Artículo publicado originalmente en Revista Levadura
Este 12 de junio se cumplieron 100 años de la primera huelga general en Monterrey. Primero pararon los obreros de Fundidora Monterrey, y el 5 de julio se sumaron los trabajadores de las otras tres grandes empresas mineras, mientras se iban solidarizando agrupaciones de mecánicos, electricistas, hojalateros, carpinteros… cerca de 12 mil obreros ejerciendo el derecho de huelga. De la investigación acuciosa que hace Edna Ovalle1 sintetizo: el movimiento se oponía a la exigencia patronal de renuncia a derechos del trabajo surgidos de la revolución social mexicana de 1910-1917, entre estos, el derecho a tener un día de descanso semanal y pago de tiempo extra. La posibilidad de la acción obrera tuvo sustento en el camino andado por los obreros que desde 1900 habían iniciado la formación de Uniones gremiales. Al mes de huelga los patrones reconocieron las organizaciones obreras y firmaron convenios colectivos. Sin embargo, el incumplimiento patronal fue casi inmediato, su principal renuencia era a negociar con obreros organizados de forma autónoma… En los siguientes años, se dedicaron a perseguir y encarcelar a los líderes sindicales, a despedir obreros inconformes, y a ganar la lealtad hacia el patrón de los trabajadores de base, para recuperar el control en las fábricas.
También hace un siglo, en mayo de 1918, en la también regiomontana Cervecería Cuauhtémoc, los patrones ponían sus barbas a remojar fundando la Sociedad Cooperativa de Ahorros e Inversiones para los Empleados y Operarios de la Cervecería Cuauhtémoc, S. A. (la hoy centenaria Sociedad Cuauhtémoc y Famosa). Creada y encabezada por Luis G. Sada, miembro de las familias propietarias. Esta especie de proto sindicato alentará la conciliación entre las clases sancionando todo intento de confrontación, en sus Estatutos quedó “extrictamente prohibido a los socios tratar en la sociedad sobre las relaciones entre el capital y el trabajo.”
…toda clase que aspire a implantar su dominación…tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general.
(Marx y Engels. La ideología alemana)
Los temores patronales nuevamente se alertaron en 1929, cuando se lanzó la iniciativa presidencial para federalizar el artículo 123 constitucional. Los empresarios ponen el grito en el cielo y desde Monterrey se convoca al rechazo general. Luis G. Sada encabeza la reunión en la capital del país con empresarios de varios estados. Ante la cámara de diputados, el empresario regiomontano Joel Rocha expone con vehemencia que rechazan una legislación “que ataca fundamentalmente la organización actual de nuestras fábricas”, al imponer “el contrato colectivo obligatorio y el sindicato forzoso y oficial”. Porque, decían, la propuesta se inspiraba en la lucha de clases que terminaría por imponer a los empresarios “la tiranía del proletariado”. No obstante, fueron estos empresarios los que primero se beneficiaron del derecho a sindicalizarse, creando inmediatamente el primer sindicato patronal, la Coparmex.
Con la emisión de la primera Ley Federal del Trabajo en 1931, aquel protosindicato en Cervecería, fue la base para la creación de la Unión de Trabajadores Cuauhtémoc y Famosa, primer sindicato blanco que alentará la formación de sindicatos de empresa en gran parte de la industria regiomontana. Esta acción patronal permitió que al crear el gobierno de L. Cárdenas en 1936 la corporación obrera (CTM), respondieran inmediatamente con su propia corporación obrera (FNSI). Desde entonces y hasta principios de los años 80 cuando el capitalismo mundial transita hacia la globalización neoliberal, la lucha patronal será permanente y en todos los flancos por inhibir la organización obrera autónoma y derrotar todo conflicto laboral colectivo. Más de 50 años para lograr disciplinar el trabajo y destruir o someter la organización de los asalariados. A su favor tuvieron, casi como regla, los tribunales del trabajo (Junta Local de Conciliación y Arbitraje) y la progresiva burocratización y corrupción de las federaciones obreras.
Empresarios en Monterrey en 1910. Al fondo al arco de fierro con el letrero “Acero” y la escultura de Cuauhtémoc sobre un pedestal. Símbolos de las dos empresas más importantes. Foto: Libro Isaac Garza
Controlar material y culturalmente a los subalternos para que no se constituyan en sujetos sociales es una prioridad sistémica (lo profundo y multiforme de la individualización /aislamiento /consumismo que hoy caracteriza nuestra vida, sirva de ejemplo). Porque de la protección de sus intereses económicos saben que cuentan con el Estado y los gobernantes en turno. Pues aunque se siga ensalzando la iniciativa privada, los empresarios se han beneficiado de su dependencia del Estado, desde el Porfiriato a la fecha, con la exención/evasión de impuestos, subsidios, etc. (Kia motors no me dejará mentir).
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. (Marx y Engels)
Y con la crisis que llegó para quedarse, igualmente los corporativos son rescatados: en 1981 un escandaloso crédito de la financiera estatal Banobras salvó de la quiebra al grupo Alfa.2 En 1990 se crea Fobaproa como fondo de rescate de bancos y empresas, y su deuda acumulada pasó a ser deuda pública o sea la pagamos todos. El Estado invirtió en infraestructura carretera y otorgó todo tipo de apoyos para las empresas que le entrarían al TLC; de la venta del sector paraestatal empresarios compraron a precios de ganga empresas públicas (así nace CARSO de Carlos Slim, Televisión Azteca de Benjamín Salinas, por ejemplo). Y en los años recientes con la suma de (contra) reformas “estructurales” laboral, de salud, educación, energética, y sígale. El Estado y los gobernantes en turno siguen protegiendo los intereses económicos y de inversión de la élite empresarial nacional y extranjera en un abierto lance por quedarse con los recursos que queden (extractivismo minero, megaproyectos urbanos, saqueo, despojo, acumulación ad infinitum).
La historia sirve para tratar de reconocer el tipo de miedo que expresan las élites empresariales, en esta coyuntura electoral manifiestan su preocupación por posibles resultados “populistas” en la elección presidencial en puerta. Pero no es este su miedo fundamental, saben que llegue quien llegue lograrán salvaguardar sus intereses económicos por la suave o por la dura. No, su miedo sustancial sigue siendo el miedo de clase a la organización de los subalternos y esa, bien lo saben, no se atisba en el horizonte. Y no están muy errados, finalmente llevan 100 años de inculcar, con zanahoria o garrote, “su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad (imprimiendo) a sus ideas la forma de lo general (presentando) estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta” (Marx y Engels).
A un siglo de la huelga general obrera en Monterrey, y porque “falta lo que falta”, me sumo al llamado indígena-zapatista: “voten o no voten, organícense”.
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[Portada] Fotografía extraída del sitio oficial de Corpamex.
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