Desde el estallido y revuelta social de Chile, que se iniciaron a partir del 18 de octubre del 2019, muchas de nuestras certezas y proyecciones se han visto amenazadas, dando pie a un cuestionamiento de las jerarquías listadas hasta ese momento. Gran parte de lo que habíamos comenzado a proyectar, tuvo que quedar en pausa, porque surgieron nuevos sentidos y demandas que nos volcaron hacia las calles, donde pudimos manifestar colectivamente nuestro malestar frente a diferentes situaciones de desigualdad que estábamos viviendo, molestia que por cierto se venía macerando desde hace un buen tiempo.
Tras meses de intensas y masivas movilizaciones en todo el país, que además coincidieron con levantamiento sociales en países de distintas latitudes del mundo, marzo del 2020 se visualizaba para Chile como un retorno de lleno a las manifestaciones en las calles y a la continuidad de la organización social. El regreso de las actividades académicas secundarias y universitarias, el 8M, y la cercanía del plebiscito, este último el único “triunfo” conseguido a partir de las demandas ciudadanas, aparecían como impulsos para continuar tramando lo que ya se había activado. Escuchábamos frecuentemente la afirmación “ya no hay vuelta atrás” o “ ya no podrá ser lo mismo”. Sin embargo, la expansión rápida del Covid en nuestro país obligó a resguardarnos, no tuvimos otra opción que el distanciamiento físico, contraerse hacia el espacio privado de una manera radical, lo que significó en un comienzo pausar aquello que nos había activado hacia la colectivización.
Tanto la revuelta como el Covid 19, han marcado fuertemente la agenda de nuestro país. Este último con expansión mundial, ha generando impactos que han transgredido fronteras, pero que sin duda han golpeado con más intensidad a países con mayor desigualdad social. Es muy probable que a futuro sean reconocidos como hitos dentro de nuestra historia reciente, además de ser parte fundamental de nuestras propias biografías. Ambos nos han obligado a reinventarnos para subsistir, no solo desde lo económico, sino que también emocional y espiritualmente, para poder intentar retomar y dar pie a lo que habíamos dejado pendiente.
Cuando recibí la invitación de la Colectiva Internacionalista, para colaborar en Reparaciones Circulares, ya habíamos asumido que debíamos permanecer en distanciamiento físico y que nuestras vidas continuarían ocurriendo mayormente hacia adentro, en espacios residenciales y/o de trabajo, sin tener la seguridad en la extensión que esto tendría. Dado el estado de fragilidad ante la pandemia, comprendí esa invitación como un llamado a sumarse a una red de apoyo y de reparación colectiva, que nos permitiera compartir experiencias frente a una situación de incertidumbre que se instalaba, para pensar cómo el arte, sus pedagogías y mediaciones pueden contribuir de manera orgánica a generar un diálogo sobre los procesos artísticos en periodos de emergencia, sin tener que seguir un esquema rígido.
Debido a su activo trabajo anterior en redes, comunidad y contexto, tanto para La Pan como Caput no era posible esperar pasivamente a que esta situación de confinamiento cambiara. Así este periodo, lleno de restricciones y control del encuentro físico de los cuerpos, fue entendido más bien como una oportunidad para reinventarse recurriendo a las posibilidades que entregan las diferentes plataformas virtuales, haciendo un uso interactivo de ellas con el fin de poder dialogar y mediar con el trabajo de artistas que pudieran estar situadas en diferentes territorios y geografías. Se retomaron vínculos de experiencias anteriores que se fueron ramificando y ampliando, algo que por cierto las redes sociales en su formato contribuyen.
Si bien el arte por mucho tiempo ha demandado la necesidad de lo presencial y de lo físico, la interacción del arte por medio de sitios virtuales durante la pandemia, se ha intensificado enormemente por medio de talleres, charlas y exposiciones. En el caso de la circulación de obras, vale la pena preguntarse sobre el sentido de reducir la experiencia del arte a “colgar” obras en muros como si se tratara de una galería física o de un museo, sin referirse a los procesos que se encuentran tras ellos y más aún no enfatizar sobre el contexto en el cual se realizan, manteniéndose bajo la premisa añeja que la obra es algo acabado y sus procesos no tienen mayor relevancia, tal como ha ocurrido con varios proyectos y espacios que han activado su virtualidad sin que comprendan el poder de una labor educativa ni de asumir todo este proceso. Aquí surge la inquietud sobre cómo deconstruir la forma tradicional de exponer en internet.
Así la página https://colectivainternacionalista.hotglue.me/ del proyecto Reparaciones Circulares fue diseñada para ser la receptora del material, por lo tanto su estructura debía estar sujeta a lo que iba llegando producto de las distintas convocatorias, conformándose como un organizador vivo y dinámico de estos archivos. Sin embargo, surgen preguntas tales como: ¿cómo volver más orgánicos y “contaminar” los sitios webs? ¿Cómo organizar el conocimiento y la experiencia en sitios virtuales? ¿Cómo generar estrategias de montaje? ¿De qué manera plantear una mediación más horizontal?
Al ingresar a la web de la colectiva, vemos que se caracteriza visualmente por tener una estética Pop y de juego, que nos va invitando a interactuar a partir de entradas que lucen activas por el movimiento de iconos, formas circulares con colores saturados y parpadeantes. Una de las frases que puede verse en una de sus esquinas, señala “En construcción”, dándonos la señal de que se trata de un sitio activo, casi como la referencia del game over que se mantendrá en actividad permanente.
La primera curatoría llamada Anticipaciones: predicciones, ilusiones y distopías se manifiesta como un ejercicio inicial para transitar por la incertidumbre que ha caracterizado nuestro presente, para la cual también se asumió la incógnita sobre el tipo de trabajos que llegarían y cómo los artistas recibirían este mensaje. Por medio de esta convocatoria se buscaba además ampliar la red donde conviviesen artistas de trayectoria y más jóvenes, diversificando de esta manera el grupo. Reunirse en pandemia permitió tramar un camino, realizar una curatoría de digestión lenta, integrando elementos de mediación y con un proceso curatorial visible.
La sección señales de humo, definida en la misma web como “una acción ritual colectiva para unirnos en la distancia”, nos conecta con una acción de supervivencia, pero como señalaba antes, relativa a una necesidad de comunicación para decir que estamos latiendo y respirando, adecuándonos a lo que nos toca por estos tiempos. Ésta, suena como una evidencia para señalar que la corporalidad virtual también existe, y cómo también sobre lo orgánico que pueden transformarse los sitios y las plataformas.
Algo que me parece fundamental de destacar dentro de Reparaciones Circulares ha sido la realización de diferentes conversatorios en redes sociales, considerando las posibilidades de expansión que estas permiten. Estos han servido para mantener la interacción con visitantes, espectadores o como queramos llamarlos, puesto que permite ir ampliándose a muchas personas, con el plus de que éstas puedan estar situadas en diferentes geolocalizaciones.
La colectiva internacionalista ha considerado también integrar los procesos, como componentes fundamentales dentro de cada proyecto, entendiendo que se trata de una oportunidad para dar cuenta de su importancia, o bien ir entregando señales de avance por medio de pequeños gestos que han motivado la investigación de cada artista. Muchos de los trabajos han sido producidos cien por ciento bajo el periodo de confinamiento, por lo tanto integran el espacio privado como locación que, además ha posibilitado su ejecución. Otros, retomando procesos anteriores se han adecuado para ser puestos en diálogo con espectadores bajo distintos formatos virtuales.
Las experiencias extremas a las que nos hemos visto sometidos durante estos últimos meses, han implicado cuestionarnos las prioridades. Pese a que nuestra vida se ha tornado en gran parte online y pasamos muchas horas de nuestro día conectados por medio de una pantalla, no olvidamos nuestra esencia como seres orgánicos que nos hace estar atentos a amenazas y emergencias para sobrevivir.
Quise tomar como título para este texto Somos ríos retomando su cauce, un graffiti aparecido en las calles de Concepción post estallido que hacía mención a la fuerza de los movimientos sociales y su capacidad de eliminar cualquier obstáculo que encuentre en su camino. Si bien en una primera instancia, parece estar mayormente reducida a una lectura como seres biológicos, la considero también como una metáfora que permite referirse a nuestro presente para querer retomar las rutas perdidas o lo que ha quedado inconcluso.
Comenzando octubre de 2020, me encuentro escribiendo desde el sur de Chile, específicamente desde Concepción, a una distancia media de Valparaíso pero a muchos kilómetros de Iquique, haciendo evidencia de las separaciones extremas que caracterizan la geografía de nuestro país de extremo a extremo. Sin embargo, y bajo el actual contexto, me pregunto si resulta relevante considerar las millas que nos separan en el momento en que nuestro contacto físico cercano con otras, otros y otres, se encuentra controlado, como también ocurre con nuestros desplazamientos. Si ampliamos nuestro mapa virtual hacia otros territorios, considerando la apertura participativa que ha generado este proyecto, vemos que las distancias geográficas no tienen tanta importancia, ya no representan un obstáculo y pese a que está dentro de nuestros anhelos poder retornar pronto a las experiencias corporales reales, este paréntesis nos ha hecho valorar otros modos de mantenernos comunicados.
Créditos imágenes: Leslie Fernández Barrera y Colectivainternacionalista
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