La profesora y artista lanzó recientemente ZEWPÉ MAPU (Editorial Aparte, 2020), antología que recoge casi dos décadas de escritura en sus cinco libros publicados. En esta entrevista mira hacia atrás, para ver la trayectoria de su poesía y el diálogo con sus hermanos y hermanas autores indígenas, así como para analizar los tópicos de la naturaleza y la sensualidad como lugar de subversión.
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Desde Osorno, pero siempre en movimiento, Roxana Miranda Rupailaf atiende este encuentro virtual. Está pronta a viajar a Iquique a un encuentro de autoras que lleva el nombre de Elena Caffarena; y antes de eso, está recién de vuelta a su tierra desde otra cita literaria en Viña del Mar. Tránsitos, mismos que hoy recoge la antología Zewpé Mapu, publicado el 2020 por la ariqueña Editorial Aparte. Una revisión de sus libros Las tentaciones de Eva (Chile, 2003), Seducción de los venenos (LOM Ediciones, Chile, 2008), Shumpall (Del Aire Editores, Chile, 2011) reeditado el 2018 por Pehuen Editores, Chile, Kopuke Filu (Pakarina, Perú, 2017) y Trewa Ko (Del Aire Editores, Chile, 2017).
De los tópicos de su poesía, atravesada por la naturaleza, el cuerpo y la sensualidad; de su trabajo como profesora en Frutillar, de las posibilidad de encuentro que abre la literatura a las y los autores indígenas, y del potencial de la enseñanza desde su rol docente, conversa con revista Raza Cómica.
“Zewpé mapu es un libro que su traducción significa ‘Hágase la tierra’, y que tiene que ver con darle una voz nueva y fresca a la mujer indígena contemporánea que habita hoy día en la ciudad, que tiene identidades y que de alguna forma está constantemente reflexionando sobre el cuerpo. Es un texto que tiene mucho que ver con la sexualidad, la sensualidad, el erotismo de las mujeres”, detalla la poeta.
Hoy Roxana Miranda Rupailaf prepara una nueva entrega referida a un campo poco explorado: el deporte, la exterioridad del movimiento y sus desventuras.
Hablemos del campo de la poesía mapuche. ¿Hay algunas definiciones o aspectos en común, algunos puntos con los que tú sientas que hay una corriente o un campo de trabajo colectivo?
Sí, hay bastantes coincidencias diría yo, desde la literatura mapuche contemporánea que se viene realizando desde el 80’, principios de los 90’. Cuando comencé a publicar el año 2003, la literatura mapuche contemporánea ya existía, y me invitaron a participar de la antología de 20 poetas mapuches contemporáneos que hizo Jaime Huenún por LOM, lo cual me dio la posibilidad de conocer autores y autoras mapuches y no solamente de este territorio, sino que también se fue ampliando hacia la literatura indígena.
Esta antología es paralela también a mi proceso de escritura. Mi primer libro también fue editado ese año, por lo que podría también decir que mi carrera literaria ha ido a la par con todo lo que tiene que ver con la literatura indígena contemporánea y estos diálogos que se han producido a través de esta antología.
El año 2007 vinieron una serie de antologías preparadas por el mismo Jaime Huenún, que eran antologías de literatura indígena latinoamericana, lo cual también fue abriendo posibilidades de encontrarnos en espacios como Santiago, y provocó que no solamente nos fuéramos encontrando, sino que también hiciéramos lo que tú señalabas ahí, esto de encontrar puntos en común en nuestra historia, en nuestras historias tanto territoriales, políticas como también culturales. Así es que ha sido muy bonito en ese sentido, el sentir que hay una conectividad.
¿Qué particularidades podríamos decir que tiene la literatura indígena?
Yo creo que la literatura indígena, si algo tiene de distinta, es que se da desde la colectividad, por lo tanto siempre estamos pensando en nuestra historia, nuestras historias de vida y nuestras historias culturales.
También, ha dado la oportunidad de conocer otras historias, otros pueblos indígenas, otras formas de ser, de vivir, y no hubiese tenido esa maravillosa posibilidad si no estuviese participando dentro de un movimiento indígena.
Lo que pasa es que yo creo que somos todos universo-familia finalmente, y creo que les pasa a todos que cuando nos vemos, porque ya conocemos todas nuestras familias, hay una forma distinta de relacionarse.
ZEWPÉ MAPU es un compilado, recoge una trayectoria, un proceso. ¿Qué sensación te deja a ti como autora?, ¿qué sensación te da llegar a esta primera base de revisión para atrás de lo que has hecho?
Es bonito porque cuando empecé a escribir y a publicar nunca pensé que iba a estar tantos años en la literatura. Tampoco una se da cuenta específicamente cuándo se está transformando en un escritor, y este libro viene a dar cuenta de 18 años en que estoy haciendo esto, así es que estoy muy contenta porque también me permite mirar hacia atrás, revisar mi propia vida, revisar mis propias decisiones.
Es muy bonito que la Editorial Aparte me haya propuesto este compilado. Además, me parece que la selección de Rolando Martínez tiene una lectura y eso también me gustó mucho, leer desde una forma distinta, donde también fue uniendo temáticas que de alguna forma traspasan y vertebran mi literatura y que seguramente yo no las veía como las ve él.
La naturaleza está muy presente en los textos, y una de las sensaciones que me deja es que hay un sentir refundacional en torno a ella; es como volver a poner ciertos parámetros sobre el “funcionamiento del mundo” en el texto. ¿Qué lugar o clave tiene la naturaleza en tu visión?
Tomando un poco lo que estás diciendo tú, lo que tiene que ver con esto del regreso, me gusta imaginar el regreso a nuestro origen. Esa creo que es la tarea que quizás hemos tenido muchos de los autores de literatura indígena contemporánea. Tarea que es también mirar hacia atrás y ver nuestra mapuchicidad, irla descubriendo, porque igual hay mucho de eso que simplemente ha sido borrado, que ha sido negado, que ha sido despojado, que ha sido discriminado. Entonces también creo que es una tarea el regresar y en ese regresar de alguna forma también salir. No me di cuenta al principio, pero fui saliendo también de lo urbano para regresar a la naturaleza con estos trabajos. Es algo que yo estaba haciendo y que está en Shumpall (2011 -2018), que también es un regreso al relato original, un regreso a las historias huilliches, y un convertirse en un ser encantado que habita el mar, ser parte de eso.
Creo que eso es uno de los grandes anhelos, que son anhelos personales, cuando por ejemplo, leo a Adriana Paredes Pinda en sus libros. Ella también lo que hace es buscarse a través del lenguaje y saber finalmente que, aún encontrándose en ese lenguaje, aún encontrándose las visiones, aún encontrándose en el trance, nunca va a ser la mapuche que ella sueña ser, y esa es la desgracia del escritor indígena contemporáneo: que ya tenemos otra lengua con la que hemos enseñado las cosas y desde la cual estamos cumpliendo. Entonces, uno está siempre buscándose y buscando ese origen a través de las metáforas, a través de la palabra y a través, por supuesto, de la naturaleza.
Buscar los orígenes siempre es medio complicado, pero siempre a través de la palabra hay más posibilidades de crear otros horizontes para llegar a algo que quizás no es tan único y unívoco, es muy distinto para todos… Otro componente que atraviesa el libro es la sensualidad y la corporalidad. ¿Cómo esa mirada, esa corporalidad ya más concreta, más allá de la naturaleza, se plantea desde este ser deseante, este ser corporal y sensual? ¿Estás de acuerdo con que es una de las marcas importantes del libro, de este compilado?
Sí, yo creo que tiene mucho que ver con mi literatura. Creo que muchas de las cosas que me pasan, me pasan por el cuerpo primero, entonces por eso he incluido la identidad, he incluido el territorio, y todo eso pasa por el cuerpo.
Claro, la reflexión en torno a lo erótico igual parte desde la violencia, desde las historias violentas que me tocó escuchar y presenciar cuando niña, entonces yo quería crear -y ahí retomo lo que tú estabas diciendo de creación- porque la palabra crea nuevas identidades y eso también es una labor del escritor indígena contemporáneo: el refundar la palabra mapuche y también trabajar con lo ancestral y volverlo contemporáneo.
En torno al erotismo, claro, quería crear y hacer una voz nueva no en el sentido estético, sino en el sentido de un discurso que fuera la mujer que yo no veía que estaba funcionando o pasando a mí alrededor, quería una historia distinta para mí. Esa fue la voz de Las tentaciones de Eva (2003), una voz femenina con bastante personalidad que dice “hágase la tierra”, que crea, que va creando el mundo, va pensando en su cuerpo, en su sexualidad, que eran temas que eran tabú dentro de los hogares de los 80’. Yo crecí en esa época donde no se hablaba de los temas de sexualidad, o sea, mi período lo descubrí yo porque me llegó pero no es que me hayan preparado para eso. Había mucho de secreto en torno al cuerpo, y ese secreto es lo que yo empiezo a develar a través de la escritura.
Ahí fui trabajando mucho con los líquidos del cuerpo, pensando también en el mar -que es algo que siempre me ha llamado la atención-, el agua y cómo nuestro cuerpo también es agua y es agua deseante. Por eso surge el libro Seducción de los venenos (2008), donde hay sangre, saliva, orina, pero resignificando esos líquidos que están mal vistos, que también forman parte del cuerpo y también pueden causarte placer, puedes ponerlo en movimiento y pueden hablar con otros cuerpos, con otros líquidos.
¿Qué lugar ocupa el dolor en estas letras?
Creo que ocupa un lugar importante porque bueno, ya hablamos un poco de la violencia, y la violencia es un tema que también he ido abordando en los últimos textos, sobre todo en los que estoy escribiendo ahora, y yo creo que es un detonante de la escritura, sin duda. O sea, de hecho, yo comencé a escribir por la muerte. Falleció mi amiga, y eso detonó que me pusiera a escribir. Muchas veces uno también escribe como una forma medicinal, para sanar ciertas cosas y así he ido construyendo estos libros.
Yo creo que a lo mejor no es tan explícito en los poemarios, pero está siempre el tema del despojo, de lo que hablábamos recién de la lengua, de buscarse, que me parece que es más explícito en Shumpall. Por ejemplo, en Seducción de los venenos, en la traducción al mapudungun que hizo Víctor Cifuentes, cuando decido hacerlo con traducción, fue una suerte de verme reflejada en la lengua en que no estaba escrito, fue una decisión importante para mí. Entonces, claro, creo que el dolor va también a la par, equilibrando las emociones también.
Tú eres profesora de lengua castellana y comunicación. ¿Crees que es posible enseñar este arte?
Más que en el colegio, que está tan lleno de programas, preparación Simce, evaluación docente y todo lo que significa, que les haga clases les permite también conocer la experiencia, porque invito escritores, tengo esa facilidad de decirle a alguien “¿quieres ir a mi clase?”.
Más que eso, también trato de hacer otras cosas que no son solo poesía. Me gusta bastante el teatro en la escuela porque bueno, yo trabajo en un liceo industrial que está en Frutillar y los chicos tienen internado, entonces son de campo y son bien tímidos, son de Isla Huar, Cochamó, esos sectores, entonces son bien calladitos; entonces, el teatro me ha funcionado harto en el liceo.
Luego están los talleres literarios. Desde que comenzó el zoom, desde la pandemia, he tenido muchos talleres. Al principio tenía miedo de tener talleres. Había tenido uno presencial el 2010 – 2011 en Osorno, y había tenido una buena experiencia, y muchos de esos talleristas ahora son mis amigos. Luego están los de zoom, que al principio me pareció bastante extraño, pero ahora siempre tengo un taller, y ha sido bonito también darse cuenta que a veces las pantallas que agotan y todo lo que uno puede decir de la tecnología, finalmente nos encuentran. Eso de juntarse con otras personas que también quieren hablar de poesía y sentirse acompañados, de territorios distintos porque también la virtualidad crea esa posibilidad, que nos juntemos y que nos conozcamos, que seamos de territorios distintos. Entonces estoy siempre enseñando, podría decirse.
¿Qué particularidad tiene aproximar a niños y niñas desde este lugar tan emotivo pero también muy político, ir en contra al lenguaje usual, al lenguaje más duro, objetivo? ¿Qué posibilidades crees que se abren a partir de aproximar a estos chicos que son de un territorio muy particular también a este tipo de miradas?
En general, la literatura cumple una función de ir creando imágenes y discursos, ir de alguna forma colocando ideas distintas para los estudiantes y no solamente a través de la literatura, de distintas estrategias. Nosotros tenemos que pasar argumentación, ellos tienen que aprender a opinar y opinar sobre textos, medios de comunicación, textos literarios, sobre textos no literarios. Ahí uno puede hacer un trabajo que -como decías tú- es bastante político, no en el sentido de ideologizarlos, pero sí en el sentido de que ellos puedan ser capaces de tomar sus propias opiniones, decidir qué opinan respecto a eso que se está planteando y eso también pasa con algunos libros, con algunas temáticas abordadas en poemarios. Es muy importante la selección de textos que uno hace y esa selección da el pie para analizarlos.
Por ejemplo, es reciente que existan más mujeres en los libros del ministerio. Antes, el corpus era súper poco de literatura femenina. Ver mujeres o ver libros que no están ahí propuestos, ahí también está la clave, y esto mismo que te estoy diciendo yo se los digo a ellos: “antes no estudiábamos mujeres, pregúntese porqué habían tan pocas mujeres en los libros”. Si una va a una biblioteca escolar ahora están llegando más libros, pero antes los contenidos mínimos se reducían a lo clásico, o sea, Isabel Allende y Ángela Mastretta, lo que leímos nosotras cuando estudiamos, pero era eso y el resto eran casi solo hombres. O sea, ahora hay una diversificación y eso es bonito y en eso la literatura indígena se ha hecho presente también, entonces hay una variedad interesante para poder discutir temas.
Imagino que siempre hay mucho que escribir, quizás hay poco tiempo para sentarse a hacerlo pero que van fluyendo varias ideas. ¿En qué está trabajando ahora?, ¿alguna nueva publicación que tengas en el horizonte?
Sí, es un texto que se llama “Kewakafe”. “Kewa” viene de guerra, “kafe” viene de persona que se dedica a algo profesionalmente; es como profesional de hacer la guerra, que vendría siendo la traducción que yo encontré, que me han dicho, que he averiguado, que podría aproximarse a lo que es un boxeador, una boxeadora.
Los textos están inspirados en boxeo. Fue un trabajo muy lindo porque era una temática a la que yo no me había acercado, que tiene que ver con el deporte, y también tiene que ver con el deporte de mujeres. Al estar investigando este tema me acerqué mucho a la Daniela Asenjo, la Leona Asenjo, que es una boxeadora valdiviana que es campeona y que está tratando de disputar un título mundial pero que por esto de la pandemia se vio un poco obstaculizado su proyecto. Creo que ella junto con la Crespita Rodríguez son las dos boxeadoras más importantes.
Por la pandemia hubo un antes y un después y claro, la escuela de boxeo estuvo mucho tiempo cerrada. Nosotras fuimos con otra amiga a conocer -porque siempre hay amigas cómplices- y fue interesante ver cómo funciona el mundo del deporte para las mujeres. También me abrió el espacio no solo para conversar con boxeadoras, sino que también con atletas, maratonistas -la Verónica Ángel que es de Puerto Montt-, conocer gente vinculada al rugby y ver el esfuerzo que hacen las chicas y de alguna forma entender la violencia a la que se exponen al entrenar, por ejemplo, de noche, con frío, en lugares tan inhóspitos como lo son las ciudades del sur de Chile.
Esto también me acercó a otras temáticas, y por supuesto, a libros que también desconocía y que no hubiese leído si no hubiese sido porque estaba escribiendo éste. Eso también fue todo un descubrimiento, ver que hay muchos libros del deporte, que habían crónicas de boxeo. Esto ha sido todo un campo nuevo para mí y también me ha dado nuevamente la posibilidad de ir pensando en el cuerpo, pero no solamente en el cuerpo desde las sensaciones desde dentro, sino también el afuera, con esto de la conciencia del movimiento, porque el boxeo tiene de eso, es una danza muy sincronizada, entonces hay mucho de memoria del cuerpo que va surgiendo a medida que vas aprendiendo a pelear. Si me preguntas por la violencia, claro, es una violencia normada podríamos decir. Hay historias de boxeo que son horrendas, no puedo negarlo, pero el libro no se trata de eso precisamente.
FICHA DEL LIBRO |
ZEWPÉ MAPU
“Lo que hace Roxana Miranda con sus textos, además de dotar de nuevos significados al mito cristiano del “paraíso terrenal” y su funesto episodio de la ingesta de la manzana es, sirviéndose del espacio occidental, construir una utopía que valida su escritura como constructora de un espacio literario afín a sus creencias mestizas. Desde ese espacio, Eva, Dalila o cualquiera de sus sujetos poéticos, establecen un diálogo inter ¬–y trans– cultural con otros espacios similares donde la mujer ha quedado relegada, por los siglos de los siglos, a una marginalidad incuestionable”. Zenaida Suárez Mayor
Serie Tapa Dura ISBN: 978-956-6054-28-3
Colección Tapa dura / Antología poética Tapa dura, colección que reúne muestras poéticas de diversos autores y autoras chilenos /as.
15 x 23 cm 100 págs 2020 |