Diversas coyunturas históricas han abierto la caja de la memoria colectiva respecto a la historia reciente de Chile. La detención del dictador Augusto Pinochet en Londres en el año 1998, sin duda, inició este periodo de revisión del pasado reciente –doloroso–, de nuestra historia. Diversos historiadores e historiadoras entraron en un debate sobre el sentido del pasado, particularmente, en relación al desgarro que habían provocado los terribles crímenes de lesa humanidad en contra del pueblo chileno. El silencio se hizo insostenible, y como argüía el politólogo Norbet Lechner, “los conflictos silenciados conservan actualidad”. Entonces fue necesario mirar con ojo crítico lo acontecido durante la dictadura cívico militar, tensionando la frágil, maquillada y forzada paz que los gobiernos de la post-dictadura impusieron en el país.
La historiografía comenzó a avanzar en el sentido de entrar en la disputa de la «batalla de la memoria», de la mano de los esfuerzos de colectivos de derechos humanos y sobrevivientes de la oscura dictadura en la pelea por la verdad y justicia. Disputas que, hacia fines del siglo pasado, comenzaron a llegar a las aulas donde los hijos e hijas de la transición pudimos encontrarnos con una «tibia» historia, que muchas veces fue eludida por los mismos docentes en las escuelas, quienes preferían no entrar en ese terreno minado donde las frescas heridas del pasado podían develar «sesgos políticos» o simplemente «entrar en terrenos peligrosos». Las disputas muchas veces se limitaron a una discusión semántica sobre cómo nominar el criminal gobierno del dictador Pinochet; ¿Dictadura o gobierno militar? ¿Golpe de Estado o pronunciamiento militar? Aunque necesaria discusión, lo que recibía la generación de los ‘90 era únicamente una discusión vacía de sentido, donde no se alcanzaba a debatir en profundidad el pasado. Existió miedo de preguntar; la historia reciente estaba oculta, era algo doloroso, un tabú, algo de lo que no podíamos opinar, puesto que «ni siquiera habíamos nacido». Se nos desacreditó por no ser testigos directos, y se nos silenció, en medio de una sociedad que no sabía cómo hacerse cargo de su propia historia reciente.
Pese a las reformas curriculares, las aulas no entregaron respuestas ni siquiera ya bien entrado el nuevo milenio. Para los años 2006 y 2008, un estudio exploratorio sobre la enseñanza y aprendizaje del contenido de “Régimen militar y transición a la democracia” reveló que cerca del 60% de los estudiantes de segundo medio declaraba no haber visto los contenidos de dictadura e historia reciente de Chile1. Lo anterior estaba visiblemente opuesto a un innegable interés de los jóvenes en formación por conocer la historia reciente del país2, por entender cómo se había cimentado la sociedad que veíamos, por entender el miedo y el silencio que se nos inculcó. Más aún, junto al velo con el que se cubría el periodo dictatorial, la Unidad Popular era sólo una idea lejana. Un periodo, aunque bello, vinculado al dolor de la dictadura.
Pero nuestra propia historicidad continuó su marcha. El año 2006 fuimos parte de un remezón a la sociedad chilena del periodo, cuando como estudiantes secundarios y universitarios salimos a las calles luchando contra una educación cimentada en el contexto dictatorial. Dijimos “No a la LOCE”. Y en medio de las tomas de los liceos y universidades, entendimos que muchas de las consignas que cantábamos en las calles habían sido usadas en el pasado. Como por ejemplo que: “y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet” tenía que ver justamente con eso que no se nos había querido contar. Finalmente, comenzamos a acercarnos a la historia de este país, y muchas y muchos nos interesamos, y buscamos e indagamos, porque pese a que se nos negó (porque no habíamos sido testigos), nos apropiamos de la historia.
Y así comenzó nuestra búsqueda, nos interesamos por Allende, nos interesamos por las y los luchadores sociales que resistieron al tirano, miramos con atención las luchas del pasado, interpelamos a las generaciones mayores, preguntando dónde estuvieron para el golpe, y nos dimos cuenta que la Unidad Popular no estaba separada de la dictadura, que la alegría del periodo estaba cargada por el dolor de la derrota. La Unidad Popular sólo podía ser entendida con el corolario del terrorismo de Estado, como si la lección aprendida luego de 17 años de dictadura, hubiera sido que no era posible soñar, que el “nunca más” de los sitios de memoria también significaba que el pueblo no fuera activo, que la única forma de convivir «democráticamente» (como nos enseñaron los gobiernos de la post-dictadura), era siendo pasivos frente al régimen imperante, agachando la cabeza, llegando a acuerdos “en la medida de lo posible”, guardando silencio y aguantando las frustraciones. Pero nos dimos cuenta, mientras escudriñamos en la historia, que no todo era derrota, que era justo soñar y construir, nos dimos cuenta que el «fin de la historia» no era una determinación, que las derrotas debían ser aprendizajes, y que “no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza”.
Comenzamos a mirar la Unidad Popular, pero ansiando quitar el peso de la derrota. Intentamos imaginarnos en esa coyuntura, construyendo una sociedad nueva. Y nos dimos cuenta que había mucho más que Allende; que el «compañero presidente» era el rostro de un periodo, pero que éste había sido construido por miles, cuyas historias –en la mayoría de casos– no habían sido recuperadas. Aprendimos, en definitiva, la complejidad, la riqueza y la hermosura de la historicidad del pueblo que había asumido como propia la “vía chilena al socialismo” o que al menos creyó en un mundo nuevo, más solidario y más justo. De esa forma es que nos reunimos y escribimos, registramos esas experiencias, y las admiramos y criticamos, no sólo como historiadoras e historiadores, sino que como constructores sociales, que nos encontramos en la búsqueda de lecciones y herramientas del pasado para nutrir las actuales iniciativas por la construcción de una sociedad mejor. Hoy escribimos, las hijas e hijos de una época de silencio.
Razón de estas reflexiones, las investigaciones que componen este libro se han interesado en ir tras esas historias, conversando, dialogando, aprendiendo de los diversos sectores populares y de las pequeñas organizaciones políticas que fueron sepultadas por el paso del tiempo. El trabajo de Esperanza Díaz, “En la casa y en la calle. La participación de las mujeres en las Juntas de Abastecimiento y Precio (JAP) en el gran Concepción, 1970-1973”, busca relevar y analizar el porqué de la alta participación de mujeres en las JAP, quienes lograron alcanzar una notoria masividad, desarrollando una activa colaboración. La autora contesta a algunas interrogantes vitales para comprender esta articulación entre género y autogestión –como las motivaciones y roles que asumieron– y que en el caso del Gran Concepción, correspondería a la búsqueda de la satisfacción de las necesidades básicas de la familia como consecuencia de sus roles tradicionales.
En una línea similar, el trabajo del Enrique Gatica, “Toma de la población Nueve de Mayo. Una experiencia de organización popular en la comuna de Colina durante el gobierno de la Unidad Popular”, busca a través de la memoria de sus protagonistas, relatar cómo los pobladores que, buscando un hogar, deciden asumir solidariamente a través del trabajo colectivo la búsqueda de «su» lugar en la nueva sociedad que se estaba gestando. A través de la caracterización de la experiencia de un colectivo de pobladores de la zona norte de Santiago (Colina), se busca ejemplificar una de las tantas experiencias de las que fueron protagonistas los pobladores durante el periodo en cuestión, sin perder de vista las particularidades de este caso, realizado dentro de una comunidad de fuerte identidad campesina y popular.
Otro sujeto histórico de relevante protagonismo durante los mil días de Salvador Allende fue la clase trabajadora. El trabajo de René Cerda “De la mina al congreso: la lucha de los trabajadores y trabajadoras del cobre por la nacionalización del mineral, El Salvador, Potrerillos, Llanta y Barquito 1951-1973” indaga en uno de los procesos más significativos de la Unidad Popular. Nos referimos a la nacionalización del metal rojo. Cerda busca examinar la lucha que dieron los trabajadores y trabajadoras por concretar este proceso, centrándose en cuatro campamentos cupríferos ubicados en las cercanías del río Salado, los cuales actuaron como una sola unidad productiva y de movilización, consolidándose, según el autor, como los campamentos más radicalizados en las diversas luchas que se fueron gestando desde 1951 a 1971, conjunto a ser los más fieles al gobierno de Salvador Allende.
El trabajo de Xaviera Salgado “Organización Política y Sociabilidad Popular: Cordón Industrial Cerrillos-Maipú y el paro de octubre de 1972”, es otro ejemplo de cómo la clase obrera se organiza y moviliza durante la Unidad Popular. Este trabajo reconstruye y analiza la formación y desarrollo del Cordón Cerrillos-Maipú en la ciudad de Santiago durante los años 1972 y 1973, teniendo en consideración la coyuntura del paro de octubre de 1972, y busca relevar esta iniciativa de autogestión para los movimientos sociales y las experiencias de construcción de poder popular y sociabilidad en nuestro país. Además, la autora destaca dentro de esta experiencia de aprendizaje político, la articulación de distintos sectores populares potenciados a raíz de la cercanía territorial entre las industrias, los campamentos y fundos, como una pieza clave para comprender la sociabilidad popular del sector de Cerrillos-Maipú movilizado en torno a demandas particulares, pero también colectivas.
La investigación de Yanny Santa Cruz “Las y los ´Pingüinos´ en la Unidad Popular. La vida política de los estudiantes secundarios de izquierda en Santiago”, busca comprender el proceso revolucionario que se gestó durante el periodo desde la significación de los propios estudiantes. Para ello, la autora considera procesos e instancias relevantes para esta construcción como lo fueron el militar en un partido político, el formar parte de los Centros o Federaciones de Estudiantes o los Trabajos Voluntarios. Con la finalidad de comprender las diferentes experiencias, acciones y discursos de «lo juvenil», Santa Cruz utiliza el testimonio de aquellos estudiantes de la época que formaron y se sintieron partícipes del proyecto de la Unidad Popular.
Finalmente, el trabajo de Francisco Peña “Discursos armados en la vía institucional al socialismo. Integración, subordinación y represión en los casos del MIR, el ELN y la VOP. 1970-1971” analiza comparativamente el discurso y la práctica de tres agrupaciones identificadas con la izquierda revolucionaria en Chile: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Ejército de Liberación Nacional-Chile y la Vanguardia Organizada del Pueblo, que en la segunda mitad de la década de 1960 proclamaron la vía armada como medio para hacer la revolución. El autor realiza el análisis teniendo en consideración la coyuntura de la victoria electoral de Salvador Allende para responder algunas interrogantes, como las características de estos grupos antes y después de este suceso, dejando en manifiesto las complejas interacciones entre la lucha armada y la vía electoral.
De esta forma se configura un conjunto de textos que, además de ser escritos por las nuevas generaciones de historiadores e historiadoras, buscan dar algunas luces de lo que fue el periodo de la Unidad Popular más allá de las lógicas estatales y partidistas, además de incorporar experiencias regionales que para el periodo son, por lo general, escasas en los estudios. Sumado a esto, este conjunto de investigaciones busca entrar en la disputa contra las corrientes negacionistas y neofascistas que han comenzado a proliferar en Chile y el mundo, posicionándonos como investigadores e investigadoras comprometidas con los cambios sociales que viven nuestros territorios los cuales no distan demasiado de los que vivieron hombres y mujeres que lucharon a lo largo del siglo XX.
Conjunto a lo anterior es relevante señalar que este libro se hizo sin el aporte de ningún fondo, por lo que cada una de estas investigaciones junto a la producción y edición de este, fue realizada a pulso, tal cual nuestras luchas y experiencias nos han enseñado.
Comité Editorial
Grupo de estudios Germinal
Verano de 2019
*Este texto corresponde a la introducción del libro Se levanta el clamor popular. Experiencias del pueblo organizado durante el gobierno de los mil días 1970-1973 publicado por el Grupo de Estudios Germinal y lanzado el miércoles 4 de septiembre de 2019 en la sede de la FECH.
Perfil del autor/a:
Notas:
- María Isabel Toledo, y Abraham Magendzo, La enseñanza de la Sub Unidad “Régimen Militar y Transición a la Democracia” en Segundo año de Enseñanza Media desde la perspectiva de los estudiantes, (Praxis, Santiago, 2009), 11-32.
- Fabián González y Enrique Gatica, Perspectivas de estudiantes secundarios chilenos en torno al aprendizaje histórico del Gobierno de la Unidad Popular y la Dictadura Militar, (Clío & Asociados, Santa Fe, 2015).