Seguimos con el ciclo de entrevistas y divulgación de las obras de lxs artistas que forman parte de la curatoría del Festival Periférica. Como media partner, medio pana, semana a semana iremos compartiendo las visiones de quienes participarán de la primera edición de este encuentro.
¿Un recordatorio de qué va esta primera versión del festival? Pues acá está disponible el manifiesto que ya publicamos en Revista Raza Cómica.
Esta oportunidad vamos con la Comunidad Catrileo + Carrión.
Las fotografías son de Alejandra Sone.
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La Comunidad Catrileo+Carrión es una comunidad mapuche de personas que trabajan articulando espacios de reciprocidad a partir de la práctica de creación e investigación. Su trabajo se materializa en obras audiovisuales, textiles, editoriales, curatoriales y político-comunitarias.
Actualmente, la comunidad reside en en Pikunmapu/Qullasuyu (Región de Valparaíso, Chile) y TerritorioKumeyaay (San Diego, California, EE. UU); y está compuesta por Antonio Catrileo Araya, Constanza Catrileo Araya, Malku Catrileo Araya, Alejandra Carrión Lira y Manuel Carrión Lira.
Parte importante de la obra de Catrileo+Carrion tiene que ver con su autoidentificación como “epupillan”, que en mapuzungun significa dos (epu) espíritu (pilla). Es un concepto provocador respecto a los rótulos de género y una postura crítica frente a la memoria y el imaginario mapuche.
“Más que un colectivo de arte, somos un grupo de personas que hacemos una práctica artística que pretende tejer redes de afecto”, explica Antonio Catrileo.
Sobre la posibilidad de formar parte de Periférica, Manuel Carrión dice: “Si puedo soñar con algo, es con que nuestro trabajo pueda llegar a alguien que no tiene comunidad, que no tiene con quien compartir sus experiencias. Quiero abrazar a esas personas que se les ha cerrado la puerta de la ruka en la cara, por no ser lo suficientemente indígena (que en nuestro caso fue codificado como no ser de Santiago), por tener prácticas afectivas diferentes o porque simplemente quieren explorar quiénes son”.
¿Cómo se formó la Comunidad Catrileo+Carrión y cuál es la provocación que representa reivindicar la palabra epupillan?
Antonio: La comunidad se conformó en la medida que nos fuimos dando cuenta que más que un colectivo de arte, somos un grupo de personas que hacemos una práctica artística que pretende tejer redes de afecto. Alejandra y Manuel son hermanes, mientras que Constanza y yo (Antonio) también. Con Manuel somos pareja, entonces la vida y la práctica artística inevitablemente se nos confunden. Somos una comunidad que se pregunta por ir más allá de la idea de familia, entendernos más bien como una comunidad expandida, una constelación. Nos hemos compartido el kimün (conocimiento) sobre el arte textil mapuche o witral, pero también aplicamos el witral en la manera en que trabajamos editando videos, escribiendo, organizándonos con otras personas. Son muchas las textualidades que nos interesa explorar en nuestra práctica artística.
La provocación que puede generar hablar sobre las experiencias epupillan es que la gente de inmediato intenta ponerlo en categorías tales como ser sinónimo de una identidad LGBTIQ+ mientras que justamente no se trata de eso. La realidad es mucho más compleja que hacer ese reduccionismo apresurado. Con esto no queremos negar la existencia de personas LGBTIQ+ en contexto mapuche, porque es vital que esos espacios se abran para tener estas conversaciones; sino más bien epupillan es una manera de nombrar una sensibilidad que no cabe en esos rótulos, que descentra su atención en el género para así preguntarnos por cuál es el lugar político de una memoria epupillan que ha perdurado en el tiempo y ha sobrevivido al colonialismo.
La primera vez que conocimos sobre las experiencias epupillan provienen de nuestros encuentros con personas mayores que viven en territorio williche y que sus activismos por décadas les ha obligado a ir y venir a las ciudades para acceder a medicinas. Ellas y ellos han levantado un activismo por generar políticas públicas en el ámbito de la salud intercultural, al acceso a la información y medicinas para quienes viven con VIH-SIDA en contextos rurales o que por la discriminación y los prejuicios han sido expulsadas de sus comunidades o han decidido migrar a espacios urbanos. Por eso valoramos tanto el kimün de estas personas que nos han transmitido esa memoria política y que ha sido duramente invisibilizada e incluso negada por gente mapuche, porque en esas historias de migraciones forzadas nos encontramos con epupillan. Hay mucha desinformación y también tergiversación al respecto, porque cuesta entender esto saliendo de ideas tales como identidad o género. Podría ser visto como una provocación, o más bien, una transgresión dentro del mundo indígena el hecho de atrevernos a tener este tipo de conversaciones, pero son urgentes y necesarias para abrir espacios de empatía o que simplemente no se nos juzgue por ser diferentes.
Manuel: La comunidad ha pasado por un proceso largo de transformaciones, donde la constante ha sido multiplicarnos y estar siempre preparades para el cambio. Desde entendernos como colectivo a comunidad se juega una potencia política que tiene que ver con la autodeterminación y con nuestra forma de trabajo a partir del afecto. Venimos de familias champurriadas ubicadas en Pikunmapu/Qullasuyu, venimos de Curicó y Quillota, respectivamente. Trabajamos y creamos juntes porque es una forma de mantener nuestro amor vivo junto a Constanza y Alejandra; también lo hacemos porque todes hemos tenido la experiencia de que se nos ha cerrado la puerta de la ruka en la cara.
Antonio y yo vivimos un breve tiempo en Santiago y creo que esa experiencia también nos hace volcarnos a la comunidad como una alternativa cariñosa, que tiene que ver con precisamente crear espacios para que a ningún otro indígena no-heterosexual se le custione su origen, su sexualidad, sus prácticas, o que se le excluya simplemente porque no cumple con la expectativa del indígena que el archivo colonial impuso en nuestros imaginarios.
La palabra epupillan resulta una provocación cuando uno se da cuenta que es el propio pueblo mapuche que no sólo ignora la existencia epupillan, sino que quieren borrarla y callarla por razones que tienen que ver con ese archivo colonial, ese imaginario, que en términos semióticos o de imagen hoy se convierte en mercancía transable para un ojo no-mapuche que quiere consumir ciertas imágenes de lo indígena. Recuerdo una vez que un peñi nos decía que epupillan era un invento de Antonio copiado de “los two-spirit” de Norteamérica, diciendo que su problema era esa “copia” que se hacía del mundo “gringo”. Bueno, una afirmación como esa tiene muchos problemas.
En primer lugar, los indígenas que viven en Norteamérica (territorio ocupado por Canadá, EEUU y México) no califican como “gringos”, son comunidades racializadas y colonizadas que viven los efectos del extractivismo, y como se ha demostrado en los últimos acontecimientos, también del genocidio y del adoctrimaniento colonial religioso. La palabra two-spirit, bien ha devenido una identidad panindígena en Norteamérica para referirse a los indígenas disidentes sexuales, su genealogía está asociada a la necesidad de sobrevivir y retornar a las comunidades durante la crisis del VIH-SIDA en los 90 ‘s. Two-spirit es la convención que les mismes indígenas desviades hacen para poder tener un lugar en sus comunidades, tener acceso a medicina tradicional y al afecto comunitario fundamental para poder florecer. En el caso que epupillan fuera solo una traducción de lo two-spirit, ¿por qué genera tanta incomodidad? ¿A quiénes les resulta “provocador”? Lo pregunto porque para nosotres no es provocador, es sanador. Interesante es que esta misma persona que interpela lo epupillan por su sospecha de ser una traducción agringada, no tiene ningún problema con hablar de las “Primeras Naciones” (First Nations) al referirse a los pueblos indígenas de estos territorios. Esta idea tiene su genealogía en el idioma Inglés y está asociada al control colonial del estado multicultural de Canadá sobre las comunidades indígenas, que funciona mediante un reconocimiento con muy restringida autonomía real política; es decir, una continuidad colonial. Señalo esto no por odiosidad particular, sino porque sigo preguntándome por qué una palabra como “epupillan” molesta tanto y otra como “primeras naciones” parece no alterar nada; a pesar que ambas están involucradas en la traducción/traición de la escritura ¿Qué cosa de lo epupillan es lo que molesta entonces?
Entendemos esa policía también relacionada a una noción hegemónica y centralista de indigeneidad, que buscará solo en el archivo colonial la “verdad” histórica para negar nuestras existencias. Esta operación la entendemos como patriarcal y colonial, pues epupillan viene de una tradición oral del mundo williche que ha sido registrada en documentales y trabajos no solo nuestros, sino de muchas otras personas. Me pregunto, ¿qué significa negar la experiencia epupillan que viene del relato oral de pu chachay y pu papay, sobrevivientes al genocidio de la matriz binaria del sexo-género occidental? ¿Qué estamos atacando/defendiendo cuando negamos la experiencia de ancestres vives que nos están compartiendo un conocimiento situado de su propia supervivencia? ¿Por qué no poner atención a ese nütram?
¿De qué manera la Comunidad Catrileo+Carrión pone atención en memorias y experiencias divergentes dentro de lo mapuche?
Antonio: Parte por una necesidad vital de construir un espacio para nosotres dentro de un mundo que muchas veces nos ha dejado de lado. Nuestro propósito es ir abriendo estas preguntas con más personas, por eso nos entendemos como una constelación que anhela reconstruir el entramado político para que las personas que por desconocimiento niegan nuestras existencias puedan conocer un poco más de otros modos de vivir, de entender el amor, el deseo, las relaciones más allá de la heterosexualidad.
Uno de los legados del colonialismo han sido las normas de género que fijan y determinan cómo debe ser un “hombre” o una “mujer”, y todo lo que desestabilice esa normatividad va a ser cuestionado y vinculado con algo malo, errado o que incluso se puede corregir. Por eso mismo, a través de nuestra práctica artística, hemos intentado abrir espacios sensibles para hacer estas conversaciones, sin querer imponer ninguna agenda política, ni exotizándonos como algo que ve en la espiritualidad indígena algo de lo que puede acceder despolitizadamente. Nos distanciamos tajantemente de ese tipo de prácticas new age, porque no separamos nuestras existencias con un vínculo con los territorios, y por ende, nos hacemos la pregunta por la autodeterminación. Más bien, estamos haciendo una declaración de decir que existimos y tenemos el legítimo derecho de reactivar nuestras memorias que han sido duramente reprimidas e incluso olvidadas; nuestras experiencias son territorios también contra el extractivismo. Esa es la potencia de la divergencia, poner en común la posibilidad del disenso. Ese creo puede ser un gran aporte para el movimiento mapuche.
Manuel: como dice mi poyen, es una necesidad vital. Hoy nos preguntamos cómo concretar un espacio autónomo para que podamos vivir juntes, para que no les cierren la puerta en la cara a nadie más. Y en ese sentido, queremos hacer alianza con otras comunidades y personas que no son solo mapuche y tampoco solo indígenas; ya que nuestra autonomía no está signada bajo la rúbrica nacionalista, sino que queremos desafiar esa misma idea como única alternativa de organización territorial. Nuestro trabajo acontece en relación con comunidades de las que hacemos parte. En ese sentido, nuestra práctica artística está interesada en la comunidad, la ruka por-venir y los afectos reales, más que en el espacio de la galería de arte, pues nos interesa cambiar nuestras comunidades antes que exhibir nuestros problemas a una audiencia ajena. En ese sentido encontramos un vínculo político con el proyecto Periférica, que justamente se enfrenta a esta problemática del campo de las artes, y cómo entablar un vínculo real y significativo con las personas.
En términos de nuestra práctica artística, nos posicionamos desde el witral pero no como una metáfora. En términos muy concretos, todes les integrantes de la comunidad sabemos tejer witral, pues consideramos que en este kimün existen indicaciones que nos hablan de un conocimiento y práctica que no necesariamente se ordena mediante lo binario. Cada técnica tiene un ngen dicen las papay más antiguas, entonces tejer es siempre tejer acompañades. Esta forma de entender una técnica como algo también espiritual y político nos hace enfrentar los diferentes formatos que usamos como una gran urdimbre que busca recuperar conocimiento y también co-construir futuros posibles hoy. Hay también una noción ceremonial y experimental en todo nuestro trabajo, pues son procesos continuos.
¿Creen que Periférica es una oportunidad para llegar con un mensaje alternativo a otro tipo de públicos? Y si es así, ¿a quiénes?
Antonio: Poder participar en Periférica es una gran oportunidad de poder compartir con otras personas las preguntas que movilizan nuestra práctica artística como Comunidad Catrileo+Carrión, descentrándonos del pequeño campo de validación dentro del arte contemporáneo santiaguino. Nos interesa que personas que no tienen una formación en arte puedan conocer lo que hacemos, puesto que ningune de nosotres es artista de formación, más bien somos autodidactas y nos hemos atrevido a hacer una práctica artística que se conecte y vincule afectivamente con personas que justamente no están en esos campos del arte. Nos interesa mucho hacer puentes intergeneracionales: que personas jóvenes, mayores y disidentes sexuales podamos sentirnos convocades a través de una práctica artística para y por nosotros.
Manuel: particularmente yo confío y creo en las personas que son Periférica, pues sin esas personas queridas no existiría este proyecto. Me parece muy importante plantear otras audiencias, llevar trabajo a lugares que desde una perspectiva productivista no generan especulación para el currículum de artista ni tampoco lugares donde el objetivo sea cultivar capital social con la burguesía. En ese sentido, siento muchas conexiones con la forma de trabajo de Periférica y nuestra Comunidad.
Si puedo soñar con algo es con que nuestro trabajo pueda llegar a alguien que no tiene comunidad, que no tiene con quien compartir sus experiencias. Quiero abrazar a esas personas que se les ha cerrado la puerta de la ruka en la cara, por no ser lo suficientemente indígena (que en nuestro caso fue codificado como no ser de Santiago), por tener prácticas afectivas diferentes o porque simplemente quieren explorar quiénes son.
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