabajos recientes sobre la edición independiente en Chile. De hecho, La Cooperativa publicó un estudio de las sociólogas Lorena Fuentes y Pierina Ferretti, donde encuentran ciertos patrones que hablan de un boom desde el año 2012 en adelante. Esto también se relaciona con nuevas tecnologías de impresión, con procesos políticos, donde post 90’s surgen grupos nuevos dentro del contexto social o cultural. Y así la edición independiente comprende un espectro que desde el año 96 en adelante se diferencia básicamente de los holdings de edición, grandes casas editoriales que han prácticamente monopolizado el mercado y que, claro, se instalan muy bien en el período de Dictadura, un período muy sombrío para el libro en Chile, donde se leía Corín Tellado y no llegaba nada. Los 90’s tampoco son un período muy dichoso, por algo el mismo Bolaño estaba tan lejos de la escena chilena en esos años. Es recién hacia la década del 2000 que empieza a dinamizarse todo este proceso, y ahí surgen editoriales importantes que más adelante empiezan a generar instancias como ferias del libro que sirven de coordinación.
Ahí la diferencia que empieza a surgir ya no es tanto por la cuestión de los años, sino por qué es lo que entiende cada uno por edición independiente. A grandes rasgos, uno se enfrenta al monopolio del grupo Planeta, de Penguin Random House, y obviamente al monopolio de editoriales vinculadas al Ministerio de Educación como Santillana o Mare Nostrum, que son grandes colosos de la edición y que tienen utilidades millonarias. Fuera de eso, la edición independiente, o más bien a baja escala, tiene diferencias entre quienes editan con fondos del Estado y entre quienes han hecho su labor de forma totalmente autónoma, con sus propios recursos, autogestionadamente. Eso genera otras subdivisiones dentro del concepto de lo independiente. Hay instancias como la FLIA, Feria del Libro Independiente y Autónoma, que tiene su origen en Argentina. Instalada hace algunos años en Chile, ha surgido como otra coordinación de editores independientes distinta. Nosotros también estamos participando con un pequeño stand en el Persa BíoBío que surgió como extensión de la FLIA, además de lo que son las ferias en espacios públicos como Barrio Yungay, que son más bien callejeras.
Hay distintos niveles donde se ha ido repartiendo este gran escenario del libro en la actualidad. Por un lado, encontramos esta imagen de la liquidación, del libro que se vende en el supermercado. Y luego, otra escala, que está trabajando en las calles, difundiendo en espacios públicos y tratando de hacer algo muy importante que es descentralizar el libro. En Santiago esto significa sacarlo del sector Oriente; y a nivel de Chile, sacarlo de la Región Metropolitana y de los focos más bien universitarios. Valdivia, Concepción y Valparaíso son lugares donde hay actividad, pero hay mucho territorio más por recorrer.
— ¿Cómo plantean la articulación de redes? ¿Cómo se congregan fuerzas entre editoriales independientes en Latinoamérica?
Las iniciativas de ferias o encuentros son los primeros puntos donde establecer estas redes. Nosotros hemos logrado conocer el movimiento de edición independiente en Lima. Fuimos a visitar el año pasado la Anti FIL, que es alternativa a la Feria Internacional del Libro de Lima, también organizada por un movimiento de independientes muy distinto al chileno. Hay que recordar que la presencia de una dictadura como la de Fujimori es más latente y eso también se ve en los procesos políticos que vive el Perú. Mientras que Argentina tiene un movimiento mucho más maduro y hay otras instancias. Por ejemplo, la que organiza Ediciones Godot, que es otra editorial independiente con un muy bien instalado Víctor Malumián y su colega Hernán López Winne. De hecho, hicieron un libro reciente que publicó Fondo de Cultura Económica que se llama Independientes, ¿de qué?, donde entrevistan a varios editores latinoamericanos. Ambos han hecho un estudio muy interesante de la actualidad de la edición independiente a nivel latinoamericano, y organizan en junio la 5° versión de la Feria de Editores que tiene este carácter de espacio de coordinación. Lo mismo ha surgido con la FLIA en Montevideo donde también se empiezan a coordinar las editoriales e igualmente con los compañeros de Colombia y los amigos de México. Cada país en América Latina va generando sus coordinaciones y eso ha servido para generar mayores instancias de diálogo. Se dan estas instancias un poco más permanentes, pero creo que todavía están en una etapa incipiente.
— Estuvimos revisando las colecciones que tienen en Nadar. Nos llama la atención la belleza del diseño, también de Editorial Eleuterio. Cuéntanos un poco del proceso, ¿cómo abordan la dimensión estética en sus libros?
En los dos proyectos que desarrollamos, Nadar y Eleuterio, hay un énfasis en el trabajo gráfico del libro. Como les comentaba al comienzo, lo que nosotros comprendemos como edición independiente es algo con una larga tradición. En este sentido, también hemos aprendido a hacer libros basándonos en ciertos referentes, como por ejemplo Mauricio Amster, el tipógrafo polaco que llegó a Chile e hizo grandes aportes, o el caso de otro migrante portugués, Carlos George Nascimento, fundador de Editorial Nascimento. Y así con otros importantes editores y gente que trabajó en libros, que hizo sus aportes y que para nosotros han servido de base para fundar una cierta escuela de edición, un trabajo editorial, siguiendo trabajos como los de Amster con el manual tipográfico y cosas por el estilo. Lo segundo es dar el tiempo necesario al libro para que sea editado y trabajado. En el caso de Nadar Ediciones lo hemos planteado así, nos hemos dado el trabajo de que los libros tengan el tiempo necesario para madurar tanto en su contenido como en su gráfica. Podemos tomarnos períodos de seis meses, incluso un año, en que estamos pensando un libro. Eso porque según nuestra concepción, el libro no es tan distinto a un alimento, y como tal es un fruto que tiene que madurar. Mientras más maduro esté, más provechoso será para nuestra salud, en este caso para nuestra inteligencia. Así también importa hacer una buena presentación, hacer que el libro sea atractivo, considerando que hoy en día no sólo competimos con pantallas de televisión, sino con smartphones, avisos publicitarios, en fin. Estamos bombardeados de imágenes y tenemos que ser muy conscientes al momento de entrar en ese universo visual donde el ser humano está inmerso hoy en día.
— ¿Cómo ha sido la recepción de su trabajo? ¿Cuánto consideran las políticas de fomento lector? ¿Cuál es la visión que tienen de este panorama en el que Chile aparece como uno de los países más lectores en una Latinoamérica que dicen que lee poco, y que cuando lee lo hace más por necesidad que por gusto?
Es un tema importante. Si hemos logrado continuar todo este tiempo y proyectar lo que realizamos es porque sentimos que hay una respuesta social hacia el libro. Eso también ha sido en base a nuestra experiencia e incluso a haber participado en las mesas de discusión sobre las nuevas políticas del libro que se hicieron hacia el año 2015 en la Biblioteca de Santiago y luego en la Estación Mapocho. Vimos cómo funciona el Estado en esta materia, y la verdad es que la sensación que nos dio es que no es un tema que interese demasiado. En ese sentido, esperar mucho respecto a qué es lo que pueden ofrecer las políticas públicas del libro no es algo muy sensato. Desde nuestra experiencia, hemos tratado de imaginar aquello que se puede declarar como el espacio normal del libro, sea una biblioteca, una librería, hoy también un supermercado, porque también pueden estar dejándonos presos. Por lo mismo hemos tratado de movilizarnos a espacios públicos, las ferias son importantes, pero también hemos estado presentes en manifestaciones y marchas, ahora en el Persa BíoBío, que es una feria popular. Estamos tratando de dinamizar espacios e ir abriendo nuevos horizontes. Solo así creemos que puede surgir algo novedoso, más que seguir formando nuevas conjeturas en torno a espacios que ya han sido probados y que quizá no sean las únicas alternativas. Las respuestas han sido muy positivas. En cada espacio donde vamos el libro es bienvenido. Siempre una persona con cierta sensatez en la vida va a considerar que el libro es un aporte.
— ¿Qué proyectos se vienen? ¿Hay algún dato que compartir?
Estamos preparando varios textos a propósito de algunos aniversarios que nos interesan. Vamos a estar celebrando los 200 años del nacimiento de Thoreau, lo que se verá reflejado en los catálogos de Nadar Ediciones y Eleuterio. Ambas editoriales van a presentar textos de Henry David Thoreau, ese trascendentalista norteamericano que tiene un mensaje potente para nuestros tiempos. También vamos a estar conmemorando los 150 años de la publicación de El Capital de Marx, y lo mismo con el centenario de la Revolución Rusa y los 90 años de la ejecución de Sacco y Vanzetti. En lo inmediato, vienen dos textos nuevos. Uno por Eleuterio, Liberación del trabajo, una reflexión en torno a la esclavitud y su relación con el nacimiento del concepto actual de trabajo, del médico Georg Nicolai. Y viene otro texto de José Martí, una crónica de cuando está en Norteamérica y presencia la ejecución de los mártires de Chicago. Para esto vamos a abrir una colección que se llamará «Otros clásicos» en Nadar Ediciones.
— Pensando en la necesidad de algunas editoriales de politizar espacios (y que no respondan sólo a la ampliación de un mercado independiente), ¿cómo ves la continuidad de la Cooperativa de Editores La Furia?
Creo que existen aún muchas posibilidades y muchos proyectos por realizar. Incluso en lo que puede hacer una forma de alianza tan grande como La Cooperativa. Estamos hablando de 40 editoriales donde evidentemente el consenso no es muy sencillo, pero, dentro de los puntos en los que se está de acuerdo, todos estipulados en sus estatutos, se da perfecta continuidad a un proyecto de estas características. Es decir, una cooperativa de trabajo cuyo eje común es el libro. Fuera de eso, evidentemente van a surgir instancias donde se necesitará tener una agenda política con un poco más de prioridad. Pero creo que los espacios para ello se darán más bien de forma alternativa que afectando los procesos generales de la edición independiente, porque, como digo, hay mucho trabajo todavía por realizar, y lo único que puede hacer decaer este tipo de proyectos no es nada más que la holgazanería.
Perfil del autor/a: